Realidad y ficción

Curso de Doctorado "La lógica de la esencia"

Dpto. de Filosofía. Facultad de Filosofía

UNED. Prof. Jacinto Rivera de Rosales

 

LA LÓGICA DE LA ESENCIA

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Lógica de la esencia

   CUARTA SESIÓN (3 de abril de 2006)

 

3-4-2024

Prof. Jacinto Rivera de Rosales

Edificio Humanidades, Dcho 313

Senda del Rey s/n.  28040-Madrid                                           

                                                                                                  

 

 

 

 

                      Estimados alumnos:

 

                      Decíamos que la esencia surge en el retorno o reflexión del ser sobre sí mismo en medio de la multiplicidad de determinaciones cualitativas y cuantitativas, y de su dialéctica. En ese movimiento, la reflexión se descubre operando no caóticamente, sino según unas reglas o categorías que Hegel llama «esencialidades» (Wesenheite): identidad, distinción (diferencia, oposición), contradicción, que finalmente desembocan en la esencia como fundamento.

 

(7)                 Así como la reflexión correspondía al devenir en la lógica del ser, la identidad sería como el Dasein (ente, existente, existencia) en aquella primera parte. La esencia es primariamente esa identidad o movimiento de identificación del ser consigo mismo: «La esencia es en primer lugar simple referencia a sí misma, pura identidad» (W 6, 36). Pero ya en ese primer momento, en su inmediatez, en cuanto identidad consigo misma, es negación de su ser-apariencia, y Hegel se apoyará justamente en ese momento negativo para desarrollar desde ahí las siguientes esencialidades, hasta el colapso producido por la contradicción (zu Grunde gehen = irse a pique, al fondo o fundamento), del que renace una nueva inmediatez de la totalidad de la esencia como fundamento.

 

                      Este momento de negatividad, inserto en la identidad, no es visto en la reflexión externa, que sólo llega a la identidad abstracta; «o mejor dicho, la abstracción es el acto de poner esa identidad formal» (Enz. § 115 A), la que deja fuera de sí toda distinción o diferencia. Eso es lo que ocurre en el principio de identidad: «todo es idéntico consigo mismo; A = A» (Enz. § 115 A). Él es la expresión de una mera tautología, sin contenido, que para el proceso o movimiento de la reflexión que la uniría con los otros principios, y por eso sólo alcanza una verdad incompleta. No es una ley del verdadero pensar, sino del pensar abstracto propio del entendimiento. La misma forma del principio lo contradice, pues una proposición distingue entre el sujeto y el predicado. Los defensores de ese principio pretenden mostrar su verdad acudiendo a la experiencia y apelando a la universal aceptación de que «A es A». En realidad, en la experiencia ocurre lo contrario, pues si a la pregunta: «¿qué es una planta?» contestamos: «una planta es una planta», y así sucesivamente, veremos que dicho principio no sirve para nada, y que ese modo de hablar pronto resulta aburrido, molesto, despreciado, vacío. Ningún conocimiento ni ninguna existencia se configuran con esa mera identidad, sino que incluyen también la diferencia. Ésta está explícitamente expresada, aunque tampoco pensada, en la versión negativa de tal principio, en el de no contradicción: «A no puede ser a la vez A y no A». Ambos principios no son de naturaleza analítica (como había pensado incluso Kant), sino sintética. «Este es el punto en el que se diferencia toda mala filosofía de la única que merece el nombre de filosofía» (Enz. § 115 Z). Si se dice que la identidad es el principio supremo del Idealismo alemán, hemos de darnos cuenta que es una identidad en la que anida la diferencia; más aún, está habitada e impulsada por la contradicción, que será la última etapa de la distinción: «todas las cosas son en sí mismas contradictorias» (W 6, 74), y la contradicción «es la raíz de todo movimiento y vitalidad; sólo en la medida en que algo tiene en sí mismo una contradicción, se mueve, tiene impulso y actividad» (W 6, 75). Pero se mueve porque busca la identidad, y sólo la encuentra en el equilibrio inestable del movimiento, pues si se parara ahí, en la contradicción, se caería, como cuando vamos en bicicleta.

 

                      La identidad es negación del ser inmediato y por tanto también un distinguir, pero que se había olvidado de que era ese distinguir. «La identidad es por tanto en ella misma absoluta no-identidad» (W 6, 41); pero en eso mismo es la vez identidad, pues es ella la que pone en sí su propio no ser, de igual modo que el Yo de Fichte ponía en sí el No-Yo. Por consiguiente, la identidad (o la reflexión, aquí como identidad) es el todo y la parte. Es el todo por cuanto que ella pone la identidad y la no-identidad, y es la parte en cuanto puesta (Gesetztsein) como opuesta a la no-identidad. Esa dualidad «es la naturaleza esencial de la reflexión, y ha de ser considerada como fundamento originario (Urgrund) determinado de toda actividad y automovimiento» (W 6, 47). Esa dualidad es la que encontramos en la conocida fórmula con la que Hegel presenta lo real en general o lo absoluto: como identidad (todo) de la identidad (parte) y de la no-identidad. Toda reflexión (aquí como identidad) es a la vez finita (parte) e infinita (todo), y así, incluso cuando decimos que «todo es histórico» (y por tanto también nosotros seríamos parte), pretendemos que ese mismo decir valga para todo momento histórico (alcanzamos a hablar desde el todo). Sólo en cuanto parte es aquí la identidad tomada como determinación y opuesta a la distinción (Unterschied).

 

(8)                 En vez de distinción, hoy quizás se prefiere hablar de diferencia, pero los hegelianos optan por reservar ese último término a Verschiedenheit, que es un tipo o momento de la distinción. Ésta corresponde a la finitud en la lógica del ser, en donde aparecen las categorías de «algo» y «otro», que aquí se transformarán en «positivo» y «negativo». «La esencia es sólo pura identidad y apariencia en sí misma, en cuanto ella es la negatividad que se refiere a sí misma, y es así el repelerse de sí por sí misma; contiene, por tanto, esencialmente la determinación de la distinción» (Enz. § 116). En primer lugar, como absoluta distinción es un distinguirse no de otro, sino de sí mismo (un distinguirse la esencia de su apariencia), como diferencia simple de A y –A. Pero al ser distinción de sí mismo es a la vez identidad (no hay distinción sino en la identidad). «Ambos juntos [identidad y distinción, en la esencial referencia del uno al otro que ya hemos visto] constituyen la distinción; éste es el todo y su momento» (W 6, 47) o Gesetztsein, al igual que ocurría con la identidad. Los dos momentos de la distinción, la identidad y la distinción en cuanto determinaciones (en cuanto momentos o partes o ser-puestos) los que dan lugar a la siguiente categoría o siguiente momento de la distinción: la diferencia (Verschiedenheit). De ahí partirá la siguiente y última sesión, el día 6 de mayo.

 

                      Un cordial saludo.

                      Prof. Jacinto Rivera de Rosales. UNED

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