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 Miguel de Unamuno     

 

 

   Me destierro a la memoria,

voy a vivir del recuerdo.

  Buscadme, si me os pierdo,

en el yermo de la historia,

que es enfermedad la vida

y muero viviendo enfermo.

  Me voy, pues, me voy al yermo

donde la muerte me olvida.

   Y os llevo conmigo, hermanos,

para poblar mi desierto.

Cuando me creáis más muerto

retemblaré en vuestras manos.

   Aquí os dejo mi alma-libro,

hombre-mundo verdadero.

Cuando vibres todo entero,

soy yo, lector, que en ti vibro.

                                                  

 

(9-III-29)  

 

Publicado en Cancionero (Diario poético),1953

 

 

 

 

    

Comentario a “Me destierro a la memoria” de Unamuno

Comentario del libro de SM de 2º de Bachillerato

 

(Tenéis que intentar mejorar vosotros este comentario, demasiado esquemático y breve.

Desarrollad más, sobre todo, el comentario crítico)

 

Localización

Miguel de Unamuno es uno de los principales autores de la Generación del 98, que, junto con el modernismo, renueva la literatura española a comienzos del siglo XX. Este grupo se caracteriza, entre otros aspectos, por su preocupación por España, su reivindicación del paisaje castellano y la renovación del estilo.

Unamuno cultivó todos los géneros literarios. En sus poemas, despreció los adornos formales y la musicalidad del modernismo y cultivó una poesía centrada en el contenido filosófico. También aquí expresó sus inquietudes existenciales.

 Murió al comienzo de la Guerra Civil, en 1936. En 1953, en Buenos Aires, se publicó su libro póstumo Cancionero (Diario poético), al que pertenece este poema. En efecto, como si se tratara de un diario, Unamuno va anotando y dando forma poética a sus graves inquietudes y angustias.

 

Contenido

Lo que expresa este poema es exactamente lo mismo que trata Unamuno en su ensayo Del sentimiento trágico de la vida y en su novela San Manuel Bueno, mártir. Para este autor la vida no tiene sentido si vamos a morir para siempre. Siente Unamuno lo que llama "hambre de inmortalidad".

Lo peculiar de Unamuno es que él no apuesta por la solución positiva (la afirmación de la inmortalidad del alma propia de la religión católica) ni tampoco por la negativa (el pesimismo radical de los existencialistas). Lo propio del ser humano -opina- es la duda apasionada.

En todo caso, siempre nos quedan dos pequeños remedios contra la muerte: los hijos y los libros. Esto último es precisamente lo que expresa el poema anterior.

 

Estructura

Para plasmar sus inquietudes, Unamuno elige una métrica muy sencilla, propia de la poesía popular: cuatro redondillas.

El poema comprende 16 versos octosílabos de rima consonante. Las rimas varían de una estrofa a otra, según este esquema: ABBA / CDDC / EFFE / GHHG.

El desarrollo del pensamiento se va elaborando a lo largo de las estrofas. La primera redondilla se enlaza con la segunda (versos 4 y 5). Salvo en este caso, el contenido del poema queda expresado en sentencias de dos versos (1-2, 7-8, 9-10, 11-12 y 13-14), separadas por un punto.

 

Estilo (Análisis de la forma)

Una corriente filosófica de mediados del siglo XX, el existencialismo, define al ser humano como un "ser para la muerte": la muerte no es solo el final, sino también la peculiaridad que nos define, nuestra característica esencial.

Unamuno coincide con esta corriente filosófica pero no plantea la cuestión como un problema universal, sino que expresa su angustia personal ante su propia mortalidad.

La primera palabra del poema marca ya claramente el terreno en que se mueve: me. Toda la composición hablará de lo que siente el poeta ante su seguro destino. Se sitúa imaginariamente en el momento de su muerte y se plantea qué quedará de él: la memoria, el recuerdo. Pasará a la historia, a la que describe como un yermo, como algo desierto. Y formula una metáfora sorprendente: la vida es una larga enfermedad que nos lleva hasta la muerte (versos 5-6).

El tono es desolado: en el desierto de la historia, incluso la muerte se olvidará del poeta (versos 7-8). Pero existe un remedio parcial contra esta negrura: los otros, los que le han querido, los que le han leído, los que no le olvidan (versos 9-10). En los cuatro versos finales alcanza Unamuno una visión trascendental de la literatura: no es un adorno, ni una diversión, ni un modo de conocimiento, sino que es -de acuerdo con la concepción romántica- un puente entre los seres humanos.

Unamuno identifica cuatro términos: esto que tene­mos entre las manos no es un libro sino un hombre. A la vez, es el alma del poeta y, para él, el único mundo verdadero.

Todo el poema se ha compuesto para llegar a los dos versos finales, que condensan, como una máxima, todo su sentido: Cuando vibres todo entero / soy yo, lector, que en ti vibro. El poeta ha elegido el verbo vibrar y no otro cualquiera, porque para él la lite­ratura consiste en hacer vibrar al lector: emocionarle, conmoverle, participar en su destino.

 

Conclusión

Bajo su apariencia intelectual, el poema de Unamuno es profundamente vitalista: quiere sacarnos de nuestras pacíficas casillas, hacernos vibrar. De esta manera, concede a la literatura un papel trascendental: es un remedio contra la muerte.

Este breve poema se convierte así en uno de los mejores resúmenes de toda su obra literaria.

 

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