REALIDAD Y FICCIÓN                                                                          LECTURA, COMENTARIO, CREACIÓN
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EL PROBLEMA DE LA OBJETIVIDAD

EN LA FÍSICA DEL SIGLO XX

 

ALEJANDRO HORTAL

 

Profesor Adjunto de Filosofía

Appalachian State University

Boone, NC. USA

 

 

 

 

 

El propósito de este trabajo será el de analizar de manera crítica el problema suscitado a partir de los nuevos avances en física en torno a la objetividad. Veremos de qué manera la figura del sujeto se ha proclamado como única dentro de los procesos físico-cuánticos en particular, y dentro de la ciencia en general. Analizaremos desde este trabajo algunas de las vertientes filosóficas subjetivistas al respecto. Para ello, el proceso que seguiremos será el siguiente: Analizaremos de forma general los nuevos avances en física cuántica para que podamos entender, tras esto, de qué manera las figuras subjetivas cobran un papel crucial dentro de las estructuras formales (probabilísticas) de este campo científico. Intentaremos hacer esto desde las coordenadas de la polémica entre objetividad/subjetividad levantada por la gnoseología de Werner Heisenberg. Tras esto, tomaremos como camino las ideas expuestas por Amartya Sen en su trabajo sobre la objetividad, que nos ayudarán a dibujar la tesis que aquí intentaremos defender, a saber, la imposibilidad de separación entre las estructuras objetivas y las subjetivas, suponiendo esto una crítica a la filosofía subjetivista Heisenbergiana. .

 

  

ÍNDICE

  1. INTRODUCCIÓN
  2. LA FÍSICA MODERNA
    1. La irreversibilidad y el cuanto de acción en la física.
    2. El doble carácter de la materia
    3. El efecto fotoeléctrico y el efecto compton
    4. El principio de incertidumbre y la ecuación de onda
  3. EL PROBLEMA DE LA SUBJETIVIDAD: LA INCLUSIÓN DEL SUJETO EN LA ESTRUCTURA DE LA CIENCIA.
  4. LA IDEA DE “VIEW FROM SOMEWHERE” DE AMARTYA SEN Y LA CRÍTICA AL VIEJO MODELO OBJETIVISTA
  5. CONCLUSIÓN

  

 

1.      INTRODUCCIÓN

 

Durante todo el siglo XX la estructura de la ciencia física ha sufrido cambios radicales que no sólo afectan a esta categoría sino que además influyen en el modo en que podemos comprender el mundo que nos rodea y la materia del que está formado. Estos cambios han dado lugar, de este modo, a una diferente aproximación a las ciencias y a la verdad que se desprende de sus estructuras. La inclusión de la probabilidad dentro de las propias formas y verdades científicas ha alterado las concepciones vigentes que de la física clásica se desprendieron. Ideas como el determinismo, la objetividad, etc. se han visto agitadas (y según algunos destruidas) por los nuevos avances científicos y la filosofía emanada de los mismos autores encargados de desarrollar la ciencia en cuestión.

La revolución llevada a cabo por la Física Cuántica y la relatividad ha afectado de forma trágica el modo en que comprendemos la verdad científica y ha cambiado viejas interpretaciones de las ideas de espacio y tiempo que antes reinaban en el modo de comprender el mundo circundante.

Veremos, en este trabajo, los cambios dentro de las ecuaciones formales de la física moderna y en qué medida afectaron la concepción clásica de la misma. Veremos como el sujeto científico llegó (o llega) a ser incluido dentro de las mismas ecuaciones físicas poniendo en juego la propia objetividad de estas estructuras.

Analizaremos también la historia y el marco sociopolítico en el que se desarrolló la Física Cuántica para ver, de este modo, cómo estos aspectos laterales a la propia estructura formal de la ciencia afectaron de manera decisiva los resultados de la misma.

Desarrollaremos, a su vez, la crítica a la objetividad de Amartya Sen y la pondremos en relación con lo que está sucediendo dentro de las ciencias físicas.

Una vez tengamos estos conceptos claros, comenzaremos a desarrollar la tesis que se defenderá desde aquí analizando la idea de ciencia y los conceptos de Génesis y Estructura de la misma para poder así llegar a ver en qué medida podemos todavía hablar de objetividad y para descubrir qué papel juega la racionalidad dentro de todo este proceso de elaboración científica.

Será el análisis de la idea de ciencia y del papel de la racionalidad del sujeto (o colectividad de sujetos) lo que nos llevará a esclarecer este galimatías (a mi modo de ver) en el que se encuentra la filosofía actual de la ciencia tras los nuevos avances en física.

  

 

2.      LA FÍSICA MODERNA

a)      La irreversibilidad y el cuanto de acción en la física.

Comenzaré este capítulo hablando de la irreversibilidad en el ámbito de la termodinámica, tras lo cual, expondré cómo este teoría, añadida a los estudios de Planck, ha llevado a la cuantificación de la Física, hablando, a su vez, de la entropía y del aumento de ésta en la teoría sobre el cuerpo negro y la discontinuidad cuántica. De este modo, tendremos las primeras coordenadas científicas que nos servirán después de apoyo para nuestro análisis gnoseológico de los problemas que aquí aparecerán.

            Para empezar, la termodinámica afirma que en cualquier sistema cerrado el desorden, o entropía, siempre aumenta con el tiempo, es decir, podemos proclamar la existencia de una flecha en el tiempo. Vamos a ver esto con un poco más de detenimiento y a  adentrarnos primero en la irreversibilidad dentro de la termodinámica para después pasar a la cuantificación de la Física a partir de la primera y los estudios de Max Planck.

                Empezaremos con la afirmación de que el calor no fluye por sí mismo de un cuerpo frío a otro caliente, pero fluye espontáneamente del caliente al frío. Partiendo de la temperatura más alta, parte del calor puede haber realizado trabajo útil mediante una maquina conveniente. En esta conversión, el resto pasa a un cuerpo de temperatura inferior (condensador). Cuando esta temperatura es la menos posible, no puede obtenerse más trabajo. Pero si se ha despreciado esta oportunidad de obtener trabajo, se ha perdido para siempre. Kelvin, refiriéndose a esta pérdida, la llamó disipación de la energía, sin querer expresar destrucción de la energía, sino anulación de su capacidad para realizar trabajo útil. También se llama degradación de la energía.

            Un gas a presión elevada realiza trabajo al expansionarse reversiblemente en un cilindro descendiendo su presión en este proceso. Para tener de nuevo el gas a presión elevada hay que realizar una cantidad de trabajo por lo menos igual a la necesaria para una conversión reversible. De aquí que cuando se ha perdido la oportunidad de realizar una cantidad de trabajo por lo menos igual a la necesaria para una conversión reversible. De aquí que cuando se ha perdido la oportunidad de realizar trabajo se ha perdido para siempre. A. W. Porter da el nombre de “shirk” a este trabajo externo posible cuya realización se ha frustrado[1]. Este autor llega a afirmar que en la práctica “no existe ningún proceso reversible. Las transformaciones reversibles son ideales.”[2] Es decir, las ecuaciones reversibles representan sencillamente relaciones válidas entre estados de equilibrio sucesivos, transformaciones equivalentes a los desplazamientos virtuales de la mecánica.

            Todo el trabajo realizado contra el rozamiento en el interior de un sistema aparece como variación de energía, y produce en la presión, volumen temperatura el mismo cambio que realizaría una cantidad equivalente de calor que pasara a través de una pared externa. Si suponemos que la energía tenga un valor fijo para valores dados de  p, v, T , (y, a menos que admitamos esta propiedad, perdamos todas las ventajas de la consideración de esta función), la entropía debe aumentar cuando aumenta la temperatura a consecuencia del rozamiento, aunque no haya entrado calor en el sistema procedente del exterior.

            Gustav Kirchhoff afirmó en su ley de radiación que la distribución de la energía dentro de una cavidad con paredes perfectamente absorbentes tiende al equilibrio cualquiera que sea la distribución arbitraria de la energía al principio, llegando a ser la energía constante en toda la cavidad.

Para el problema del la radiación de energía de un cuerpo negro dentro de una cavidad tratado por Planck fue fundamental, como ya he dicho, el estudio en torno al  segundo principio de la termodinámica realizado por Clausius : “El calor no puede pasar por sí solo de un cuerpo mas frío a otro más caliente, permaneciendo inalterable el resto del universo”, así pues, la energía total de un sistema aislado debe permanecer constante en el tiempo. En el caso límite su entropía sólo puede aumentar, o en el caso límite ideal, permanecer constante. Una de las funciones de Clausius, señalaba la imposibilidad de que el mundo regrese a un estadio anterior ocupado.

            La radiación negra es un caso de equilibrio térmico. Si se inyecta una distribución inicial arbitraria de energía en una cavidad aislada, la distribución tenderá al equilibrio a medida que la energía es absorbida y emitida por cualquier mota de material (siendo negro, la admisión-emisión se realizará con mayor facilidad) que contenga la cavidad. La aproximación al equilibrio es irreversible y la entropía tiene, por tanto, que aumentar hasta su grado máximo, es decir el equilibrio energético en toda la cavidad.

            Planck reconciliará el segundo principio de la termodinámica con el problema del cuerpo negro, Para ello resucitó el intento de Boltzman de una teoría estadística de la entropía, afirmando, de este modo, la naturaleza estadística de este segundo principio, que también será proclamada por Maxwell, porque tratamos con millones de moléculas, violándose esta principio cuando tratamos con algunas de ellas solamente. Clausius y Maxwell hablarán de este principio como algo meramente macroscópico, que se contradice cuando tratamos con un número determinado de moléculas, así es preciso recurrir a tecnologías para solventar el problema surgido. Maxwell, recalcará la naturaleza estadística de este segundo principio en contraposición de una posible interpretación matemática, de un modo más riguroso hablando, ya que depende del hecho de que los cuerpos que manejamos consisten en millones de moléculas… de ahí que este segundo principio se viole constantemente en cualquier grupo de moléculas perteneciente a un cuerpo real.

            Analizando la primera interpretación del teorema H de Boltzman referido a la estabilización de las moléculas, descubrimos que la estadística entra en la derivación de este autor referida al cálculo del número de colisiones. Dentro de la física estadística vemos que los casos ya no pueden ser imposibles, sólo extraordinariamente improbables. Así pues, la ecuación de Boltzman (teorema H) supone una aproximación probable al comportamiento real de las moléculas en condiciones físicas convenientemente elegidas y para periodos de tiempo limitados.  Al considerar el carácter probabilístico, suponemos que se pasa de unos estados menos probables (inicial) a otros más probables (equilibrio térmico), definiéndose la verdad de este ecuación en términos de probabilidad.

            Planck, como ya habíamos citado anteriormente, lleva la cuestión de la estadística dentro del segundo principio de la termodinámica y dentro de la ecuación de Boltzman al problema de la radiación del cuerpo negro. De este modo afirmará que todos los procesos de radiación natural son irreversibles, es decir, la intensidad de las ondas que pasan sobre el resonador señala menores fluctuaciones después que antes, apareciendo así un tratamiento paralelo entre la teoría de gases y la de la radiación.

            El punto crucial del proceso es cuando Planck tiene que introducir una hipótesis de la misma forma que la estipulación de Boltzman que afirmaba que la tasa real de colisiones en un gas es la misma que la tasa media. Esto, más o menos, viene a decir que los resultados que podemos obtener en la mecánica clásica coinciden con los resultados que podemos obtener cuando realizamos la media estadística de los datos obtenidos en el análisis individual de cada una de las partículas, por ejemplo. Podemos decir que los resultados obtenidos por la mecánica clásica son las generalizaciones estadísticas de los resultados de la mecánica cuántica, Pero dejaremos emplazado para más adelante la cuestión de eso que hemos denominado generalizaciones.

            El punto crucial del proceso es cuando Planck se ve obligado a introducir la hipótesis, de la misma forma que la estipulación de Boltzman de que la tasa real de colisiones de un gas es la misma que la tasa media.

            Lo que buscaba Planck, entonces, era una ecuación que ligara la energía del resonador Vo y la intensidad física, obteniendo como resultado la ecuación fundamental, que gobernará la lenta variación de la energía del resonador con el tiempo. Fue fundamental la definición combinatoria de la entropía por parte de Boltzman, así pues, la magnitud de la entropía sólo alcanza un valor máximo cuando el sistema total de resonadores más el campo han llegado al equilibrio, y la entropía será así constante.

            Para calcular esta entropía, Planck continuará los pasos de Boltzman al introducir la combinatoria y subdividir el continuo de energía en elementos de tamaño finito, pero añadiendo una novedad adicional, el tamaño de los elementos de energía tiene que ser, a diferencia de Boltzman, fijo y proporcional a la frecuencia. E=h × v, donde E es la energía, h la constante de Planck, que equivale a 6’55. 10-27 (ergios por segundo), y v la frecuencia.

            Según Albert Messiah[3], el único punto de la quiebra de la mecánica clásica es el atomismo de la acción. De este modo hemos visto el proceso histórico que lleva desde los pasos de la termodinámica hasta la cuantificación de la física.

            Haciendo un pequeño repaso de lo dicho hasta ahora comprendemos que la propuesta o el problema de Planck era la compresión del comportamiento de la Energía en la radiación de un cuerpo negro. Un cuerpo negro es aquel que es capaz de absorber toda la radiación que le alcanza, es decir, su coeficiente de absorción es igual a 1. Es un radiador integral.

            Planck llega a la conclusión de que el átomo emite luz en pequeños paquetes, pero esta radiación emitida, y esto es lo más importante, no es infinitamente divisible, es emitida discontinuamente en cantidades finitas. Estas escalas en las que el átomo emite radiaciones se denominan cuantos. La magnitud del cuanto no es la misma para todas las radiaciones, sino que es proporcional a la frecuencia. Esta proporción es ‘h’, es decir, la constante de Planck. De este modo, un resonador no puede adquirir ni perder energía salvo en un número entero de cuantos, de este modo, este constante regulará todo el universo microcósmico. Según Desiderio Papp[4], será esta constante la que pondrá la condición de imposible segregabilidad entre las relaciones de sujeto y objeto, es decir, ya no podremos hablar como se hablaba en la física clásica de la segregación del sujeto en las estructuras formales de dicha ciencia. Ahora sujeto y objeto son imposibles de separar, no podemos ver ahora claramente diferenciadas génesis y estructura, según la opinión de este autor.

Este es el gran cambio que se produce, esta es la ruptura de la mecánica clásica. Una ruptura que, como veremos, no podrá ser tildada de inconmensurable, es decir, de corte epistemológico entre una pretensión científica (la clásica) que se será expuesta como una especie de pseudo-ciencia, como un estadio mitológico de la ciencia cuántica tras el establecimiento de esta última en los círculos científicos. Antes al contrario. Veremos como en realidad es una parte ligada estrechamente, a modo de conjugación, a la otra parte, es decir, podremos comprobar en el efecto compton (como un caso específico de la categoría científica que aquí tratamos) que podemos ver dentro del análisis cuántico de este caso, cómo está inserto el clásico de una manera determinante, sin que por ello quede segregado a una especie de prehistoria científica. De este modo estableceremos la relación existente entre los resultados cuánticos obtenidos por este experimento y los clásicos.

Lo más importante que podemos afirmar de la constante de Planck es que liga el corpúsculo a la onda, es decir, el impulso a la frecuencia, es lo que impide ver a la vez estos dos aspectos de la naturaleza (E=h×v). Pero para ver con más detenimiento todo esto es mejor adentrarnos en lo que significa este doble aspecto del mundo físico, a saber: el corpuscular y el ondulatorio. Después veremos dos casos específicos que nos demostrarán la corpuscularidad de la luz, a saber: el efecto fotoeléctrico y el efecto compton, que serán tema de nuestro primer análisis, lo que antes habíamos citado.

b)      El doble carácter de la materia

Bohr, siguiendo la línea de Rutherford y con los estudios de Planck en la mano, introduce el cuanto de acción en el interior del átomo obteniendo como resultado la introducción de leyes de la naturaleza allí donde sólo había hechos empíricos. Ahora enlazaremos esta cuestión con la fórmula antes citada, donde Planck relaciona impulso y energía, o la formulación de Einstein, paralela en cuanto a esta relación, donde nos encontramos conectados los términos de masa y energía en la fórmula E=mc2, haciendo de soporte , esta vez, la velocidad de la luz. Pero este es otro tema.

La cuestión que aquí nos interesa es la de que la partícula subatómica denominada electrón o bien se localiza en el tiempo o bien se hace en el espacio, pero es imposible localizar con certeza este par de magnitudes con certeza absoluta al mismo tiempo (tema que trataremos en breve con un poco más de detenimiento). El que formulará la tesis del doble aspecto del electrón será De Broglie: o bien se puede entender electrón en forma de una onda (ecuación de Schrödinger) o bien en forma de corpúsculo. Pasemos a ver en los postulados de Bohr como queda ejemplificado esto de una manera clara:

Postulado tercero: “La radiación emitida durante la transición de un sistema entre dos estados estacionarios es homogénea, siendo la relación entre la frecuencia ‘v’, y la energía total emitida ‘E’: E = hv.” Aquí se pone de manifiesto que cualquier acontecimiento microcósmico está regido por el cuanto de acción, es decir, no hay una continuidad infinitamente divisible en los procesos físicos. Ahora la unidad mínima de división es ‘h’.

Postulado cuarto: “Los diferentes estados estacionarios de un sistema simple que consista en un electrón girando en torno a núcleo positivo quedan determinados por la condición de que la relación entre la energía total emitida en la formación de la configuración y la frecuencia de revolución del electrón sea un múltiplo entero de ‘h/2’. Suponiendo que la órbita del electrón sea circular, esa hipótesis equivale a decir que el momento angular del electrón que gira en torno al núcleo es un múltiplo entero de ‘h/2π (debido a que las ondas deben ser estacionarias).”.

Aunque el modelo de Bohr justificó espectacularmente los estudios de Balmer en torno a los espectros atómicos, pronto surgieron dificultades incluso para el mismo espectro de hidrógeno (como luego veremos), algunos de cuyos detalles no era posible interpretar. Por este motivo, Sommerfeld (1916) perfeccionó el modelo de Bohr considerando que las órbitas podían también ser elípticas. No obstante, el modelo atómico de Bohr-Sommerfeld sólo pudo ser aplicado al átomo de hidrógeno y similares (es decir, átomos con un solo electrón).

Por otra parte, se hacía notar que los postulados de Bohr eran una mezcla de mecánica clásica y cuántica. Además, el segundo postulado era, si no arbitrario (referente a la proporcionalidad de h/2π que era un supuesto ad hoc para que todo encajase) al menos semiempírico (en el sentido en que la única manera de deducir la fórmula de Balmer era introduciendo estos términos).

Tratemos ahora sobre el impulso de este electrón que gira en torno al núcleo positivo: lo primero que tenemos que saber es que el electrón no radia energía durante la trayectoria por la órbita, sólo cuando salta de una a otra; siendo al fuerza de atracción igual a la fuerza centrífuga, el electrón puede mantenerse en su círculo. El impulso que el electrón posea sobre el más pequeño de los círculos debe ser igual a un número entero de ese valor sobre todos los otros círculos: p=h/λ. Aquí es donde vemos precisamente ligados las dos magnitudes correspondientes a cada uno de los dos aspectos de la naturaleza de los que aquí damos cuenta, es decir, la relación que Bohr llamó de complementaridad entre el impulso (magnitud corpuscular) y al longitud de onda ‘λ’.

Esta dualidad que presentan los electrones también la presentará la luz, como veremos en breve, reafirmándose como onda continua a la par que como fotón discontinuo. El problema que aquí aparece es que el electrón no lo podemos encontrar en las coordenadas espacio-temporales de las que hacíamos uso con la física clásica, sino que ahora la trayectoria de la partícula es algo irrepresentable en este marco. Es como si el electrón estuviese, no en un punto de su trayectoria, sino simultáneamente en toda la circunferencia de su órbita. Aquí es donde Louis De Broglie introduce su dualidad onda-corpúsculo, es decir, los corpúsculos acompañados de ondas. En palabras de Papp, son las dos caras complementarias (Bohr) de la realidad. Es la forma de ligar lo continuo y lo discontinuo.

Siendo la órbita del electrón estable, una onda asociada también lo será: será una onda estacionaria. Para que el electrón pueda mantenerse en su trayectoria, para que la onda sea estacionaria, es preciso que ésta quede cerrada. De este modo, la longitud de onda (λ) debe ser tal que un número entero de las pequeñas ondas pueda abarcar exactamente el perímetro de la órbita, pueda cerrarla:

r=nλ

Podemos acudir a los cálculos de Einstein para tratar de ver cuál es el impulso de un fotón que esté ligado a la longitud de onda del rayo luminoso del que parte:

Si tenemos en cuenta que: p = h / λ, y que por lo tanto: λ = h / p; entonces:

            2πr = n·(h / p), de este modo:

            p = n·(h / 2πr), donde si r = 1, tenemos entonces:

            p = n·(h / 2π).

No puede concretarse el qué punto de la trayectoria, pues el electrón está simultáneamente en todos ellos. Para Schrödinger, la onda aparece como la portadora de la “posibilidad” en el mundo microscópico. De este modo, el movimiento de un cuerpo no será la trayectoria de un punto material, sino que éste se vuelve el centro de un haz de ondas, su desplazamiento será la propagación de ese haz, cuya dirección coincidirá con la trayectoria del móvil en la vieja mecánica clásica. La Ecuación de onda (Ψ) disuelve el punto de materia en grupos de ondas.

Son las ondas estacionarias las que se presentan bajo el aspecto de lo que mundanamente llamamos “materia”. El ser granular que desde Crookes y Thompson se llamó electrón no existía. Lo que existe es un campo eléctrico que abarca los niveles energéticos del átomo. Donde había órbitas, ahora hay una nube negativa que llena los alrededores de todo el núcleo positivo. Pero esta imagen de nube no la podemos aplicar a un electrón fuera del átomo.

En torno a la cuestión de la posición y velocidad del electrón, cabe decir de estas dos magnitudes que su relación se produce a modo de conjugación, es decir, cuando más podemos determinar una, debido a la longitud de onda de la luz con la que tenemos que alumbrar el electrón para conocer dichas magnitudes, menos podremos determinar la otra. Así pues, la que representación de esta relación habrá de hacerse en forma de matrices. Estas hacen, debido a la regla de no conmutabilidad, que se encuentre intercalada entre ellas el factor h, es decir, es imposible determinar con igual exactitud bien la velocidad, bien la posición.

Ondas y corpúsculos forman parte tanto de lo que entendemos como materia como de lo que entendemos como luz… es el doble aspecto de la naturaleza que antes hemos citado. Las conclusiones de todo esto son, como muchos han citado, demoledoras (según algunos autores) para la física clásica: la ley de conservación de la materia ahora es caduca, puesto que masa y movimiento están esencialmente relacionados, por la igualdad antes citada. El movimiento acorta longitudes, aumenta masas y dilata el transcurrir del tiempo, dicho de una forma grosera. Veamos lo que supone el establecimiento de la relación entre masa y energía (como otra representación de este doble aspecto) en la estructura formal de la nueva física.

El gran paso que dio Einstein fue el de proclamar constante la velocidad de la luz en el vacío, es decir, esta velocidad es la misma con independencia del sistema desde donde se mide esté en reposo o en movimiento; independiente, si está en movimiento, de la velocidad del sistema de referencia. De este modo, la velocidad de la luz será para Einstein la misma en todas las direcciones, independiente del estado de movimiento de su fuente y constante en la naturaleza en sistemas inerciales. El paso es el siguiente:

V= V1 + V2 Aquí nos encontramos con la composición clásica de velocidades formulada              por Galileo.

V= (V1 + V2) / {1+ [(V1 · V2) / c2]}, que sería la formulación cuántica de Einstein, donde c es la velocidad de la luz que, como bien sabemos, equivale a unos 300.000 km. por segundo (aprox.).

            Los resultados para velocidades medias se asemejan increíblemente entre ellos, es decir, de nuevo estamos ante lo que queremos ver en breve, a saber: que las estructuras formales clásicas se igualan a la media probabilística de la serie de resultados cuánticos, así que se puede decir que a velocidades de escala humana, la fórmula galileana es una buena regla de aproximación, pero no una ley rigurosa.

            Las nociones de la física clásica van perdiendo, poco a poco, su significado, es decir, nociones como la de espacio y tiempo y sus unidades de medida (cm. y segundo) no las podemos denominar actualmente magnitudes absolutas. Lo único absoluto, constante ahora es la velocidad de la luz. Así pues, a medida que cualquier cuerpo se va acercando a la velocidad de la luz, su longitud disminuye, el tiempo allí se alarga cada vez más y su masa se eleva. Esto llevado a la formulación vendría a ser:

Esto regula el acortamiento de espacio y la dilatación del tiempo.

            La longitud de una barra en reposo sería: 

            Así como la duración del tiempo en segundos sería igual a:

            También en un campo gravitatorio grande, como pueda serlo el del Sol, el tiempo se dilata. Pero ahora veamos los cambios en la concepción de la masa, desde la fórmula clásica hasta la relativista.

            La fórmula clásica dada por Newton en cuanto a la relación entre fuerza y masa venía a ser:

                        F=m·a, pero para determinar la masa necesitamos del tiempo, pues:

                        .a=V / t2, y sólo para un mundo en el que el tiempo es absoluto, la masa también lo sería, pero al no serlo, la fórmula correspondiente es la siguiente:

                       

            De este modo hemos visto cual ha sido el cambio en las fórmulas tanto clásicas como relativistas y lo que ha significado el establecimiento de la relación formal entre masa y energía, entre impulso y frecuencia. Veamos ahora lo que sucede cuando llevamos estos estudios al ámbito del fotón, como lo hicieron Einstein (para establecer la corpuscularidad de los fotones) y Compton.

 

c)      El efecto fotoeléctrico y el efecto compton

            Para que un electrón se desprenda de una pantalla metálica se requiere una cantidad energía para liberarlo y dotarlo, a su vez, de energía cinética. Para ello se requiere un foco de luz y debido a la acción corpuscular de la luz, pueda uno de los fotones chocar con el electrón y así, de este modo, liberarlo de la placa metálica a la que estaba ligado con una determinada energía. Veamos ahora de que depende que la luz pueda desprender el electrón o no.

            Si, por ejemplo, alejamos o acercamos la pantalla sobre la que actúan los fotones, estos siguen liberando electrones. Con la lejanía, la intensidad de la luz disminuye y, como consecuencia, también el número de electrones liberados. De este modo, la velocidad con la que se desprenden electrones no depende de la longitud de onda, sino de la frecuencia, es decir, su color. En la física clásica queda incomprensible la razón de que con luz azul o ultravioleta configure mayor velocidad a los electrones. En la física cuántica todo queda relacionado cuando comprendemos la relación que queda establecida en E=h× v, es decir, lo que esta ecuación pone de manifiesto es que lo importante para la energía es la frecuencia (v) y no la longitud de onda. De este modo sabemos que la luz proporciona a “la materia” la energía suficiente para liberar un electrón de ella, adquiriendo éste una determinada energía cinética. Esta energía es dada en forma de cuantos. Dicho de otra manera: la intensidad de corriente eléctrica producida es proporcional a la intensidad de la radiación recibida por el metal pero no así la velocidad de los electrones, que como ya hemos dicho, depende de la frecuencia. Cuando uno de estos fotones de los que está compuesta la luz choca contra un electrón, este recibe una energía h· v. Al abandonar el metal, esta partícula de “materia” negativa deberá realizar un trabajo igual a la energía de ligadura en el metal: W. De este modo lo que tenemos es la siguiente igualdad:

                        ½mv2 = h·v-W.

            Podemos afirmar que esta es la demostración experimental clásica de la corpuscularidad de la luz, de los fotones. Pasemos ahora a ver el experimento llevado a cabo por Compton:

            A diferencia del efecto fotoeléctrico, que es un caso donde se produce una absorción pura y simple de luz por parte de un electrón, en el efecto Compton encontramos que lo que se produce es una absorción y reemisión de luz. Se observa en la difusión de los rayos “x” por los electrones libres o débilmente ligados. La  longitud de onda (“λ”) de la radiación difundida es mayor que la reincidente, variando esta diferencia en función del ángulo de incidencia de la luz y la propagación (ø).

            ∆λ = 4π(h/mc)sen2(ø/2)

            Donde “h/mc” es la longitud de onda de Compton de un electrón, que equivale a 3’86· 10-10  cm.; “m” es la masa del electrón en reposo. Hay que recordar que la longitud de onda que aquí tratamos (Δλ) es independiente de la longitud de onda incidente.

P: es el impulso del fotón antes de chocar con el en reposo, es decir, el impulso inicial. P’: es el impulso final del fotó. p’: es el impulso del retroceso del electrón después  del choque con el fotón.

Si tenemos en cuenta que: 

                        .λ v = c, y que:

                        E = pc, y que por lo tanto:

                        .p = hv/c = h/λ. Las consecuencias del diagrama anterior son las siguientes:  P = p’ + P’  y,

            En la teoría corpuscular del efecto compton, la energía (E) y el impulso (p) totales se conservan en el choque elástico entre el fotón incidente y el electrón. Las dos últimas ecuaciones vistas reflejan la conservación del impulso. Estas ecuaciones, conociendo las condiciones iniciales y la dirección de emisión del fotón, permiten definir el choque completamente.

            La emisión del fotón difundido y la del electrón de retroceso tienen lugar simultáneamente y la correlación entre los ángulos de emisión Ø y “H” está de acuerdo con la teoría.

            El defecto esencial de la teoría clásica del efecto compton consiste en prever un paso continuo de impulso y de energía de la radiación a todos los electrones sometidos a la irradiación, mientras que el efecto experimentalmente observado consiste en un paso discontinuo e instantáneo a alguno de ellos.

            Cabe señalar que la diferencia de longitud de onda (Δλ) depende del ángulo Ø de observación de la radiación difundida. De este modo, la formulación clásica del efecto Compton sería la siguiente:

                        Δλ = 2λ[Pcl·c / Ecl – (Pcl·c)]2sen 2ø

            Δλ” es la función creciente de Pcl, que es el impulso del electrón. Ésta aumenta regularmente durante su irradiación. En “2λ”, “λ” está referido a la longitud de onda incidente. La energía del electrón, es decir, “Ecl.” Sería igual a:

   (suponiendo que se mueve en la dirección de propagación.)

            Si el electrón se mueve paralelamente a las ondas luminosas incidentes con el impulso “P” y la energía sigue siendo dada por la fórmula anterior, resulta que:

                        Δλ = 2λ·{(P + p)·c / [(E – P )· c]}· sen2 (ø/2), que resultaría la fórmula cuántica, pues ya damos un carácter discontinuo al paso de impulso y energía.

            Si nos fijamos en los resultados que podemos obtener en una y otra fórmula y los comparamos, descubriremos que los resultados obtenidos por la fórmula clásica coinciden enteramente con la media de los obtenidos por la cuántica, es decir, la última de las fórmulas aquí expuestas.

            Pero para pasar de la clásica a la cuántica es necesario sustituir el impulso del electrón “Pcl” del numerador por la cantidad “P + p” (del orden de magnitud del impulso después del choque fotón-electrón) y en el denominador “Ecl-Pcl·c” por el impulso antes del choque P. Pero no nos podemos dejar engañar por esta simple operación, es decir, esto que acabamos de hacer implica una gran diferencia entre las dos fórmulas, una diferencia que pone de manifiesto la “quiebra” de la física clásica. Esta diferencia es, a saber: la cuantificación de la variación del impulso en la segunda fórmula, variación que, por consiguiente, ya no será continua, como se pretende en la primera fórmula. De este modo, el impulso “P” del electrón crece, pues, por saltos sucesivos, en la dirección de la radiación incidente: Estos saltos serán gobernados por la fórmula:

                        P = hv/c

            La “generalización” de la segunda ecuación, es decir, considerando el cuanto infinitamente pequeño y tomando los choques como muy numerosos, al cabo de un número muy grande de estos, las fluctuaciones entre las dos fórmulas se compensan, el efecto resultante es prácticamente el mismo que si recibiera en cada choque este impulso medio. De hecho, podemos definir, dentro de estos límites de aproximación o de generalización de los que estamos hablando, un impulso (“P”) creciente de manera continua a lo largo del tiempo que es igual al que prevé la teoría clásica. De este modo, si se realiza el experimento a lo largo del tiempo, la gráfica que obtenemos es la siguiente                

                 

La línea roja representará los resultados previstos por la teoría clásica, unos resultados continuos, como bien podemos observar en el esquema anterior. La línea negra es la que representa los resultados obtenidos en la repetición del experimento utilizando la teoría cuántica. La conclusión que podemos obtener de este diagrama es la que antes hemos citado, es decir, que la media obtenida por los resultados cuánticos coincide con la previsión clásica. Vemos que “Pcl” es igual en cada instante al valor medio de P. El desplazamiento de Compton previsto por la teoría clásica es igual en cada instante al valor medio del desplazamiento de Compton observado efectivamente en la fórmula cuántica.

 

(d)  El principio de incertidumbre y la ecuación de onda

Comenzaremos este capítulo con los estudios de Heisenberg, que ampliará el efecto Compton y dará un carácter indeterminado (para las interpretaciones más idealistas) a toda la física a partir de ese momento, y más que a la física, como luego veremos, a varias de las interpretaciones filosóficas de la misma, que tomando ciertos aspectos como determinantes para el resto del “universo”, pondrán en cuestión la noción de ciencia practicada en la “física clásica” reclamando, de este modo, un nuevo sentido de este concepto (“ciencia”) en donde el sujeto no quede enteramente segregado de las estructuras formales cuánticas, es decir, que el sujeto y su conocimiento serán los ejes centrales en la estructura de esta ciencia, en contraposición de lo que ocurría en la “antigua física”, donde el sujeto quedaba formalmente segregado. Así pues, lo que antes era un saber, ahora es un conocimiento (en opinión de algunos autores), la génesis se confunde con la estructura, los contextos de descubrimiento con los contextos de justificación, el primer mundo de Popper con el tercero[5].

La teoría de Heisenberg será un poco más complicada que las expuestas por Rutherford y por Bohr (donde los electrones giran alrededor del núcleo como planetas independientes. Pero mientras el electrón no realiza cambio alguno, hay magnitudes, afirma Heisenberg, que no son observables, ni siquiera teóricamente. Según Dirac: “Las cantidades variables correspondientes a un estado estacionario de la teoría de Bohr, las amplitudes y frecuencias del movimiento orbital no tienen significación física”[6].  La teoría ordinaria de los quanta utiliza magnitudes imposibles de de ser comprobadas por la observación, tales como la posición y la duración de revolución de los electrones (momento)[7] y que el electrón debe poder ser representado por cantidades mensurables tales como las frecuencias de su radiación[8]. Pero las frecuencias que pueden ser objeto de observación son siempre diferencias entre dos “términos”, cada uno de los cuales viene representado por un número entero. De este modo, llegamos a la representación del estado de un electrón por una serie infinita de números, que vienen dados por una matriz. Si Tn y Tm son dos “términos”, una frecuencia observable será vnm:

vnm = Tn-Tm

Los números tales como vnm (de los cuales hay una doble serie finita) son los que caracterizan al átomo, en la medida en que puede ser estudiado. Desde Heisenberg, esto puede ser expresado del siguiente modo[9]: comencemos desde la teoría clásica: dado un electrón con un cierto grado de “libertad”, en armónica, la elongación x, en un tiempo t puede representarse por una serie de Fourier:

x = x (n, t) = Σx(n)τ · e 2πιυ(nτ·t

Siendo “n” una constante y τ el número de la armónica. Los términos sencillos de esta serie, que son:

x(n)-e 2πιυ(nτt

           Contendrían las cantidades que hemos señalado como directamente observables, a saber: la frecuencia, la amplitud y la fase. Pero, en virtud del hecho de que en los átomos las frecuencias se nos presentan como siendo diferencias entre dos “términos” será preciso reemplazar la fórmula precedente por la siguiente:

x (nm) e 2πιυ(nmτt

           Y el conjunto (no la suma) de estos términos representará lo que era anteriormente la elongación x. La suma de todos estos términos no tiene ya significación física alguna. De este modo, el átomo viene representado por los números v(nm) dispuestos en un rectángulo infinito o matriz.

           La diferencia fundamental, o la que aquí más nos importa entre el álgebra matricial y el que utilizamos corrientemente es que en el primero la propiedad conmutativa en la multiplicación no se cumple: “La distinción entre movimientos cuantizados y no cuantizados pierde todo sentido en esta teoría, puesto que en ella no se tiene ya en cuenta la condición de los quanta de escoger uno entre un gran número de movimientos posibles; en lugar de esta condición aparece una ecuación fundamental de los quanta mecánicos… que es válida para todos los movimientos posibles y es necesaria para poder dar una significación definida al problema del movimiento”[10]. La ecuación fundamental definida como lo hace Russell[11] refiriéndose a Born y a Jordan[12]: “Sea q una coordenada hamiltoniana y p el correspondiente momento (generalizado), siendo ambos matrices. Se recordará que la multiplicación no es conmutativa para éstas; la ecuación fundamental tendrá la forma:

pq – qp = (h/2πι) · 1

en que ‘1’ representa la matriz cuya diagonal es toda de 1 y cuyos restantes términos son todos ceros. La ecuación precedente es la única fundamental que contiene la constante de Plank h y es verdadera para todo movimiento.

           Las consecuencias de todo esto fueron expuestas por Heisenberg[13]: los electrones y los átomos no tienen “el grado de realidad inmediata de los objetos sensibles”, sino la realidad que podemos atribuir a los quanta de luz. El problema aparece, según él, cuando intentamos explicar estas partículas incluyéndolas en un espacio ordinario. Si hemos de conservar la teoría corpuscular, solamente podremos hacerlo si no tratamos de asignar a cada tiempo un punto espacial definido en el átomo y en el electrón. Es preciso sustituir esta relación por un grupo de magnitudes físicas, bien definidas, que representen cual era la posición del electrón. Son estas las cantidades de radiación observables, cada una de las cuales viene representada por dos “términos” en forma que podamos obtener una matriz. La distinción entre electrones interiores y exteriores en un átomo pierde toda significación. “Es además, en  principio, imposible, identificar por segunda vez un corpúsculo dado en una serie de corpúsculos análogos[14].

           La importancia de Heisenberg dentro de todo esto es fundamental, como fundamentales son también las interpretaciones hechas de esta principio. La incertidumbre referida a la determinación, bien de la posición o bien de la velocidad, de la partícula, es utilizada como base de este tipo de filosofías que intentan romper con el determinismo optimista de la física clásica. La introducción del cuanto de acción, como hemos visto, provoca la interferencia de uno de los fotones de la onda con la que debemos alumbrar la partícula que se desea observar con dicha partícula alterando, dependiendo de la longitud de la onda, la posición o la velocidad. El resultado matemático de estas dos magnitudes conjugadas será de tipo matricial con la consiguiente imposibilidad de conmutación en la multiplicación.

           No es  la incertidumbre de nuestro conocimiento ante o que nos queda por descubrir, es decir, no podemos “culparnos” de la incapacidad de una medición exacta del recorrido de una partícula pues nuestro desconocimiento no obedece a variables ocultas dentro de las partículas[15]. La objetividad de este problema pone en cuestión en qué medida podemos conocer la verdad de la naturaleza (en opinión de algunos autores) o si existe esa verdad objetiva como era entendida por la mecánica clásica, pues más bien parece una artimaña que resuelva las apariencias fenoménicas, pues incluso la ciencia de newton comienza a tambalearse desde sí misma si en vez de tratar con dos cuerpos (dos planetas, por ejemplo) tratamos con tres. La moda del indeterminismo comienza a expandirse por todos los círculos científicos. Pero sigamos con nuestra exposición y adentrémonos un poco más en la mecánica ondulatoria para llegar a la ecuación de Schrödinger.

           La mecánica cuántica u ondulatoria se desarrolla entre 1925 y 1927 principalmente por este último autor, Dirac y Heisenberg y tiene su origen en la hipótesis de De Broglie y engloba el principio de Heisenberg e ideas cuánticas. Su base es la llamad ecuación de ondas (1926) que describe el comportamiento de partículas subatómicas. Esta ecuación es similar a las que se usan en mecánica para el estudio de las ondas estacionarias. Tiene en cuenta la naturaleza dual del electrón, pues junto a la masa del mismo aparece la llamada función de ondas, Ψ, que puede considerarse como la amplitud de la onda electrónica. Esta ecuación viene dada en forma de ecuación diferencial de segundo grado:

2Ψ/δx2)+(δ2Ψ/δy2)+(δ2Ψ/δz2)+(8π2m/h2)·(E­V)Ψ=0

 

en donde E es la energía total permitida para la partícula y V es la energía potencial de la misma en función de su posición dada por sus coordenadas x, y, z.

           Las incógnitas que se encuentran mediante la ecuación de Schrödinger son la función de ondas, Ψ, y la energía, E, del electrón. La solución de la función de onda depende de una serie de números enteros (números cuánticos). Como la expresión que da la energía del electrón también viene en función de números enteros, resulta que la energía está cuantizada, siendo permitidos únicamente ciertos valores. Así, pues, la cuantización de la energía y los números cuánticos son consecuencia de la ecuación y no tienen que ser introducidos arbitrariamente como ocurre en el modelo de Bohr-Sommerfeld.

         Una importante diferencia hay que resaltar en cuanto a la naturaleza de la solución. En mecánica clásica, la resolución de la ecuación de movimiento de un cuerpo nos da su posición y velocidad exactas. La solución de la ecuación de Schrödinger, por el contrario, aparece como una función de ondas, Ψ, que no suministra ni la posición ni la velocidad exacta del electrón (sería contradictorio con el principio de incertidumbre). En cambio, su cuadrado, Ψ2 , da la probabilidad de encontrar un electrón en un lugar determinado.

         Para el electrón en el átomo de hidrógeno, la solución de la ecuación de Schrödinger viene en función de tres números enteros, los números cuánticos[16] n, l y m1, cuyos valores han de estar, además, relacionados entre sí por determinadas reglas.   Cada grupo de tres valores permitidos de n, l y m1 (1, 0, 0; 2, 0, 0; 2, 1, -1, etcétera) definen un orbital. Este orbital es una cierta región del espacio que rodea al núcleo dentro del cual existe la máxima probabilidad de encontrar al electrón[17]. Qué movimiento tenga un electrón dentro de un orbital no puede conocerse, ya que la mecánica ondulatoria no suministra ninguna información acerca de cómo se desplaza de un punto a otro, sólo da las probabilidades de existencia en ambos.

         De esta manera, el concepto de órbita, trayectoria plana que seguía el electrón, queda desechado y ha sido sustituido por el concepto de orbital. Conviene hacer notar que si representamos la probabilidad de encontrar, por ejemplo al electrón 1s del hidrógeno en función de su distancia al núcleo, se obtiene que la distancia más probable coincide con el valor del radio, a0, calculado por Bohr para la primera órbita.

         Veamos la representación de la probabilidad de hallar al electrón 1s del hidrógeno en función de su distancia a este núcleo:                                                                          

  Resultado de Bohr: 0’529 Å de distancia al núcleo

  Ecuación de onda (probabilidades)

         De la ecuación de Schrödinger para el átomo de hidrógeno resulta una expresión de la energía igual a la deducida ya por Bohr, esto es, E = -RH/n2. A cada orbital, o mejor dicho al electrón en cada orbital, le corresponde una de las energías que se derivan de dicha expresión. Para n=1 tenemos el estado de mínima energía o estado fundamental (el más estable), que corresponde al electrón en el orbital ls. Si el átomo es excitado, el electrón puede pasar a orbitales de energía superior, o incluso ser completamente arrancado del átomo, con la consiguiente formación del ion positivo correspondiente.

         El indeterminismo que se desprende de todo esto ha superado el propio ámbito al que queda restringido, es decir, se ha hecho del abandono de la verdad objetiva en este apartado científico un tipo de gnoseología, hipostasiando las consecuencias sacadas de los nuevos descubrimientos. De este modo, el conocimiento de la interacción entre aparato y objeto de estudio (Heisenberg) hace que se ponga en duda todo tipo de observaciones y que se afirma que el sujeto entra en todas y cada una de las estructuras científicas sin quedar segregado como ocurría en la física newtoniana o en la matemática. La verdad deja de ser objetiva y eterna para convertirse en certidumbre, en probabilidad (ecuación de Schrödinger) en donde únicamente podemos saber con cierto grado de certeza lo que queremos saber (la posición de la partícula, por ejemplo). Si observamos el diagrama anterior podemos saber de lo que aquí estamos hablando, es decir, nunca vamos a tener la certeza absoluta de que vamos a encontrar un electrón del átomo de hidrógeno a 0’259 Å del núcleo, pues también lo podemos encontrar en otras posiciones diferentes. La verdad está dada por la mayor probabilidad de encontrarlo en una cierta posición, la verdad está dada por una función probabilística representada por la ecuación de Schrödinger.

 

3.      EL PROBLEMA DE LA SUBJETIVIDAD: LA INCLUSIÓN DEL SUJETO EN LA ESTRUCTURA DE LA CIENCIA.

 

            En este apartado descubriremos el papel del sujeto dentro del conjunto de la ciencia, desde su momento genético, en el que se desarrollan sus aspectos más laterales, hasta su momento estructural, donde la forma de la ciencia prevalece y se intenta lo que desde aquí llamaremos la segregación del sujeto gnoseológico. Tras esto veremos de qué manera el sujeto ha sido incluido dentro de esta misma estructura y cómo podemos interpretar este nuevo papel.

            La ruta de la filosofía desprendida de la Física Clásica era bastante clara al respecto. La ciencia tenía que ser un conocimiento libre de cualquier estamento subjetual, sociológico, etc. Intentaré no entretenerme mucho en este aspecto, bastante claro ya para todos nosotros. La ciencia, de acuerdo con la teoría clásica tenía que aspirar a un grado máximo de objetividad y universalidad de tal manera que segregase de su propia estructura cualquier proceso genético material y, por tanto, innecesario para la propia forma. Podríamos referirnos a una ciencia compuesta de materia y forma, donde la materia sería todo aquello que de forma exterior ayudaría al propio desarrollo de la misma. La forma sería, así pues, la propia estructura (como las ecuaciones, etc.). Podíamos asemejarla a la clásica distinción entre los contextos de descubrimiento y los de justificación. El aspecto material sería imprescindible pero segregable del formal. Para hacer ciencia uno necesita del laboratorio, por ejemplo, pero uno no lo ve (queda segregado) en la propia formulación de la teoría de gases de Maxwell o en la ecuación de onda de Schrödinger. El campo de la categoría científica en cuestión, una vez cerrado (completo, pero no clausurado) segregaría de sus estructuras todos estos residuos genéticos fundamentales para su elaboración, pero accidentales para la misma y para la formulación de las verdades afirmadas[18].

            La pregunta es la siguiente: ¿De qué manera el sujeto (la materia, la génesis) entra a formar parte de lo que podemos llamar la estructura de la Teoría Cuántica? Veamos.

            El primer aspecto a destacar sería el del Principio de Incertidumbre de Heisenberg citado ya anteriormente. Según este principio es totalmente imposible el definir la posición y la velocidad de una partícula al mismo tiempo, o como dice Brian Green: “This means that if you measure an electron’s position with high accuracy, you necessary contaminate your own experiment: the act of precision position measurement disrupts the electron’s velocity[19] La naturaleza tiene como una especie de mecanismo instalado que actúa de límite radical. Este principio puede ser aplicado a todo y la razón por la que nos podemos escapar del mismo es que la cantidad de incertidumbre involucrada en los procesos macroscópicos es mínima. En el mundo cuántico, la propia longitud de onda de la luz con la que tenemos que alumbrar al electrón para ver su posición altera de manera sustancial la velocidad con la que se desplaza y viceversa. El límite mismo no solo se encuentra en el experimento, se encuentra en la misma “naturaleza”. El objeto de la ciencia no puede segregar el propio experimento de sí mismo, no puede segregar al propio sujeto que lo está realizando. 

            Veamos esto de manera un poco más sencilla: si intentamos medir los lugares por los que pasa un determinado electrón, siempre vemos que se encuentra en una posición determinada o en otra (este tema ya ha sido tratado en profundidad en el apartado b del capítulo 2). Einstein, por ejemplo, preguntó que si no significaba eso que la onda de probabilidad es simplemente temporal hasta que encontremos una descripción más precisa del fenómeno (por ser descubierta) que pueda predecir con certeza la posición exacta del dicho electrón. La respuesta que dio Bohr, por ejemplo, es que el electrón no tiene una posición definida antes de que se tome la medida. Si nadie realiza esta medición, no podemos saber si está ahí o no.

            Cuanta más certeza tengamos en la posición de un electrón, con menos certeza podremos saber su velocidad. Esta matriz determina las dos variables. Ahora bien, esta matriz ¿representa el estado natural del fenómeno o nuestro conocimiento subjetivo del mismo? Detengámonos un poco en las ideas de Bohr para hablar con más detalle de la posición subjetivista del asunto, una posición que entenderá la ciencia como la mera relación de nuestras experiencias. De este modo, la ciencia sería el método de coordinar nuestro conocimiento experimental[20].

            Bohr, en ultima instancia reclama la intima relación que une, en la descripción mecánico cuántica de los fenómenos, la necesidad de renunciar a la causalidad y la limitación de la posibilidad de establecer una distinción entre un fenómeno y su observación, condicionada por la individualidad del cuanto de acción.  En palabras de Bohr, “la magnitud finita del cuanto de acción nos impide hacer una distinción neta entre el fenómeno y el instrumento de observación”[21]. El científico, como parte fundamental del proceso mecánico cuántico, quedaría, de este modo, dentro del marco formal de la física moderna, ya que es su propia condición la que determina el resultado (formal) del experimento. La probabilidad de encontrar un electrón dado en un zona determinada del átomo no sólo representa el estado subjetivo de nuestro conocimiento o la falta del mismo, sino también el propio estado natural ”objetivo” (si es que se puede llamar así) de la naturaleza misma (o según es vista por las ciencias físicas). La física, según la posición subjetivista, sería como la mera organización de nuestras experiencias en el laboratorio, en vez de ser un conocimiento objetivo, separado de nuestras pasiones, debilidades, etc. El sujeto, a partir de la introducción de la probabilidad dentro del marco de la verdad dado por la mecánica cuántica, cobra un papel más entrometido dentro de la formulación cuántica. La introducción de la idea de que el paquete de ondas refleja en parte nuestro conocimiento o la falta del mismo, abra la puerta a todo este tipo de interpretaciones. La pregunta al respecto es clara ¿De qué manera, según afirman este tipo de autores como Heisenberg, podemos ver esta intromisión? La respuesta está en la manera en que podemos ver la ecuación probabilística del paquete de ondas. Esta ecuación podría representar una mezcla objeto-subjetiva de la relación entre lo que sería el instrumento de medida, el sujeto y, si es que pudiésemos afirmar su existencia al margen del sujeto, la partícula en cuestión. It is the first of these inaccuracies which allows us to translate the result of the observation into the mathematical scheme of quantum theory. A probability function is written down which represents the experimental situation at the time of the measurement, including even the possible errors of the measurement[22]. De este modo, estaría representando los dos aspectos al mismo tiempo, tanto el objetivo (atribuye, en el momento inicial, la unidad de probabilidad de la condición inicial) como el subjetivo (representa nuestro conocimiento, ya que como dice Heisenberg, otro observador puede conocer, quizá, con más certeza la posición del electrón. El error en el experimento, de este modo, no representaría  una propiedad del mismo electrón, sino que representaría nuestro conocimiento sobre dicho electrón.

            De acuerdo con las versiones clásicas de la ciencia, las fórmulas científicas han de representar el estado de la naturaleza y no lo que conocemos o no sobre la misma. Con la introducción de la probabilidad dentro de las fórmulas físicas estamos destrozando la antigua concepción clásica. Una vez calculada la función de probabilidad en el momento inicial de la observación, podemos derivar de las propias leyes cuánticas la función de probabilidad en cualquier momento posterior dado, pudiendo, así pues, predecir la probabilidad de encontrar un electrón en un momento y posición dados dentro de la cámara de niebla. Esta función, en palabras de Heisenberg representaría “a tendency for events and our knowledge of events

            De acuerdo también con la propia teoría heisenbergiana, el conocimiento de la posición de un apartícula ha de ser complementario al conocimiento de su momento. Es, de acuerdo con las propias ecuaciones físico-cuánticas, imposible conocer el camino (momento y posición) de una partícula con absoluta certeza: a medida que conozcamos uno de los valores con más precisión, el otro, por imperativo estructural, perderemos precisión en el otro valor. Es interesante ver sobre este aspecto los comentarios de Popper sobre la refutabilidad de este Principio de Incertidumbre[23]. Es el observador el que puede determina el resultado de un experimento y sería metafísico, para Heisenberg, intentar averiguar (inventar) lo que ocurre con un electrón entre una medida y otra. En palabras de este autor: “Now, this is a very strange result, since it seems to indicate that the observation plays a decisive role in the event and that the reality varies, depending upon whether we observe it or not[24]. La función de probabilidad combinaría tanto elementos objetivos como subjetivos. Contendría afirmaciones sobre posibilidades siendo estas afirmaciones completamente objetivas, independientes del observador, referentes al conocimiento que el observador posee sobre el sistema. La función de probabilidad contendría el elemento objetivo de sobre la tendencia y el subjetivo sobre nuestro conocimiento, de este modo, no describiría un acontecimiento en particular, sino una serie de eventos encajados unos con otros, entre los que se encontraría el propio observador y su observación, que alterarían los resultados del experimento con la acción de comprenderlos.

            Se podría afirmar, que lo que Heisenberg trata de hacernos ver es que el proceso que va desde la posibilidad (potencia) a la actualidad de un sistema es el mismo proceso de observación, que lo hace real. Vemos aquí el problema que estas palabras puede suponer para la concepción realista y objetiva de la ciencia. Desde el momento en que Heisenberg considera metafísico el mero hecho de preguntarse por lo que le pasa al electrón dentro de la cámara de niebla cuando no lo estamos observando, está considerando que la misma realidad del sistema depende de la observación o no del mismo. La observación altera la ecuación de onda, el sujeto queda instalado dentro de las formas (ecuaciones) de la mecánica cuántica.

            Para nuestro autor, la física clásica sería una simple ilusión: la del intento de describir el mundo o sus partes sin ninguna referencia a nosotros mismos, al sujeto que lo observa. El objetivismo quedaría segregado de la nueva filosofía de la ciencia o, por lo menos, de la filosofía de la ciencia practicada por los epistemólogos (físicos) de la escuela de Copenhague. Se derrocaría la noción de “view from nowhere” ya que, ahora, la posición del sujeto SI determinaría la visión que de la naturaleza nos da la ciencia y se ensalzaría la idea de “view from somewhere”, la idea de que las determinaciones accidentales del sujeto, el observador y sus subjetividades afectarían al resultado científico del experimento.[25]

            En contra de esta interpretación se levantarán voces como la de Einstein, Podolsky, Rosen, Popper… reclamando que el problema está en la falta de nuestro conocimiento, en la posibilidad futura de una nueva teoría que pueda llegar a explicar de qué manera se producen los fenómenos vistos, de qué manera actúa la naturaleza. Esta tendencia, que podríamos considerar objetivista, afirma que sí se podría hablar de lo que le pasa a una partícula dentro de un sistema mientras no la estemos observando. La partícula no necesitaría del observador para tener actualidad (existencia), que sería independiente del sujeto, como así lo sería la propia explicación de dicho sistema, que se desarrollaría al margen de concepciones subjetivas. Para ello se habría de comenzar destruyendo (de acuerdo con Popper) la idea metafísica que Heisenberg tiene sobre probabilidad que, de este modo, ya no sería una especia de medida de nuestra falta de conocimiento sobre un sistema físico en cuestión[26].

 

 

 

 

4.      LA IDEA DE “VIEW FROM SOMEWHERE” DE AMARTYA SEN Y LA CRÍTICA AL VIEJO MODELO OBJETIVISTA

 

            The objectivity of observations must be a position-dependent characteristic: not a ‘view from nowhere’, but one ‘from a delineated somewhere’ (…) The objectivity of positional observations plays a crucial part in the process of acquiring scientific knowledge, and thus serves as a building block of science[27]           

            En esta sección intentaremos encuadrar esta filosofía de la ciencia desde las coordenadas marcadas por el economista Amartya Sen sobre el concepto de objetividad, dirigiéndolo, en nuestro caso hacia el campo epistemológico. Así pues, reinterpretaremos ahora, desde el enfoque del profesor Sen, lo dicho sobre la subjetividad dentro de la mecánica cuántica, para tener así una idea más clara de la posición filosófica que algunos autores tratarían de defender.  

            En el capítulo anterior nos quedamos en la inclusión de la subjetividad dentro de las mismas ecuaciones científicas en el campo de la mecánica cuántica, es decir, de la introducción de la probabilidad como parte esencial de la descripción de la naturaleza: La observación altera la ecuación de onda, el sujeto se introduce dentro de las formas (ecuaciones) de la mecánica cuántica. En el fondo, lo que estaría afirmando Heisenberg, por ejemplo, es que es la observación la que realmente altera la naturaleza, es la posición del sujeto, el sujeto mismo el que modela la realidad que le rodea, el que da vida a la propia naturaleza. Sen no llegará a ser tan radical como Heisenberg, pero sí podemos comprender, sin acercarnos tanto a una posición tan metafísicamente subjetiva, desde las coordenadas la filosofía de este economista el papel que desempeña el sujeto, su posición y la observación de un evento determinado de la naturaleza. Esta observación no podrá ser, de este modo, tachada de subjetiva en el sentido de conformadora de la realidad al margen de la propia naturaleza. Sí influirán estos caracteres subjetivos dentro del proceso cognoscitivo, pero no del modo que lo podría entender Heisenberg. Para comprender esto tendremos que acudir al concepto introducido por Sen, a saber, el concepto de “Positional Objectivity”. Analizando lo que nuestro profesor dice, veremos que sí hay un objeto real dentro de proceso cognoscente, y es nuestra posición la que puede alterar o cambiar la concepción que tengamos sobre este objeto. La posición, relativa al sujeto, afectará de manera radical la idea que nosotros tengamos sobre el objeto de la observación. De este modo, será nuestra posición con respecto al objeto lo que nos influenciará en su comprehensión. Una posición que al fin y al cabo es tan objetiva como el propio objeto que intentamos observar. Desde luego que alterará la visión que podamos tener del mismo, pero no podremos llegar a decir que será la que lo forme. Sen acude al concepto de “Ilusión Objetiva” de Marx[28] para explicar estos conceptos con más claridad. En el fondo, lo que no se puede tener es un concepción subjetiva del subjetivismo (como lo hace Heisenberg, cayendo en argumentos profundamente metafísicos). Lo que habría que recalcar desde aquí es lo siguiente: la posición es la que altera la observación, que a su vez influye en los objetos observados, que moderan nuestras creencias que son las que fundan nuestras acciones, fundamentales (como afirma Sen) para nuestro conocimiento y nuestra razón práctica. Veamos esto en forma más pictórica:

                 

 

 .     “What we can observe depends on our position… What we decide to believe is influenced by what we observe. How we decide to act relates to our beliefs. Positionally dependent observations, beliefs and actions are central to our knowledge and practical reason”[29].

 

            Lo que más cabría ensalzar de la visión de Sen es la imposibilidad de desligamiento entre las estructuras subjetivas y las objetivas, que a modo de conceptos conjugados la una estaría inserta dentro de la otra. Esto se podría ver en un análisis de estos dos conceptos filosóficos, es decir, analizando (separando en partes, criticando) uno de estos dos conceptos, encontraríamos al otro como nexo de las partes internas del anterior. Los dos actuarían como un par de conceptos conjugados.

            Por supuesto, caeríamos en una metafísica simplista si intentásemos entender la ciencia moderna desde un punto único subjetivista. Este reduccionismo implica la desaparición del objeto dentro de la ciencia física actual. Pero veamos en qué medida se podría realizar una crítica al objetivismo clásico sin apartarnos de la decencia filosófica.

            El problema de la subjetividad/objetividad dentro de la física actual es obvio. De qué manera lo podemos interpretar para que tenga sentido dentro de un análisis filosófico que se aleje de ideas metafísicas infantiles y que consiga penetrar en lo más profundo del asunto, es la cuestión principal que uno ha de plantearse.

            Hemos comenzado a dibujar junto con el profesor Sen algunas ideas por las que intentaremos alumbrar el camino, sobre todo la idea de la imposibilidad de desconexión entre sujeto y objeto, es decir, hasta la estructura más subjetivista que podamos imaginarnos llevará dentro de sí sus partes objetivas y al contrario.

            La idea de la ciencia que desde siempre ha tenido la tradición moderna es que el sujeto quedaría últimamente segregado de las estructuras formales científicas, del mundo científico, del mundo tercero popperiano. Vemos ahora, sobre todo a partir de los nuevos avances en física que esto no es así. Al principio muchos levantaron la voz con ideas filosóficas radicalmente subjetivistas, llegando incluso a decir que la física no era más que la ciencia que estudia fenómenos experimentales subjetivos (quizá conexiones de neuronas, como nos quieren hacer creer en el documental “What the Beep do I Know”[30]).

            Desde las coordenadas de Sen y desde la propia mecánica cuántica vemos que esta separación es imposible, pero diré (como lo hace Marx y Sen) que incluso la estructura más subjetiva dentro de esta ciencia es tan objetiva como ninguna otra. Veamos:

            La introducción del sujeto dentro de la ciencia física se realiza a través de probabilidad, que en esta caso representaría nuestra falta de conocimiento (según los subjetivistas) sobre un sistema determinado. Es, a su vez, lo que sabemos o dejamos de saber sobre un sistema determinado lo que cambia las ecuaciones probabilísticas cuánticas (otra vez, según los subjetivistas).

            El error de interpretar la probabilidad como representante de nuestro conocimiento, es decir, como algo subjetivo, ya lo señaló Kart Popper. Las ecuaciones formales cuánticas pertenecen a un tercer género que desde nuestro punto de vista se asemejaría mucho al Tercer Mundo Popperiano.

            Pero tampoco se puede caer en el error que este mundo o tercer género existe al margen de los otros dos. No hay independencia, los tres géneros se relacionan a modo de Symploke, como una especia de red (al estilo que lo ejerció Platón). Con el tema de los Tres Géneros nos podríamos extender más de lo que aquí querríamos. Para concluir diremos que en la ciencia es imposible separar objeto y sujeto, que los dos están interconectados, pero que pertenecen a géneros diferentes de la realidad. La Onda, por ejemplo, se situaría en un género tercero de realidad. El corpúsculo, sin embargo, se encontraría en el primero (que se identificaría con el primer mundo de Popper - por acontecimiento físico). La observación de un fenómeno determinado sería una colaboración del primer y segundo géneros, puesto que entrarían en juego entidades como el aparato de medida (G1) y el sujeto con su cultura, experiencia… (G2).

            Desde aquí defendemos la inseparabilidad de los tres géneros, pero también afirmaremos la posibilidad de desconexión metodológica entre los mismos. Así pues, podremos identificar las fórmulas cuánticas probabilísticas como tercio-genéricas desconectadas de las estructuras primo-genéricas o de segundo género, aún viendo en un análisis más profundo que están interconectadas entre las mismas. Desde estas coordenadas, por ejemplo, sería incorrecto hablar de Azar y Necesidad (como lo hace Monod en su famosa obra[31]), o de determinismo e indeterminismo como contrapuestos. Así pues, el determinismo realista aparecería en el género primero de la realidad (corpuscular) pero no así en el tercero (onda) pero sería imposible sendas compresiones sin la ayuda de su complementario. Así pues, desde un punto de vista global del concepto (otros dirían metamérico) donde tomásemos a éste como enterizo, podríamos hablar de desconexión entre ellos (determinismo/indeterminismo, p. e.) pero desde el momento en que los analizamos (los separamos en partes, como la propia palabra indica, los criticamos, los utilizamos de manera diamérica) aparecerán como internamente ligados, siendo uno la conexión de las partes del otro.

            Así ocurrirá en sujeto/objeto, Azar/necesidad, onda/corpúsculo… que corresponden a géneros diferentes de la realidad pero debido a la Symploke de la que antes hablamos, esta interconexión solo desaparece de manera funcional-operativa en una visión metamérica (tomando a los conceptos como enterizos) de cada uno de los conceptos.  

 

 

5.      CONCLUSIÓN

 

            La ciencia no deja de ser objetiva debido a la mecánica cuántica. Hay que reinterpretar de manera más crítica de lo que se está haciendo ahora la manera en la que se desarrollan los procesos de construcción científica y el papel de los diferentes factores que intervienen, entre ellos el sujeto mismo y su medio ambiente cultural, así como también el propio objeto del campo científico en cuestión. Lo que estamos haciendo aquí es presentar las coordenadas para la consecuente exposición gnoseológica del problema que aquí nos afecta colocando a cada elemento en el lugar que le corresponde sin olvidar las conexiones internas que padecen con otros elementos científicos.

            El objeto no ha desaparecido. Hay que saber analizar desde nuevas coordenadas el papel que este objeto tiene con respecto a sí mismo, al sujeto y a las ecuaciones formales científicas (los tres géneros de realidad de los que hemos estado hablando). No debemos olvidar que desde una posición diamérica del sujeto, es decir, analizándolo en partes, vemos al objeto como conexión de estas partes y viceversa.

            El sujeto no será, así pues, la panacea. Por el mismo motivo: sería metafísico hablar del sujeto (representante del segundo género de realidad) como único artífice de la ciencia, como si no hubiese un objeto dentro del campo científico (y dentro de las propias experiencias en el laboratorio) que está interconectado con los otros géneros.


 

[1] Porter, A. W.  ‘Termodinámica’, ed. Saeta, Madrid, 1951, pag. 71

[2] Porter, A. W.  , op. Cit, pag. 71.

[3] Messiah, A. “Mecánica Cuántica”, Ed. Tecnos, Madrid, 1973.

[4] Papp, D. La doble faz del mundo físico, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1968 (Cap. IV, 1)

 

[5] Popper, K. R. “El universo abierto: un argumento en favor del determinismo”, ed. Tecnos, Madrid, 1994. pgs. 140-144.

[6] Dirac, P. A. M., “The fundamental equations of quantum mechanics”. Proc. Royal Soc., Series A, vol. 109. Número A752, páginas 642-653, 1925. pg. 652.

[7] Heisenberg, W. “Ueber quantentheoretische Umdentung kinematischer und mechanischer Beziehungen”, Zeitschrift für physic, 33. Pgs. 879-893, 1925.  Pg. 879.

[8] Heisenberg, W. (op. cit.), pg. 880.

[9] Heisenberg, W. (op. cit.), pg. 885.

[10] Born, M.; Heisenberg, W. y Jordan, P., “Zur Quantenmechanik IIZeitschrift für Physic, 35, páginas 557-615, 1926. Pg. 558.

[11] Russell, B. “Análisis de la materia”, ed. Taurus, Madrid, 1976. pg. 57.

[12] Born, M.; Jordan, P. “Zur Quantenmechanik”, Zeitschrift für Physic, 34, páginas 858-888, 1925. Pg. 871.

[13] Heisenberg, W. “QantenmechanikNaturwissenschaften, 14 jahrgang, heft 45, pgs. 989-994.

[14] ) Heisenberg, W. “QantenmechanikNaturwissenschaften, 14 jahrgang, heft 45, pg. 993.

 

[15] Bohm, D. A suggested interpretation of the Quantum Theory in terms of hidden variables, Physical Review, 85. 1952.

[16] El número cuántico ms no se deduce de la ecuación de Schrödinger. Fue introducido para explicar ciertos detalles de los espectros atómicos.

[17] En rigor, un orbital es una función de ondas solución de la ecuación de Schrödinger para el átomo de hidrógeno (función propia). Lo que corrientemente se llama orbital o se presenta como tal, estaría mucho más cerca de Ψ2.

 

[18] He dibujado a grandes pinceladas lo que podría representar una visión clásica (objetiva) de la ciencia. Desarrollarla supondría un alargamiento innecesario para el tema central que aquí nos ocupa, pero para más información al respecto, el lector puede remitirse a la teoría del cierre categorial de Gustavo Bueno como obra que podría representar este tipo de tendencia objetivista. Bueno, G. "Teoría del Cierre categorial" , Vol I, ed. Pentalfa, Oviedo, 1992

[19] Green, B. “The Fabric of Cosmos”, Ed. First Vintage Books, New York 2005 (p. 96)

[20] Bohr, Niels. La Teoría Atómica y la Descripción de la Naturaleza. Ed. Alianza, Madrid, 1988.

[21] Bohr, Niels, op.cit. Página 60.

[22] Heisenberg, Werner, Physics and Philosophy, 1958, Capítulo 3, “The Copenhagen Interpretation of Quantum Theory” http://www.marxists.org/reference/subject/philosophy/works/ge/heisenb3.htm

[23] Popper, Karl The Logic of Scientific Discovery Ed. Routledge Classics, NY. 2002, Capítulo 9, Parágrafos 73-78.

 

[24] Heisenberg, Werner. Op. Cit. Cap. 3.

[25] Estos conceptos han sido introducidos en filosofía por el premio Nóbel de economía Amartya Sen, al que dedicaremos el capítulo siguiente.

[26] Popper dedica todo el extensor Libro VIII de su obra “La Lógica de la Investigación Científica” al estudio de la probabilidad. En particular, hemos de señalar que son los apartados 47, 48 y 59 donde encontraremos su posición sobre la objetividad de la probabilidad.

[27] Sen Amartya, “PositionalObjectivity” Philosophy and Public Affairs, 22, 2 p.127

[28] Sen Amartya, op. cit. p.132

 

[29] Sen Amartya, op. cit. p.126

 

[30] Tengo entendido que todavía no ha salido en España. Mirando la página web de este documental supe que no se lanzaba en los cines españoles hasta invierno o primavera del 2006. En Estados Unidos salió en Febrero de este año. Lo único que merece la pena es ver la tradición que representa la subjetividad dentro de la filosofía de las ciencias físicas.

[31] Monod, J. "Azar y necesidad", ed. Tusquets, Barcelona, 1985.

 

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©  Alejandro Hortal, 2005

LINDARAJA. Revista de estudios interdisciplinares y transdisciplinares. Foro universitario de Realidad y ficción.

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