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Un fragmento de La Busca de Pío Baroja
Entre el puente de Segovia y el de Toledo, no muy lejos del comienzo del Paseo Imperial, se abre una hondonada negra con dos o tres chozas sórdidas y miserables. Es un hoyo cuadrangular, ennegrecido por el humo y el polvo del carbón, limitado por murallas de cascote y montones de escombros. Al llegar a los bordes de esta hondonada, el trapero se detuvo e indicó a Manuel una casucha próxima a un Tío Vivo roto y a unos columpios, y le dijo: -Esa es mi casa; lleva el carro ahí y vete descargando. ¿Podrás? -Sí; creo que sí. -¿Tienes hambre? -Sí, señor. -Bueno; pues dile a mi mujer que te dé de almorzar. Bajó Manuel con el carro hasta la hondonada por una pendiente de escombros. La casa del trapero era la mayor de todas y tenía corral y un cobertizo adosado a ella. Se detuvo Manuel a la puerta de la casucha; una vieja le salió al encuentro. - ¿Qué quieres tú, chaval? -le dijo-. ¿Quién te manda venir aquí? -El señor Custodio. Me ha encargado que me diga usted dónde tengo que dejar lo que va en el carro. La vieja le indicó el cobertizo. -Me ha dicho también -agregó el muchacho que me dé usted de almorzar. - ¡Te conozco, lebrel! -murmuró la vieja. Y después de refunfuñar durante largo rato y de esperar a que Manuel descargara el carro, le dio un trozo de pan y de queso. Frente a la puerta de la vivienda, en un raso de tierra apisonado, se levantaba un Tío Vivo, rodeado de una valla bajita, octogonal, en cuyos palitroques, podridos por la acción de la humedad y del calor, se conservaban algunos restos de pintura azul. Aquellos pobres caballos del tío Vivo, pintados de rojo, ofrecían a las miradas del espectador indiferente el más cómico y al mismo tiempo el más lamentable de los aspectos; uno de los corceles, desteñido, presentaba color indefinible; otro debió de olvidad una de sus patas en su veloz carrera; algunos de ellos, en postura elegantemente incómoda, simbolizaban la tristeza humilde y la modestia honrada del buen gusto. Al lado del Tío Vivo se levantaba un caballete formado por dos trípodes, sobre los cuales se apoyaba una viga, cuyos ganchos servían para colgar columpios.
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Nota: Corregiremos este comentario en clase.
COMENTARIO
Joaquín Castellano, 2º BT, curso 2002-2003
Este breve fragmento de La Busca corresponde como todo la obra al periodo más importante de la literatura barojiana, es decir, en la primera década del siglo XX. Se trata por tanto de un Baroja que aún mantiene una ligera relación con la vida política y social de su entorno, rasgo que desaparece en sus últimos años. Baroja, excelente descriptor que destaca por una sublime capacidad de transmisión de impresiones, hace gala de esas dotes en este fragmento. Presenta la vivienda de un trapero y al resto de habitantes de un amargo suburbio si el menor miramiento y piedad. Abundan los adjetivos en forma despectiva (Ej. “casucha”) y tensa los diálogos dándonos una imagen gruñona y resentida de los personajes. Podemos por tanto advertir el carácter anti-social de Baroja, situándose él fuera de la sociedad con una omnipresente melancolía existencial. En esta obra Baroja emplea un narrador en 3º persona que sin embargo muestra simpatía por el protagonista, un joven desvalido y victima de la cruel realidad, prototipo característico de los protagonistas de sus novelas. Gente inadaptada a la sociedad en la que viven y que tratan de sobrevivir a toda costa, ya sea buscando la soledad o el amparo de algún protector. Los personajes que aparecen en este fragmento son tres: el trapero, su mujer y Manuel. En seta obra Manuel desempeña un papel muy similar al de un lazarillo, salvando las diferencias obvias entre las épocas en que transcurren los hechos tanto de una como de la otra novela. Manuel vive por lo tanto al abrigo del trapero, quien a su edad ha podido ya adaptarse y pasar a conformar la realidad del pueblo llano de Madrid. Manuel por tanto ha de aprender del trapero a valerse por sí mismo. En cuanto a la mujer del trapero, Baroja da a esta anciana un corte o estilo de desconfianza y malas formas. Respecto al tiempo de la obra podemos resaltar, la profunda melancolía propia de un tiempo oscuro vacío de esperanza conformador invisible de la realidad, el cual se apodera del espacio y por tanto de las vidas de estas gentes acabando con su idealismo a fuerza de la experiencia de la monotonía de la vida cotidiana. El espacio en que transcurre este fragmento es un humilde barrio de la capital en donde se aúnan los pobres que son víctimas de la desigualdad. Baroja emplea también a la hora de describir este espacio adjetivos despectivos que producen en el lector una fuerte sensación de apatía hacia las causas que ha provocado la realidad y simpatía hacia los pobres desvalidos del lugar, al los que Baroja también ataca sacando a relucir las maldades inherentes a todos los hombres y que por supuesto ellos también poseen. A penas ocurren acontecimientos en el fragmento puesto que es una descripción casi por completo. Y los pocos hechos que aparecen son narrados en pasado (pretérito perfecto simple) intercalados con diálogos , obviamente en presente, que actualizan y nos llevan al momento de la escena. Como en toda descripción hay un buen numero de adjetivos, no obstante buena parte de la descripción se realiza mediante verbos acompañados de sustantivos comunes. Aparece también un buen número de pronombres “se”, que en la descripción otorgan, en mi opinión, un carácter impersonal a las circunstancias dotándolas de un trasfondo estoico para el lector; siendo nuestra única alternativa a la situación a la posibilidad más deseable el aceptar las circunstancias tal como son, sin enfrentarnos a ellas debido a que esto nos produciría dolor. Haciendo un comentario crítico del fragmento, podremos resaltar el desconocimiento del lector acerca de las intenciones barojianas presentando unas características tan negativas a la escena, a la vida. Bien podríamos pensar que se trata únicamente de un texto impiadoso con el pueblo y la sociedad poniendo de manifiesto sus injusticias y crueldades, o bien pensar que Baroja emplea este estilo de narración tan dura con las gentes y describiendo tan negativamente el entorno social como una forma de hacer una crítica irónica que pudiera mover las conciencias de los lectores y conseguir así un cambio de estas circunstancias. Si buscamos en la biografía de Baroja, podríamos afirmar que en fechas tan tempranas como en la que escribió esta obra quedaba aún algo de ese idealismo innato a todo hombre a pesar de que sus actuaciones y posiciones posteriores frente a la sociedad no lo ratifiquen. Pero siguiendo una interpretación mas tradicional de lo que se cree fue el pensamiento de Baroja esta obra si es una pieza clave en esa melancolía anti-social y solitaria que niega la realidad social del hombre en tanto que lo es. Y si quisiéramos obtener alguna conclusión válida de la misma sería que el dolor existencial debido a la muerte conocida, propio del hombre en reflexión no ha de turbar o nublar su idealismo y su intención de cambio en busca de mejorar su realidad a pesar de que sea esta fruto de una consciencia efímera.
(Joaquín Castellano)
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Nota: Corregiremos este comentario en clase. En especial habrá que completar el comentario lingüístico (no basta con decir "hay abundantes adjetivos", sino que hay que poner los ejemplos y comentar su función).
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