REALIDAD Y FICCIÓN                                                                      Escríbenos
 

 

Sueño y realidad. La ontología poética

de Calderón de la Barca

 

Jacinto Rivera de Rosales

UNED, Madrid

 

Ed. Hildesheim, Olms, 1998

 

(Extracto: apuntes del libro)

 

          El Siglo de Oro ofrece abundante material a la reflexión filosófica.

Calderón sobresale cuando nos acercamos a su teatro.

Nos preguntamos por el ser, hacemos una investigación ontológica, mas al hilo de una dramatización, de una conciencia o presentación ciertamente reflexiva, pero que se sitúa sobre todo a nivel simbólico, plástico, con otros intereses, con otra lógica, con otra coherencia.

Nos proporciona un nivel de comprensión más espontánea y cercana a nuestras situaciones concretas, logrando por ello conservar sus múltiples significados o lecturas mejor que el simple concepto.

Lo que Calderón se cuestiona es el ser de los entes. Éstos, para la escolástica y no sólo para ella, se dividen en tres grandes regiones: mundo, alma y Dios. De cada una nos habremos de plantear la cuestión acerca de su modo de ser, y preguntarnos por la densidad o futilidad de su realidad.

No es lo mismo la realidad de una piedra que la del hombre.

Para Calderón, el ascenso a la verdadera realidad se realiza mediante el desengaño. En su obra encontramos la dramatización metódica de un desengaño acerca de la substantividad del mundo, la cual se fundamenta sobre todo en lo imaginario. Esto nos conduce a descubrir la realidad, incluso trascendente según él y toda su tradición, de nuestras acciones y la necesidad de obrar bien, pues nuestra  libertad es lo único que nos conecta con el ser eterno.

Tres momentos vertebran nuestro discurso:

1.      el desengaño sobre la realidad/nada del mundo.

2.      La realidad del alma en cuanto libre, es decir, capaz de acción real y originaria, responsable de sí: el libre albedrío.

3.      El concepto y realidad del Dios cristiano.

 

 

 

A) EL DESENGAÑO SOBRE LA REALIDAD / NADA DEL MUNDO

 

            1. La apariencia de lo sensible.

            Si bien el conocimiento primario es el sensible para gran parte de la escolástica de tradición aristotélica, Calderón no tiene frente a él el optimismo tomista.

            ¿Sobre qué base se puede afirmar la realidad de algo o su modo de ser? Los sentidos se muestran quebradizos y poco fiables. Ni siquiera logran asegurarnos de que soñemos o estemos despiertos.

            Fue un lugar común del teatro de la época barroca esa confusión entre sueño y realidad.

            Segismundo.

            No cabría la duda en un ser que no tuviera conciencia-autoconciencia, ésta es el lugar donde aquélla se plantea, pero eso mismo indica que se pone a la búsqueda de más elementos que le faltan para resolverla, que no se le da primariamente todo el sentido del mundo ni de sí misma.

            ¿Dónde está el criterio de distinción en un mundo tan confuso?

            “Dadme, cielos, desengaño”, dice Segismundo.

            Cuando todo va bien y según lo esperado, nos limitamos a vivir y a actuar, pero al toparnos con la inevitable frustración o con la perplejidad, surge la pregunta.

 

2. Las distorsiones de la imaginación

 

            Un tópico ampliamente utilizado por calderón como recurso dramático son las distorsiones de la realidad o falsas interpretaciones de la misma que los personajes hacen debido no sólo a su escasa información, sino sobre todo a sus fantasías, deseos y pasiones; por ejemplo, los celos, que ven lo que no hay, la envidia, la ambición, etc., que llevan a los hombres a errar sobre lo real, a la paranoia y a su propia destrucción.

            Nuestra relación sensible con el mundo, tan teórica como moral, es lo más expuesto a los ardores de la pasión y a las brasas de los afectos.

            En El médico de su honra, Don Gutierre mata su esposa, inocente, basándose en malentendidos que han sido urdidos en gran medida por sus celos y su imaginación en la oscuridad de la noche.

            Se explota el componente imaginario que se halla presente en toda nuestra comprensión de la realidad. La psicología lo ha estudiado abundantemente. Esa construcción imaginaria tiene su raíz, afectiva y volitiva, en el deseo; y conforme éste se intensifica convirtiéndose en pasión, aquélla ocupa cada vez más terreno en nuestra conciencia. Incluso todo placer es en gran parte imaginado.

            Gustos y disgustos no son más que imaginación.

            Los mismos personajes de Calderón no son conscientes de esas deformaciones de la realidad basadas en la imaginación.

            Calderón es el primer gran dramaturgo que toma en serio Don Quijote. Él “ha meditado Don Quijote y la naturaleza fugitiva de las fronteras entre lo real y el sueño; ha visto la influencia de las ideologías, de los deseos y de los encantos de lo imaginario sobre las relaciones que el yo establece con el mundo.

            Muchas veces el hombre distorsiona la verdad con su visión ególatra y limitada.

            Sin embargo, la imaginación no sólo había jugado ese papel negativo en la aprehensión del mundo, sino también otro fundamental en la teoría tomista del conocimiento: la imaginación (fantasía), partiendo de las especies o formas sensibles proporcionadas por los sentidos, es la que elabora la imagen (fantasma) sobre la que trabaja después el entendimiento agente para producir, mediante la abstracción, las especies inteligibles o conceptos.

            El racionalismo y el escepticismo desecharon este papel positivo de la imaginación.

            Sólo después, Kant, debido a su nuevo punto de vista o método transcendental y a que, según el espacio y el tiempo son condiciones sensibles necesarias para el conocimiento objetivo del mundo, introdujo de nuevo la imaginación como puente (o síntesis) entre el sentir y el pensar. Ella se convirtió en una pieza fundamental para comprender la configuración de nuestro mundo, tanto en el conocimiento teórico como en la estética, de lo cual los primeros románticos sacaron pingües consecuencias.

 

            Dramatización interna (composición de lugar).

            Es esta imaginación, esta dramatización muchas veces individual u fantaseada, que extiende en el tiempo y en el espacio nuestros deseos y afectos, la que parece tejer gran parte de nuestras vidas. El oficio de dramaturgo es una buena atalaya para captarlo, una adecuada atalaya para captarlo, una adecuada actividad desde la que comprenderlo en el interior de la misma acción creadora, y no como resultado o producto encontrado.

 

3. Las apariencias engañosas

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El camino para el ser o existencia reales del hombre

La realidad originaria de la acción

            Lo eterno es el alma y sus obras, ahí nos situamos fuera de toda duda. Frente a la incertidumbre teórica de si lo que veo y toco, lo que recuerdo y amo, hablo y comparto, es sueño o realidad, está la certeza práctica, moral y religiosa, de que el alma y sus buenas obras permanecen y son siempre reales, en cualquier nivel de realidad que nos pongamos.

No se trata ya de diferenciar lo que es sueño de lo que es realidad entre nuestras vivencias del mundo; esa distinción ha perdido interés y relevancia desde la nueva visión moral-religiosas, o sea, desde la conciencia de la libertad y de lo divino u originario. Para ésta, todo lo que en el mundo sucede tiene un valor igual, a saber, una misma realidad ontológica secundaria, de mero medio y no de fin último. Son el camino para el ser o existencia reales del hombre.

Los sueños pueden ser la realidad más viva y originaria. Los que toman la realidad como lo único están más bien soñando cada uno su propia fantasía, y no han despertado aún a la verdadera visión de las cosas como afirmaba Heráclito.

Metáfora: la vida como teatro. Nos permite un distanciamiento: epogé (Husserl); una mayor perspectiva racional sobre la realidad; colocar las cosas en su sitio. La filosofía lo intenta.

Si la vida es sueño, también el sueño es vida.

Así lo debemos afrontar, potenciando el aspecto creativo y transformador de nuestra fuerza imaginativa.

Como a Segismundo, nos queda obrar correctamente frente a la relativa realidad del mundo.

He ahí el criterio: el principio moral, la primacía de lo práctico sobre lo teórico, de la acción libre sobre los objetos.

Kant y Fichte

La primacía de lo moral sobre lo teórico u objetivo será sostenida también por Kant (y Fichte) aunque desde un punto de vista no transcedente sino transcendental. Según Kant, la moral no se basa en la religión ni en cálculos de una prudencia tenta a mayor ganancia, sino en el deber por el deber, en la autonomía de la misma libertad racional del hombre, en pro de su afirmación de sus ser libre. El hombre es fin en sí mismo, es decir, no puede nunca ser utilizado sólo como medio por alguien, sin al mismo tiempo ser el fin.

La conciencia de la libertad es la piedra angular del sistema.

 

 

Esta conciencia de sí como de una acción originaria implica asimismo la de que los objetos del mundo sólo son medios para su realización y no fines, lo que desde el punto de vista teórico significa que son fenómenos, es decir, exhiben cierta realidad, no hay que tomarlos como meras apariencias o pura nada, pero su realidad no es incondicionada.

Investigando el ser del mundo hemos llegado al ser del hombre, al interior del mismo, que es donde aquél hunde sus raíces para éste.

Ahí, en verdad, hemos estado instalados desde el inicio.

La verdadera realidad del  hombre es la de ser acción originaria y por ello responsable de sí.

 

La dignidad del ser humano es superior a la inmensidad del universo. Hay tres modos de ser/ estar el individuo en el universo.

Lo importante no es el mundo, sino nuestra decisión moral.

Frente a la futilidad del mundo se comprende la realidad originaria de las obras, de la responsabilidad del individuo, de su libertad. Para Calderón es eterna.

Eso nos envía a otro ámbitos de realidad y a su distanciamiento.

 

La problemática realidad del libre albedrío

Hemos pasado de la débil realidad del mundo, a la realidad fuerte y eterna del alma.

Estudiaremos los cuatro conflictos con los que se ve confortada la afirmación de la libertad: el filosófico, el psicológico, el político y el social .

 

 

LIBERTAD versus DESTINO (naturaleza)

 

            Según Kant, querer dominar objetiva y heterónoma la realidad del mundo es lo que conduce al sujeto a la contradicción dialéctica consigo mismo.

A Basilio le pierde la pretensión divina de omnipotencia.

            Cuando Basilio acepta la propia fragilidad humana y encara con coraje y resolución su propia muerte, expresión máxima de la finitud, cuando admite que no lo domina todo aunque sea rey, se encuentra con una inesperada solución procedente de la creatividad del otro, aquí en concreto de Segismundo, de donde menos lo esperaba.

            En las obras de Calderón parece una disociación entre el inconsciente pasional y la conciencia reflexiva. La ceguera de las pasiones es contraria a la luz de la razón (con esa ceguera, las personas llegan a destruir lo que aman).

            Podríamos decir que Basilio proyecta en las estrellas sus propias obsesiones y sentimientos, los mismos que quiere ocultar y encerrar en la torre con Segismundo.

            Es la propia voluntad del personaje la que, por la pasión e ignorancia sobre las consecuencias de su acción, se le convertirá en destino.

            Don Quijote decía que cada uno es artífice de su propia ventura.

            Idealismo alemán.

 

            Tenemos que redescubrir las acciones del sujeto y superar el olvido que las convierte en destino.

            Transformar el destino en libertad es lo que consigue en gran parte Segismundo al final de La vida es sueño, gracias al desengaño y a la acción moral –o buenas obras-, es decir, gracias al punto de vista ético al que se ha elevado.

 

            El horóscopo servía al rey Herodes para darle la oportunidad de arrepentirse y evitar la matanza, la oportunidad de ejercer su libre albedrío.

            No se trata de pretender ser dioses omnipotentes, sino de volver al interior y hacer examen de conciencia, es decir, un trabajo psiconalítico de recordar nuesetro pasado, nuestras más íntimas y primitivas decisiones.

            Al salir de su mundo pequeño, finito, estos personajes de Calderón comprenden la realidad y pueden actuar de forma libre.

            Frente a la visión limitada del sujeto personaje, el dramaturgo y el filósofo ven más allá. El filósofo es capaz de sacar a la luz las acciones de la subjetividad que ella misma ha olvidado y cosificado, es decir, que ha considerado como efectos de cosas exteriores, cumpliéndose así el mandato délfico de conocerse a sí mismo.

Inclinan, pero no fuerzan

            La libertad del hombre frente a su destino se da, no en sus consecuencias físicas, ante las que nos sentimos pequeños, sino en las consecuencias morales. Es en el ámbito moral en el que podemos decidir aceptar o rechazar, ceder o resistir; podemos enfrentarnos a lo inevitable.

            Un acto de reflexión racional: la lógica vence a las pasiones, también al hado.

            Preparación y educación para actuar ante los hados.

            Segismundo, desengañado, utiliza el discurso de la escena final para aclarar y criticar lo ocurrido. Limita unos deseos que no hubieran dejado espacio a otros y hubieran impedido establecer un cosmos.

            Con una comprensión más articulada y racional de la realidad conquista la libertad y una amplitud de miras de la que carecía.

            Su reflexión moral interrumpe la cadena de acciones inmediatas a las que parecía atado.

            Esto le proporciona una distancia respecto a las emociones del momento. Y crea en él un ámbito ideal donde le es posible elegir otras formas mejores de configurar el mundo, decidirse desde una fuerza propia más constructiva y habitable: “Señor, levántate / dame tu mano”.

 

            La libertad significa que le FUTURO se encuentra en cierta medida abierto a como el hombre lo quiera escribir.

 

© Jacinto Rivera de Rosales, 1998

Ed. Hildesheim, Olms.

 

URL: http://www.realidadyficcion.org/calderon.htm

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