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  Realidad y ficción  Revista Lindaraja. Revista de estudios interdisciplinares  ISSN:  1698 - 2169  
 

 

Revista Lindaraja

 

 

Razón poética

 

 

 

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Razón poética

Pensamiento y poesía en Heidegger y Hölderlin. Gadamer

Las virtudes del pájaro solitario. José Ángel Valente.

Tiempos de crisis. María Zambrano

 

 

HEBEL - EL AMIGO DE LA CASA

 

Conferencia de Martin Heidegger

Fragmentos

¿Quién es Johann-Peter Hebel? El camino que podría llevarnos directamente a responder a esta pregunta sería sin duda dejarnos contar la vida de este hombre. Quizás escuchamos todavía el nombre de Johann-Peter Hebel aquí y allá en la escuela primaria. Conocemos algunos de sus poemas en el libro de lectura y retenemos más o menos uno u otro en la memoria. El nombre de Johann-Peter Hebel viene también a nuestros oídos al leer alguna de sus “historias de calendario”.

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Únicamente descubriremos lo que él tiene en miras cuando sepamos quién es el verdadero Amigo de la Casa.

Aunque esto nos sorprenda, este no es de ninguna manera Hebel. ¿Quién es entonces? Hebel mismo nos da la respuesta en un pasaje significativo de sus Consideraciones sobre la estructura del mundo. Si prestamos atención a lo que hay en este pasaje de característico, encontramos que nos da una orientación decisiva en nuestro intento de pensar la esencia del Amigo de la Casa a partir de la casa del mundo. El pasaje en cuestión se encuentra al final de las consideraciones sobre la Luna. He aquí lo que dice en él:

 “En octavo y último lugar, ¿qué hace entonces exactamente la luna en el cielo? Respuesta: lo que le hace a la tierra. Es cierto que ella ilumina nuestras noches con su dulce luz, que es el reflejo de los rayos solares, y que contempla a los muchachos besar a las muchachas. Es ella, verdadero “Amigo de la Casa” y primer hacedor del calendario de nuestra tierra, el general en jefe de todos los serenos cuando los demás duermen” (Betrachtung ueber das Weltgebauede. Der Mond 1, pp. 326 ss.).

El verdadero “Amigo de la Casa” de la tierra es la luna. ¿Quién osaría expresar sucintamente y, por esta misma razón, con palabras inevitablemente desprovistas de fineza, lo que aquí aparece como la característica del Amigo de la Casa? Hebel, el terrestre .Amigo dé., la Casa, aporta con su decir, lo mismo que la luna con su brillo, una dulce luz. La luna alumbra nuestras noches. Pero la luz que aporta, no la alumbra por sí misma. No es más que el reflejo de aquélla que ha recibido previamente de su sol, cuyo esplendor ilumina al mismo tiempo la tierra.

El reflejo del sol, que la luna suaviza y remite a la tierra, constituye, en su calidad de reflejó, la imagen del decir poético confiado al Amigo de la Casa. Así iluminado, éste repite entonces lo que le ha sido confiado a quienes habitan la tierra con él. En todo cuanto dice, el Amigo de la Casa salvaguarda lo esencial a que se remiten los hombres en cuanto habitantes (de la tierra) , pero sobre el que se adormecen, sin embargo, muy fácilmente.

Lo mismo que la luna, general en jefe de los serenos, el Amigo de la Casa .permanece en vela durante la noche. Vela el buen reposo de los habitantes, atento a lo que puede amenazarlos y turbarlos.

Primer hacedor del calendario, la luna predetermina , el curso de las horas y del tiempo. Así el decir poético precede a los mortales en el camino que recorren del nacimiento a la muerte.

El Amigo de la Casa mira a los muchachos besar a las muchachas. Su mirada es maravillosa, no es aquella de un espectador indiscreto. Vela para que sea acordado a los enamorados el claro de luna, esa dulce claridad que no es puramente terrestre ni celeste sino que depende a la vez de las dos, de la una y de la otra, constituyendo originalmente sólo una.

Al contemplar la luna, Hebel nos hace descubrir la esencia del Amigo de la Casa. Camino y estancia, actitud y porte del Amigo de la Casa. son un solo y el mismo reflejo que, particularmente discreto en su vigilancia, dota a todas las cosas de un nimbo de dulce luz, apenas perceptible.

A esto corresponde lo que Hebel, a titulo de Amigo de la Casa, dice de sí mismo. Este pone aquí y allá en sus relatos y consideraciones un “pequeño grano de oro” (II, 99) . “Pues el Amigo Renano de la Casa va y viene con asiduidad a lo largo del Rin, mira a través de más de una ventana sin que se lo vea, se sienta en más de un albergue sin que se lo reconozca y realiza con muchas buenas gentes una o dos caminatas dominicales sin hacerse reconocer”.

En esta forma, el Amigo de la Casa piensa por consiguiente mucho más de lo que dice a su amigo lector y calla lo que tiene verdaderamente que decir. Como lo escribe al final de una de sus historias de calendario (II, 164) : “El Amigo de la Casa tiene su opinión sobre este tema, pero no la dice”. Ciertamente, el Amigo de la Casa sabe igualmente a quién se dirige su decir: a la “gran feria del mundo y de la vida” (II, 172) . “No se presta al principio gran atención a las idas y venidas de los unos y los otros, hasta que se encuentra finalmente en medio de gente absolutamente distinta a aquella con que se encontraba al comienzo”.

El Amigo de la Casa sabe también claramente que la vida de los mortales está esencialmente determinada y sostenida por la palabra. Hebel escribe en una carta fechada en septiembre de 1808: “Una gran parte de nuestra vida es el recorrido más o menos agradable o desagradable de un laberinto de palabras, y la mayor parte de nuestras guerras son (...) guerras de palabras” (Briefe, p. 372) .

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 El que la naturaleza técnicamente dominable de la ciencia y la naturaleza natural de la habitación humana se aparten entre sí, se separen como dos terrenos extraños y que se huyen con una constante aceleración, es algo digno de ser considerado como un problema, un problema cuyo nombre exacto todavía no conocemos.

El que la naturaleza calculable se apodere, en cuanto mundo presuntamente verdadero, de toda reflexión y aspiración del hombre, que transforme y endurezca el pensamiento humano para hacerlo pensamiento puramente matemático, es albo digno de ser considerado como un problema.

El que la naturaleza natural caiga en la nulidad de una creación imaginaria y no toque ni siquiera ya a los poetas, es algo digno de ser considerado como un problema.

El que la poesía misma no pueda ser ya una forma determinante de la verdad, es algo digno de ser considerado como un problema.

Todo lo que precede puede igualmente enunciarse así: erramos hoy en una casa del mundo a la que falta el Amigo de la Casa, ese amigo precisamente cuyo apego al mundo construido técnicamente y al mundo en cuanto casa concebida para una Habitación más auténtica, es igualmente profundo. Falta este Amigo de la Casa capaz de poner .la calculabilidad y la técnica de la naturaleza al abrigo del misterio manifiesto de una naturalidad de la naturaleza que seria entonces de nuevo experimentada.

Sin duda este Amigo de la Casa hace campesino el universo. Pero este “hacer campesino” tiene el carácter de una construcción tendiente hacia una habitación humana más auténtica.

Es menester para esto constructores que sepan que el hombre no vivirá de la energía atómica sino que podrá cuando más perecer -es decir-, que perderá su esencia inclusive si esta energía atómica es empleada únicamente para fines pacíficos, mientras esos fines pacíficos continúen siendo los únicos decisivos para toda ambición y toda determinación humanas. Ante esta situación, los verdaderos constructores piensan que el simple hecho de vivir no es todavía habitar: pues el hombre, cuando habita, “habita”, de acuerdo con la frase de Hölderlin, “poéticamente sobre esta tierra”.

Johann-Peter Hebel es poeta bajo los rasgos del Amigo de la Casa. Es evidente que ya no podemos, actualmente, retornar al mundo vivido por Hebel hace un siglo y medio, ni a la rusticidad integral de esta época, como tampoco a su conocimiento limitado de la naturaleza.

Pero podemos estar atentos al hecho y a la manera en que la poética de la habitación humana tiene necesidad del poeta, siendo éste, en un sentido elevado y amplio, el amigo de la casa del mundo.

Podemos entrever aquello a lo que Johann-Peter Hebel alude cuando piensa al poeta como siendo el Amigo de la Casa, es decir aquel que “conduce al lenguaje” la , casa del mundo concebido para habitación de los hombres.

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Pero el lenguaje es un camino, un puente que une la profundidad de lo sensible absoluto con la elevación del espíritu más audaz.

¿En qué medida? La palabra del lenguaje suena y resuena en la sonoridad verbal, se ilumina y brilla en la escritura. Sonido y escrito son, en efecto, sensibles al enunciarse y aparecer siempre un sentido. Sentido sensible: la palabra mide la extensión del espacio comprendido entre tierra y cielo.

Gracias al lenguaje permanece abierto el campo en que el hombre habita la casa del mundo, sobre la tierra, bajo los cielos.

Podemos experimentar el lenguaje como siendo esos caminos y revueltas que recorre, con el espíritu lúcido, Johann-Peter Hebel, el poeta. Podemos, si buscamos ligarnos amistosamente con quién, por ser poeta, es el amigo de la casa del mundo: con Johann-Peter Hebel, el Amigo de la Casa.

  Martin Heidegger

 

 

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