REALIDAD Y FICCIÓN                                                                          LECTURA, COMENTARIO, CREACIÓN Escríbenos

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 KANT

  HEGEL

 
     Adjunto el texto de Kant con el que el filósofo concluye su Crítica de la razón práctica, en donde se había planteado las cuestiones relativas a la acción, la ética y la libertad.
   

 

Kant, conclusión a la Crítica de la Razón práctica

 

Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes, cuanto con más frecuencia y aplicación se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí. Ambas cosas no he de buscarlas y como conjeturarlas, cual si estuvieran envueltas en obscuridades, en lo tras­cendente fuera de mi horizonte; ante mí las veo y las enlazo inmediatamente con la consciencia de mi existencia.

La primera empieza en el lugar que yo ocupo en el mundo exterior sensible y ensancha la conexión en que me encuentro con magnitud in­calculable de mundos sobre mundos y sistemas de sistemas, en los ilimitados tiempos de su periódico movimiento, de su co­mienzo y de su duración.  

La segunda empieza en mi invisible yo, en mi personalidad, y me expone en un mundo que tiene verdadera infinidad, pero sólo penetrable por el entendimiento y con el cual me reconozco (y por ende también con todos aquellos mundos visibles) en una conexión universal y necesaria, no sólo contingente como en aquel otro.  

El primer espectáculo de una innumerable multitud de mundos aniquila, por decirlo así, mi importancia como criatura animal que tiene que devolver al planeta (un mero punto en el universo) la materia de que fue hecho, después de haber sido provisto (no se sabe cómo) por un corto tiempo de fuerza vital.  

El segundo, en cambio, eleva mi valor como inteligencia infinitamente por medio de mi perso­nalidad, en la cual la ley moral me descubre una vida indepen­diente de la animalidad y aun de todo el mundo sensible, al menos en cuanto se puede inferir de la determinación conforme a un fin que recibe mi existencia por esa ley que no está limitada a condiciones y límites de esta vida, sino que va a lo infinito.  

Pero admiración y respeto pueden, sí, incitar a la investigación, pero no suplir su falta. ¿Qué hay, pues, que hacer para instaurar ésta de una manera útil y adecuada a la elevación del objeto? […] 

[…] como suele ocurrir a los adeptos de la piedra filosofal, prometen, sin investigación metódica ni conocimiento de la naturaleza, te­soros de ensueño y despilfarran los verdaderos. En una palabra, la ciencia (buscada con crítica y encarrilada con método) es la puerta estrecha que conduce a la teoría de la sabiduría, si por ésta se entiende no sólo lo que se debe hacer, sino lo que debe servir de hilo conductor a los maestros para abrir bien y con conocimiento el camino de la sabiduría que todos deben seguir y preservar a los otros del error; ciencia ésta cuyo guardián debe ser siempre la filosofía […]

                                         (Kant, conclusión a la Crítica de la Razón práctica)

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El flujo de una melodía armónicamente escandida.

Félix Duque

 

            Felix Duque en su estudio[1] sobre la Lógica de Hegel nos dice unas cosas que suenan raras, rarísimas si las comparamos con la imagen que tenemos del pétreo filósofo del sistema: 

            “El elemento del Concepto (que Hegel llama “lo Lógico”) es la abstracción determinada de todos los ámbitos del saber (no en sus peculiaridades, sino en sus leyes y principios) constituidos en una determinada época (el presente), enraizados en un pueblo histórico en estrecha conexión con otros y con el pasado común (la Historia Universal), y expresados en un lenguaje evolucionado y cultivado. Y a la inversa: podemos hablar de ámbito científico, de época, de pueblo, de Historia y de lenguaje porque hemos articulado esa totalidad de sentido en un Todo de verdad. De ahí la paradójica intemporalidad móvil de la lógica: el método se va robusteciendo y estrechando, refinándose cada vez más, según se suceden conocimientos y acontecimientos sociopolíticos y religiosos. La Lógica es una abstracción que rezuma vida.”

            La Lógica es un tejido móvil y vivo, el flujo de una melodía armónicamente escandida[2]. En la Fenomenología del Espíritu encontramos un ejemplo muy claro de este flujo: las formas se conducen entre sí, dice Hegel, como en una planta el capullo, la flor y el fruto. Parece que se tratase de momentos distintos y sucesivos, cuando en realidad se dan tan sólo como movimientos en contraposición. El capullo lo es “de veras” cuando desaparece en la floración (no en la flor como si se tratara de cambiar una pieza mecánica por otra); y la flor lo es cuando el fruto en su “fructificar” “define a la floración como una falsa existencia de la planta”. La planta en su integridad es ese movimiento, en el que “las formas no se limitan a diferenciarse entre sí, sino que se expulsan también unas a otras, como incompatibles entre sí. Pero su naturaleza fluida las convierte al mismo tiempo en momentos de la unidad orgánica, en donde no sólo no están ya en conflicto, sino que la una es tan necesaria como la otra, de modo que esta igual necesidad constituye por primera vez la vida del Todo. […] No existe la planta y además el capullo, la flor y el fruto, sino que este último es el resultado de la negación del primero por la acción de la segunda; y, en este sentido especulativo, el fruto es la verdad de la planta o, lo que es lo mismo, la planta en su verdad.

 

[1] Félix Duque, en el volumen 8 de la Historia de la filosofía de Akal: Filosofía Moderna. La era de la crítica.

 

Breve comentario: 

            Este texto tan abstruso de la Lógica de Hegel y los comentarios a los que ha dado lugar me sugieren la relación entre el contexto y lo universal de los que hablábamos a partir de las palabras de Boudon (“fundamentación de la ética”, “origen de los valores”). Pero también, a la manera de una figura geométrica que sirve de analogía para explicar algo, me habla del proceso de la vida, de la progresiva construcción del sujeto humano (por tanto de la memoria y de su poder en la “arquitectura” del “yo”, si es que podemos hablar así), de la interrelación, de la historia.

            Me recuerda la lucha perpetua entre el lenguaje y el pensamiento: éste lidia consigo mismo y con el mundo para articularse y comprender, y, después (o al mismo tiempo, porque quizá necesitamos al pobrecito lenguaje para poder pensar) la lucha titánica por expresar lo que apenas hemos vislumbrado.

            Me produce respeto el empeño incansable de Hegel por armonizar la abstracción y lo determinado: abrir desde el presente un vórtice, que arrastre desde el ser concreto del aquí y del ahora a la totalidad. Un punto–agujero que se hunde y regresa, y, a manera de radios, conduce a todas las direcciones que forman una imaginaria esfera infinita.

Una línea nos conduce a la unidad (nunca conseguida) en la que cada etapa (o punto, o hito) engendra a la siguiente en nuestra vida personal, en la que nuestra historia que “se hace” al poner en práctica la fuerza de la narración de sí misma (porque ahí está la unidad del presente con el pasado y con el futuro). Otro radio nos llevará a tratar la interrelación, el nivel social, otro el contexto y lo universal…

 

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[1] En el volumen 8 de la Historia de la filosofía de Akal: Filosofía Moderna. La era de la crítica.

[2] “Escandida” significa en poética “estar bien medida”.

 

 

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