Estimados alumnos:
Comenzamos la tercera sesión de nuestro
curso de doctorado sobre la Lógica de la esencia repartiendo
justamente un esquema de la misma, que os adjunto en
documento aparte. En él se aprecia las diferencias entre la
gran lógica y la pequeña lógica, la de la Enciclopedia.
El texto de la Ciencia de la lógica es más extenso y
elaborado, pero es anterior (1813) y más difícil en algunas
partes, mientras que el de la Enciclopedia es
posterior (1827 o 1831) y más legible (sobre todo si se
cuenta con los Zusätze o Añadidos de sus discípulos), pero
más corto, como podéis ver por los huecos de la columna de
la derecha. A la izquierda de ese esquema he puesto una
numeración entre paréntesis, que utilizaré, pues nos
permitirá articular la explicación del texto y saber a qué
parte nos estamos refiriendo.
(1) El título de la Primera Sección difiere
algo en ambas versiones. El de la Lógica, «La esencia
como reflexión en ella misma» está más ligada a la idealidad
de la filosofía transcendental, mientras que el de la
Enciclopedia, «La esencia como fundamento de la
existencia», es más spinozista y mira el lado real. Hemos de
tener en cuenta que la Lógica de la esencia es donde el ser
transita hacia el concepto (la Lógica del concepto como
tercera parte de la lógica), es decir, donde el ser comienza
a adquirir una interioridad y se encamina hacia un saber de
sí. Esa «dualidad» de ser-saber es lo que se refleja en la
dualidad de títulos.
Esta Primera Sección tiene tres
momentos o capítulos.
1º
El primero es «La apariencia», ausente en la Enciclopedia.
El ser reflexiona sobre sí, empujado por la dialéctica entre
cualidad y cantidad, busca la verdad de lo inmediato en el
interior de sí y se desdobla en esencia y apariencia.
2º
Las esencialidades son las categorías con las que se dirigen
las acciones o determinaciones de la reflexión o
determinaciones de la esencia: identidad, distinción y
contradicción.
3º
El fundamento resolvería la contradicción y pasaría después
a la existencia y al fenómeno.
(2) El primer capítulo, «La apariencia», es
el primer momento en el que surge la categoría de la
esencia, todavía de una manera inadecuada y espectral. En
primer lugar se distingue de lo inesencial, en segundo lugar
de una apariencia que, en tercer lugar, descubre como siendo
su apariencia. Ese «su» es la primera aparición de la
reflexión, podría decir que del «para sí» o saber de sí (o
subjetividad), y por eso ese tercer momento se llama «La
reflexión».
(3) El primer paso es siempre para Hegel el
de la inmediatez, y la esencia en su simple inmediatez es el
ser superado (aufgehoben) y simple igualdad consigo
misma. Opuesta de ese modo a la inmediatez del ser, se
comportan ambos primeramente como exteriores entre sí, según
lo hacen al «algo»y lo «otro» en la lógica del ser: uno
sería lo esencial y lo otro lo inesencial, pero de manera
intercambiable, horizontal, como cuando decimos: lo esencial
es que hagas esto, o bien lo esencial es que hagas lo otro.
La primera comprensión de la esencia la opone a lo
inesencial como dos entes indiferentes entre sí. Pero eso
aún se sitúa con un pie en la lógica del ámbito del ser: la
de un pasar (übergehen) de una categoría a su
contraria. Por el contrario, la lógica de la esencia
establece dualidades dentro de la misma realidad, de manera
vertical. El tránsito a esta forma más adecuada de ver la
esencia se da viendo que la esencia no es la negación de
unas concretas determinaciones (cualitativas o
cuantitativas) del ser, sino todas ellas, de todo el ser, o
sea, que es el cuestionamiento de la verdad o fundamento de
todo el ser inmediato, y que se comporta con el ser no como
«algo» frente a lo «otro», sino como lo verdaderamente real
frente a la apariencia como totalidad. Todas las demás
categorías de la lógica de la esencia serán elaboraciones
sucesivas de esta primaria dualidad.
(4) «El ser es apariencia». El mundo
inmediato se ha convertido en apariencia al preguntar por su
verdad, como una nada frente a lo esencial, como algo
negativo que es puesto como negativo. El mundo es sueño,
decía nuestro dramaturgo, o un velo de maya, añade el
budismo, o mero percipi, argumenta Berkeley, y simple
«representación», concluye Schopenhauer, etc. Ellos estarían
pensado desde esta categoría o momento de proceso
dialéctico. «La apariencia es todo el resto que ha quedado
aún de la esfera del ser». Pero carece de entidad suficiente
como para comportarse como un «otro» frente a la esencia, y
queda reducido a ser una no realidad (Nichtdasein)
que sólo se sostiene en referencia a una esencia que le
niega el ser. Es un nivel de reflexión que no ha comprendido
la verdad del aparecer, ni siquiera que necesita de esa
apariencia para reflexionar sobre lo verdadero. Pero será
ese resto, que se resiste a ser absorbido por la esencia, el
que irá adquiriendo consistencia y grosor. Ahora bien,
ningún nivel o categoría está ausente de verdad: si bien no
es cierto que todo el mundo es mera apariencia, lo es que
algunas cosas lo son, que, por ejemplo, hay muchas acciones
en los hombres que no tienen ningún valor en la historia, y
que son mera hojarasca que se las lleva el viento al paso de
lo efectivo (wirklich). Como posiciones filosóficas
que se basan en este nivel categorial, Hegel señala al
escepticismo, que no se atreve a decir: «esto es». O las
mónadas leibniziana, si bien no por lo que Hegel le
atribuye: que sus representaciones son indiferentes entre
sí, más sí porque para ellas el mundo es en último término
como un sueño o mera representación, aunque suficientemente
ligado como para tener ciencia de él. También sitúa Hegel
aquí a los fenómenos kantianos, pero hemos de responder que
éstos no son apariencia (Schein) sino fenómenos (Erscheinung),
y estarían situados más bien en la Segunda Sección (19).
Paso de la apariencia (4) a la
reflexión (5). Se trata de unir esencia y apariencia, viendo
su identidad en un proceso parecido al de ser y la nada,
para descubrir que es la apariencia de la esencia, o
sea, que son los dos momentos de un devenir que es la
reflexión. Para ello, en primer lugar, hay que ver que la
apariencia tiene su realidad: toda la riqueza del mundo, que
es independiente o que resiste a ser devorada por la esencia
(resto). En segundo lugar, Hegel nos muestra que toda la
realidad del ser-apariencia está también en la esencia, sólo
que de forma negativa, negada o superada (aufgehoben),
o sea, que la nulidad (Nichtigkeit) del ser es la
naturaleza negativa de la misma esencia. Y por último, que
ambos aquí, en este primer momento de la esencia, están
tomados en su inmediatez (Unmittelbarkeit).
Conclusión: los dos momentos de la apariencia, la
negatividad y la inmediatez, son los momentos también de la
esencia misma, y que, por tanto, «la apariencia es la
apariencia de la esencia misma», y la apariencia es
la esencia misma en la determinidad del ser, en su aparecer
(aquí aún tomado como inesencial). O sea, Brahman y Atman,
voluntad y representación, Dios y mundo, infinito e finito,
ser y nada, etc. son relativos el uno al otro, y ambos son
miembros en el devenir de la reflexión, que es retorno sobre
sí desde un (pretendido) otro, aquí retorno a la esencia (o
ser sin determinaciones) desde la apariencia (o
determinaciones del ser).
(5) La esencia y la apariencia no son la una
sin la otra, y ése es el movimiento dialéctico presente,
parecido al que hubo al inicio de la Lógica entre el ser y
la nada, y cuya resolución se encontró en el devenir, un
devenir que es lo verdaderamente real y que aquí, de camino
hacia el concepto, se descubre como reflexión o retorno a sí
del ser, a su interior o esencia o verdad. «La esencia, en
este automovimiento suyo, es la reflexión», que une la
negatividad de la apariencia con la negatividad de la
esencia, de igual modo que ser y nada se identificaban en
cuanto carencia de determinación, o sea, desde la
negatividad; hay una insistencia hegeliana en la negatividad
(razón dialéctica) a fin de disolver toda fijación o
frontera, y afirmar el proceso como la realidad radical, lo
cual nos había conducido al principio de la lógica a no
llegar a pensar propiamente el ser, y aquí a una manera al
menos aún “espectral” de pensar la esencia. «El devenir en
la esencia, su movimiento reflexionante, es por tanto el
movimiento de nada hacia nada y, por medio de eso, de
retorno hacia sí mismo». A ese movimiento lo llama Hegel «la
reflexión absoluta pura». Y distingue tres niveles de
reflexión: ponente, presuponente o externa y determinante.
Primero está la reflexión ponente o que pone (setzende),
que se comprende en su inmediatez, como un retorno sobre sí
y no sobre otra cosa, simple igualdad consigo misma, como
siendo el comienzo de todo el movimiento, o sea, poniéndolo
(setzend) en marcha. Pero, en segundo lugar, la
reflexión es la igualdad de lo negativo consigo mismo como
retorno de lo negativo a sí y por tanto distinguiéndose de
lo otro, y en cuanto tal suprime su inmediatez (la reflexión
es ella misma la supresión de la inmediatez) y ha de
presuponer (Voraussetzen) lo otro negándose a sí como
comienzo. En este segundo momento, «la reflexión encuentra
algo inmediato [en nuestro caso es el ser-apariencia], va
más allá de él [hacia la esencia], y a partir de él ella es
retorno», re-flexión. Es una reflexión externa (äuβere),
determinada como lo negativo frente a un ser encontrado,
no puesto por ella, sino presupuesto; para ella, lo finito
vale como lo primero, lo real, y ella se encuentra como
formando parte de una totalidad. Aquí Hegel critica los
juicios reflexionante de Kant como reflexión no sólo
externa, sino también meramente subjetiva del entendimiento.
Por último, en tercer lugar está la reflexión determinante (bestimmende),
la propiamente hegeliana, que comprende que todo el
movimiento es un automovimiento de la reflexión, un estar o
ir consigo misma (Zusammengehen mit sich). Ella
comprende que la reflexión presuponente o finita es la misma
que la reflexión ponente o infinita, y que el presupuesto es
también puesto; y así veremos que la identidad es el todo y
la parte, como lo es la reflexión en su propia naturaleza.
Pero esa reflexión determinante sólo llegará a una completa
comprensión de sí en la lógica del concepto; aquí todavía no
está plenamente desarrollada (nicht vollendete) y
pone la esencia como distinta del ser superado
(apariencia, fenómeno), y las determinaciones de ambos como
«ser puesto» (Gesetztsein) y no como autoposición (al
contrario que el concepto, y finalmente la idea). Comparando
este movimiento dialéctico con los primeros pasos de la
Lógica del ser, tenemos:
Ser – Nada → devenir →
ente o existente (Dasein): determinidades
Esencia – apariencia (o fenómeno) → reflexión → ser puesto (Gesetztsein).
: esencialidades
(6) «La reflexión es reflexión determinada
[es ésta y no otra, tiene una forma concreta: sobre la
identidad, o sobre la oposición, etc, de ahí su pluralidad],
con lo cual la esencia es esencia determinada [pensada de
una manera determinada], o sea, es esencialidades», gracias
a las cuales podríamos decir que la esencia comienza a
“tomar cuerpo”: «la reflexión es el aparecer de la esencia
en sí misma». Esas esencialidades o determinaciones de la
reflexión son la identidad, la distinción (diferencia,
igualdad y desigualdad, oposición), la contradicción y el
fundamento. Estas esencialidades aparecen en la lógica
formal en forma de principios, que pretenden ser válidos
para todo pensar como leyes universales del pensar:
principio de identidad, de oposición, de tercio excluso, de
no contradicción o de razón suficiente. Hegel, por el
contrario, piensa que son los principios errados del
entendimiento finito. Esta forma de aparecer como principio,
en primer lugar, no añade nada a la categoría y, en segundo
lugar, tiene el inconveniente de que las convierte en
cualidades de un sujeto o hypokeimenon, mientras que, por el
contrario, han de ser comprendidas como siendo la misma
esencia y su movimiento. Podemos además añadir que dicha
forma hace que ese movimiento se paralice y no se comprendan
como momentos de un movimiento dialéctico, donde unos
principios implican y niegan los otros, según veremos.
Aquí nos quedamos. El próximo día, el 1
de marzo, seguiremos con el punto (7), la identidad.
Un cordial saludo.
Prof. Jacinto Rivera de Rosales. UNED