Foro de Realidad y ficción

 

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Foro hegeliano

 

TEXTOS sobre Hegel

 

Eusebi Colomer:

El pensamiento alemán de Kant a Heidegger, tomo II. Ed. Herder 

Extracto:

 

Es en el seno del propio pensamiento, del pensamiento reflexivo, donde surge lo universal, lo que es válido para todos y se revela a la conciencia la verdadera naturaleza del objeto. Es también en el pensamiento reflexivo donde surge la libertad.

 

“La tendencia a encontrar entrambos [el ser y la nada] un significado determinado es esta necesidad que obliga a ir más allá del ser y de la nada, para darle un significado verdadero, es decir, concreto” (Hegel, Encilopledia I).

 

Un primer paso en este camino es la noción de devenir (la unidad del ser y de la nada).

Lecciones sobre la Filosofía de la Historia: “Es un gran resultado el haber reconocido que el ser y la nada no son más que abstracciones sin verdad, que la primera verdad es el devenir. El entendimiento aísla a ambos como verdaderos y valederos; la razón, en cambio, reconoce al uno en el otro, reconoce que el uno se contiene el otro, y así el todo, lo absoluto, debe ser determinado como devenir”.

 

Sin embargo, la noción de devenir no supera todavía a la vaciedad que caracterizaba las nociones del ser y de la nada. Por ello, a la postre, el devenir ha de ser también superado. El resultado es el ser–ahí o ser determinado (Dasein).

Dado que el ser determinado es siempre esto y no aquello, incluye la referencia a otro. La determinación al cualificar cada cosa en su ser la limita.

 

Cada ser determinado encuentra su límite en otro. Sin embargo, la relación de lo uno con los muchos no se agota en ese recíproco excluirse. También hay atracción porque tienden a la unidad: hay equilibrio.

 

El ser determinado ha sido superado en su inmediatez y lo que queda es el substrato que está en su base, es decir, la esencia. (Wesen).

Con el paso del ser a la esencia entramos en el ámbito de la categoría de la reflexión.

 

Ahora bien, la reflexión en Hegel significa no sólo el conocimiento reflejo que penetra en el fondo de las cosas, sino también el conocimiento relacional, la concepción de algo no tanto en sí mismo, cuanto en relación consigo mismo o con alguna otra cosa.

 

“El pensamiento se desprende de lo inmediato, realiza un cierto retroceso respecto de él, el rodeo de la reflexión que nos permite aprehender no tan sólo las cosas, sino también las relaciones”. Este movimiento aparece como una mera actividad del conocimiento. Pero en realidad “esta marcha es igualmente la del ser mismo que se interioriza por su naturaleza y se convierte en esencia mediante ese ir dentro de sí mismo” (Lógica). La reflexión tiene, pues, en Hegel un significado objetivo u ontológico, tanto como personal y subjetivo.

 

La esencia como fundamento de la existencia

El ser fundado por la esencia es la existencia. Hegel la concibe como la inmediatez recobrada, “la unidad inmediata de la reflexión en sí y de la reflexión en otro”.

La identidad de esencia y apariencia, de lo interior y de lo exterior constituye la realidad efectiva (Wirklichkeit)

Hegel entiende por realidad efectiva (wirken = actuar) la esencia plenamente realizada y actualizada ahora y aquí. Hegel subraya el carácter concreto e inmediato, de existencia ahora y aquí, en un contexto lleno de condiciones, de lo real.

En esta categoría de “realidad”, la esencia es posibilidad y la existencia contingencia.

 

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El lenguaje de la lógica y la lógica del lenguaje

Felix Duque

Volumen 8 de la Historia de la filosofía de Akal: Filosofía Moderna. La era de la crítica.

 El lenguaje de la Lógica

 

            El verdadero lenguaje de la Lógica de Hegel no está en los sustantivos sino en las partículas. Dialécticamente hablando, los que nos han sido legados al presente han de ser resueltos y disueltos en sus articulaciones a través de las preposiciones, adverbios, prefijos y sufijos y, sobre todo (algo que no se dice expresamente pero que se “intuye”), mediante una cuidadosa y medida gradación de las partículas y los verbos.

            Es este empleo constante y fijo de las partículas –y lo que es más importante: de distingos, precisiones, suaves transiciones o cortes abruptos– lo que constituye el eje de la movilidad de las determinaciones lógicas: el “bastidor” sobre el que ellas van tejiendo la trama, mientras que la urdimbre está formada por las nociones del entendimiento (o sea, por términos coloquiales que, sin dejar de serlo, han adquirido además un rango científico y filosófico).

            Esta red sintáctica invariable (que pasa normalmente desapercibida en una primera lectura) es la que permite el establecimiento del Sistema de la razón pura como una sola unidad siempre recurrente; ella es la relevante, y no los sustantivos o verbos con valor “propio” (en cambio los verbos auxiliares, de dicción, introductorios o de anticipación, etc., son los que adquieren trascendencia lógica).

            ¡De esa red lingüística, de su valor sintáctico, y también de sus limitaciones, trata de veras la Lógica!

            Gracias a esta textura móvil se van alterando los significados de las nociones según la ley y el contexto (por el emplazamiento lógico en que estén ellas ubicadas, según el libro, la sección, etc.). Sólo que esa variación conduciría a un progreso al infinito si las partículas y su empleo gradual no fuesen constantes. Es el carácter invariable de la sintaxis y su empleo lo que permite la movilidad semántica.

            Lo “Lógico” es lo que pone en movimiento lo “metafísico”.

 

            Una lógica del lenguaje

            Pero además de un lenguaje propio de la lógica, la Lógica de Hegel, presenta una lógica del lenguaje, al hilo de la distinción entre “representación” y “pensar”.

            El objetivo de Hegel es hacer aparecer, a través del examen del valor lógico del lenguaje, aquello que dota de sentido al pensar y obrar humanos (“lo Lógico”).

            No es el pensar el que está “encerrado” en el lenguaje, sino más bien éste el englobado y delimitado por el pensar, como si éste fuera su propia piel o borde. Un borde osmótico “hacia dentro”, que infunde alma y vida al lenguaje.

            Mas esa clausura del lenguaje en el pensar (obligado como está aquél por éste a dar “de sí” más de lo que él puede) es en el acto la apertura del pensar en la naturaleza (el lado “externo” del lenguaje). Y ello significa algo decisivo: acabamos de presentar tácitamente un silogismo cuyo término medio y límite axial es el “pensar” (lenguaje– pensar– naturaleza). Por consiguiente, el pensar no tiene entidad propia separado del lenguaje (en el que se habla, por lo pronto, de un modo “natural”) o sea de la naturaleza (de la cual surge al cabo un ser “lingüístico”, capaz de hablar, entre otras cosas, del pensar).

 

 

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