REALIDAD Y FICCIÓN                                                                                                                                                                       Edición de la página

Lindaraja .  REVISTA de estudios interdisciplinares y transdisciplinares. ISSN:  1698 - 2169

 

 

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Esther García-Tejedor

 

Revista Lindaraja

nº 7, diciembre

 de 2006

 

 

 

 

APARIENCIA Y REALIDAD

Esther García-Tejedor

 

 

 

El tema del ser, de la realidad y la apariencia, parece demasiado abstracto y alejado de los intereses cotidianos. Es el tema filosófico por excelencia, pero también el que ocasiona que la filosofía se considere un conjunto de disquisiciones inútiles y alejados de los intereses vitales y cotidianos. Sin embargo, el que el ser humano se haya planteado cómo son las cosas en realidad, frente a su apariencia, es algo de vital trascendencia para su adaptación al mundo. Es más: es la raíz de esa adaptación, abarcando todo el ámbito de la ciencia y la tecnología. Comencemos por lo más simple: abstrayendo lo común y creando conceptos, el hombre del paleolítico puede reconocer un animal o un fruto  como comestible, peligroso, venenoso… aunque sea la primera vez que lo vea, porque ha conocido otros con apariencia similar y le asigna así las cualidades que aún no ha percibido en él. Si ve un león, por ejemplo, sabe que tiene que huir, porque puede devorarle. Sabe que el sol que nace y muere en un día es el mismo que aparece el día siguiente, y sabe que volverá a hacerlo. Va aprendiendo que todos los años habrá primavera y verano, otoño e invierno; que la caza se comportará de un modo similar, que volverá a migrar; que si una semilla se plantó en otoño y creció en primavera otras semillas se comportarán igual…Va aprendiendo que las cosas similares (de las que ya tiene conceptos) se comportan de modo similar, que la naturaleza posee una regularidad. Va así descubriendo sus leyes, desarrollando la ciencia, que le permitirá transformar esa naturaleza. Aprende que la materia (concepto ya bastante abstracto) es materia y puede especular sobre su comportamiento en otras partes del universo. Aprende que la distancia que aparentan las estrellas, incluso su luz, puede no ser “real”. Distinguir entre apariencia y realidad le posibilita desarrollar una ciencia y conocerse a sí mismo como ser que se abre al mundo con sus sentidos tanto como con su razón.

 

 

I. CÓMO PENSAMOS Y APREHENDEMOS LA REALIDAD

 

1. Clasificación y oposición.

 

Clasificamos y comprendemos gracias a los conceptos. Ambas funciones son inseparables.

Clasificar implica diferenciar y oponer unos términos a otros. Es imprescindible para cualquier tipo de conocimiento, incluido el sensible, esto es, la percepción (recuérdese la distinción entre sensibilidad y entendimiento). Para percibir, por ejemplo con la vista, necesitamos oponer formas y colores; lo mismo para oír: un ruido monótono y constante llega a no percibirse.

La oposición puede darse entre múltiples términos. Pero la más característica del pensamiento categorial es la oposición binaria. En ella se basan los principios de la lógica: identidad (A = A) no contradicción (si A, entonces – (– A)) y tercer excluido (A V – A).

 

1. ¿A qué oponemos la realidad?

         El término “realidad” puede oponerse otros dos:

– lo que es se opone a lo que no es, en sentido general y particular: todo objeto es algo y no es otra cosa. En sentido general, el conjunto de todo lo que es se opone a la nada.

– La realidad, esto es, lo que las cosas son realmente, se opone al modo en que se nos aparecen. En este sentido, realidad se opone a apariencia.

  

II. LA OPOSICIÓN SER/NADA.

 

            El ser es quizá el término más emblemático y crucial de la filosofía. Pero ¿de dónde sale la noción de “ser”? El conocimiento humano funciona no sólo oponiendo términos; tiene también como característica la tendencia a la globalización o generalización. En efecto: no nos limitamos a oponer tipos de triángulos, sino que los agrupamos en el concepto global “triángulo”, que se opone a “cuadrado”, “círculo”, etc, pero que a su vez se globalizan en “figura geométrica”. Del mismo modo, podemos oponer “gorrión” o “paloma” a otros pájaros, pero también los globalizamos en la categoría “aves”. Esta, a su vez, se opone a la de “peces” y otras, pero todas ellas se engloban en la de “animales”, que a su vez se engloban en “seres vivos”.

            Para clasificar, por tanto, buscamos tanto la diferencia que opone unos términos a otros como las características comunes que los engloban. Pues bien, si seguimos globalizando, nos encontramos con que todo aquello de lo que hablamos tiene algo común: que “es”. En este grado de globalización nos encontramos con el problema filosófico por excelencia: en qué consiste “ser”.

Hay varias palabras para referirse a esta idea:

· Ente: es el participio presente del verbo ser. Significa “lo-que-es”. Designa cada cosa que es, como algo concreto, es decir: el árbol, la silla, la persona... no en cuanto que son árbol o silla, sino en cuanto que son.

· Sustancia: (sub-stantia) lo que permanece invariable frente a los cambios. Se refiere a lo que hace que cada cosa sea lo-que-es.

· Realidad: es el conjunto de lo-que-es.

· Ser: intenta designar ese algo en común que tienen los entes, lo que hace que sean entes.

            El término no está exento de problematicidad. Aristóteles fue el primero en preguntarse “qué es el ser”, asumiendo su carácter y ámbito lingüístico. Pero antes se dio la clásica polarización del problema en Parménides y Heráclito. El primero hace un uso estrictamente lógico del ser: lo que es, es, y lo que no es, no es. La consecuencia es que niega el movimiento, que se reduce así a una mera ilusión. Heráclito, por su parte, afirma que todo fluye (panta rei) y por tanto nada es (quiere decir que nada tiene permanencia). La mayor parte de los problemas filosóficos surgen de un intento de conciliar el ser y el no-ser (la nada), para poder explicar el cambio (el movimiento) en el mundo, esto es, para explicar el mundo tal como se nos aparece.

            Vemos cómo al ser se le tiene que oponer, ya sea por convención lingüística o por necesidad clasificatoria del hombre, algo. Ese algo, el no-ser, es la nada. Ahora bien, este término es tan problemático como el de “ser”. En primer lugar, tenemos la noción de no-ser-algo: un triángulo no es un cuadrado. Pero oponer la totalidad de lo real a algo es más complejo. La noción de no-ser, por su parte, ha tenido muchas interpretaciones, todas destinadas a explicar esa apariencia fluyente del mundo, salvando su realidad, su ser: el espacio de los atomistas, la potencia de Aristóteles...

El último y gran porqué es la pregunta “¿por qué es el ser, y no más bien la nada?” (planteada por primera vez por Leibniz; replanteada por Heidegger). Parece que al ser humano le asombra el hecho de que existan cosas, y necesita encontrar el sentido a esa existencia. Así, la pregunta se constituye en horizonte último de lo poético, lo místico y lo religioso. Tal como formula Witgenstein: “no es lo místico cómo sea el mundo, sino que el mundo sea”. El problema es que ese “no-ser” absoluto queda fuera del ámbito mismo del discurso, que se inserta en lo-que-es.

 

 

III. LA OPOSICIÓN APARIENCIA/REALIDAD

 

            Hay dos tipos de oposiciones semánticas:

– Exclusivas (macho/hembra)

– Privativas (hombre/mujer). En este tipo de oposición, el primer término puede designar o englobar al segundo (hombre = ser humano; por tanto, también mujer)[1]. Se usan cuando la lengua no dispone de un término genérico. En realidad, se trata de un  problema lingüístico: en algunos idiomas se dispone de un término para el genérico distinto al que distingue los sexos; en otros coincide con uno de ellos, como en español.

.           “Realidad” puede usarse como genérico (lo aparente es real porque es algo: una apariencia) o como oposición a “apariencia”. Así, por ejemplo, la mesa que veo puedo entenderla como una realidad, en cuanto es una impresión, o como algo no real, aparente, pues no es lo que la ciencia me dice que es (un conjunto de partículas en determinada disposición y en movimiento). Puedo, pues, entender que la impresión es real, en cuanto es una impresión, o que no lo es, en cuanto que es una apariencia que no se corresponde con el verdadero ser del objeto que me causa tal impresión.

            El problema aquí no consiste sólo en que falte una palabra para designar el género común: se trata de que falta ese género; no hay nada que pueda oponerse a la realidad. La realidad no es un género (el ser no es una categoría, dirá Aristóteles), porque lo abarca todo, no hay nada frente a lo que diferenciarla y definirla.

 

 

1. Reflexiones sobre realidad y apariencia

 

            La palabra “apariencia”, etimológicamente, se relaciona con los verbos “parecer” y “aparecer”. En el primer caso, se asocia a “ocultación”; en el segundo, es el modo en que algo se aparece o muestra, que no tiene por qué ser engañoso.

 

La apariencia sensible y lo verdaderamente real

            La mesa que veo no es la mesa que la ciencia me dice que es real. En este campo hay que hablar de la naturaleza subjetiva de todas las sensaciones: los colores, los sonidos, los sabores...

 

                La gente cree que existe lo dulce, y cree que existe lo amargo, y cree que existe el calor, y cree que existe el frío, y cree que existe el color. Pero, en la realidad, lo que hay son átomos y vacío. (Demócrito, s. IV-V a.C., fragmento 9)

 

            Se puede hablar de dos sentidos de lo real:   

                – lo que es, en cualquier modo

             – lo que se opone a “apariencia”.

De este modo, se asocia el concepto de “apariencia” con la apariencia sensible, esto es, el aspecto que la realidad muestra a los sentidos, que no constituye la verdadera realidad de las cosas. Se deduce así que esa “verdadera realidad” de las cosas, si no se capta por los sentidos, se ha de captar por la razón.

 

2. Posturas filosóficas ante la relación realidad/apariencia

 

2.1. El desdoblamiento platónico de los dos mundos

 

            La razón, edificada sobre los conceptos, se basa en lo que permanece de las cosas, lo que es inmutable. Los sentidos, en cambio, nos muestran el devenir, el cambio, el movimiento. El ser aquí se identifica con lo permanente, lo eterno (reminiscencia del ser lógico de Parménides). Dado que eso es lo que captamos por los conceptos, Platón estableció que éstos, a los que llamó Ideas, son el mundo verdadero, mientras que lo que captamos por los sentidos es el mundo aparente. El mundo verdadero, del ser, se hace así trascendente. El mundo sensible será entonces un reflejo imperfecto y en movimiento del mundo perfecto e inmóvil de las Ideas o lo inteligible. En cuanto lo refleja, nos ayuda a conocerlo; en cuanto es imperfecto, distorsiona su imagen.

            Aristóteles, discípulo de Platón, volverá a hacer el ser inmanente, esto es, a ubicar su realidad en las cosas mismas, introduciendo las nociones de sustancia y accidente, materia y forma, potencia y acto, para explicar los cambios.

            Ambos parten de que la realidad puede ser conocida por la razón. La postura que niega esta posibilidad es el escepticismo.

            Frente a estas posturas que parten de la dualidad realidad/apariencia, otros rechazan tal dualidad. Surge así la corriente denominada “fenomenología”, que sitúa toda realidad en el fenómeno (fainómenon = lo que se aparece), negando que remita a alguna realidad “oculta”. Ser es aparecerse.

 

2.2. Relación entre realidad/apariencia y conocimiento

 

            Conocer algo implica conocer su realidad. Ahora bien, hay grados de conocimiento:

· Saber: se entiende por tal el conocimiento seguro. En griego podía expresarse como episteme (ciencia, conocimiento de un ámbito concreto) y sophía (conocimiento de la realidad en sí, sabiduría).

· Opinión: es un conocimiento probable. Platón la considera el único modo en que podemos conocer lo que se refiere al mundo sensible, porque es cambiante, y por tanto sólo podemos conjeturar sobre él. Ésta sería una limitación impuesta por el objeto mismo. Pero también el sujeto puede tener sus limitaciones: que el objeto sea inasequible al conocimiento humano (como el noúmeno de Kant) o, simplemente, que el sujeto esté condicionado por opiniones previas, por ejemplo de su sociedad, que podríamos denominar prejuicios.

 

Ejercicios:

 

  1. Explica el funcionamiento del conocimiento a partir de la clasificación y oposición, y cómo surge el concepto “ser”.
  2. Explica el concepto de “la nada” y por qué es problemático.
  3. ¿Cómo enfocan el problema del ser: Heráclito, Parménides, Platón y Aristóteles?
  4. 4. ¿En qué se diferencia opinión y saber?

 


 

[1] Es interesante reflexionar aquí sobre el mito bíblico de la creación de la mujer. En algunas corrientes gnósticas (y es muy probable que este sea el verdadero sentido) se habla de la creación de un humano primordial, aún sin polarizar, y su posterior división en dos sexos.

 

 

 

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