ࡱ> QSP` 1bjbj 0dp&[ (0 PPPd 8 xdxEGGGGGG$>h|kP111kPP1PPE1EPP 0S$  )0"""P@vTbDkkqd1111dddH DdddH dddPPPPPP I. KANT EL CONOCIMIENTO OBJETIVO DEL MUNDO Gua de lectura de la Crtica de la razn pura Prof. Jacinto Rivera de Rosales UNED Esttica transcendental 1. Las sensaciones Con la Esttica transcendental entramos ya en la "Doctrina transcendental de los elementos" que forman parte del conocimiento. Este, como los dems mbitos o actividades de la subjetividad, configuran una sntesis que ha de ser analizada en los diversos elementos que la componen, sin perder por ello de vista su unidad constitutiva, pues ambas cosas son tareas esenciales a la subjetividad. En el recuadro de la pgina siguiente se encuentra un esquema de esos diversos elementos estudiados en esta KrV. En el mbito de lo terico Intentamos conocer la realidad que no protagonizamos y por consiguiente sta nos tiene que venir dada, hacrsenos presente, y en eso el sujeto es pasivo; en este-sentido nuestra intuicin no es intelectual, no crea ex nihilo la realidad del objeto conocido. Pero el sujeto tiene que ser consciente de esa presencia o dacin, tiene que enterarse desde s, hacerlo su conocimiento, y en consecuencia no puede ser enteramente pasivo, sino receptivo, sensible; luego ha de prepararse para recibir, para darse cuenta, y este es el momento ms propiamente idealista. Dos temas, por tanto, que Kant aborda utilizado el par conceptual de materia y forma de la sensibilidad: la materia son las sensaciones y la forma, el espacio y el tiempo. Pero tampoco la divisin entre materia y forma (al igual que ocurri con los juicios analticos y sintticos) la hemos de tomar de una manera escolstica y fija, csica, como a veces el mismo Kant tiende a hacerlo. Ellos son un par de conceptos estructurales o de reflexin cuyo significado general es lo determinable y su determinacin, pero aquello concreto que designan lo adquieren en su aplicacin. As, por ejemplo, si consideramos un edificio en su conjunto, su forma ser la distribucin de huecos y paredes, mientras que su materia est constituida por los materiales utilizados en su construccin. Pero despus podremos reflexionar sobre la materia y la forma de estos materiales, por ejemplo de las vigas de hierro, cuya materia, los tomos de hierro, podrn as mismo ser analizados mediante el par conceptual materia y forma, y as sucesivamente. De igual modo el espacio y el tiempo funcionan como forma en relacin a las sensaciones, pero como multiplicidad o materia en relacin a las categoras del entendimiento y a los esquemas de la imaginacin, es decir, a las reglas de sntesis. Por su parte, las sensaciones requieren ser interpretadas para que vayan formado figuras, pero en ellas podemos distinguir a la vez formas (de color, sabor, dureza, etc.) y materia que, en ltimo anlisis, sealara hacia la fuerza o energa o materia prima aristotlica, como veremos en el punto E, 6 con motivo de la primera Analoga de la experiencia. Este aspecto material de la dacin o presencializacin de la otra realidad que no protagonizamos es el menos elaborado por Kant, pues aqu l se limita a retomar el punto de partida empirista y precrtico del conocimiento: las cosas nos afectan. Eso es, sin embargo, lo que a primera vista menos problema produce a nuestro modo primaria y culturalmente empirista y csico de comprender el conocimiento y la subjetividad en general, pero es difcilmente armonizable con el modo crtico, lgico transcendental de entenderlos. Porque cmo los objetos pueden "causar por s mismos representaciones" y no meros efectos objetivos? cmo es que su efecto se convierte sin ms en m representacin? cmo algo meramente real-objetivo se convierte ello mismo en idealidad? Se podra contestar que eso ocurre gracias a la disposicin de mi cuerpo, de sus rganos, de sus nervios y cerebro, etc. Habramos hecho entonces ciencia, no filosofa, estaramos en el orden de los objetos y sus conexiones, de donde se ha abstrado por principio toda subjetividad como tal, o bien sta es considerada en cuanto mera cosa. Habramos fundado el conocimiento de unos objetos en el conocimiento de otros; no nos habramos alzado a la pregunta de cmo es posible que todos esos objetos y sus relaciones sean conocidos, que haya un conocimiento objetivo en general. Esta pregunta por la totalidad ya no puede ser contestada volviendo a sealar un objeto perteneciente a ese conjunto sin caer en un crculo vicioso, el del Barn de Mnchhausen, que quera salir de la cinaga tirndose de los pelos hacia arriba. El conocimiento no es una relacin entre dos objetos, sino de otra naturaleza, que hace posible que aquellos objetos y sus relaciones sean conocidos. La filosofa transcendental no trata de objetos concretos, como la ciencia, sino del saber en general, lo cual nos sita en otro orden de explicacin y nos dirige hacia la subjetividad cognoscente. "Pues en l [en nuestro nimo o subjetividad] se encuentra el secreto del origen de nuestra sensibilidad". El objeto, careciendo como tal de conciencia, malamente podra producirla, si es que eso fuera posible. Adems, si las intuiciones o fenmenos no son elaborados por la conciencia y referidos a ella por ella misma, ni afectan, ni hay conocimiento, ni intuicin alguna ; slo si el sujeto lo recibe desde s, algo se convierte en conocido por l. El procedimiento es el inverso: la ciencia explica desde la heteronoma, la filosofa transcendental ha de hacerlo desde la accin del Yo, pues ese es el modo especfico de ser de la subjetividad y el punto central del idealismo transcendental. Aun permaneciendo dentro de esta hiptesis de la afeccin csica, nos surgen otras preguntas dentro del sistema kantiano: quin afecta? No podramos decir que sea la cosa en s, pues entonces estaramos aplicando la categora de la causalidad a algo que se halla ms all de lo fenomnico. Pero el fenmeno tampoco, pues l sera lo causado. Y quin es el afectado, el Yo noumnico y libre, el Yo pienso o Apercepcin trascendental, o el yo emprico? Un repaso de las diversas soluciones que se han dado lo lleva a cabo, por ejemplo, Herbert Herring en Das Problem der Affektion bei Kant . Yo he propuesto una en el captulo II de El punto de partida de la metafsica transcendental. Ah vengo a decir en resumen lo siguiente. "Afeccin" designa propiamente una relacin de dependencia real entre dos objetos empricos, entre dos fenmenos. Es una aplicacin de la ley o categora de causalidad, como veremos despus en el punto E, 6. En consecuencia, si planteamos la relacin primaria del sujeto cognoscente con la otra realidad como afeccin lo estamos cosificando de raz, pensndolo mediante categoras csicas. Esto se correspondera con el yo emprico, o si pensamos que ste es slo el psicolgico como lo hace Kant, con el cuerpo con el que me identifico. Entonces se ha puesto a la base del conocimiento de los fenmenos u objetos uno de ellos, una relacin que es ya objetiva, es decir, se coloca como fundamento de la totalidad un elemento de la misma. En segundo lugar no se explica cmo un efecto de algo exterior aparece sin ms siendo mi sensacin, y no simplemente un mero efecto objetivo. Estamos todava intentando comprender el conocimiento desde un paradigma precrtico. Kant, sin embargo, nos ensea que lo que da origen al mbito del conocimiento es una accin ideal subjetiva, lgico transcendental. Esta accin es la que da lugar al espacio y al tiempo transcendentales en cuanto meras formas de la sensibilidad. Ellos representan la primera aceptacin por parte del sujeto de su finitud, de su realidad limitada, es decir, son la condicin (transcendental) de posibilidad de comprender que existen otras realidades junto a l o antes y despus que l, de situarse en un mundo. Sin embargo eso no basta, creo yo a diferencia de Kant. El espacio y el tiempo transcendentales son formas, idealidades. Mediante ellos el sujeto puede comprender originariamente la forma de los objetos, pero no lo que podramos llamar su realidad material, la realitas que estudiaremos ms detenidamente en el punto E, 5. Esta slo por contraposicin, al distinguirse la realidad de la mera idealidad; contraposicin ciertamente necesaria para la conciencia. Pero el sujeto ha de comprender originariamente tambin qu es ser real, luego lo ha de ser l mismo; es decir, en este punto no nos basta un yo meramente ideal, sino que hemos de poner en juego a un yo originariamente real. En cuanto a su forma, el fenmeno tiende a resolverse en meras relaciones o leyes, en esa trama del mundo que estudian las diferentes ciencias. Pero l no es mera relacin, sino que el objeto exhibe tambin una realidad, una realitas o materialidad que el sujeto no pone (no protagoniza), sino que se le impone o, como Kant dice, que le es siempre dado. Para comprender esa dacin, esta relacin no meramente ideal del sujeto con el objeto, Kant echa mano de la afeccin, que designa ciertamente una relacin real pero emprica, y por tanto no puede ser pensada en cuanto fundamento transcendental. Este se ha de encontrar en un yo originario, no ya simplemente ideal o pura Apercepcin, sino tambin real; un yo que en trminos kantianos podramos denominar noumnico, si es que con eso no lo pensamos como una substancia transcendente. El yo real originario no es una substancia, sino una accin que se protagoniza a s misma y que se manifiesta como libertad moral. Es frente a ese proyecto real de actuar slo desde s que se manifiesta al sujeto la oposicin de la otra realidad y su propia limitacin real, el que no determina enteramente desde s ni siquiera su realidad, sino que ha de contar con fuerzas y realidades extraas. Para habrselas con ellas y tratar de dominarlas a fin de que le sean favorables, surge la necesidad del conocimiento terico que aqu estamos analizando.  KrV A 266, B 322.  KrV B 1, y en otros muchos lugares. Por ejemplo, en A 92, B 124-125 se pone la disyuntiva de que o bien slo el objeto hace posible la representacin, o a la inversa.  KrV A 278, B 334. Pero el texto contina diciendo que no lograremos desvelar ese secreto porque se halla en la causa no sensible de los fenmenos, que nosotros no conocemos. Ni siquiera a nosotros mismos nos conocemos objetivamente ms que como fenmenos. Ahora bien, el concepto de causa de los fenmenos no slo remite al yo en s, sino tambin a las cosas en s, con lo cual de nuevo queda diluida la primera afirmacin de que la clave de nuestra sensibilidad ha de ser hallada en la propia subjetividad, y adems no se ensaya otra manera de abordarla.  Vase, por ejemplo, KrV A 116, 119120, 122.  Klner Universitts Verlag, Kln, 1953.  UNED, Madrid, 1993.     *-@A\aްްޔx_F1hX5@B* CJaJmH nH phsH tH u0hQh<B* CJaJmH nH phsH tH u7hXh<5@B* CJ aJ mH nH phsH tH u7hQhKq75@B* CJaJmH nH phsH tH u)hXhX0JB* CJOJQJaJph0hXhX0J:B* CJOJQJ^JaJphhXhXB* ph,hXhX0J:B* CJ$OJQJaJ$ph+-A]_a Z\P$ 7^`7gdQ^gdQ^gdQ $^a$gdX$a$gdX $Da$gdX$[$\$a$gdXp.11I / s { Ǯx]xxA&4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u7hQh<6@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u0hQh<B* CJaJmH nH phsH tH u7hQh<5@B* CJaJmH nH phsH tH u7hQhKq75@B* CJaJmH nH phsH tH u F k l 8 ʰz_D)4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u3hQh<B* CJH*aJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u  e g h Bȭv[B'4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u0hQh<B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u7hQh<5@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u7hQh<6@B* CJaJmH nH phsH tH uBM+,|Ѷ}fK0K4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u-hQhKq7B* CJaJmHnHphsH tH :jhQhKq70JB* CJUaJmHnHphsH tH 4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQh<@B* CJaJmH nH phsH tH u0hQh<B* CJaJmH nH phsH tH u*hBB* CJaJmH nH phsH tH u 45a@ʮx_D)4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u0hQhKq7B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u7hQhKq76@B* CJaJmH nH phsH tH u4hBhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hBhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u A* ʯz_D)4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u0hQhKq7B* CJaJmH nH phsH tH u7hBhKq76@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u 89Zʯ~cE~~+~3hBhKq76B* CJaJmH nH phsH tH u:jhQhKq70JB* CJUaJmHnHphsH tH 4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u0hQhKq7B* CJaJmH nH phsH tH u.hB@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u ZDEb';̵̄̚iN34hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u*hBB* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u-hQhKq7B* CJaJmHnHphsH tH 0hQhKq7B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u ;@s [ȯx]B)1hQhKq7@B* CJaJmHnHphsH tH 4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u7hQhKq76@B* CJaJmH nH phsH tH u0hQhKq7B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u7hBhKq76@B* CJaJmH nH phsH tH u F.YZ\AʯʯvX?$4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u0hQhKq7B* CJaJmH nH phsH tH u:hQhKq76@B* CJH*aJmH nH phsH tH u:jhQhKq70JB* CJUaJmHnHphsH tH 4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u AfgjǮx]C(4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u3hQhKq76B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hBhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hBhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u0hBhKq7B* CJaJmH nH phsH tH u:jhBhKq70JB* CJUaJmHnHphsH tH 4hBhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u:jʱ{`E,1hQhQ@B* CJaJmHnHphsH tH 4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@ B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u0hQhKq7B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u4hQhKq7@B* CJaJmH nH phsH tH u   зcH,7hQhKq76@ B* CJaJmH nH phsH tH u4h%hKq7@ B* CJaJmH nH phsH tH u7h%hKq7@B* CJH*aJmH nH phsH tH u:jh%hQ0JB* CJUaJmHnHphsH tH 3hQhKq76B* CJaJmH nH phsH tH u0hQhQ6B* CJaJmHnHphsH tH -hBhQB* CJaJmHnHphsH tH 0hBhKq7B* CJaJmH nH phsH tH u ! 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