REALIDAD Y FICCIÓN                                                                                                                                  Edición de la página                                                                           REVISTA PYTHAGORAS

 

Revista Pythagoras

Cultura clásica

Departamento de Clásicas

Coordinadora:

Mª José Morata Céspedes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                           I.E.S. "P. Jiménez Montoya". Baza

 

CULTURA CLÁSICA

La mujer en el mundo clásico. Mª José Morata Céspedes

Omnia amor vincit. El amor todo lo vence. Mª José Morata Céspedes

Basti tardo-romana. María José Morata Céspedes

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La Filosofía en la asignatura

de Cultura Clásica.

Esther C. García Tejedor

 

Mitos invernales, mitos infernales

Esther C. García Tejedor

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OMNIA AMOR VINCIT

EL amor todo lo vence

 

           Hace unos días celebrábamos el día de los enamorados, y no entiendo como en un mundo tan evolucionado y tan moderno cada día hay más casos de violencia. Proclamamos a los cuatro vientos el Amor, pero no creo que sea ese Amor compasivo y bondadoso, que no entiende de egoísmo ni de injusticia, ése es el Amor que no debería pasar jamás. Así nos  lo cuenta Ovidio, poeta latino, en sus Metamorfosis con la historia de Filemón y Baucis, dos abuelitos que vivían en una pequeña casa muy humilde. Entonces Júpiter, padre de los dioses y de los hombres, y Mercurio, mensajero de los dioses, quisieron comprobar el grado de humanidad y solidaridad que tenían los hombres. Decidieron disfrazarse de mendigos y llamar a las puertas de las casas pidiendo ayuda, rápidamente todas las puertas se cerraban. Pero, cuando llegaron a casa de Filemón y Baucis, las puertas de su humilde casa se abrieron y les ofrecieron lo poquito que tenían. Entonces Júpiter les reveló su identidad y les dijo que pidieran lo que quisieran porque ellos habían demostrado su gran humanidad. Los abuelitos no pidieron riquezas, sino que llegado el momento de la muerte ninguno de los dos viera morir al otro. Cuando llegó el momento, sus cuerpos fueron transformándose en dos hermosos árboles que prevalecieron durante muchísimos años.

 

 

 

                                                           Mª José Morata Céspedes

                                                              Dpto. de Clásicas

 

 

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LA  MUJER  EN  EL  MUNDO  CLÁSICO

           

 

            La literatura griega está llena de heroínas en las que se simbolizan diferentes cualidades, por ejemplo, Antígona representa la rebelión ante la injusticia del tirano, ya que desobedeciendo las órdenes da sepultura a su hermano Orestes; Penélope, la fiel esposa de Ulises, representa la fidelidad conyugal, pues durante veinte años espera su regreso; Alcestes, el amor conyugal, ofreciendo su vida por salvar la de su esposo. Sin embargo, la situación de la mujer en la vida real era muy diferente, aunque no igual en todas las polis.

            En Atenas, la mujer carecía de derechos políticos o jurídicos. En estos aspectos su situación era similar a la de un esclavo, aunque fuera la dueña que dirigiera y gobernara la casa con autoridad. Desde su infancia permanecía recluida en casa y tenía que vivir lejos de las miradas de los hombres, incluso de los de su familia. En su educación, impartida siempre por una mujer, lo único que aprendía eran actividades propias de su sexo: cocinar, bordar,... y las más afortunadas, algo de música, lectura y cálculo. Se casaban a una edad muy temprana y era su padre o tutor el que elegía el marido. El matrimonio no era un acto de amor, era un medio para tener hijos varones que perpetuasen el culto familiar.

            En Esparta, las mujeres gozaban de mayor libertad. Ellas practicaban, igual que los muchachos, ejercicios gimnásticos y eran las únicas de toda Grecia que podían asistir a los Juegos Olímpicos. Una vez casadas, se encargaban del gobierno de su casa sin quedar recluidas en ella.

            En Lesbos, las jóvenes recibían una educación en la que la música y la poesía ocupaban un lugar preeminente. Por ello no nos extraña que surgieran poetisas como  Erina, Corina y Safo, que fundó en Mitilene, capital de Lesbos, una escuela de poesía para   muchachas, cosa impensable en una sociedad como la ateniense.         

            La antigua Roma era en gran medida un mundo de hombres; la función más importante reservada a la mujer consistía en gestar y criar nuevas generaciones de ciudadanos romanos. A diferencia de los hijos varones, tras concluir la enseñanza primaria, las niñas abandonaban la escuela y permanecían en sus hogares, donde la madre o un esclavo capacitado para ello se encargaba de continuar su educación.

            Los matrimonios  eran concertados por los padres de los jóvenes y solían celebrarse a una edad muy temprana. La edad legal mínima para contraer matrimonio era doce años para las mujeres y de catorce para los hombres; la mayoría de las muchachas se convertían en esposas antes de cumplir los dieciséis.

            Como sucede en la actualidad en muchas culturas no occidentales, la mujer y el marido apenas se habían visto antes del casamiento. Sin embargo, no hay razón para creer que esta costumbre condujera normalmente al fracaso matrimonial.

            Podía divorciarse con facilidad, bastaba con el simple argumento de un marido insoportable, y recuperar la dote que había aportado al matrimonio, lo que ponía a una mujer rica en una posición de fuerza.

            Aunque la vida de las mujeres romanas puede parecernos hoy limitada y aburrida, no era muy distinta a la de nuestras abuelas en la primera mitad del siglo XX. Eso no significaba, sin embargo, que carecieran de influencia ni que se ignorara el papel que desempeñaban en la sociedad.

            Los monumentos funerarios muestran con frecuencia a los esposos acompañados por sus hijos: la familia constituía la norma en la sociedad romana, y muchas mujeres encontraban la plenitud  cuidando de ella. No todas las tareas que realizaban eran aburridas. Tejer era un arte creativo que requería habilidad y la administración de la casa era un trabajo de responsabilidad.

            Por otra parte, las mujeres gozaban de plena libertad para ir a donde quisieran. Siempre que las escoltara un hombre, un esclavo, por ejemplo, podían acudir a las tiendas, visitar los templos y frecuentar los festivales y espectáculos públicos que se celebraban con regularidad. Asistían también a los banquetes acompañadas de sus maridos. De hecho, a pesar de las leyes que ponían límites a ciertas parcelas de sus vidas, no llevaron una vida muy diferente de la de otras mujeres occidentales hasta el movimiento de liberación femenina del siglo XX.

            La historia de Roma está llena de nombres de mujeres procedentes de clases altas que se hicieron célebres gracias a su fuerte personalidad. La mujer, la madre o la hermana de un político podía ejercer una influencia considerable poniendo en juego sus contactos. Muchas mujeres romanas poseían una educación esmerada y una gran inteligencia.

                  

 

                                                     Mª José Morata Céspedes

                                                              Dpto. de Clásicas

 

                                                        

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BASTI  TARDO-ROMANA

 

 

 

           El pasado 27 de febrero celebrábamos en el Instituto el día de Andalucía, pero la Andalucía actual, que recoge la herencia de otras Andalucías del pasado, es un punto clave por sus aportaciones a la historia de España y de la humanidad.

            La palabra “Andalucía” existe desde hace bastante tiempo. No siempre, sin embargo, se conoció por este nombre. Para los romanos era la Baetica, para los visigodos Vandalia. Los árabes llamaban Al-Andalus a todo el territorio peninsular bajo su dominio y sólo cuando éste quedó reducido aproximadamente a lo que hoy es Adalucía se puede pensar en la identificación de ambos términos. Pero antes de los romanos, visigodos o árabes, muchos otros pueblos tuvieron su asentamiento en el territorio andaluz: cartagineses, fenicios y griegos, la cultura de El Argar en Almería o la Tartessos en la desembocadura del Guadalquivir. Así pues, el solar andaluz ha sido poblado, colonizado, civilizado por muchos y variados pueblos. Su historia es rica en acontecimientos, desde la prehistoria y la antigüedad hasta hoy día. Una historia que naturalmente no se da como hecho aislado, sino en relación con otros territorios del Mediterráneo y del Atlántico de África y de Europa.

           El conjunto arqueológico de Basti se sitúa junto a la actual Baza. Comprende grandes dimensiones en el que se incluyen la ciudad, tres necrópolis ibéricas, una pequeña aldea tardo-romana, varios cortijos ibéricos y romanos y alquerías medievales, convirtiéndose así en un centro de gran importancia desde el punto de vista arqueológico. El hábitat fue fundado hacia el siglo IX a.C., convirtiéndose en el siglo VI a.C. en una de las ciudades ibéricas fortificadas más importantes del sureste de la Península Ibérica. En el siglo IV a.C., el desarrollo de la cultura ibérica estaba en uno de sus más brillantes períodos artísticos, ofreciendo las necrópolis ibéricas de Basti algunos de los mejores ejemplos de la escultura ibérica que se conocen actualmente en España, la Dama y el Guerrero.

            A lo largo de su desarrollo recibió influjos de distintas civilizaciones mediterráneas, como fenicios, griegos, cartagineses, que fueron dejando su impronta entre los bastetanos.

            Tras la conquista romana, la ciudad se mantuvo dentro de los principales canales de comercio, intercambiando productos con Italia, Galia o el Norte de África, y es a partir del siglo IV d.C., cuando la ciudad entra en una profunda crisis abandonándose los grandes espacios públicos: termas, templo, foro,...

            Hacia el año 577 d. C. fue escenario de una decisiva batalla entre visigodos y bizantinos, quienes intentaban controlar las tierras del sur de Hispania.

            El conjunto arqueológico de la antigua ciudad de Basti, situada en el Cerro Cepero, conserva una parte de la muralla ibérica, la planta completa de una casa romana, una fuente pública (ninfeo) y otros edificios públicos como las termas, un templo y los aledaños del foro de la ciudad. La ciudad tuvo varias necrópolis ibéricas. La más importante, la del Cerro del Santuario, nos muestra unos enterramientos  en cámaras subterráneas de pequeñas dimensiones y con un ajuar muy variado, destacando cerámicas de origen griego, pero, sin duda, la pieza más importante es la figura sedente de la Dama de Baza.

 

 

                   

              (Casa romana)                                           (Termas romanas)

 

 

 

                

            (Templo romano)                                                            

                                                            (La Dama de Baza en su descubrimiento 1971)

 

 

             Las recientes excavaciones en el conjunto arqueológico de Basti, dirigidas por los  arqueólogos D. Andrés Adroher y D. Lorenzo Sánchez, han arrojado información sobre un período prácticamente desconocido hasta ahora: la época visigoda.

             Desde inicios del siglo V la Península Ibérica se ve sucesivamente invadida por pueblos bárbaros procedentes del centro de Europa: suevos, vándalos y alanos. Ante la incapacidad para frenar estas avalanchas, en el 416 Roma busca la alianza de otro pueblo algo más romanizado, los visigodos.

            Ya en el siglo VI, tras la caída del Imperio Romano, las comunidades hispano-romanas se amoldan a estos nuevos pueblos, de costumbres semejantes, aunque su presencia acabará imponiendo algunos nuevos modelos fiscales, jurídicos e incluso religiosos.

            En la campaña arqueológica del 2006, se ha producido un hallazgo que confirma lo señalado por las fuentes históricas sobre un aspecto muy preciso de la Basti visigoda, como es la existencia de un obispo en Baza que participó en el Concilio IV de Toledo en Diciembre del año 633.

 

       (Inscripción visigoda sobre un altar de mármol, perteneciente al obispo bastetano Eusebio)

                   

                                         

                                                       (Cimacio visigodo)

 

 

             Las actas del concilio citan entre los prelados asistentes al obispo Eusebio de Baza, que suscribió las disposiciones de dicho concilio con estas palabras: Eusebius ecclesiae Bastitanae episcopus subscripsi (Eusebio, Obispo de la Iglesia bastitana, suscribí).

             En una prospección superficial próxima al Cerro Cepero se localizó una pieza labrada en mármol, en cuyo frontal aparecían los restos de una inscripción que decía:

 

…BIVS  AEPISCOPVS   O M N I V M…

 

            Tras meses de investigación, los arqueólogos determinaron que esta inscripción se refería al Obispo Eusebio del Concilio IV de Toledo. Esta pieza era  un fragmento del ara (altar) de época visigoda, similar a otras aparecidas en la Península Ibérica.         

            Estos hallazgos y otros se pudieron ver en una exposición que tuvo lugar en el mes de julio de 2006 en Baza con el título “EL OCASO DE BASTI”, llevada a cabo por el CEAB (Centro de Estudios de Arqueología Bastetana).        

 

 

 

                                                      Mª José Morata Céspedes

                                                              Dpto. de Clásicas

 

 

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© María José Morata Céspedes

Jefe de Departamento de Clásicas en el I.E.S. "P. Jiménez Montoya" de Baza.

 

 

 

 

 

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