ÍNDICE
1. El humor, principio civilizador.
2. Teorías sobre el humor.
v
Aristóteles: conocimiento, creación y
catarsis.
v
Freud: la burla del superyo y
la liberación de pulsiones.
v
Kierkegaard: la ironía y el humor
como fuentes de superación.
3. Humor y sociedad.
4. Humor y valores morales.
Mediante el sentido del humor es posible efectuar
una pirueta con la que superar la habitual gravedad
de los acontecimientos, por trascendentes que estos
sean.
André Breton
O mejor
habría que decir el buen humor. Porque el
humor puede ser de muchos tipos. De hecho, la
palabra humor viene del latín (umor, -oris),
que significa cualquier líquido, en concreto los
líquidos del cuerpo humano, de donde se creía en la
medicina antigua que provenía el carácter de las
personas. Así, había individuos en los que
predominaba el humor bilioso, el melancólico… De
este modo, a la persona afable y feliz, de buen
carácter, se la pasó a caracterizar como de “buen
humor”.
Indagando en el origen de las palabras
nos encontramos siempre un sentido que va más allá
de vericuetos lingüísticos y nos lleva al mundo
mismo, al mundo humano, al mundo que construimos y
que nos fragua a su vez a nosotros mismos. La
persona de “buen humor” es una persona feliz,
equilibrada, física y anímicamente. El buen humor es
salud. Y aun cuando falta la salud del cuerpo, de la
que debe su nombre nuestro tema, el buen humor nos
ayuda a veces a curarnos, nos consuela, nos enseña
ese rostro amable de la vida que hace que ésta se
nos presente como digna de ser vivida, que nos
aferremos a ella. El humor, para el hombre, es más
que salud: es una pulsión vital.
Paul Auster
ilustra magistralmente esta intuición a través del
profesor Zimmer, protagonista de El libro de las
ilusiones (The Book of Illusions). Al
comienzo de la novela Zimmer describe su estado
depresivo tras la pérdida de su mujer y sus dos
hijos en un accidente de avión, y cómo volvió a la
vida cuando, por casualidad, vio un fragmento de
película de un hombre llamado Hector Mann, y por
primera vez en mucho tiempo se rió:
“Recuerdo muy poco de lo que me ocurrió aquel
verano. Durante varios meses, viví en una niebla
alcohólica de dolor y lástima de mí mismo, rara vez
moviéndome de casa, apenas molestándome en comer,
afeitarme o cambiarme de ropa (…). A finales de
septiembre o primeros de octubre, me soplaba más de
media botella de whisky todas las noches. Eso
mitigaba bastante mi capacidad de sentir, pero al
mismo tiempo me privaba de toda sensación de futuro,
y cuando alguien no espera nada, más le valdría
estar muerto (…). Así se me presentaban las cosas
cuando Hector Mann apareció inesperadamente en mi
vida. Yo no tenía idea de quién era, nunca me había
encontrado con una alusión a su nombre, pero una
noche, poco antes de que empezada el invierno (…)
por casualidad vi en la televisión un fragmento de
una de sus películas antiguas, y me hizo reír. Eso
quizá no parezca importante, pero era la primera vez
que me reía de algo desde junio, y cuando noté que
aquel inesperado espasmo me subía por el pecho y
cascabeleaba en mis pulmones, comprendí que aún no
había tocado fondo, que en cierto modo todavía
deseaba seguir viviendo (…). Como risa no fue
especialmente estentórea ni sostenida, pero me pilló
de sorpresa, y como no le opuse resistencia ni
tampoco me sentí avergonzado de mí mismo por haber
olvidado mi desgracia durante aquellos breves
momentos en que Hector Mann apareció en pantalla, me
vi obligado a concluir que dentro de mí había algo
que anteriormente no había imaginado, algo distinto
de la pura y simple muerte. No estoy hablando de
intuiciones vagas ni de una patética nostalgia de lo
que habría podido ser. Realicé un descubrimiento
empírico que llevaba consigo todo el peso de una
prueba matemática. Si conservaba la capacidad de
reír, es que no estaba completamente
insensibilizado. Significaba que el muro que había
puesto entre el mundo y yo no era lo bastante grueso
para impedir que algo se filtrase.”
EL HUMOR, PRINCIPIO CIVILIZADOR
El humor es un rasgo de
inteligencia que aparece exclusivamente en humanos y
en algunos primates.
Implica una superposición de mundos, que
contrastamos para crear el efecto cómico. El humor,
por tanto, no es posible sin la presencia del mundo
interior, de la interpretación de la realidad.
Trasciende la mera percepción de una realidad única
que define la vida de otros animales. Observemos el
siguiente chiste:
–Pepe, dame un beso. – No. – Pepe, anda, dame un beso. – ¡Que no! –
¡Pero Pepe, todas las parejas se besan! – ¡Pero no
las de la guardia civil!
El efecto
cómico estriba en escamotear información hasta el
final; el las frases iniciales damos por hecho que
habla una pareja de novios o esposos. Obviamente,
los chistes también tienen temporalidad: la
presencia actual de mujeres en la guardia civil
resta espontaneidad a este ejemplo. Este otro
resultará menos anacrónico:
Dos locos en un manicomio. Uno enciende una linterna
y le dice al otro: “¿a que no eres capaz de subir
por el rayo de luz?” “¡Sí, hombre, y apagas y me
caigo!”
El prehistoriador Steven
Mithen propone una teoría sobre la inteligencia
cognitiva que se aplica al humor. Según este autor,
la mente de los humanos primitivos tenía
inteligencias especializadas no comunicadas,
destinada cada una de ellas a un área específica de
conducta. En principio debían de ser al menos tres:
inteligencia social, inteligencia de la historia
natural e inteligencia técnica, y quizás una cuarta:
la inteligencia lingüística. Esta última sería una
inteligencia más general, capaz de abordar
pensamientos más complejos. De alguna manera, empezó
a manifestarse en la mente una comunicación entre
estas inteligencias encapsuladas, de modo que
“fluyeran ideas” entre ellas, debido a cambios y
mutaciones en el programa genético, para la
adaptación al medio. Esta misma teoría es defendida,
en términos similares, por el filósofo Dennett,
quien habla de una “conexión virtual” que permite
crear nuevos estratos de evolución y conocimiento.
La fluidez se manifiesta en planos de sentido, de
realidades o simplemente en planos lingüísticos o
idiomáticos. El humor sería una manifestación de la
fluidez cognitiva. Como ejemplo de la fluidez de la
inteligencia lingüística, veamos los siguientes
ejemplos:
– Un hombre, asombrado, ve a otro metido en un cubo
de basura. “¡¿Pero qué hace usted ahí?!” “Es que yo,
¡soy la monda!”
– Qué es el arte? Morirte de frío.
– Qué es una brújula? Una viéjula montada en una escóbula.
Como ejemplos de un idioma a otro valgan estos:
– Un macarra bailando con una extranjera dice: “I
love you…”
Ella responde: “I love you too…”
Y de nuevo el macarra: “I love you three…”
– “¿Es esta la academia de aprender inglés en dos semanas?”
“If, if. Between, between”.
No sólo se puede jugar con
el significante, también con el significado, dejando
patencia de la función cognitiva de la metáfora.
Ramón Gómez de la Serna nos ofrece multitud de
ejemplos de este uso, con un fin de mero
divertimento, en sus Greguerías. He aquí
algunas muestras:
– El edredón es la barriga de la cama.
– Las lentejas son los centimillos de la
alimentación.
– Las vacas escriben con el tintero de sus ojos el
poema de la resignación.
– En el café sin tostar se ve con desilusión lo que
tiene de garbanzo.
– El cocodrilo es una maleta que viaja por su
cuenta.
– El sándwich es la hipocresía del poco jamón.
– Las narices son los enchufes de las personas.
– Si entre las estrellas hubiese afición al fútbol, ¡adónde no
hubiese ido a parar la Tierra!
En el humor, como en el
arte, importamos rasgos de unas realidades a otras,
creando un efecto surrealista:
– Entra un punto en una fiesta de asteriscos, y ante
la estupefacción de todos exclama: “¿qué pasa, no me
puedo dar gomina?”
– Dos vacas haciendo ganchillo, dice una: ¡Muuuu! y
contesta la otra ¡Me lo has quitado de la boca!
Aquí el efecto chocante
surge del contraste entre lo normal y lo
extraordinario que se insertan en la situación: la
vaca que habla y su imagen haciendo ganchillo son
imbricados con toda naturalidad con lo único que le
es propio, que es el mugido.
Para entender el humor de
los chistes es necesario tener no sólo una
determinada concepción de la realidad, sino varias,
y un mecanismo de conocimiento basado en la
similitud. El lenguaje humano se caracteriza por ser
simbólico: creamos conocimiento comparando,
aplicando modelos de unos planos de realidad a
otros… El conocimiento es la más importante de las
facultades humanas, porque nos permite adaptarnos a
nuestro medio y es base de las demás, pero el hombre
no es sólo conocimiento, o no es sólo supervivencia.
El hombre se caracteriza por la búsqueda de la
felicidad, de un estado de placer, de bienestar,
anímico y espiritual. De ahí que el contraste de
planos y realidades se utilice no sólo para buscar
nuevos modelos cognitivos, sino también para crear
emociones: la poesía, el arte, la literatura en
general. En el tema que nos ocupa, el contraste de
planos de realidad y la comparación o contrastación
entre ellos se manifiesta en los efectos
surrealistas, la ocultación o la exageración. Valga
el siguiente ejemplo:
Comentando un parto múltiple: ¡Aquello parecía la salida del fútbol!
TEORÍAS
SOBRE EL HUMOR O LO CÓMICO
Aristóteles:
conocimiento, creación y
catarsis
Aristóteles es, probablemente, el primer autor que
plantea un estudio sobre lo risible. Sus
planteamientos se insertan en sus estudios sobre el
arte, esto es, la capacidad de creación humana, en
la Poética (poíesis
= creación). El Estagirita explica el arte como
mimesis (recreación o imitación). Esta capacidad
de imitación es propia de los humanos y nos
distingue de los animales: “…aquellas cosas mismas que miramos en su ser con horror, en sus
imágenes al propio las contemplamos con placer, como
las figuras de fieras ferocísimas y los cadáveres.
El motivo de esto es que el aprender es cosa muy
deleitable, no sólo a los filósofos, sino también a
los demás, dado que éstos por breve tiempo lo
disfrutan.”
Aristóteles afirma que el hombre es el único animal
que ríe; Bergson añade que también es el único que
hace reír.
Estas teorías las aplicará a lo risible. Si en la
tragedia se retrata el comportamiento de hombres
superiores (los héroes) en la comedia, al contrario,
se retratan hombres inferiores.
“La comedia es, como hemos dicho, mimesis de
hombres inferiores, pero no en todo el vicio, sino
lo risible, que es parte de lo feo; pues lo risible
es un defecto y una fealdad, sin dolor ni daño, así,
sin ir más lejos, la máscara cómica es algo feo y
retorcido sin dolor”.
Hay que aclarar aquí que el concepto de mimesis
(imitación) que utiliza Aristóteles difiere del de
Platón: para el Estagirita el arte no es una mera
copia de la naturaleza, sino de su poder creador.
Pero no es sólo en la Poética donde trata
aspectos de este tema. En Sobre las partes de los
animales analiza algunos aspectos fisiológicos
de la risa, y en la Retórica habla del humor
o la risa como un arma que puede resultar muy
poderosa en los debates: “A propósito del ridículo,
dado que parece tener alguna utilidad en los debates
y que conviene –como decía Gorgias, que en esto
hablaba rectamente– «echar a perder la seriedad de
los adversarios por medio de la risa y su risa por
medio de la seriedad»” (un ejemplo de este uso queda
ilustrado en la serie de ‘Ally McBeal’ con el
personaje de “Bizcochito”, un abogado que
recurre a trucos como tics, toses, payasadas de todo
tipo para desacreditar el discurso de su
adversario). Aquí también alude a las “especies” de
la risa: la ironía, por ejemplo, es más propia del
hombre libre que la chocarrería, “porque el irónico
busca reírse él mismo y el chocarrero que se rían
los demás”.
La originalidad y el valor de la obra de Aristóteles
reside no sólo en que aplica su genial capacidad
analítica y su discernimiento a éste, sino también
en que la risa no ha sido muy comúnmente valorada
como objeto de estudio. Durante la Edad Media cayó
en franco descrédito, y sólo en el Renacimiento,
cuando el hombre vuelve a apreciar los goces y
bondades de la vida, se retoman algunos enfoques,
tanto teóricos como literarios. Destaca un tratado
de Laurent Joubert, médico francés, autor de un
hermosísimo Traité du ris (1579).
Este autor considera la risa como un don otorgado
únicamente al hombre, porque es el único que se
preocupa de asuntos serios, y porque para reír hace
falta conocimiento e imaginación. Pero la principal
causa de que sólo el hombre ría es de carácter
fisiológico: la risa no forma parte de ninguna
facultad del alma, sino de la facultad sensitiva
(recordemos que, hasta Descartes, los sentidos
pertenecen al cuerpo), ya que la risa no siempre
sigue las órdenes de la voluntad; esa diferencia
fisiológica entre el hombre y los animales estriba
en la peculiar disposición del corazón (sede de las
pasiones y las emociones) y el diafragma (órgano de
la risa), que en el hombre se hallan unidos, de modo
que el corazón mueve directamente el diafragma, cosa
que no sucede en los animales. Subraya la
importancia del factor “distracción” y que la risa
sólo es posible cuando queda en suspenso nuestra
capacidad de compasión. La risa producida por lo
ridículo procede, según Joubert, del encuentro de
dos pasiones opuestas: la alegría o placer y la
tristeza, ya que “todo ridículo procede de fealdad e
inconveniencia, y el corazón, como contrariado por
tal incorrección, como sintiendo dolor, se encoge y
se aprieta”. También es necesario en lo risible que
haya algo novedoso e imprevisto. Se dice incluso que
Galeno utilizaba la risa como terapia, provocando
literalmente ataques de risa a sus pacientes.
Freud:
la burla del superyo y la liberación de
pulsiones
Conocida es la teoría freudiana sobre la
estructura anímica: las pulsiones básicas, Eros
y Thanatos, fuente dinámica del ello (Es),
se ven frenadas y censuradas por la moral arcaica
que representa el superyo (Überich).
El humor sería una de las formas que encuentra el
ello de liberar su tensión interior, creando un
ámbito en que el superyó resulta más
transigente. Los principios que rigen el desarrollo
de las pulsiones son dos: el principio de placer y
el de realidad. El primero mueve a la psique a la
búsqueda de satisfacción inmediata de las pulsiones,
mientras que el segundo modifica el anterior y
aplaza la satisfacción con rodeos y vericuetos, en
función de las circunstancias exteriores. En la
situación cómica, el yo no niega la realidad,
sino que la presenta ante sí tomando una cierta
distancia, de modo que pueda tolerarla y de este
modo enfrentarse a ella. Los chistes verdes o el
humor negro serían el más claro ejemplo de las
pulsiones Eros y Thanatos escapando a
la censura del superyo en el marco que ofrece
el artificio de la comicidad.
El chiste se distingue, dentro del
ámbito de lo cómico, por formarse mediante los
mismos mecanismos que los del sueño: el
desplazamiento y la condensación. Al igual que en el
sueño, la energía psíquica del ello burla la
censura del superyo y consigue acceder al
consciente. El placer que supone disfrutar de los
chistes consistiría, pues, en la liberación o
descarga de esa tensión psíquica.
Se puede observar cierta similitud o al
menos un punto en común en las teorías de Freud y de
Aristóteles: en ambas, el alma se caracteriza por
tener unas pasiones que luchan por liberarse, y
tanto la tragedia como la comedia (que podríamos
poner en relación con los principios de Eros
y Thanatos) tienen como misión purificar el
alma por medio de la catarsis, esto es, liberar la
tensión de sus pasiones por medio de un artificio en
que la realidad queda distanciada a la vez que
presentada frente a nosotros, siendo su
contemplación un arma que aplaza el dolor a la vez
que nos prepara para enfrentarlo.
Los sádicos, psicópatas y demás enfermos
agresivos, por ejemplo, carecen de sentido del
humor. Este tipo de personas no pueden o no saben
liberar su agresividad innata, y en vez de liberarla
por medio de ese aplazamiento que supone presentarla
frente a uno mismo, la descargan inmediatamente en
la realidad.
Kierkegaard: la ironía y el humor
como fuentes de superación
En su tesis
doctoral, Sobre el concepto de ironía con
referencia constante a Sócrates ( Om Begrebet
Ironi, 1841), Kierkegaard eligió como tema de
estudio una de las manifestaciones más intelectuales
del humor. Aquí avanzó ya la tesis de que la ironía,
tal como Schlegel la entendía y él veía
personificada en Sócrates, surge siempre en épocas
críticas para denunciar y destruir el orden vigente:
Atenas socrática, Renacimiento, Romanticismo. De
algún modo, según él, cumple un papel semejante al
de las fiestas carnavalescas que permitían
contemplar el otro lado de las cosas. Sócrates, que
según Kierkegaard simboliza admirablemente al
ironista romántico, atacó el orden social de Atenas
representado por los sofistas con una doctrina
marginal, la del “no sé nada”.
El verbo griego
e1urwneùmai
significa “disimular”. El que practica la ironía (e1irwneía)
dice menos de lo que piensa, oculta un planteamiento
y a la vez una intención, que consiste en provocar
una determinada reacción en el adversario,
generalmente hacerle decir algo o conducir su
pensamiento hacia una meta determinada. Sócrates
utilizaba el método de hacer como que no sabía sobre
algún tema y obligaba así a su contrincante a
opinar, desbaratando luego sus argumentos.
En el
Romanticismo la ironía se presenta como expresión de
la unión de elementos antagónicos en que ninguno se
reduce a otro, pero tampoco se funden completamente;
la ironía deja patente la tensión constante entre
ambos. Kierkegaard intenta, en su estudio sobre la
ironía, superar ambas concepciones: la clásica y la
romántica. La ironía conjuga lo trascendente con lo
contingente; supone la exigencia existencial de
conjugar dos ámbitos mutuamente inconmensurables.
Escindido entre dos reinos incompatibles, el ser
humano sólo puede consumar su humanidad asumiendo la
paradoja de su existencia, no tratando de resolverla
o evitarla. En estudios posteriores, dentro de su
teoría de los tres estadios del hombre, otorga a la
ironía y el humor la facultad de hacer avanzar al
hombre en sus estadios de desarrollo. El estadio
estético se caracteriza por lo puramente emocional y
hedonista, por la búsqueda inmediata de placer. El
estadio ético vendría a representar la razón, y el
religioso sería el propio del hombre espiritual.
Por medio de la ironía se
pasa del estadio estético al ético, y por medio del
humor se pasa al estadio religioso. En efecto, el
primero (estadio estético) es el hombre que sólo
busca placeres, ejemplificado en D. Juan, para quien
la vida son instantes fugaces. Un día se burla de sí
mismo, y pasa a racionalizar su existencia; el
tiempo se convierte en historia. Busca hacer el bien
y seguir su deber. Pero ante ciertos temas, como la
muerte, se siente inseguro, porque no puede
racionalizarlos, no comprende su sentido. El hombre
ético corre el peligro de creerse autosuficiente. El
hombre religioso confía en Dios, su prototipo es
Abraham. El hombre, ante el reconocimiento de su
propia finitud e ignorancia, pierde la soberbia y se
ríe de sí mismo.
La ironía ha
sido estudiada por muchos autores y desde diversos
puntos de vista: intelectual, psicológico, como
actitud vital, frente a otros como el cinismo o el
dogmatismo… Ortega y Gasset, por ejemplo, contrapone
dos actitudes vitales para explicar al ser humano:
la ironía de Sócrates frente a la ironía de Don
Juan. Aquí nos ofrece una visión muy distinta a la
de Kierkegaard de ambos personajes: “La razón pura
no puede suplantar a la vida: la cultura del
intelecto abstracto no es, frente a la espontánea,
otra vida que se baste a sí misma y pueda desalojar
a aquélla. Es tan sólo una breve isla flotando sobre
el mar de la vitalidad primaria. Lejos de poder
sustituir a ésta tiene que apoyarse en ella,
nutrirse de ella como cada uno de los miembros vive
del organismo entero (…). El tema de nuestro tiempo
consiste en someter la razón a la vitalidad (…). Tal
es la ironía irrespetuosa de Don Juan (…). Don Juan
se subleva contra la moral, porque la moral se había
antes sublevado contra la vida. Sólo cuando exista
una ética que cuente, como su norma primera, con la
plenitud de la vida, podrá Don Juan someterse” (El
tema de nuestro tiempo, VI: “la razón vital”).
Si Kierkegaard
contrapone la ironía al humor como dos actitudes
vitales de superación, podemos rastrear cómo la
ironía puede ser empleada como recurso humorístico.
Veamos el siguiente ejemplo:
“Tía, ¿para qué te das colorete?” “Para ponerme
guapa”. “¿Y por qué no te pones?”…
En
el chiste se emplea esa simulación que caracteriza
la ironía: el niño disimula su mala intención
disfrazándola de ingenuidad. El lector, suponemos
que como la tía, capta lo que no se manifiesta
explícitamente: es una burla de su coquetería
infructuosa. El siguiente ejemplo está tomado de una
conversación real, en que un individuo no sólo se
excusaba, sino que se vanagloriaba ante otro de su
propia ignorancia en cierto tema:
Como dijo Sócrates, sólo sé que no se nada”. Contesta el otro: “En
el caso de usted está justificado”.
HUMOR Y
SOCIEDAD
No entres en una casa sin llamar, ni salgas de ella sin un objeto
útil.
Pepe, vienen dos hombres siguiéndome. Hazme el favor de pelearte con
el más feo (Tono)
El chiste y la
risa que provoca, en cuanto implica un conocimiento
compartido, es la más social de todas las funciones
psíquicas, porque se desarrolla en una
intersubjetividad. Toda recreación, incluyendo la
humorística, ya sea en la caricatura o el chiste,
implica una forma de conocimiento, en que no
necesariamente expresamos lo que hay, sino lo que
pensamos de lo que hay: nuestros prejuicios, los
patrones sociales establecidos, la conciencia de
grupo… Todos conocemos chistes de prototipos
locales: el catalán roñoso, el madrileño chulo, el
gallego ambiguo… Y también abundan los de prototipos
humanos: el niño repelente, el viejo verde, la
solterona libidinosa…
Una mujer denuncia en la comisaría que un hombre le acaba de robar
una suma de dinero en el autobús. “¿Dónde lo llevaba
usted?” pregunta el comisario. “En el escote”. “¿Y
no se dio cuenta de que se lo quitaba?” “¡Quién iba
a pensar que iba con esas intenciones!”
En un bar una señora pregunta al camarero: “Por
favor, ¿el tocador de señoras?” Y responde otro
cliente: “¡Yo mismo!”
Si, como se
deduce del planteamiento de Aristóteles, el humor o
lo cómico desarrolla una función de conocimiento, el
retrato de la realidad va a ser una de las fuentes
de comicidad más populares, especialmente en la
cultura mediterránea. En efecto, el retrato de la
realidad puede efectuarse, según el estilo,
denunciando sus vicios para concienciar o haciendo
que el oyente se identifique con lo caricaturizado,
viéndose a sí mismo, en sus costumbres, su mundo o
su cotidianeidad, como en un amable espejo
deformante.
El retrato social, cuanto
más acertado, más hace reír. En eso se basan, por
ejemplo, los monólogos del club de la comedia, en
buscar el retrato de algo común a todo con un
sentido desviado. Veamos un ejemplo:
El colegio según Quique Sanfrancisco
El otro día tuve que ir a recoger a mi sobrino al
colegio. Y me quedé alucinado. ¿Se han fijado en
cómo salen los niños de la escuela? Es algo
espeluznante. Salen despavoridos, corriendo en
cualquier dirección, como endemoniados, empujándose
y gritando... como huyendo de algo, que piensas:
¿qué les harán ahí dentro? Yo recuerdo que de
pequeño no salía del colegio de esa forma tan
violenta. Francamente, yo la mayoría de las veces...
ni entraba.
A mí me decían: - Enriquito: si quieres ser un
hombre de provecho, vas a tener que estudiar un poco
más. Y yo les decía: - Vale, pero si no quiero
serlo, ¿puedo seguir como hasta ahora? Pero a ellos
les da igual, te cargan con un mochilón... ¡así de
grande!, y te dicen que todo eso te lo tienes que
meter en la cabeza... ¡Pero qué empeño en meterme
cosas en la cabeza! ¿No se dan cuenta de que no
cabe?. Además, en el colegio se aprenden muchas
cosas inútiles. Por ejemplo: ¿para qué se tiran tres
meses enseñándote a diseccionar una rana?... C.,
¡que te enseñen a pelar una gamba!
¿Y las matemáticas? Para empezar, te enseñan los
conjuntos: estaban los conjuntos conjuntos y los
conjuntos disjuntos. Muy bien, me ha sido muy útil
en mi vida saber esto.
Ahora, el que cambió mi vida fue el conjunto vacío:
le enseñaba las notas a mi madre y ella me decía:
Enriquito, ¿y este cero en matemáticas...? Mamá, no
seas antigua, esto no es un cero, es un conjunto
vacío.
Luego te enseñan a sumar, restar, multiplicar,
dividir.. Y dices: "Ahora me enseñarán a pedir un
crédito en el banco..." Pero no. Lo que te enseñan
es la raíz cuadrada... ¡Ay, amigos! ¡Qué gran tema
la raíz cuadrada! ¡Lo bien que me ha venido a mí
saber calcular la raíz cuadrada...! Sin ir más lejos
la he usado... nunca. Francamente, ¿a ustedes no les
parece que ha llegado el momento de plantear este
asunto al gobierno? La raíz cuadrada tendría que ser
voluntaria, como la mili. Y luego llegaba el
profesor y decía:-Chicos, os voy a poner unos
problemas. Pues... coj.: Llevo una mochila de ocho
kilos, me llaman Carabesugo, me roban el
bocadillo... ¡Y encima viene este tío a ponerme más
problemas! Y dictaba: - Si Pedrito tiene seis
manzanas, viene su hermana y le quita dos, viene su
primo y le quita otras dos y luego el perro se come
una... ¿Cuántas manzanas tiene Pedrito? Pues no lo
sé, pero, francamente, si quiere mi opinión...
Pedrito es g.
Otra cosa que te enseñaban era el latín y el griego,
las lenguas muertas... ¿A ustedes les parece bien
que les enseñen lenguas muertas a los niños? ¡Con
razón por la noche no pueden dormir!
¿Y la sinalefa? ¡Eso tiene que ser una guarrada! Yo
me negué a estudiarla...
Y hablando de cochinadas: también te enseñaban los
gases nobles... Mire usted, a mí me parece muy bien
que los nobles se tiren sus gases como todo el
mundo, ¿pero es necesario estudiarlos?
La clase de música... Muy bien, en casa no te dejan
gritar ni jugar al balón en el pasillo, pero puedes
soplar la flauta hasta que se te salgan los
higadillos. Y tu madre ni mu... Total para aprender
a tocar "Debajo un botón, ton, ton..."
Por no hablar de la clase de gimnasia... ¿De qué te
va a servir enla vida saber dar una voltereta? ¿Y
saltar el potro? ¿Se imaginan que en un debate entre
Aznar y Zapatero Aznar dijese: "Señor Zapatero,
usted va a subir las pensiones y va a bajar la
gasolina, pero, ¿sabe saltar el potro...? Déjese de
demagogias... Salte el potro señor Zapatero, salte
el potro".
La única vez que yo estuve atento en el
colegio fue cuando explicaron la reproducción
humana. Aunque tampoco me sirvió de mucho: primero
te hablaban de un guisante... después de unas abejas
que salían de su colmena y llevaban el polen por
ahí.. Y luego te enseñaban unos dibujitos de una
pareja en pelotas... Que yo pensaba: ¿Y aquí quién
de los dos tiene el guisante...?" En fin, amigos,
que según lo que nos enseñaban en escuela, un hombre
de provecho es un tío que habla lenguas muertas,
come guisantes, da volteretas y toca la flauta...
¡C., este tío es Kung Fu!
En este tipo de humor
social hay también una compensación de la realidad.
Reírnos de nuestras desgracias nos ayuda a tomar
distancia y a hacernos fuertes para enfrentarlas. En
los chistes, vehículo social por excelencia,
intentamos tomar a guasa los defectos que aquejan a
nuestra sociedad, y con frecuencia –y con el talento
necesario para ello– se hace patente lo que de
realidad social tienen algunos males que sufren los
individuos, incitando a la reflexión y provocando la
solidaridad u ofreciendo consuelo, según se sea o no
víctima o partícipe de esos males. Se puede aquí
citar humoristas gráficos de la talla de Quino,
Forges o Maitena. Valgan los siguientes ejemplos de
Forges para ilustrar la situación laboral a que se
enfrentan tantos españoles:
Y no podemos dejar de
añadir algún ejemplo de crítica universal del ser
humano, que nos brinda el genial Quino:
Pero no sólo mitigamos a
través del humor los problemas patentes de la
sociedad y de la condición humana. También
intentamos reírnos de lo desconocido, de temores sin
nombre ni forma, como modo de encararlos y de
restarles gravedad. La sociedad genera también sus
propias expresiones de lo tenebroso y temible, ya
sea porque queda fuera de sus márgenes o porque
anida en los rincones más oscuros del alma humana.
Dado que el humor nos sirve para acceder a esos
terrenos vedados, el talante popular ha desarrollado
como género propio los chistes de fantasmas o de
monstruos populares. Entre lo tabú está la
superación de los miedos, a los que podemos
enfrentarnos gracias a esa relativización a que los
sometemos tomando distancia con el humor.
Muñoz Seca, ante su pelotón
de fusilamiento: “Podéis quitarme la libertad.
Podéis quitarme la vida… pero hay algo que nunca me
podréis quitar… ¡El miedo!”
Pepe, huele a muerto. Pepe…
¡Pepe!
En un velatorio, entra un
macarra, soplando las velas: Cumpleaños feeliiiz…
El cómic, la televisión o
el cine se han hecho eco de retratos de monstruos
clásicos y su caricaturización; ejemplos son series
o películas como los Monsters o la familia Adams.
Hay en estos ellos una inversión de valores sociales
que pone de manifiesto la pregunta sobre la
relatividad de los nuestros. Como botón de muestra,
el bebé de los Adams, cuando está enfermo, adquiere
los rasgos propios de nuestro ideal estético de
bebé, ante la aflicción de sus padres.
Pero el humor no se limita
a las fronteras de los valores sociales: también se
infiltra en el ámbito de nuestra propia moral.
EL
HUMOR Y LOS VALORES MORALES
Un hombre vuelve de un viaje y queda con el
amigo al que dejó encomendada su casa. Al
preguntarle qué tal había ido todo, éste comienza a
explicarle:
– Pues, chico, tengo que decirte una cosa.
¿Recuerdas aquel loro que tenías, tan bonito?
– Sí, claro, mi loro carísimo, que me traje del
Brasil.
– Pues es que… se ha muerto el loro.
– ¿Cómo, mi loro se ha muerto? ¿Qué ha pasado?
– Se murió espachurrado cuando se le cayó muerto
encima tu purasangre.
– ¿Qué?, ¿que se ha muerto mi purasangre? ¿Cómo es
posible?
– Se murió de fatiga cuando le pusimos a tirar de la
noria.
– ¿Mi caballo tirando de la noria? ¡pero si para eso
tenemos el burro!
– Es que el burro se había muerto también antes, de
tanto sacar agua.
– ¿Pero para qué necesitabais tanta agua?
– Pues para apagar el incendio de tu casa.
–¡Mi casa incendiada! ¡Cómo es posible!
– Pues chico, lo típico; una cortina, una vela…
– ¡Pero para qué necesitabais velas, si en mi casa
hay luz eléctrica!
– Hombre, no querrás que al cadáver de tu mujer le
pongamos cuatro bombillas.
– ¡¡Qué dices!! ¡¡Dios mío, mi mujer muerta!! ¡¡No
es posible!!
– Es que le dio un infarto cuando se encontró a
vuestro bebé ahogado en el estanque.
– ¡¡¡Queeé!!!
El hombre sufre un colapso y se desploma.
– Chico, si sé que te pones así, no te digo que se
te ha muerto el loro.
La comicidad de
este chiste radica en la violación de un tema tabú:
la dimensión de la desgracia. Nos reímos de algo
que, si sucediera en la realidad, nos crearía una
compasión infinita. De nuevo es la superposición de
dos planos, el real y el figurado, lo que crea el
efecto cómico, pero en este caso introducimos un
doble plano (en realidad una inversión) de valores.
Es obvio que lo menos importante de lo que le ha
ocurrido a este infeliz es la muerte de su loro.
Hemos señalado
como función propia del humor el ser un modo de
acercarse a lo tabú. El tabú implica una
prohibición, algo que debe tratarse bajo ciertas
circunstancias de cautela, o directamente no
tratarse. El sexo, la muerte, lo escatológico, el
dolor… son tabúes en sí mismos y, según sus
expresiones, por un mecanismo de categorización
social. El humor (ya sea verde o negro) sirve para
acercarse a mundos que previamente han de estar
prohibidos, y si no hay contraste de mundos no hay
humor, sino peligro y transgresión. Pero también
actúa como tabú la moral, los valores universales.
Descargar cierta forma de sadismo a través del humor
libera de esa misma descarga en la realidad, algo
que resultaría del todo impropio y nocivo. Hay que
aceptar que el ser humano es imperfecto, y tenemos
tendencias de las que nos avergonzamos, no sólo por
represión social, sino por comprensión moral. Pero
la tendencia sádica y el contraste de valores da pie
también a la liberación a través del humor. Veamos
un ejemplo de chiste sádico:
Un macarra lleva un cordón al cuello, al extremo de
cada cual van atados sendos destornilladores. Un
niño se acerca y le pregunta::
– Teñor, ¿qué ez ezo?
– ¿Esto? Unos prismáticos.
– ¿Me deja ver con elloz?
– Pues claro… (el macarra le clava los
destornilladores en los ojos)
– ¡Ay, no veo nada!
– (girándolos) Espera, que te los gradúo…
Aquí la
comicidad radica en el efecto brutal que se crea en
el oyente, no en la situación narrada en sí, lo que
resultaría extremadamente perverso aun en el caso de
ser una ficción. Piénsese en la misma situación,
pero retratada en una película; cuanto más cercano a
la realidad, más peligroso y menos cómico resulta.
Para subrayar la crueldad la víctima protagonista es
un inocente niño. Este tipo de humor (prescindiendo
de lo cuestionable) es el que utilizan muchos
dibujos animados como Correcaminos y el Coyote, Tom
y Jerry… Pero lo que hay que destacar es que el
humor estriba en el contraste de dos planos: la
extrema crueldad y la falta de consecuencias. Sin
ese contraste, la frontera moral del individuo se
resquebraja y provoca inquietud y sufrimiento.
Rizando el rizo del desdoblamiento, en Los
Simpson se caricaturiza este humor de dibujos
animados con los ídolos televisivos infantiles
Rasca y Pica. En esta serie no sólo nos
distanciamos de nuestros valores sociales
percibiendo su relatividad, como en los mencionados
de la Familia Adams, sino que este distanciamiento
se utiliza para introducir la crítica. Un ejemplo
aún más corrosivo es el de South Park.
Si alguien se
siente acomplejado por haber encontrado gracioso el
último chiste, puede relajarse, pues en este humor
no hay sólo una liberación de instintos sádicos: hay
también, y según qué casos sobre todo, una
caricaturización y distanciamiento de nuestros
propios miedos. Ya hemos analizado el miedo como el
más patente tabú natural del ser humano, del que el
arte consigue purificarnos, ya sea a través de la
tragedia o de la comedia. Junto a la muerte, el
dolor o lo desconocido, también sentimos miedo de la
inmoralidad. La crueldad, el sadismo, la falta de
piedad de unos hombres con otros nos sobrecoge hasta
el punto de crearnos una desazón que amenaza nuestra
estabilidad psíquica. El mundo está lleno de
horrores demasiado difíciles de digerir; al reírnos
de ellos buscando su caricaturización, pretendemos
distanciarnos y crearnos una capacidad de asumirlos.
Como hemos
señalado, este tipo de humor juega con una delicada
frontera moral que debe quedar siempre protegida por
la patencia del desdoblamiento y contraste de
sentidos. Pero en ocasiones la barrera no está tan
clara, y surge la polémica. Actualmente está de moda
cierto tipo de cine que pretende heredar la estética
del cómic. En el cómic, en efecto, la violencia y el
peligro están distanciados por un formato y unos
protagonistas con un espacio que se puede considerar
suficiente con el mundo real. Pero siempre surge la
tentación creadora de traspasar fronteras, y
traducir a otros formatos más próximos las
realidades creativas. La adaptación de cierto tipo
de estética, de personajes, es una recurrencia en el
cine de nuestro tiempo. También se da la adaptación
del efecto que se utiliza como instrumento.
Nos referimos a ciertas películas de las cuales fue
precursor y sigue siendo máximo exponente Tarantino.
En este sentido, rompió barreras con Reservoir
Dogs. La película es innovadora en la
estructura, en la que el flash back deja de
ser un recurso narrativo más y se convierte en el
formato. La pureza en el uso de la acción también
resulta innovadora. Pero hay una anécdota que nos
ayudará a esclarecer el problema de la barrera moral
que venimos tratando:
Mientras
rodaban una escena, en que un hombre atado a una
silla es rociado con gasolina y suplica que no le
maten, el actor, entre las frases de súplica,
improvisó la siguiente: “¡No, por favor, tengo mujer
e hijos!” En ese momento, el actor que encarnaba al
psicópata (Michael Madsen como Mr. Blonde) dejó de
actuar. “Un momento, un momento. Si dice eso, yo no
puedo seguir”. Tarantino replicó: ¡No, es genial!”.
El actor era consciente de los límites de su barrera
moral, que en ese momento sintió transgredida. No le
preocupaba matar en escena a un personaje sin
proyección fuera del escenario, pero cuando el otro
actor creó esa proyección su frontera moral se vio
vulnerada. La reacción de Tarantino dice mucho de su
creatividad transgresora, pero poco de su carácter
moral.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Hemos hablado
del humor como rasgo de inteligencia, mecanismo
cognitivo, catalizador de tensiones psíquicas…
Podría decirse que el humor tiene múltiples facetas
o funciones, o en otro sentido que existen diversas
formas de humor.
Lo que sí queda
claro es que el humor es una propiedad
exclusivamente humana, que implica aspectos tan
variados del hombre como su capacidad cognitiva, su
naturaleza social, su estructura psíquica, desde las
pulsiones más básicas hasta su más elevados valores
morales… en realidad no puede reducirse a ninguna
facultad, porque no es un simple añadido a otras,
sino el talante general con que cada persona se
enfrenta, con sus facultades, al mundo y a la vida
que le toca vivir. Quizá podríamos decir que es un
estado general del espíritu, y en este sentido es lo
más cercano que conocemos a la felicidad. En griego,
eu-daimonía (buen espíritu) expresa
genialmente esa cercanía. Podemos tener más o menos
suerte, más o menos talento o más o menos ambición,
pero si hay algo que parezca acercarnos a esa meta
universal del hombre, la felicidad, eso parece ser
la capacidad innata de sonreír a la vida, de tener
buen humor. Y lo bueno es que se contagia, porque
quien sabe enfrentarse a la vida con humor no sólo
es más feliz, sino que hace más felices a los demás.
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