REALIDAD Y FICCIÓN                                                                          LECTURA, COMENTARIO, CREACIÓN
Volver a la Página principal

Escríbenos

________

Volver a la Revista LINDARAJA

 

 

 

 

Una cuestión de Racionalidad

y de subjetividad prerreflexiva

 

 

MERCEDES LAGUNA GONZÁLEZ

 

 

 

ÍNDICE

 

Introducción

1. La lógica natural, la lógica de la vida

2. Una red entretejida de conceptos. Un sistema conceptual

3. La subjetividad de la Idea

4. Sensibilidad y dolor del animal. Pensar la vida

5. Un epílogo provisional

 

  

Introducción

 

Propongo en este escrito la necesidad de que la filosofía actual se replantee una serie de preguntas en torno al pensamiento hegeliano, (sobre todo las que tienen que ver con la estructura del pensar puro, de lo real y de la vida), preguntas que dejaré abiertas por ahora; también subrayaré la conveniencia de valorar tanto la racionalidad hegeliana frente a Nietzsche, como la subjetividad que Hegel encuentra en la vida, frente a la objetividad sin sujeto de la ciencia (por lo menos frente al modo habitual de concebir y manejar la ciencia). Aunque será preciso analizar el tipo de racionalidad y subjetividad utilizados por Hegel y los problemas que encierran.

El pensamiento hegeliano es un intento (que él considera conseguido, hasta cierto punto) de analizar la lógica natural que recorre lo originario: por tanto, la lógica de la vida, y, en consecuencia, la lógica de la naturaleza, del ser humano, de las sociedades, de su historia, de sus leyes morales. Hegel, al contrario que Kant y el idealismo transcendental, pretende levantarse por encima del sujeto para ver lo que hay debajo, sustentando y organizándolo todo.

Según Hegel, para que la Idea y el pensar puro tengan realidad efectiva tienen que ser subjetivos[1]. El pensar puro, la conciencia de la totalidad a la que se refiere Hegel en su filosofía sólo es real si es subjetiva, es decir, si tiene conciencia de sí misma. Es el viviente, el organismo vivo el que puede sentir carencias (y, por ende, saberse a sí mismo de forma real): sabe por la idea que tiene de sí que él es sí mismo, porque es distinto a su opuesto determinado (y siente entonces el dolor que le produce su límite). Podríamos decir que, frente a Nietzsche –y a modo de crítica avant la lettre– Hegel afirma que podemos sentir gracias al pensamiento: “la falta de pensamiento se queda parada en la abstracción del límite”: sin darnos cuenta del límite, no somos conscientes de nosotros mismos y no entramos en la existencia de nuestra vida. Esto si hablamos de un sujeto humano, pero Hegel nos está diciendo que ocurre así en la vida en su totalidad, en especial en el organismo vivo. Y aquí aparece, implícita, la enseñanza de Kant en la Crítica del Juicio: es la finalidad la que forma, porque organiza, configurándolo, el organismo vivo.

La idea especulativa de que el concepto se colocara como origen de la sensibilidad fue la que quiso destruir Nietzsche con el martillo de su crítica. Sin embargo, la crítica condujo a Nietzsche a una cierta irracionalidad (que invita a abominar de la razón). Procuremos entender qué había de cierto en la intuición hegeliana, ésa imaginación del sujeto Hegel que produjo la elaboración de su sistema. Para eso tendremos que pensar la vida, empezando por repensar la noción de finalidad en la naturaleza del pensamiento kantiano. También habremos de analizar la diferencia de esta noción de finalidad respecto a la que defiende Hegel (un concepto absoluto con un proyecto preconcebido).

El problema fundamental para poder hablar de finalidad en la naturaleza viene cuando se considera que actúa en ella el concepto como el desarrollo de una Idea absoluta; en lugar de poponer, como Kant, una subjetividad prerreflexiva actuante, que tiene que ver con la imaginación productiva, –y no ya con la reflexión consciente–. Si se considera a la vida como animada por una subjetividad que lo engloba todo de forma absoluta, estamos pensando en un concepto de suyo infinito como productor y mantenedor de la vida. Este planteamiento no coincide con la teleología kantiana de la naturaleza. Para la naturaleza, Kant propone la posibilidad de una subjetividad prerreflexiva, no de un concepto infinito. No se trata de una finalidad organizada a partir de un proyecto preconcebido, al modo humano, sino una síntesis originaria en la que están unidos la naturaleza –el mundo– y la libertad. Síntesis que posibilita el que podamos, por un lado, ser conscientes, y, por otro, el que tengamos la posibilidad de ser libres. Por eso, la cuestión de la racionalidad es también una cuestión de libertad.

  

 

1. La lógica natural, la lógica de la vida

 

            Rivera de Rosales recuerda que Hegel es el enemigo a batir de todos los posmodernos: “la propuesta ontológica de Hegel y de la tradición en la que él se inserta también se opone a otras filosofías que sostienen que la realidad primigenia es irracional, o bien directamente irracional”[2]. Vamos a detenernos primero en el Prefacio a la segunda edición de la Ciencia de la Lógica y en algunos parágrafos de su Enciclopedia para comentar los hallazgos de Hegel (los suyos y los recogidos de la tradición filosófica), así como para someter a crítica algunas de sus convicciones.

            “No hay deseo y voluntad sin representaciones”, dice Hegel en este segundo Prefacio; “en el pensamiento se callan los intereses que mueven la vida de los pueblos y de los individuos”. Nietzsche dirá lo contrario en sus Fragmentos póstumos: Incluso al pensamiento más sutil corresponde un entramado de instintos. Las palabras son, por así decir, un teclado de instintos y los pensamientos (convertidos en palabras) son los acordes que sobre él se tocan” (NF[3], otoño de 1880, 6 (264))”. “Los conceptos son grupos más o menos definidos de sensaciones que se repiten y se asocian” (NF, abril–junio de 1885, 34 (86))”.

            En principio, racionalidad contra irracionalidad.

            Hegel pretende llegar hasta la “lógica natural[4]”, y analizarla: “la actividad del pensamiento que entreteje todas nuestras representaciones, nuestros fines, intereses y acciones, que actúa inconscientemente”. Parece que ambos –Hegel y Nietzsche– se disputan el describir cómo actúa la vida en el ámbito preconsciente y cuáles son sus leyes, tanto la vida del ser humano (del individuo y de las sociedades) como la vida en general.

            En mi opinión, darse cuenta de esto es fundamental tanto para encontrar las enseñanzas necesarias que podemos y debemos obtener de Hegel como para analizar las diferencias respecto a Nietzsche y la interpretación que éste hace de la filosofía hegeliana. En primer lugar, hemos de detenernos en el tema de la vida: Hegel, obviamente no desprecia la vida, como afirma Nietzsche.

            Hegel replicaría a Nietzsche que hablar así de los instintos y las sensaciones es quedarse en la representación: “la falta de pensamiento se queda parada en la abstracción del límite y no aprehende el concepto en la vida, en la cual precisamente entra en la existencia; se para en las determinaciones de la representación, tales como impulso, instinto, menesterosidad, etc., sin preguntarse qué son estas representaciones en sí mismas; el análisis de la representación correspondiente dará como resultado que tales determinaciones son negaciones puestas como contenidas en la afirmación del sujeto[5]”.

            Tendríamos que señalar, primero, que Hegel utiliza aquí la noción de “abstracción” de manera distinta a como la está empleando en el Prefacio a la segunda edición de la Ciencia de la Lógica. En el § 359 de la Enciclopedia, la expresión “quedarse en el límite de la abstracción” recoge un claro sentido negativo; mientras que en esta última revisión de la Lógica, la “abstracción” quiere significar el grado más perfecto de la Razón, el que es capaz de traspasar la corteza multicolor de las formas y llegar a la realidad efectiva.

            Establecida esta diferencia de sentidos, pasamos a reflexionar sobre la crítica de Hegel: “quedarse en la abstracción del límite” supone falta de pensamiento, y, por tanto, no llegar a captar lo profundo, que está en el concepto. Cuando intentamos determinar lo que sucede en la superficie, la representación nos presenta impulsos, instintos, menesterosidades, pero no podemos quedarnos sólo en la representación, es meramente un aspecto; si buscamos en la lógica de la realidad, la lógica natural, que actúa de manera inconsciente (aquí tendría que haber dicho Hegel antes de nuestra percepción pensada y de nuestra reflexión), encontraremos que estos impulsos e instintos son sólo la cara negativa (la otra cara) de la afirmación del sujeto (“tales determinaciones son como negaciones puestas como contenidas en la afirmación del sujeto”).

 

            Es distinto mirar a Hegel desde Kant que observarlo desde Nietzsche y la posmodernidad. Subrayar el entramado de instintos y sensaciones que subyacen a nuestros pensamientos y conceptos, conduce a Nietzsche a la disolución del sujeto (especialmente la disolución se produce en sus seguidores, aunque el planteamiento de Nietzsche, abona este resultado). Sin embargo, a Hegel, el tener en cuenta la presencia real de estos elementos “negativos” lo sitúa en la afirmación del sujeto (aunque esta pretensión habrá que matizarla y someterla a crítica[6]). El pensamiento hegeliano es un intento (que él considera conseguido, hasta cierto punto) de analizar la lógica natural que recorre lo originario: por tanto, la lógica de la vida, y, en consecuencia, la lógica de la naturaleza, del ser humano, de las sociedades, de su historia, de sus leyes morales. Hegel, al contrario que Kant y el idealismo transcendental, pretende levantarse por encima del sujeto para ver lo que hay debajo, sustentando y organizándolo todo.

 

            “En todo nuestro saber y hacer actúan las formas lógicas dialécticas de manera inconsciente; es lo que Hegel llama “lógica natural” […]. Son ellas las que nos configuran, así como la naturaleza. La tarea de la Lógica es llevar a la conciencia ese pulso y estructura interior de las cosas y del pensamiento subjetivo, pues dicho saber posibilita al espíritu vivir en la verdad y en la libertad, una libertad que, al igual que la spinozista, no está reñida con la necesidad racional”[7].

 

            La estructura interior de las cosas, conocerla, darse cuenta de sus leyes y ser consciente de su actuación y su fuerza. Bien, es cierto, es realmente necesario que la conozcamos, pero ¿saberla nos hace libres? Yo puedo saber que el desarrollo científico en el campo de la medicina debe mucho, paradójicamente –y es sólo uno de los incontables  ejemplos–, a la primera guerra mundial: las investigaciones sobre la composición de la sangre, el modo de conservarla, pudo entonces, y ahora, en consecuencia, salvar muchas vidas. Sabemos que los avances científico–tecnológicos[8] impulsados y desarrollados por motivos militares (que al fin tienen intenciones bélicas, de obstentación de poder por el método, inaceptable, de la violencia) redundan en beneficio, al final, de nuestra calidad de vida, desde nuestros frigoríficos a las sartenes en donde cocinamos, o el café soluble que acompaña, posiblemente nuestra reflexión sobre la estructura interior de las cosas.

            Es terrible “la astucia de la razón”, pero es cierta. Sin embargo, la pregunta sigue ahí y aquí: ¿saberlo nos hace más libres?, ¿es racional porque es real?

Veamos de qué racionalidad estamos hablando: una razón que expresa la necesidad racional de la estructura lógica que investigamos. Una razón que necesita ser analizada, hasta sus mínimos recovecos para comprender cómo actúa la lógica de la vida: al fin, una estructura dinámica, dialéctica, de categorías que se transforman. Se trata del “traspasar” o de la “transición categorial” de la “Doctrina del ser” en la Ciencia de la Lógica hegeliana. Así nos lo enseña Félix Duque tanto en su estudio sobre la Lógica[9] como en otros escritos[10]. El límite es el punto de inflexión que supone el traspasar, el devenir de una categoría a otra: de la cara negativa a la positiva (o viceversa), también podríamos decir de lo que creíamos negativo a lo que creíamos positivo; en esa estructura, dialéctica y sintética, dice Hegel, está la verdad.

            Ésta es la verdad respecto a la estructura lógica de la vida, pero, de nuevo, nos preguntamos ¿re–conocer esto nos conduce a la libertad? A la libertad entendida en términos spinozianos y hegelianos, sí.

            Tanto el pensamiento de Schelling sobre la relación entre naturaleza y espíritu como la idea fundamental de Hegel de que pensar y ser son una misma cosa, van encaminados a indagar sobre el reconocimiento de la racionalidad y de la subjetividad prerreflexiva; y, en cierto sentido, constituyen un avance (intentaremos determinar en qué consisten sus hallazgos). Sin embargo, por otra parte, este desarrollo del conocimiento, de la reflexión y de la especulación conduce –en ausencia de una concepto específico de finitud– a dar un paso en falso en sentido filosófico: el olvido del sujeto transcendental (por el modo como conciben lo Absoluto en relación al sujeto). El propósito de la filosofía es “descubrir en el desarrollo de la razón lo que permanece desconocido para nosotros en el punto de vista de la conciencia común”[11].

Si nos preguntamos cómo el sujeto es capaz de considerar como suyas estas reflexiones, estaremos indagando sobre el origen de la conciencia. Y recordemos que la aportación de la filosofía transcendental es clave en esta cuestión: la reflexión nace a causa de un extrañamiento, de una escisión: el sujeto separándose, observando y pensando sobre sí y sobre su proceso de conocimiento. Volvamos los ojos a la enseñanza de Schelling: “el origen espiritual de lo objetivo se haya más allá de la conciencia. Porque con él surge por primera vez la conciencia”[12]. No habría conciencia reflexiva si no hubiese una racionalidad prerreflexiva en la naturaleza. Y del mismo modo, no habría conciencia reflexiva si el sujeto no re–conociera la distinción entre su subjetividad y la naturaleza. Sólo de esta manera la realidad se manifestará en la conciencia del sujeto[13].

 

 

  

 

2. Una red entretejida de conceptos. Un sistema conceptual

 

Hegel en el Prefacio a la segunda edición de su Ciencia de la Lógica trata el tema de la conciencia:

“La actividad del pensamiento que entreteje todas nuestras representaciones, nuestros fines, intereses y acciones, actúa, como se dijo, inconscientemente (es la lógica natural); lo que nuestra conciencia tiene ante sí es el contenido, los objetos de las representaciones, lo que llena nuestro interés”[14].

 

Lo que nuestra conciencia tiene ante sí son los objetos de nuestras representaciones. Hegel estudia cómo funciona el pensamiento. También este análisis se puede extender –como él mismo comenzó a hacerlo con su Filosofía de la Historia y su Filosofía del Derecho– al estudio del funcionamiento de los comportamientos humanos en sociedad, las leyes que rigen la vida en sociedad o las que rigen la Historia (otro tema será comprobar si se trata de leyes supuestamente inmutables o estamos más bien ante regularidades).

Nos detenemos, como Hegel ahora, en nuestra conciencia y en los objetos de las representaciones que hay en ella: cómo el pensamiento organiza las representaciones de las cosas y los acontecimientos, cómo va incorporando a estas representaciones –que en definitiva son su interpretación del mundo– los proyectos que se ha propuesto, motivados por los intereses, en un principio nacidos de los instintos y las emociones.

Aunque Nietzsche se sintiera muy lejos de la filosofía hegeliana, en parte siguen el mismo camino: utilizan los mismos elementos, aunque la organización en una filosofía y en otra es diferente. En la filosofía de Hegel el que organiza es el pensamiento (en el ser humano) y el concepto (en general, en la naturaleza) con una lógica estructurada; en Nietzsche la misma organización es la que se cuestiona, por eso la filosofía nietzscheana conduce a un pensamiento irracional.

Hegel está elaborando este Prefacio cuando ya han pasado bastantes años de la primera redacción de su Lógica, por tanto, en él presenta las líneas básicas de la reelaboración, a la que incorpora los hallazgos conseguidos en su trayectoria filosófica. Da la impresión de que asistimos a un curso introductorio sobre los principios básicos de las Ciencias Sociales, con datos sobre las relaciones entre Ontología y Pragmática. Podría ser la presentación de un tratado sobre los sistemas conceptuales: “el pensamiento entreteje todas nuestras representaciones, nuestros fines, intereses y acciones”. La metáfora de la red para los sistemas conceptuales ya estaba inventada y comentada en los escritos de Hegel:

 

“En esta red se entretejen a veces nudos más sólidos, que son los puntos de apoyo y de orientación de su vida y conciencia; deben su solidez y potencia principalmente al hecho de que, llevados ante la conciencia, son conceptos, en sí y por sí existentes en su esencia”[15].

           

Es necesario reconocer el gran esfuerzo de Hegel por analizar el funcionamiento del pensar: limpia bien el filtro que supone la actividad del pensamiento para dejárnoslo ver: todo ha de pasar por la conciencia, hasta el punto de que no hay distinción, al final, entre forma y contenido, aunque lo percibamos así antes del esfuerzo especulativo. Los conceptos, nos dice, “no son puras formas, distintas del contenido”, el concepto “no puede estar sin forma”, “no puede ser indeterminado en sí”, sino que, al contrario, “tiene la forma en sí mismo, y sólo por medio de ésta tiene animación y contenido”[16].

            Así funciona la conciencia: percibiendo, organizando e interpretando según los conceptos que le llegan de las cosas, en los que aparecen indisolublemente unidos la forma y el contenido[17]. Sin embargo, Hegel, como adelantábamos arriba, continúa el desarrollo de su pensamiento por un camino que supone la destrucción del hecho en sí de la conciencia, es decir, del sujeto en sí mismo como lugar desde donde ejerce la conciencia su acción de pensar.

            Es la cuestión de la finitud, o, si se quiere mirar desde el otro ángulo, de la verdad absoluta. Hegel expresamente considera una imperfección considerar los conceptos como formas puras, distintas del contenido, ya que, entonces, quedarían fijados en su propia determinación, y esto supondría que son limitados, que no abarcan la verdad infinita. Estamos ante la potencia de la imaginación productiva, creadora en este caso de conceptos que nos traen los objetos en su determinación, y nos organizan, así, la realidad. Pero ¿es el pensar puro algo fuera de la conciencia del sujeto? Y otra pregunta más decisiva aún: ¿esta supuesta conciencia –universal– (o “cosmogónica” como era el sujeto de Schelling) es infinita, absoluta, abarca la verdad plena?

            Si consideramos los conceptos en su aspecto de portadores sólo de la forma de los objetos, piensa Hegel, nos afectará, desde luego, su cualidad de ser limitados, nos ofrecerán una verdad que no es completa. Sin embargo, si aceptamos la propuesta hegeliana estamos olvidando la realidad que existe fuera de nosotros mismos y de nuestra conciencia. Hegel no lo plantea así.

            Si distinguimos, en oposición a Hegel, entre sujeto y naturaleza, estamos afirmando que el sujeto al verse separado, contrapuesto, no puede entenderse como una conciencia que lo es todo, sino que se interpreta de forma finita en su conciencia, limitada, reflexiva.

 

 

3. La subjetividad de la Idea

 

“La idea tiene verdad y realidad efectiva solamente en tanto es subjetiva ella misma”. El pensar puro, la conciencia de la totalidad a la que se refiere Hegel en su filosofía sólo es real si es subjetiva, es decir, si tiene conciencia de sí misma:

 

            “La idea tiene verdad y realidad efectiva solamente en tanto es subjetiva ella misma (§ 215); la vida, como idea solamente inmediata, está así afuera de sí, es no–vida, sino solamente el cadáver del proceso vital, el organismo como totalidad de la naturaleza EXISTENTE como no viviente, mecánica y física”[18].

            “La individualidad orgánica EXISTE como subjetividad en tanto la exterioridad propia de la figura ha sido idealizada hasta [llegar a ser] miembros, [o sea] el organismo en su proceso hacia fuera conserva en sí mismo la unidad afectada de la mismidad. Es ésta la naturaleza animal que en la realidad efectiva y la exterioridad de la singularidad inmediata es igualmente, por el contrario, el sí mismo reflejado hacia sí de la singularidad, universalidad subjetiva que está–siendo dentro de sí”[19].

 

            No es que Hegel prescinda de la subjetividad, propiamente, sino que la amplia a la totalidad (la Idea lo es todo). Esta postura conlleva unos resultados opuestos al idealismo transcendental, como venimos diciendo; sin embargo, también podemos encontrar en ellos cierta verdad (verdad que han utilizado los sucesores de Hegel, aunque no se consideren propiamente seguidores suyos). En especial, encontramos datos válidos en el pensamiento de Hegel, para pensar la vida.

En la filosofía de Nietzsche, por ejemplo, es el concepto de vida el que tiene que juzgar la historia. A partir de la segunda de las Consideraciones intempestivas, Nietzsche muestra en su obra una clara oposición a Hegel, especialmente en su modo de concebir la filosofía de la historia. Por eso se propone revisar la cuestión de la vida. Frente a Hegel, para quien lo primero es la Razón Absoluta, con su astucia, Nietzsche enarbola la bandera de la vida. Pero Hegel no había olvidado, exactamente, la vida ni el estudio del organismo vivo.

 

“Sólo un viviente siente carencias, puesto que sólo en la naturaleza del concepto está que él sea la unidad de sí mismo y de su opuesto determinado. Donde hay una limitación, ésta es una negación sólo para un tercero, para una comparación exterior. […] La falta de pensamiento se queda parada en la abstracción del límite y no aprehende el concepto en la vida, en la cual precisamente entra en la existencia; se para en las determinaciones de la representación, tales como impulso, instinto, menesterosidad, etc., sin preguntarse qué son esas representaciones en sí mismas; el análisis de la representación correspondiente dará como resultado que tales determinaciones son negaciones puestas como contenidas en la afirmación del sujeto[20].

 

            Es el viviente, el organismo vivo, el que puede sentir carencias (y, por ende, saberse a sí mismo de forma real): sabe por la idea que tiene de sí que él es sí mismo, porque es distinto a su opuesto determinado (y siente entonces el dolor que le produce su límite). Ahora, estamos en condiciones de subrayar que, frente a Nietzsche –y a modo de crítica avant la lettre– Hegel afirma que podemos sentir gracias al pensamiento: “la falta de pensamiento se queda parada en la abstracción del límite”: sin darnos cuenta del límite, no somos conscientes de nosotros mismos y no entramos en la existencia de nuestra vida. Esto si hablamos de un sujeto humano, pero Hegel nos está diciendo que ocurre así en la vida en su totalidad, en especial en el organismo vivo. Y aquí aparece, implícita, la enseñanza de Kant en la Crítica del Juicio: es la finalidad la que forma, porque organiza, configurándolo, al organismo vivo.

            Hay en estos parágrafos de la Enciclopedia varios puntos que es preciso resaltar: primero la necesidad del pensamiento para el desarrollo de las emociones. En el último cuarto de siglo se han venido sucediendo las aportaciones de los investigadores sobre la importancia decisiva de las emociones para la racionalidad[21], sin embargo, estos mismos investigadores subrayan también que la racionalidad es necesaria para el desarrollo conveniente de las emociones. El estudio de la relación de las emociones con los estados cognitivos lleva a los investigadores a concluir que muchos tipos de emociones no se pueden dar en los animales porque les falta la complejidad de nuestros procesos de conocimiento:

 

            “Muchas de las emociones humanas, quizá la mayoría de ellas, se manifiestan por creencias que tienen una complejidad que se encuentra más allá de la capacidad que consideramos que tienen los animales”[22].

 

            En muchas ocasiones las emociones aparecen como desencadenadas por un estado cognitivo en el que influyen la red de conceptos que la conciencia se ha formado, influida ésta de forma decisiva por el entorno: la cosmovisión en la que se inserta, la cultura de la que se está nutriendo desde los años de educación sistemática, su comunidad científica, su historia, etc.

 

            “Quizá sea la relación entre emociones y estados cognitivos el tema central del estudio de las emociones humanas. […] Las emociones pueden provocarse por gran diversidad de creencias, que pueden tener relación con los otros o con uno mismo, con el pasado, el presente o el futuro; y estas creencias puede que las consideremos como ciertas, probables o simplemente posibles. Además las emociones pueden conformar la propia cognición, por ejemplo, mediante el pensamiento desiderativo de que la realidad se ajusta a los propios deseos, y ellas mismas pueden ser objeto de conocimiento, como cuando, por fin, nos damos cuenta de que estamos enamorados[23]

 

           

            En segundo lugar, Hegel nos dice en estos puntos de la Enciclopedia que el límite, el sentir y la limitación son necesarios para que seamos conscientes y para que, por tanto, estemos realmente vivos. Sin embargo, la subjetividad que produce esta consciencia, según Hegel, está presente en la vida en su totalidad. Es decir, Hegel nos está mostrando que existe una conciencia previa y subyacente a la conciencia humana (en la Ciencia de la Lógica analizará su estructura) y que él considera que esta conciencia anima a la vida misma; dice, por tanto, que la naturaleza es subjetiva. La vida es lo verdadero, aunque sólo podemos captarla a partir del “concepto”. Lo que podemos aprehender es el continuo actuar de la vida, por eso tenemos que ir descubriendo la subjetividad en la naturaleza:

 

Ir venciendo esa exterioridad e ir construyendo un interior es lo que determina el avance de la naturaleza hacia la subjetividad, hacia la objetivación de la idea, que se alcanza sobre todo en el organismo de los animales, paso anterior al espíritu. En esa reflexibilidad de lo vivo las partes son fines y medios a la vez y se convierten en órganos.[24]

 

            La tercera de las ideas que queremos resaltar de esta sección sobre la Filosofía de la Naturaleza en la Enciclopedia es la que entronca con la teleología kantiana: el organismo vivo es tal y tiene una vida consciente (o prerreflexiva, diríamos siguiendo a Kant) porque está organizado en torno a un fin.        

 

“La individualidad orgánica EXISTE como subjetividad en tanto la exterioridad propia de la figura ha sido idealizada hasta [llegar a ser] miembros, [o sea] el organismo en su proceso hacia fuera conserva en sí mismo la unidad afectada de la mismidad. Es ésta la naturaleza animal que en la realidad efectiva y la exterioridad de la singularidad inmediata es igualmente, por el contrario, el sí mismo reflejado hacia sí de la singularidad, universalidad subjetiva que está–siendo dentro de sí”[25].

 

Individualidad, pero orgánica, ser miembros de un organismo: Hegel no lo señala aquí explícitamente, pero está haciendo referencia a la Crítica del Juicio teleológico de Kant. Hablaba Kant de una finalidad objetiva que nosotros podemos encontrar en la naturaleza, aunque no sería subjetiva, porque es sólo una proyección de nuestro modo de ser sujeto aplicado a la naturaleza viviente:

“En consecuencia, somos nosotros los que proyectamos en el objeto nuestro modo de ser debido a la limitación de nuestro conocimiento, que no alcanza a objetivar el fundamento interno de la naturaleza.

No podemos pensar la finalidad objetiva como un principio metafísico o constitutivo del objeto, sino como un principio transcendental, regulativo de nuestra investigación de la naturaleza, que hemos de utilizar allí donde fracasamos y nos es insuficiente el punto de vista mecanicista para lograr la legalización satisfactoria de la experiencia.[26]

 

Rivera de Rosales establece una vía en su libro sobre La Crítica del Juicio Teleológico, que nos sirve ahora para poder matizar las ideas de Hegel en torno a la supuesta subjetividad de la vida en su totalidad: en lugar de pensar en el concepto como la esencia subjetiva de la vida, tendríamos que proponer una “regla o unidad imaginativa”, una regla que une imaginativamente las distintas partes del organismo vivo, dando contorno a la síntesis.

 

“Se precisa “el concepto de una totalidad como fin, cuya posibilidad interna presupone enteramente la idea de una totalidad, de la cual (idea) depende la constitución misma de las partes y su modo de actuar”. En vez de concepto, tendríamos que pensar aquí en una regla o unidad imaginativa, que da contorno a la síntesis, esto es, que une y distingue las diversas partes del cuerpo. Ella sería aquí la idealidad o subjetividad configuradora”[27].

  

4. La sensibilidad y el dolor del animal. Pensar la vida

             El paso de la Idea a la vida es uno de los más polémicos del sistema hegeliano. Hegel afirma en la Enciclopedia, como hemos visto, que la Idea pasa necesariamente por la inmediatez de la vida. Pero no tenemos que esperar a la Filosofía de la Naturaleza, ya al final de la Ciencia de la Lógica, había establecido el salto: 

            “Al final de la Lógica, la idea se alinea como tal y deviene objeto, pura exterioridad, en la naturaleza, aquí, dentro de la Lógica misma, el (concepto del) concepto deviene (concepto de modalidad) objetividad, un paso análogo al que se observa en las categorías kantianas de modalidad entre la posibilidad y la realidad efectiva como meras categorías modales”[28]

            Se trata de un paso problemático que plantea dificultades, no sólo a los críticos, sino también en el interior del propio sistema hegeliano, especialmente por el estatus de esa vida de forma lógica que analiza Hegel. Es una cuestión de ontología. Rivera de Rosales proporciona las claves para la interpretación de la vida en el sistema de Hegel en el artículo que acabamos de citar: 

            “Otra cosas es ir viendo si en el texto concreto de Hegel se puede hacer esa distinción entre objetividad lógica y objeto real de la naturaleza, lo cual en principio parece algo difícil. Con relación a la vida, Hegel insisite por su parte en que la vida sólo estudia la vida lógica como idea pura, diferenciándola de la vida natural y de la del espíritu en sus presupuestos, como por ejemplo la exterioridad, y centrándose en su simple estar en sí” (Ciencia de la Lógica, W 6. 470–471)”[29].           

Está en juego la realidad misma como un conjunto de objetos y de hechos separados del sujeto y distintos de él. Hegel se había ido enfrentando a lo largo de su obra filosófica a la dicotomía entre sujeto y objeto, heredera de Descartes y reformada drásticamente, pero básica, en el pensamiento transcendental. La realidad entera nos llega a través del filtro que suponen nuestro sistema de categorías y el proceso entero de nuestro conocimiento. Sin embargo, al unir de forma definitiva el pensar y el ser, Hegel está cerrando la posibilidad de pensar el ser por sí mismo, como “condición ontológica de posibilidad de todo ente y de todo comprender”[30]. Tendríamos que recordar a Hegel que no somos toda la realidad; él replicaría que no se está refiriendo sólo al sujeto humano, sino a toda la naturaleza, a toda la vida, a todo lo real, a lo que él considera alentado por la subjetividad. Sin embargo, la subjetividad de la que habla, se parece demasiado a la conciencia humana.

Recordamos aquí que la unión entre lenguaje y pensamiento que defiende Nietzsche se parece mucho a esta identificación hegeliana entre pensar y ser. La pretensión de construir el sentido, de ser críticos sin someterse a “las estructuras del ser de la metafísica”, como afirmaba Nietzsche, reniega de unas supuestas categorías kantianas, entendidas como “a prioris fijos”, pero ¿quién pone las estructuras del ser en el sujeto del pensamiento crítico? El propio sujeto transcendental. De todas formas la reflexión y la especulación hegelianas y la crítica de Nietzsche pueden ayudarnos (liberadas también de sus propias contradicciones y engaños) a comprender las leyes que actúan en el proceso de conocimiento –entendidas no como leyes fijas, heterónomas, sino como regularidades que hay que tener en cuenta para dejar más espacio al modo de ser de la libertad–. 

El concepto es el origen de la sensibilidad, dice Hegel en la sección de la Filosofía de la Naturaleza de su Enciclopedia: el concepto es el origen “de la capacidad del ser vivo de configurarse como un ser para sí, pues ya no se desparrama en la exterioridad de la materia, sino que logra su interioridad, identidad, subjetividad”[31] (Enz, § 376).  

                “Justamente por ese sentimiento de sí […] el ser viviente tiene la certeza de ser fin en sí (como lo es el concepto que lo anima) y de que el mundo objetivo que se le enfrenta es dependiente e inesencial (=sin concepto) y para cercirarse de ello lo consume y asimila. Pero esta tensión o contradicción entre inerioridad y exterioridad, esa limitación del sí mismo más el sentimiento de saberse limitado y por tanto de escisión y de peligro que ello provoca ante la resistencia del objeto, hace que el ser vivo experimente la inseguridad y el dolor, un “privilegio” o propiedad de los seres vivos”[32]. 

La idea especulativa de que el concepto se colocara como origen de la sensibilidad fue la que quiso destruir Nietzsche con el martillo de su crítica. Sin embargo, la crítica condujo a Nietzsche a una cierta irracionalidad (que invita a abominar de la razón). Procuremos entender qué había de cierto en la intuición hegeliana, ésa imaginación del sujeto Hegel que produjo la elaboración de su sistema. Para eso tendremos que pensar la vida, empezando por repensar la noción de finalidad en la naturaleza del pensamiento kantiano. También habremos de analizar la diferencia de esta noción de finalidad respecto a la que defiende Hegel (un concepto absoluto con un proyecto preconcebido).

El problema fundamental para poder hablar de finalidad en la naturaleza viene cuando se considera que actúa en ella el concepto como el desarrollo de una Idea absoluta; en lugar de poponer, como Kant, una subjetividad prerreflexiva actuante, que tiene que ver con la imaginación productiva, –y no ya con la reflexión consciente–. Si se considera a la vida como animada por una subjetividad que lo engloba todo de forma absoluta, estamos pensando en un concepto de suyo infinito como productor y mantenedor de la vida. Este planteamiento no coincide con la teleología kantiana de la naturaleza. Para la naturaleza, Kant propone la posibilidad de una subjetividad prerreflexiva, no de un concepto infinito. No se trata de una finalidad organizada a partir de un proyecto preconcebido, al modo humano, sino una síntesis originaria en la que están unidos la naturaleza –el mundo– y la libertad. Síntesis que posibilita el que podamos, por un lado, ser conscientes, y, por otro, el que tengamos la posibilidad de ser libres. Por eso, la cuestión de la racionalidad es también una cuestión de libertad. 

 “Como Kant muestra en la analítica del Juicio teleológico[33], si la finalidad como tal se hace naturaleza, se objetivará en la forma de seres vivos, pues en ellos se produce la bidireccionalidad entre las partes y el todo, entre las causas y los efectos, propia de la finalidad o subjetividad. […] En el ser vivo la fuerza configuradora forma parte del mismo individuo, organizándolo justamente como un todo, como un individuo propiamente con finalidad interna. […] Una precisión resulta en esto necesaria: que la finalidad natural aquí postulada no presupone el concepto sino que es prerreflexiva[34] 

            Rivera de Rosales ofrece las claves para interpretar en qué consiste esta subjetividad prerreflexiva y en qué se diferencia del concepto que sostiene la subjetividad de la Idea en el sistema hegeliano:

 

            “La gran dificultad que ha tenido la teleología para ser aplicada a la naturaleza es que siempre se tenía en mente una finalidad reflexiva, la que está dirigida por un concepto previo y es por tanto proyectiva, o sea, la propiamente humana. […] Resulta manifiesto que la naturaleza, ni siquiera en los animales, llega al concepto y carece de mito, ciencia y de filosofía”.

 

            Es decir, una finalidad sin representación consciente ni programa armonioso y preconcebido (a la manera bergsoniana). El apoyo es una necesidad que proviene de la filosofía transcendental: la necesidad de que la libertad se haga mundo. Para que haya una finalidad prerreflexiva en la naturaleza tiene que haber un modo de ser originario: “una subjetividad sintética previa y no escindida; en ella el esquema ideal y el acto material coinciden (como ocurre en la imaginación transcendental kantiana) y no se dan separadamente”[35]. Esta síntesis originaria entre idealidad y materialidad sería una condición necesaria para la realización de la libertad en el mundo, concluye el autor.

 

 

            Epílogo provisional

 

            Como epílogo provisional, concluyo este anexo con dos constataciones, una respecto a Hegel, otra respecto a la filosofía crítica.

            En primer lugar, respecto a Hegel, pienso que tanto la filosofía como la ciencia actual, en especial, las Ciencias Sociales, deben bastantes de sus avances a la labor reflexiva y especulativa de Hegel. No obstante, al mismo tiempo que lo reconocemos, hemos de revisar los puntos en los que su reflexión no era del todo correcta para no quedar atados ni enredados en  la red del sistema. Por otra parte, si nos detenemos en la racionalidad humana, Hegel sigue haciendo falta para recordarnos que el pensamiento posibilita una buena organización del sentimiento: en la medida en que somos conscientes de nuestros límites, aunque esto ocasione dolor y sufrimiento, somos más nosotros mismos, determinándonos frente a lo otro y valorándolo.

En segundo lugar,  subrayo, de nuevo, la importancia del pensamiento crítico tal y como lo continúa Jacinto Rivera de Rosales (revisando la filosofía transcendental), ya que ofrece un instrumento útil y una ontología integradora, decisiva para la ética, para la vida en sociedad, para el respeto de la naturaleza, para el planteamiento y resolución de cuestiones fundamentales; en otras palabras, tiene mucho que decir a la filosofía actual, y por tanto al ser humano en tanto viviente y pensador de la vida.


 

[1] Y recordemos que para Hegel el pensar puro y, por tanto, la Idea es la que sostiene –desarrollada como concepto que sabe de sí– la totalidad de lo real.

[2] Rivera de Rosales, J. Curso de Doctorado “La Lógica del ser. La Ciencia de la Lógica de Hegel”. UNED, 2004–2005; primera sesión.

[3] Con las siglas NF nos referimos (siguiendo el libro citado de Sánchez Meca citado en la bibliografía) a la colección de Fragmentos póstumos: Nachgelassene Fragmente, KSA, vols. 7–13.

[4] Es curioso como Hegel llama a la “lógica natural”, “lógica instintiva”. Aquí el adjetivo “instintiva” se refiere a lo “prerreflexivo”, no exactamente a la acción de los instintos, sino a un tipo de racionalidad anterior a la acción propiamente reflexiva.

[5] Hegel, Enciclopedia, § 359. Traducción de Ramón Valls Plana. Ed. Alianza, Madrid, 1997.

[6] Y analizar las relaciones de Hegel con la subjetividad transcendental. Así lo intentaremos hacer en lo que sigue. Ver el trabajo de Doctorado “Hegel y el idealismo transcendental”.

[7] Rivera de Rosales, J.: Segunda sesión del Curso “La Lógica del ser.  La Ciencia de la Lógica de Hegel”. UNED, curso 2004–2005.

[8] Habríamos de reflexionar sobre la importancia de la unión entre la tecnología y la ciencia, hasta tal punto de que el desarrollo de una está estrechamente unido al de la otra.

[9] Duque, Félix: Historia de la Filosofía Moderna. La era de la crítica. Capítulo dedicado a Hegel; sección sobre la Ciencia de la Lógica. Madrid, Akal, 1998.

[10] Duque, Félix: “El cuerpo residual. Aproximación a la crítica de la sensación pura”. En Rivera de Rosales, J. y López Sánchez: El cuerpo. Perspectivas filosóficas. M. C., UNED, Madrid, 2002, pp. 317–337.

[11] Rivera de Rosales, nota 94 del artículo "Schelling: la naturaleza como espíritu visible", en

A Génese do Idealismo Alemão, coord. Manuel José do Carmo Ferreira, Centro de Filosofia da Universidade de Lisboa, 2000, pp. 219-243. 

[12] Op. cit.

[13] Op. cit.

[14] Hegel: Prefacio a la segunda edición de la Ciencia de la Lógica. Traducción de Mondolfo, A. y R.; 1968, ed. Solar y Hachette, Buenos Aires.

[15] Hegel, op. cit.

[16] Hegel, op. cit.

[17] Goethe utiliza la noción de “fenómeno originario” (ver su teoría sobre los colores) para referirse a cuestiones de percepción en casos en donde se puede ejemplificar esta unión de forma y contenido. Un caso extremo serían ciertos discursos filosóficos en donde se prima la forma poética, y, por supuesto, el lenguaje literario.

[18] Hegel, Enciclopedia, § 337. Traducción de Ramón Valls Plana. Ed. Alianza, Madrid, 1997.

[19] Hegel, Enciclopedia, § 350, p. 410 de la traducción de Ramón Valls Plana. Ed. Alianza, Madrid, 1997.

[20] Enciclopedia § 359.

[21] Ver los estudios de A. Damasio y A. Dascal, así como los de J. Elster en la bibliografía.

[22] Elster, J.: Sobre las pasiones. Emoción, adicción y conducta humana. Ed. Paidós, Barcelona, 2001, p. 28.

[23] Elster, J., op. cit, p. 39

[24] Rivera de Rosales, J.: “Dolor y muerte en la filosofía hegeliana. Del dolor del animal a la lucha a muerte por el reconocimiento”. Revista Ícaro, nº 2–3, años 2001–2002, pp. 421–450.

[25] Hegel, Enciclopedia, § 350, p. 410 de la traducción de Ramón Valls Plana. Ed. Alianza, Madrid, 1997.

[26] Rivera de Rosales, J.: La Crítica del Juicio Teleológico y al corporalidad del sujeto”. UNED, Madrid, 1998, p.

[27] Rivera de Rosales, op. cit., nota 81.

[28] Rivera de Rosales,J.: “Dolor y muerte en la filosofía hegeliana. Del dolor del animal a la lucha a muerte por el reconocimiento”. Revista Ícaro, nº 2–3, años 2001–2002, p. 427.

[29] Rivera de Rosales, J.: op. cit., p. 427. (nota nº 18).

[30] Rivera de Rosales, J.: Segunda sesión del Curso “La Lógica del ser.  La Ciencia de la Lógica de Hegel”. UNED, curso 2004–2005.

[31] Rivera de Rosales, J.: “Dolor y muerte en la filosofía hegeliana…”, p. 432.

[32] Rivera de Rosales, J.: op. cit., p. 433.

[33] Crítica del Juicio, §§ 64–66.

[34] Rivera de Rosales, J.: “Vida orgánica y subjetividad”, en Pensar la vida, García-Baró, M. y Pinilla, R., 69-87, Madrid, 2003.

[35] Rivera de Rosales, op. cit. p. 69–87.

[36] Remito a mi trabajo “Una nueva racionalidad para la ciencia”.

Volver al inicio de la página

 

© Mercedes Laguna González, 2005

LINDARAJA. Revista de estudios interdisciplinares y transdisciplinares. Foro universitario de Realidad y ficción.

URL: http://www.filosofiayliteratura.org/lindaraja/cuestionracionalidad.htm

______________________________________________________

Volver a la Revista LINDARAJA

Volver a la página principal de Realidad y ficción

 

Volver al inicio de la página