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Revista Lindaraja

nº 6, otoño de 2006

 

 

     E L  H U M O R      

Esther García-Tejedor

 

ÍNDICE

  

 

1. El humor, principio civilizador.

2. Teorías sobre el humor.

v  Aristóteles: conocimiento, creación y catarsis.

v  Freud: la burla del superyo y la liberación de pulsiones.

v  Kierkegaard: la ironía y el humor como fuentes de superación.

3. Humor y sociedad.

4. Humor y valores morales.

 

 

 
Mediante el sentido del humor es posible efectuar una pirueta con la que superar la habitual gravedad de los acontecimientos, por trascendentes que estos sean.

André Breton

 

Llamada ovalada: EL HUMOR
 

 

 

 


 

 

 

            O mejor habría que decir el buen humor. Porque el humor puede ser de muchos tipos. De hecho, la palabra humor viene del latín (umor, -oris), que significa cualquier líquido, en concreto los líquidos del cuerpo humano, de donde se creía en la medicina antigua que provenía el carácter de las personas. Así, había individuos en los que predominaba el humor bilioso, el melancólico… De este modo, a la persona afable y feliz, de buen carácter, se la pasó a caracterizar como de “buen humor”.

            Indagando en el origen de las palabras nos encontramos siempre un sentido que va más allá de vericuetos lingüísticos y nos lleva al mundo mismo, al mundo humano, al mundo que construimos y que nos fragua a su vez a nosotros mismos. La persona de “buen humor” es una persona feliz, equilibrada, física y anímicamente. El buen humor es salud. Y aun cuando falta la salud del cuerpo, de la que debe su nombre nuestro tema, el buen humor nos ayuda a veces a curarnos, nos consuela, nos enseña ese rostro amable de la vida que hace que ésta se nos presente como digna de ser vivida, que nos aferremos a ella. El humor, para el hombre, es más que salud: es una pulsión vital.

            Paul Auster ilustra magistralmente esta intuición a través del profesor Zimmer, protagonista de El libro de las ilusiones (The Book of Illusions). Al comienzo de la novela Zimmer describe su estado depresivo tras la pérdida de su mujer y sus dos hijos en un accidente de avión, y cómo volvió a la vida cuando, por casualidad, vio un fragmento de película de un hombre llamado Hector Mann, y por primera vez en mucho tiempo se rió:

“Recuerdo muy poco de lo que me ocurrió aquel verano. Durante varios meses, viví en una niebla alcohólica de dolor y lástima de mí mismo, rara vez moviéndome de casa, apenas molestándome en comer, afeitarme o cambiarme de ropa (…). A finales de septiembre o primeros de octubre, me soplaba más de media botella de whisky todas las noches. Eso mitigaba bastante mi capacidad de sentir, pero al mismo tiempo me privaba de toda sensación de futuro, y cuando alguien no espera nada, más le valdría estar muerto (…). Así se me presentaban las cosas cuando Hector Mann apareció inesperadamente en mi vida. Yo no tenía idea de quién era, nunca me había encontrado con una alusión a su nombre, pero una noche, poco antes de que empezada el invierno (…) por casualidad vi en la televisión un fragmento de una de sus películas antiguas, y me hizo reír. Eso quizá no parezca importante, pero era la primera vez que me reía de algo desde junio, y cuando noté que aquel inesperado espasmo me subía por el pecho y cascabeleaba en mis pulmones, comprendí que aún no había tocado fondo, que en cierto modo todavía deseaba seguir viviendo (…). Como risa no fue especialmente estentórea ni sostenida, pero me pilló de sorpresa, y como no le opuse resistencia ni tampoco me sentí avergonzado de mí mismo por haber olvidado mi desgracia durante aquellos breves momentos en que Hector Mann apareció en pantalla, me vi obligado a concluir que dentro de mí había algo que anteriormente no había imaginado, algo distinto de la pura y simple muerte. No estoy hablando de intuiciones vagas ni de una patética nostalgia de lo que habría podido ser. Realicé un descubrimiento empírico que llevaba consigo todo el peso de una prueba matemática. Si conservaba la capacidad de reír, es que no estaba completamente insensibilizado. Significaba que el muro que había puesto entre el mundo y yo no era lo bastante grueso para impedir que algo se filtrase.”

 

 

EL HUMOR, PRINCIPIO CIVILIZADOR

 

El humor es un rasgo de inteligencia que aparece exclusivamente en humanos y en algunos primates[1]. Implica una superposición de mundos, que contrastamos para crear el efecto cómico. El humor, por tanto, no es posible sin la presencia del mundo interior, de la interpretación de la realidad. Trasciende la mera percepción de una realidad única que define la vida de otros animales. Observemos el siguiente chiste:

–Pepe, dame un beso. – No. – Pepe, anda, dame un beso. – ¡Que no!  – ¡Pero Pepe, todas las parejas se besan! – ¡Pero no las de la guardia civil!

            El efecto cómico estriba en escamotear información hasta el final; el las frases iniciales damos por hecho que habla una pareja de novios o esposos. Obviamente, los chistes también tienen temporalidad: la presencia actual de mujeres en la guardia civil resta espontaneidad a este ejemplo. Este otro resultará menos anacrónico:

Dos locos en un manicomio. Uno enciende una linterna y le dice al otro: “¿a que no eres capaz de subir por el rayo de luz?” “¡Sí, hombre, y apagas y me caigo!”

 

El prehistoriador Steven Mithen propone una teoría sobre la inteligencia cognitiva que se aplica al humor. Según este autor, la mente de los humanos primitivos tenía inteligencias especializadas no comunicadas, destinada cada una de ellas a un área específica de conducta. En principio debían de ser al menos tres: inteligencia social, inteligencia de la historia natural e inteligencia técnica, y quizás una cuarta: la inteligencia lingüística. Esta última sería una inteligencia más general, capaz de abordar pensamientos más complejos. De alguna manera, empezó a manifestarse en la mente una comunicación entre estas inteligencias encapsuladas, de modo que “fluyeran ideas” entre ellas, debido a cambios y mutaciones en el programa genético, para la adaptación al medio. Esta misma teoría es defendida, en términos similares, por el filósofo Dennett, quien habla de una “conexión virtual” que permite crear nuevos estratos de evolución y conocimiento. La fluidez se manifiesta en planos de sentido, de realidades o simplemente en planos lingüísticos o idiomáticos. El humor sería una manifestación de la fluidez cognitiva. Como ejemplo de la fluidez de la inteligencia lingüística, veamos los siguientes ejemplos:

– Un hombre, asombrado, ve a otro metido en un cubo de basura. “¡¿Pero qué hace usted ahí?!” “Es que yo, ¡soy la monda!”

– Qué es el arte? Morirte de frío.

– Qué es una brújula? Una viéjula montada en una escóbula.

Como ejemplos de un idioma a otro valgan estos:

– Un macarra bailando con una extranjera dice: “I love you…” Ella responde: “I love you too…” Y de nuevo el macarra: “I love you three…”

– “¿Es esta la academia de aprender inglés en dos semanas?” “If, if. Between, between”.

No sólo se puede jugar con el significante, también con el significado, dejando patencia de la función cognitiva de la metáfora. Ramón Gómez de la Serna nos ofrece multitud de ejemplos de este uso, con un fin de mero divertimento, en sus Greguerías. He aquí algunas muestras:

– El edredón es la barriga de la cama.

– Las lentejas son los centimillos de la alimentación.

– Las vacas escriben con el tintero de sus ojos el poema de la resignación.

– En el café sin tostar se ve con desilusión lo que tiene de garbanzo.

– El cocodrilo es una maleta que viaja por su cuenta.

– El sándwich es la hipocresía del poco jamón.

– Las narices son los enchufes de las personas.

– Si entre las estrellas hubiese afición al fútbol, ¡adónde no hubiese ido a parar la Tierra!

En el humor, como en el arte, importamos rasgos de unas realidades a otras, creando un efecto surrealista:

– Entra un punto en una fiesta de asteriscos, y ante la estupefacción de todos exclama: “¿qué pasa, no me puedo dar gomina?”

– Dos vacas haciendo ganchillo, dice una: ¡Muuuu! y contesta la otra ¡Me lo has quitado de la boca!

Aquí el efecto chocante surge del contraste entre lo normal y lo extraordinario que se insertan en la situación: la vaca que habla y su imagen haciendo ganchillo son imbricados con toda naturalidad con lo único que le es propio, que es el mugido.

Para entender el humor de los chistes es necesario tener no sólo una determinada concepción de la realidad, sino varias, y un mecanismo de conocimiento basado en la similitud. El lenguaje humano se caracteriza por ser simbólico: creamos conocimiento comparando, aplicando modelos de unos planos de realidad a otros… El conocimiento es la más importante de las facultades humanas, porque nos permite adaptarnos a nuestro medio y es base de las demás, pero el hombre no es sólo conocimiento, o no es sólo supervivencia. El hombre se caracteriza por la búsqueda de la felicidad, de un estado de placer, de bienestar, anímico y espiritual. De ahí que el contraste de planos y realidades se utilice no sólo para buscar nuevos modelos cognitivos, sino también para crear emociones: la poesía, el arte, la literatura en general. En el tema que nos ocupa, el contraste de planos de realidad y la comparación o contrastación entre ellos se manifiesta en los efectos surrealistas, la ocultación o la exageración. Valga el siguiente ejemplo:

Comentando un parto múltiple: ¡Aquello parecía la salida del fútbol!  

 

 

TEORÍAS SOBRE EL HUMOR O LO CÓMICO

 

 

Aristóteles: conocimiento, creación y catarsis

            Aristóteles es, probablemente, el primer autor que plantea un estudio sobre lo risible. Sus planteamientos se insertan en sus estudios sobre el arte, esto es, la capacidad de creación humana, en la Poética (poíesis = creación). El Estagirita explica el arte como mimesis (recreación o imitación). Esta capacidad de imitación es propia de los humanos y nos distingue de los animales: “…aquellas cosas mismas que miramos en su ser con horror, en sus imágenes al propio las contemplamos con placer, como las figuras de fieras ferocísimas y los cadáveres. El motivo de esto es que el aprender es cosa muy deleitable, no sólo a los filósofos, sino también a los demás, dado que éstos por breve tiempo lo disfrutan.”[2]

Aristóteles afirma que el hombre es el único animal que ríe; Bergson añade que también es el único que hace reír.

Estas teorías las aplicará a lo risible. Si en la tragedia se retrata el comportamiento de hombres superiores (los héroes) en la comedia, al contrario, se retratan hombres inferiores. “La comedia es, como hemos dicho, mimesis de hombres inferiores, pero no en todo el vicio, sino lo risible, que es parte de lo feo; pues lo risible es un defecto y una fealdad, sin dolor ni daño, así, sin ir más lejos, la máscara cómica es algo feo y retorcido sin dolor[3]”. Hay que aclarar aquí que el concepto de mimesis (imitación) que utiliza Aristóteles difiere del de Platón: para el Estagirita el arte no es una mera copia de la naturaleza, sino de su poder creador.

Pero no es sólo en la Poética donde trata aspectos de este tema. En Sobre las partes de los animales analiza algunos aspectos fisiológicos de la risa, y en la Retórica habla del humor o la risa como un arma que puede resultar muy poderosa en los debates: “A propósito del ridículo, dado que parece tener alguna utilidad en los debates y que conviene –como decía Gorgias, que en esto hablaba rectamente– «echar a perder la seriedad de los adversarios por medio de la risa y su risa por medio de la seriedad»” (un ejemplo de este uso queda ilustrado en la serie de ‘Ally McBeal’ con el personaje de “Bizcochito”, un abogado que recurre a trucos como tics, toses, payasadas de todo tipo para desacreditar el discurso de su adversario). Aquí también alude a las “especies” de la risa: la ironía, por ejemplo, es más propia del hombre libre que la chocarrería, “porque el irónico busca reírse él mismo y el chocarrero que se rían los demás”[4].

La originalidad y el valor de la obra de Aristóteles reside no sólo en que aplica su genial capacidad analítica y su discernimiento a éste, sino también en que la risa no ha sido muy comúnmente valorada como objeto de estudio. Durante la Edad Media cayó en franco descrédito, y sólo en el Renacimiento, cuando el hombre vuelve a apreciar los goces y bondades de la vida, se retoman algunos enfoques, tanto teóricos como literarios. Destaca un tratado de Laurent Joubert, médico francés, autor de un hermosísimo Traité du ris (1579)[5]. Este autor considera la risa como un don otorgado únicamente al hombre, porque es el único que se preocupa de asuntos serios, y porque para reír hace falta conocimiento e imaginación. Pero la principal causa de que sólo el hombre ría es de carácter fisiológico: la risa no forma parte de ninguna facultad del alma, sino de la facultad sensitiva (recordemos que, hasta Descartes, los sentidos pertenecen al cuerpo), ya que la risa no siempre sigue las órdenes de la voluntad; esa diferencia fisiológica entre el hombre y los animales estriba en la peculiar disposición del corazón (sede de las pasiones y las emociones) y el diafragma (órgano de la risa), que en el hombre se hallan unidos, de modo que el corazón mueve directamente el diafragma, cosa que no sucede en los animales. Subraya la importancia del factor “distracción” y que la risa sólo es posible cuando queda en suspenso nuestra capacidad de compasión. La risa producida por lo ridículo procede, según Joubert, del encuentro de dos pasiones opuestas: la alegría o placer y la tristeza, ya que “todo ridículo procede de fealdad e inconveniencia, y el corazón, como contrariado por tal incorrección, como sintiendo dolor, se encoge y se aprieta”. También es necesario en lo risible que haya algo novedoso e imprevisto. Se dice incluso que Galeno utilizaba la risa como terapia, provocando literalmente ataques de risa a sus pacientes.

           

 

Freud: la burla del superyo y la liberación de pulsiones

 

            Conocida es la teoría freudiana sobre la estructura anímica: las pulsiones básicas, Eros y Thanatos, fuente dinámica del ello (Es), se ven frenadas y censuradas por la moral arcaica que representa el superyo (Überich). El humor sería una de las formas que encuentra el ello de liberar su tensión interior, creando un ámbito en que el superyó resulta más transigente. Los principios que rigen el desarrollo de las pulsiones son dos: el principio de placer y el de realidad. El primero mueve a la psique a la búsqueda de satisfacción inmediata de las pulsiones, mientras que el segundo modifica el anterior y aplaza la satisfacción con rodeos y vericuetos, en función de las circunstancias exteriores. En la situación cómica, el yo no niega la realidad, sino que la presenta ante sí tomando una cierta distancia, de modo que pueda tolerarla y de este modo enfrentarse a ella. Los chistes verdes o el humor negro serían el más claro ejemplo de las pulsiones Eros y Thanatos escapando a la censura del superyo en el marco que ofrece el artificio de la comicidad.

            El chiste se distingue, dentro del ámbito de lo cómico, por formarse mediante los mismos mecanismos que los del sueño: el desplazamiento y la condensación. Al igual que en el sueño, la energía psíquica del ello burla la censura del superyo y consigue acceder al consciente. El placer que supone disfrutar de los chistes consistiría, pues, en la liberación o descarga de esa tensión psíquica.

            Se puede observar cierta similitud o al menos un punto en común en las teorías de Freud y de Aristóteles: en ambas, el alma se caracteriza por tener unas pasiones que luchan por liberarse, y tanto la tragedia como la comedia (que podríamos poner en relación con los principios de Eros y Thanatos) tienen como misión purificar el alma por medio de la catarsis, esto es, liberar la tensión de sus pasiones por medio de un artificio en que la realidad queda distanciada a la vez que presentada frente a nosotros, siendo su contemplación un arma que aplaza el dolor a la vez que nos prepara para enfrentarlo.

            Los sádicos, psicópatas y demás enfermos agresivos, por ejemplo, carecen de sentido del humor. Este tipo de personas no pueden o no saben liberar su agresividad innata, y en vez de liberarla por medio de ese aplazamiento que supone presentarla frente a uno mismo, la descargan inmediatamente en la realidad.

 

 

 

Kierkegaard: la ironía y el humor como fuentes de superación 

            En su tesis doctoral, Sobre el concepto de ironía con referencia constante a Sócrates ( Om Begrebet Ironi, 1841), Kierkegaard eligió como tema de estudio una de las manifestaciones más intelectuales del humor. Aquí avanzó ya la tesis de que la ironía, tal como Schlegel la entendía y él veía personificada en Sócrates, surge siempre en épocas críticas para denunciar y destruir el orden vigente: Atenas socrática, Renacimiento, Romanticismo. De algún modo, según él, cumple un papel semejante al de las fiestas carnavalescas que permitían contemplar el otro lado de las cosas. Sócrates, que según Kierkegaard simboliza admirablemente al ironista romántico, atacó el orden social de Atenas representado por los sofistas con una doctrina marginal, la del “no sé nada”.

            El verbo griego e1urwneùmai significa “disimular”. El que practica la ironía (e1irwneía) dice menos de lo que piensa, oculta un planteamiento y a la vez una intención, que consiste en provocar una determinada reacción en el adversario, generalmente hacerle decir algo o conducir su pensamiento hacia una meta determinada. Sócrates utilizaba el método de hacer como que no sabía sobre algún tema y obligaba así a su contrincante a opinar, desbaratando luego sus argumentos.

            En el Romanticismo la ironía se presenta como expresión de la unión de elementos antagónicos en que ninguno se reduce a otro, pero tampoco se funden completamente; la ironía deja patente la tensión constante entre ambos. Kierkegaard intenta, en su estudio sobre la ironía, superar ambas concepciones: la clásica y la romántica. La ironía conjuga lo trascendente con lo contingente; supone la exigencia existencial de conjugar dos ámbitos mutuamente inconmensurables. Escindido entre dos reinos incompatibles, el ser humano sólo puede consumar su humanidad asumiendo la paradoja de su existencia, no tratando de resolverla o evitarla. En estudios posteriores, dentro de su teoría de los tres estadios del hombre, otorga a la ironía y el humor la facultad de hacer avanzar al hombre en sus estadios de desarrollo. El estadio estético se caracteriza por lo puramente emocional y hedonista, por la búsqueda inmediata de placer. El estadio ético vendría a representar la razón, y el religioso sería el propio del hombre espiritual.

Por medio de la ironía se pasa del estadio estético al ético, y por medio del humor se pasa al estadio religioso. En efecto, el primero (estadio estético) es el hombre que sólo busca placeres, ejemplificado en D. Juan, para quien la vida son instantes fugaces. Un día se burla de sí mismo, y pasa a racionalizar su existencia; el tiempo se convierte en historia. Busca hacer el bien y seguir su deber. Pero ante ciertos temas, como la muerte, se siente inseguro, porque no puede racionalizarlos, no comprende su sentido. El hombre ético corre el peligro de creerse autosuficiente. El hombre religioso confía en Dios, su prototipo es Abraham. El hombre, ante el reconocimiento de su propia finitud e ignorancia, pierde la soberbia y se ríe de sí mismo.

            La ironía ha sido estudiada por muchos autores y desde diversos puntos de vista: intelectual, psicológico, como actitud vital, frente a otros como el cinismo o el dogmatismo… Ortega y Gasset, por ejemplo, contrapone dos actitudes vitales para explicar al ser humano: la ironía de Sócrates frente a la ironía de Don Juan. Aquí nos ofrece una visión muy distinta a la de Kierkegaard de ambos personajes: “La razón pura no puede suplantar a la vida: la cultura del intelecto abstracto no es, frente a la espontánea, otra vida que se baste a sí misma y pueda desalojar a aquélla. Es tan sólo una breve isla flotando sobre el mar de la vitalidad primaria. Lejos de poder sustituir a ésta tiene que apoyarse en ella, nutrirse de ella como  cada uno de los miembros vive del organismo entero (…). El tema de nuestro tiempo consiste en someter la razón a la vitalidad (…). Tal es la ironía irrespetuosa de Don Juan (…). Don Juan se subleva contra la moral, porque la moral se había antes sublevado contra la vida. Sólo cuando exista una ética que cuente, como su norma primera, con la plenitud de la vida, podrá Don Juan someterse” (El tema de nuestro tiempo, VI: “la razón vital”).

            Si Kierkegaard contrapone la ironía al humor como dos actitudes vitales de superación, podemos rastrear cómo la ironía puede ser empleada como recurso humorístico. Veamos el siguiente ejemplo:

“Tía, ¿para qué te das colorete?” “Para ponerme guapa”. “¿Y por qué no te pones?”…

            En el chiste se emplea esa simulación que caracteriza la ironía: el niño disimula su mala intención disfrazándola de ingenuidad. El lector, suponemos que como la tía, capta lo que  no se manifiesta explícitamente: es una burla de su coquetería infructuosa. El siguiente ejemplo está tomado de una conversación real, en que un individuo no sólo se excusaba, sino que se vanagloriaba ante otro de su propia ignorancia en cierto tema:

Como dijo Sócrates, sólo sé que no se nada”. Contesta el otro: “En el caso de usted está justificado”.

 

 

HUMOR Y SOCIEDAD

 

No entres en una casa sin llamar, ni salgas de ella sin un objeto útil.

Pepe, vienen dos hombres siguiéndome. Hazme el favor de pelearte con el más feo (Tono)

            El chiste y la risa que provoca, en cuanto implica un conocimiento compartido, es la más social de todas las funciones psíquicas, porque se desarrolla en una intersubjetividad. Toda recreación, incluyendo la humorística, ya sea en la caricatura o el chiste, implica una forma de conocimiento, en que no necesariamente expresamos lo que hay, sino lo que pensamos de lo que hay: nuestros prejuicios, los patrones sociales establecidos, la conciencia de grupo… Todos conocemos chistes de prototipos locales: el catalán roñoso, el madrileño chulo, el gallego ambiguo… Y también abundan los de prototipos humanos: el niño repelente, el viejo verde, la solterona libidinosa…

   Una mujer denuncia en la comisaría que un hombre le acaba de robar una suma de dinero en el autobús. “¿Dónde lo llevaba usted?” pregunta el comisario. “En el escote”. “¿Y no se dio cuenta de que se lo quitaba?” “¡Quién iba a pensar que iba con esas intenciones!”

En un bar una señora pregunta al camarero: “Por favor, ¿el tocador de señoras?” Y responde otro cliente: “¡Yo mismo!”

            Si, como se deduce del planteamiento de Aristóteles, el humor o lo cómico desarrolla una función de conocimiento, el retrato de la realidad va a ser una de las fuentes de comicidad más populares, especialmente en la cultura mediterránea. En efecto, el retrato de la realidad puede efectuarse, según el estilo, denunciando sus vicios para concienciar o haciendo que el oyente se identifique con lo caricaturizado, viéndose a sí mismo, en sus costumbres, su mundo o su cotidianeidad, como en un amable espejo deformante.

El retrato social, cuanto más acertado, más hace reír. En eso se basan, por ejemplo, los monólogos del club de la comedia, en buscar el retrato de algo común a todo con un sentido desviado. Veamos un ejemplo:

El colegio según Quique Sanfrancisco

El otro día tuve que ir a recoger a mi sobrino al colegio. Y me quedé alucinado. ¿Se han fijado en cómo salen los niños de la escuela? Es algo espeluznante. Salen despavoridos, corriendo en cualquier dirección, como endemoniados, empujándose y gritando... como huyendo de algo, que piensas: ¿qué les harán ahí dentro? Yo recuerdo que de pequeño no salía del colegio de esa forma tan violenta. Francamente, yo la mayoría de las veces... ni entraba.

A mí me decían: - Enriquito: si quieres ser un hombre de provecho, vas a tener que estudiar un poco más. Y yo les decía: - Vale, pero si no quiero serlo, ¿puedo seguir como hasta ahora? Pero a ellos les da igual, te cargan con un mochilón... ¡así de grande!, y te dicen que todo eso te lo tienes que meter en la cabeza... ¡Pero qué empeño en meterme cosas en la cabeza! ¿No se dan cuenta de que no cabe?. Además, en el colegio se aprenden muchas cosas inútiles. Por ejemplo: ¿para qué se tiran tres meses enseñándote a diseccionar una rana?... C., ¡que te enseñen a pelar una gamba!

¿Y las matemáticas? Para empezar, te enseñan los conjuntos: estaban los conjuntos conjuntos y los conjuntos disjuntos. Muy bien, me ha sido muy útil en mi vida saber esto.
Ahora, el que cambió mi vida fue el conjunto vacío: le enseñaba las notas a mi madre y ella me decía: Enriquito, ¿y este cero en matemáticas...? Mamá, no seas antigua, esto no es un cero, es un conjunto vacío.

Luego te enseñan a sumar, restar, multiplicar, dividir.. Y dices: "Ahora me enseñarán a pedir un crédito en el banco..."  Pero no. Lo que te enseñan es la raíz cuadrada... ¡Ay, amigos! ¡Qué gran tema la raíz cuadrada! ¡Lo bien que me ha venido a mí saber calcular la raíz cuadrada...! Sin ir más lejos la he usado... nunca. Francamente, ¿a ustedes no les parece que ha llegado el momento de plantear este asunto al gobierno? La raíz cuadrada tendría que ser voluntaria, como la mili. Y luego llegaba el profesor y decía:-Chicos, os voy a poner unos problemas. Pues... coj.: Llevo una mochila de ocho kilos, me llaman Carabesugo, me roban el bocadillo... ¡Y encima viene este tío a ponerme más problemas! Y dictaba: - Si Pedrito tiene seis manzanas, viene su hermana y le quita dos, viene su primo y le quita otras dos y luego el perro se come una... ¿Cuántas manzanas tiene Pedrito? Pues no lo sé, pero, francamente, si quiere mi opinión... Pedrito es g.

Otra cosa que te enseñaban era el latín y el griego, las lenguas muertas... ¿A ustedes les parece bien que les enseñen lenguas muertas a los niños? ¡Con razón por la noche no pueden dormir!

¿Y la sinalefa? ¡Eso tiene que ser una guarrada! Yo me negué a estudiarla...
Y hablando de cochinadas: también te enseñaban los gases nobles... Mire usted, a mí me parece muy bien que los nobles se tiren sus gases como todo el mundo, ¿pero es necesario estudiarlos?
La clase de música... Muy bien, en casa no te dejan gritar ni jugar al balón en el pasillo, pero puedes soplar la flauta hasta que se te salgan los higadillos. Y tu madre ni mu... Total para aprender a tocar "Debajo un botón, ton, ton..."

Por no hablar de la clase de gimnasia... ¿De qué te va a servir enla vida saber dar una voltereta? ¿Y saltar el potro? ¿Se imaginan que en un debate entre Aznar y Zapatero Aznar dijese: "Señor Zapatero, usted va a subir las pensiones y va a bajar la gasolina, pero, ¿sabe saltar el potro...? Déjese de demagogias... Salte el potro señor Zapatero, salte el potro".
          La única vez que yo estuve atento en el colegio fue cuando explicaron la reproducción humana. Aunque tampoco me sirvió de mucho: primero te hablaban de un guisante... después de unas abejas que salían de su colmena y llevaban el polen por ahí.. Y luego te enseñaban unos dibujitos de una pareja en pelotas... Que yo pensaba: ¿Y aquí quién de los dos tiene el guisante...?"  En fin, amigos, que según lo que nos enseñaban en escuela, un hombre de provecho es un tío que habla lenguas muertas, come guisantes, da volteretas y toca la flauta... ¡C., este tío es Kung Fu!

 

En este tipo de humor social hay también una compensación de la realidad. Reírnos de nuestras desgracias nos ayuda a tomar distancia y a hacernos fuertes para enfrentarlas. En los chistes, vehículo social por excelencia, intentamos tomar a guasa los defectos que aquejan a nuestra sociedad, y con frecuencia –y con el talento necesario para ello– se hace patente lo que de realidad social tienen algunos males que sufren los individuos, incitando a la reflexión y provocando la solidaridad u ofreciendo consuelo, según se sea o no víctima o partícipe de esos males. Se puede aquí citar humoristas gráficos de la talla de Quino, Forges o Maitena. Valgan los siguientes ejemplos de  Forges para ilustrar la situación laboral a que se enfrentan tantos españoles:

 

    

       

 

 

Y no podemos dejar de añadir algún ejemplo de crítica universal del ser humano, que nos brinda el genial Quino:

 

 

 

 

 

Pero no sólo mitigamos a través del humor los problemas patentes de la sociedad y de la condición humana. También intentamos reírnos de lo desconocido, de temores sin nombre ni forma, como modo de encararlos y de restarles gravedad. La sociedad genera también sus propias expresiones de lo tenebroso y temible, ya sea porque queda fuera de sus márgenes o porque anida en los rincones más oscuros del alma humana. Dado que el humor nos sirve para acceder a esos terrenos vedados, el talante popular ha desarrollado como género propio los chistes de fantasmas o de monstruos populares. Entre lo tabú está la superación de los miedos, a los que podemos enfrentarnos gracias a esa relativización a que los sometemos tomando distancia con el humor.

Muñoz Seca, ante su pelotón de fusilamiento: “Podéis quitarme la libertad. Podéis quitarme la vida… pero hay algo que nunca me podréis quitar… ¡El miedo!”

Pepe, huele a muerto. Pepe… ¡Pepe!

En un velatorio, entra un macarra, soplando las velas: Cumpleaños feeliiiz…

El cómic, la televisión o el cine se han hecho eco de retratos de monstruos clásicos y su caricaturización; ejemplos son series o películas como los Monsters o la familia Adams. Hay en estos ellos una inversión de valores sociales que pone de manifiesto la pregunta sobre la relatividad de los nuestros. Como botón de muestra, el bebé de los Adams, cuando está enfermo, adquiere los rasgos propios de nuestro ideal estético de bebé, ante la aflicción de sus padres.

Pero el humor no se limita a las fronteras de los valores sociales: también se infiltra en el ámbito de nuestra propia moral.

 

 

 

 

 

 

 

EL HUMOR Y LOS VALORES MORALES

 

      Un hombre vuelve de un viaje y queda con el amigo al que dejó encomendada su casa. Al preguntarle qué tal había ido todo, éste comienza a explicarle:

– Pues, chico, tengo que decirte una cosa. ¿Recuerdas aquel loro que tenías, tan bonito?

– Sí, claro, mi loro carísimo, que me traje del Brasil.

– Pues es que… se ha muerto el loro.

– ¿Cómo, mi loro se ha muerto? ¿Qué ha pasado?

– Se murió espachurrado cuando se le cayó muerto encima tu purasangre.

– ¿Qué?, ¿que se ha muerto mi purasangre? ¿Cómo es posible?

– Se murió de fatiga cuando le pusimos a tirar de la noria.

– ¿Mi caballo tirando de la noria? ¡pero si para eso tenemos el burro!

– Es que el burro se había muerto también antes, de tanto sacar agua.

– ¿Pero para qué necesitabais tanta agua?

– Pues para apagar el incendio de tu casa.

–¡Mi casa incendiada! ¡Cómo es posible!

– Pues chico, lo típico; una cortina, una vela…

– ¡Pero para qué necesitabais velas, si en mi casa hay luz eléctrica!

– Hombre, no querrás que al cadáver de tu mujer le pongamos cuatro bombillas.

– ¡¡Qué dices!! ¡¡Dios mío, mi mujer muerta!! ¡¡No es posible!!

– Es que le dio un infarto cuando se encontró a vuestro bebé ahogado en el estanque.

– ¡¡¡Queeé!!!

   El hombre sufre un colapso y se desploma.

– Chico, si sé que te pones así, no te digo que se te ha muerto el loro.

            La comicidad de este chiste radica en la violación de un tema tabú: la dimensión de la desgracia. Nos reímos de algo que, si sucediera en la realidad, nos crearía una compasión infinita. De nuevo es la superposición de dos planos, el real y el figurado, lo que crea el efecto cómico, pero en este caso introducimos un doble plano (en realidad una inversión) de valores. Es obvio que lo menos importante de lo que le ha ocurrido a este infeliz es la muerte de su loro.    

            Hemos señalado como función propia del humor el ser un modo de acercarse a lo tabú. El tabú implica una prohibición, algo que debe tratarse bajo ciertas circunstancias de cautela, o directamente no tratarse. El sexo, la muerte, lo escatológico, el dolor… son tabúes en sí mismos y, según sus expresiones, por un mecanismo de categorización social. El humor (ya sea verde o negro) sirve para acercarse a mundos que previamente han de estar prohibidos, y si no hay contraste de mundos no hay humor, sino peligro y transgresión. Pero también actúa como tabú la moral, los valores universales. Descargar cierta forma de sadismo a través del humor libera de esa misma descarga en la realidad, algo que resultaría del todo impropio y nocivo. Hay que aceptar que el ser humano es imperfecto, y tenemos tendencias de las que nos avergonzamos, no sólo por represión social, sino por comprensión moral. Pero la tendencia sádica y el contraste de valores da pie también a la liberación a través del humor. Veamos un ejemplo de chiste sádico:

 

Un macarra lleva un cordón al cuello, al extremo de cada cual van atados sendos destornilladores. Un niño se acerca y le pregunta::

– Teñor, ¿qué ez ezo?

– ¿Esto? Unos prismáticos.

– ¿Me deja ver con elloz?

– Pues claro… (el macarra le clava los destornilladores en los ojos)

– ¡Ay, no veo nada!

– (girándolos) Espera, que te los gradúo…

 

            Aquí la comicidad radica en el efecto brutal que se crea en el oyente, no en la situación narrada en sí, lo que resultaría extremadamente perverso aun en el caso de ser una ficción. Piénsese en la misma situación, pero retratada en una película; cuanto más cercano a la realidad, más peligroso y menos cómico resulta. Para subrayar la crueldad la víctima protagonista es un inocente niño. Este tipo de humor (prescindiendo de lo cuestionable) es el que utilizan muchos dibujos animados como Correcaminos y el Coyote, Tom y Jerry… Pero lo que hay que destacar es que el humor estriba en el contraste de dos planos: la extrema crueldad y la falta de consecuencias. Sin ese contraste, la frontera moral del individuo se resquebraja y provoca inquietud y sufrimiento. Rizando el rizo del desdoblamiento, en Los Simpson se caricaturiza este humor de dibujos animados con los ídolos televisivos infantiles Rasca y Pica. En esta serie no sólo nos distanciamos de nuestros valores sociales percibiendo su relatividad, como en los mencionados de la Familia Adams, sino que este distanciamiento se utiliza para introducir la crítica. Un ejemplo aún más corrosivo es el de South Park[6].

            Si alguien se siente acomplejado por haber encontrado gracioso el último chiste, puede relajarse, pues en este humor no hay sólo una liberación de instintos sádicos: hay también, y según qué casos sobre todo, una caricaturización y distanciamiento de nuestros propios miedos. Ya hemos analizado el miedo como el más patente tabú natural del ser humano, del que el arte consigue purificarnos, ya sea a través de la tragedia o de la comedia. Junto a la muerte, el dolor o lo desconocido, también sentimos miedo de la inmoralidad. La crueldad, el sadismo, la falta de piedad de unos hombres con otros nos sobrecoge hasta el punto de crearnos una desazón que amenaza nuestra estabilidad psíquica. El mundo está lleno de horrores demasiado difíciles de digerir; al reírnos de ellos buscando su caricaturización, pretendemos distanciarnos y crearnos una capacidad de asumirlos.

            Como hemos señalado, este tipo de humor juega con una delicada frontera moral que debe quedar siempre protegida por la patencia del desdoblamiento y contraste de sentidos. Pero en ocasiones la barrera no está tan clara, y surge la polémica. Actualmente está de moda cierto tipo de cine que pretende heredar la estética del cómic. En el cómic, en efecto, la violencia y el peligro están distanciados por un formato y unos protagonistas con un espacio que se puede considerar suficiente con el mundo real. Pero siempre surge la tentación creadora de traspasar fronteras, y traducir a otros formatos más próximos las realidades creativas. La adaptación de cierto tipo de estética, de personajes, es una recurrencia en el cine de nuestro tiempo. También se da la adaptación del efecto que se utiliza como instrumento. Nos referimos a ciertas películas de las cuales fue precursor y sigue siendo máximo exponente Tarantino. En este sentido, rompió barreras con Reservoir Dogs. La película es innovadora en la estructura, en la que el flash back deja de ser un recurso narrativo más y se convierte en el formato. La pureza en el uso de la acción también resulta innovadora. Pero hay una anécdota que nos ayudará a esclarecer el problema de la barrera moral que venimos tratando:

            Mientras rodaban una escena, en que un hombre atado a una silla es rociado con gasolina y suplica que no le maten, el actor, entre las frases de súplica, improvisó la siguiente: “¡No, por favor, tengo mujer e hijos!” En ese momento, el actor que encarnaba al psicópata (Michael Madsen como Mr. Blonde) dejó de actuar. “Un momento, un momento. Si dice eso, yo no puedo seguir”. Tarantino replicó: ¡No, es genial!”. El actor era consciente de los límites de su barrera moral, que en ese momento sintió transgredida. No le preocupaba matar en escena a un personaje sin proyección fuera del escenario, pero cuando el otro actor creó esa proyección su frontera moral se vio vulnerada. La reacción de Tarantino dice mucho de su creatividad transgresora, pero poco de su carácter moral.

 

 

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

 

            Hemos hablado del humor como rasgo de inteligencia, mecanismo cognitivo, catalizador de tensiones psíquicas… Podría decirse que el humor tiene múltiples facetas o funciones, o en otro sentido que existen diversas formas de humor.

            Lo que sí queda claro es que el humor es una propiedad exclusivamente humana, que implica aspectos tan variados del hombre como su capacidad cognitiva, su naturaleza social, su estructura psíquica, desde las pulsiones más básicas hasta su más elevados valores morales… en realidad no puede reducirse a ninguna facultad, porque no es un simple añadido a otras, sino el talante general con que cada persona se enfrenta, con sus facultades, al mundo y a la vida que le toca vivir. Quizá podríamos decir que es un estado general del espíritu, y en este sentido es lo más cercano que conocemos a la felicidad. En griego, eu-daimonía (buen espíritu) expresa genialmente esa cercanía. Podemos tener más o menos suerte, más o menos talento o más o menos ambición, pero si hay algo que parezca acercarnos a esa meta universal del hombre, la felicidad, eso parece ser la capacidad innata de sonreír a la vida, de tener buen humor. Y lo bueno es que se contagia, porque quien sabe enfrentarse a la vida con humor no sólo es más feliz, sino que hace más felices a los demás.

 

 


 

BIBLIOGRAFÍA  BÁSICA UTILIZADA

 

 

 

ARISTÓTELES:  Poética. Trad. del griego, prólogo y notas por Francisco de P. Samaranch Kirner. Madrid, Aguilar, 1979.

 

ARISTÓTELES: Retórica. En Obras; trad. del griego, estudio preliminar, preámbulos y notas por Francisco de P. Samaranch Kirner. Madrid, Aguilar, 1967.

 

ARISTÓTELES: Sobre las partes de los animales. En Investigación sobre los animales; trad. Julio Pallí Bonet  prólogo de Carlos García Gual. (Col. Biblioteca Clásica de Gredos; 171). Madrid, Gredos, 1992.

 

BERGSON, Henri: La risa. Buenos Aires, Clásicos Losada, 1939. Reedición, 2003.

 

DEMÓCRITO

 

FREUD, Sigmund: El chiste y su relación con lo inconsciente (Der Witz und seine Beziehung zum Unbewussten). Trad. Luis López-Ballesteros y de Torres. Alianza ed. Madrid, 2000.

 

KIERKEGAARD, Sören:  Le concept d'ironie constamment rapporté a Socrate. En Oeuvres complètes t. II. Trad de Paul-Henri Tisseau y Else Marie Jacquet-Tisseau. París; Editions de l’Orante, 1975.

 

JOUBERT, Laurent : Tratado de la risa. Trad: Julián Mateo Ballorca. Asociación Española de Neuropsiquiatría; Madrid 2002.

 

MITHEN, Steven: The Prehistory of the Mind: a search for the origins of art, religion and science.  Thames and Hudson, London 1996.

 


 

[1] No hay que confundir con apariencias de risa, como en el caso de la risa de la hiena, que tan sólo posee unos gestos que se asemejan a la risa humana, pero no posee su función.

[2] Poética, cap. II.

[3] Ibid.

[4] En el pasaje donde alude a las especies de la risa se remite al libro II de su Poética, que desgraciadamente se perdió para nosotros.

[5] La Asociación Española de Neuropsiquiatría publicó en 2002 una versión en español.

[6]  “South Park es una serie sobre la vida cotidiana de 4 críos irreverentes, habitantes de una pequeña ciudad de Colorado que no hace sino exacerbar, en clave colectiva, la dinamitación del ideario patriarcal llevada a término por Matt Groening en su clásico de Los Simpson, en la que proliferan las alusiones carnavalescas a la política suicida de los Estados Unidos y a sus fantasmas autodestructivos.

»En uno de los episodios de esta South Park es un sarcasmo irreverente sobre el dispositivo postmoderno de la muerte manipulada, donde un mismo personaje moría en cada episodio para revivir tranquilamente en el siguiente.” J. Balló y X. Pérez: Yo ya he estado aquí, Anagrama, Barcelona, 2005.

 

© Esther García-Tejedor

Profesora de Filosofía. Doctora en Filosofía por al UNED.

 

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Nº 6, otoño de 2006

 

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