Estimados alumnos:
Decíamos que la esencia surge en el
retorno o reflexión del ser sobre sí mismo en medio de la
multiplicidad de determinaciones cualitativas y
cuantitativas, y de su dialéctica. En ese movimiento, la
reflexión se descubre operando no caóticamente, sino según
unas reglas o categorías que Hegel llama «esencialidades» (Wesenheite):
identidad, distinción (diferencia, oposición),
contradicción, que finalmente desembocan en la esencia como
fundamento.
(7) Así como la reflexión correspondía al
devenir en la lógica del ser, la identidad sería como el
Dasein (ente, existente, existencia) en aquella primera
parte. La esencia es primariamente esa identidad o
movimiento de identificación del ser consigo mismo: «La
esencia es en primer lugar simple referencia a sí misma,
pura identidad» (W 6, 36). Pero ya en ese primer momento, en
su inmediatez, en cuanto identidad consigo misma, es
negación de su ser-apariencia, y Hegel se apoyará justamente
en ese momento negativo para desarrollar desde ahí las
siguientes esencialidades, hasta el colapso producido por la
contradicción (zu Grunde gehen = irse a pique, al
fondo o fundamento), del que renace una nueva inmediatez de
la totalidad de la esencia como fundamento.
Este momento de negatividad, inserto
en la identidad, no es visto en la reflexión externa, que
sólo llega a la identidad abstracta; «o mejor dicho, la
abstracción es el acto de poner esa identidad formal» (Enz.
§ 115 A), la que deja fuera de sí toda distinción o
diferencia. Eso es lo que ocurre en el principio de
identidad: «todo es idéntico consigo mismo; A = A» (Enz.
§ 115 A). Él es la expresión de una mera tautología, sin
contenido, que para el proceso o movimiento de la reflexión
que la uniría con los otros principios, y por eso sólo
alcanza una verdad incompleta. No es una ley del verdadero
pensar, sino del pensar abstracto propio del entendimiento.
La misma forma del principio lo contradice, pues una
proposición distingue entre el sujeto y el predicado. Los
defensores de ese principio pretenden mostrar su verdad
acudiendo a la experiencia y apelando a la universal
aceptación de que «A es A». En realidad, en la experiencia
ocurre lo contrario, pues si a la pregunta: «¿qué es una
planta?» contestamos: «una planta es una planta», y así
sucesivamente, veremos que dicho principio no sirve para
nada, y que ese modo de hablar pronto resulta aburrido,
molesto, despreciado, vacío. Ningún conocimiento ni ninguna
existencia se configuran con esa mera identidad, sino que
incluyen también la diferencia. Ésta está explícitamente
expresada, aunque tampoco pensada, en la versión negativa de
tal principio, en el de no contradicción: «A no puede ser a
la vez A y no A». Ambos principios no son de naturaleza
analítica (como había pensado incluso Kant), sino sintética.
«Este es el punto en el que se diferencia toda mala
filosofía de la única que merece el nombre de filosofía» (Enz.
§ 115 Z). Si se dice que la identidad es el principio
supremo del Idealismo alemán, hemos de darnos cuenta que es
una identidad en la que anida la diferencia; más aún, está
habitada e impulsada por la contradicción, que será la
última etapa de la distinción: «todas las cosas son en sí
mismas contradictorias» (W 6, 74), y la contradicción «es la
raíz de todo movimiento y vitalidad; sólo en la medida en
que algo tiene en sí mismo una contradicción, se mueve,
tiene impulso y actividad» (W 6, 75). Pero se mueve porque
busca la identidad, y sólo la encuentra en el equilibrio
inestable del movimiento, pues si se parara ahí, en la
contradicción, se caería, como cuando vamos en bicicleta.
La identidad es negación del ser
inmediato y por tanto también un distinguir, pero que se
había olvidado de que era ese distinguir. «La identidad es
por tanto en ella misma absoluta no-identidad» (W 6,
41); pero en eso mismo es la vez identidad, pues es ella la
que pone en sí su propio no ser, de igual modo que el Yo de
Fichte ponía en sí el No-Yo. Por consiguiente, la identidad
(o la reflexión, aquí como identidad) es el todo y la parte.
Es el todo por cuanto que ella pone la identidad y la
no-identidad, y es la parte en cuanto puesta (Gesetztsein)
como opuesta a la no-identidad. Esa dualidad «es la
naturaleza esencial de la reflexión, y ha de ser considerada
como fundamento originario (Urgrund) determinado de
toda actividad y automovimiento» (W 6, 47). Esa dualidad es
la que encontramos en la conocida fórmula con la que Hegel
presenta lo real en general o lo absoluto: como identidad
(todo) de la identidad (parte) y de la no-identidad. Toda
reflexión (aquí como identidad) es a la vez finita (parte) e
infinita (todo), y así, incluso cuando decimos que «todo es
histórico» (y por tanto también nosotros seríamos parte),
pretendemos que ese mismo decir valga para todo momento
histórico (alcanzamos a hablar desde el todo). Sólo en
cuanto parte es aquí la identidad tomada como determinación
y opuesta a la distinción (Unterschied).
(8) En vez de distinción, hoy quizás se
prefiere hablar de diferencia, pero los hegelianos optan por
reservar ese último término a Verschiedenheit, que es
un tipo o momento de la distinción. Ésta corresponde a la
finitud en la lógica del ser, en donde aparecen las
categorías de «algo» y «otro», que aquí se transformarán en
«positivo» y «negativo». «La esencia es sólo pura identidad
y apariencia en sí misma, en cuanto ella es la negatividad
que se refiere a sí misma, y es así el repelerse de sí por
sí misma; contiene, por tanto, esencialmente la
determinación de la distinción» (Enz. § 116). En
primer lugar, como absoluta distinción es un distinguirse no
de otro, sino de sí mismo (un distinguirse la esencia de
su apariencia), como diferencia simple de A y –A. Pero
al ser distinción de sí mismo es a la vez identidad (no hay
distinción sino en la identidad). «Ambos juntos [identidad y
distinción, en la esencial referencia del uno al otro que ya
hemos visto] constituyen la distinción; éste es el todo y su
momento» (W 6, 47) o Gesetztsein, al igual que
ocurría con la identidad. Los dos momentos de la distinción,
la identidad y la distinción en cuanto determinaciones (en
cuanto momentos o partes o ser-puestos) los que dan lugar a
la siguiente categoría o siguiente momento de la distinción:
la diferencia (Verschiedenheit). De ahí partirá la
siguiente y última sesión, el día 6 de mayo.
Un cordial saludo.
Prof. Jacinto Rivera de Rosales. UNED