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PRIMERA SESIÓN (11 de diciembre de 2004)
Prof. Jacinto Rivera de Rosales Edificio Humanidades, Dcho 313 Senda del Rey s/n. 28040-Madrid 13-12-2004
Estimados alumnos: El día 11 de diciembre tuvimos nuestra primera sesión del curso de doctorado sobre la lógica del ser en Hegel. A los que no pudisteis venir, os adjunto las fotocopias repartidas: una información bibliográfica y cuatro artículos. El texto fundamental para nuestro curso es la Ciencia de la lógica, publicada en tres volúmenes en 1812, 1813 y 1816, y en concreto sus Prólogos, Introducción y la doctrina del ser. Esta parte la volvió a elaborar Hegel en 1831. De la traducción que hicieron Augusta y Rodolfo Mondolfo os enviaré pronto una fotocopia de lo correspondiente a este curso, pues es un libro que ya sólo se puede encontrar en los anticuarios. Pero también hemos de contar con la Enciclopedia de las ciencias filosóficas, publicadas por Hegel en 1817, con dos ediciones posteriores en 1827 y 1830. De esta última edición tenemos traducción española en Alianza, y de ella nos interesan sus Prólogos, Introducciones y la doctrina del ser, lo que en la traducción corresponden a sus 207 primeras páginas. En la bibliografía repartida encontráis también exposiciones generales del sistema hegeliano, así como guías de lectura de la lógica: en español tenéis la de Félix Duque, en francés la de J. Biard, y en alemán se me ha olvidado introducir una muy reciente y recomendable: G.W.F. Hegel. Wissenschaft der Logik, ed. A. Fr. Koch und Fr. Schick, Akademie Verlag, Berlin, 2002. Como es sabido, la ciencia de la lógica ocupa la primera parte del sistema hegeliano. La segunda parte es la filosofía real, que trata cómo la realidad se genera en cuanto naturaleza y en cuanto espíritu. Lo que se nos presenta en este sistema es un proceso de autoconocimiento de la realidad, gracias al cual la substancia spinozista se alza (o se alzaría) a una comprensión de sí a semejanza del sujeto fichteano (y kantiano). Según Fichte, el Yo, como la libertad kantiana, es autoposición, pero para saber sí se ha de distinguir de lo otro de sí, ha de elaborar un límite de su realidad, por lo cual le surge un mundo. Dicho límite ha de elaborarlo el Yo desde sí a fin de que sea para el Yo, pero ha de ser un límite real frente a un No-Yo, de manera que el Yo no es causalidad infinita, como la substancia de Spinoza, sino esfuerzo (Streben), tendencia, anhelo (Sehnen) de plenitud (el bien supremo). Ya desde el inicio, desde su escrito Sobre el Yo (1795), tiende Schelling a identificar ese Yo fichteano con la substancia spinozista. A partir de 1797, en su filosofía de la naturaleza, introduce la subjetividad (o actividad ideal) como fuerza constitutiva de la misma, eliminando la limitación crítica del «como si» (Kant, Crítica del Juicio). En su Sistema del idealismo transcendental (1800) presenta al Yo absoluto generando toda la realidad, incluido el No-Yo, que sería la actividad ideal del Yo retornando sobre sí, pero que el Yo ve como algo extraño. Esto es así gracias a una pieza metodológica elaborada por Fichte, a saber, por la diferencia entre actuar y reflexionar: el Yo primeramente actúa, pero se pierde en su acción, y para saber de sí tiene que reflexionar sobre su acción, pero ésta se le presenta entonces sólo en su resultado, como resultado de una acción previa que ya no identifica consigo mismo, y la aliena. Por esa causa, el sistema se le presenta como «la odisea del espíritu que, burlado prodigiosamente, huye de sí mismo mientras se busca» (trad. Anthropos, p. 425). La filosofía se presenta como la anámnesis de sí, como la recuperación y el reconocimiento por parte del Yo de todas sus actividades. Este proceso de autoconocimiento del Yo, al igual que sucede también con la Idea en Hegel, no se da de una vez, ni en línea recta, sino que conlleva muchas mediaciones, idas y venidas, alineación y retorno a sí, por lo que surge el mundo, y a eso le llamará Hegel el trabajo negativo del concepto. Al final del proceso lo que se produce es una identidad del ser y del pensar, una verdad que no es simple adecuación del intelecto con la cosa, de lo subjetivo con lo objetivo, sino «acuerdo del contenido consigo mismo» (Enz § 24, 2ª ad.), que es lo que Hegel denomina Idea. La tarea de la filosofía consiste entonces en traspasar con el concepto filosófico la corteza multicolor de formas y captar el desarrollo y realización de la Idea, ver que «lo que es racional es real, y lo que es real es racional» (Fundamentos de la filosofía del derecho, Prólogo). «Es importante que la filosofía se entere de que su contenido es la realidad efectiva […] distingue […] aquello que es meramente fenómeno, algo efímero e insignificante, de lo que en sí mismo merece verdaderamente el nombre de realidad efectiva […] de tal modo que se puede considerar como la finalidad suprema de la ciencia producir la reconciliación […] de la razón autoconsciente con la razón-que-está siendo, es decir, con la realidad efectiva. […] Lo que es racional, eso es efectivamente real, y lo que es efectivamente real, eso es racional […] El simple estar ahí es en parte fenómeno y sólo en parte es realidad efectiva. En la vida común se denomina realidad a cualquier ocurrencia, al error, al mal y a todo lo que pertenece a este campo, así como a cualquier existencia atrofiada y efímera se la llama precipitadamente realidad efectiva. […] Lo contingente es una existencia que no tiene más valor que el de una posibilidad, algo que tanto es como podría igualmente no ser. Pero cuando yo he hablado de realidad efectiva, se tendría que haber pensado en qué sentido he usado tal expresión, ya que he tratado de ella dentro de una lógica detallada y no solamente la he distinguido cuidadosamente de lo contingente, lo cual ciertamente existe, sino que la he distinguido [también], con más precisión todavía, del [simple] estar ahí, del existir y de otras determinaciones» (Hegel, Enz. § 6). El filósofo especulativo comprende que la Idea, lo lógico, es la trama real del mundo, tanto de la naturaleza como del espíritu. Todas las etapas son manifestaciones de la misma, también la pasión, las acciones, lo así llamado irracional, los intereses de los individuos y el arte, las manifestaciones religiosas y las revolucionarias. Todas esas manifestaciones lo son de la Idea, pero han de ser comprendidas en sus límites. Lo racional es a la vez la afirmación de cada momento, y la consideración de la unión articulada de los mismos en el movimiento de generación de lo absoluto. Que la Idea y lo subjetivo organiza también la naturaleza lo aprendió Hegel en la Filosofía de la Naturaleza de Schelling. Dicha parte del sistema nos relata el proceso que va desde la máxima exterioridad de la Idea en el espacio-tiempo-materia hasta la interioridad del animal, hasta su sentir frente al dolor y la muerte. Ahí se da el paso a la filosofía del Espíritu, primero del Espíritu subjetivo, etapa que va desde esa muerte del animal-hombre hasta el reconocimiento de su propia libertad en el hombre individual. En el Espíritu objetivo se pasa a objetivar esa libertad, a reconocerla en leyes y en el Estado, y es ahí, en la sucesión de los Estados, donde aparece por primera vez en la conciencia del Espíritu la Idea como conductora de la historia universal. Después, en el Espíritu absoluto es donde se capta que es la Idea y su desarrollo el argumento que había latido en todo lo anterior, y eso en sus tres momentos: en el arte como intuición, en la religión como Dios, y en la filosofía como concepto. La Idea no es, por tanto, algo meramente subjetivo o psicológico, ni mera identidad abstracta, sino el proceso de todo lo real y su resultado. Y ésa es la tesis ontológica fuerte de Hegel: la lógica no es un mero organon del pensar subjetivo correcto, sino que «la lógica coincide con la metafísica, con la ciencia de las cosas captadas en pensamientos» (Enz § 24). Ya Kant había distinguido entre lógica formal, que sólo trataba de la pensabilidad, y lógica transcendental, capaz de hablar de la realidad de los objetos. Fichte había potenciado esta dirección, y sobre todo Schelling, en su etapa denominada como filosofía de la identidad, a partir de 1801, había investigado esa estructura de la razón, ya denominada como absoluta, con independencia del mundo real; allí es donde recogió Hegel su idea de una Lógica. Pero en ello, tanto Schelling como Hegel recogen una larga tradición en la filosofía occidental, que apuntan a la idea o forma racional como estructura básica de la realidad: Platón con sus ideas, Aristóteles y sus formas, el neoplatonismo y el nous, San Agustín y el entendimiento divino como creador de las ideas y del mundo según ellas, Leibniz y el mundo como despliegue del pensamiento de Dios; en la Introducción a su Ciencia de la Lógica encontramos la misma metáfora: la lógica «es la exposición de Dios tal como él es en su esencia eterna, antes de la creación de la naturaleza y de un espíritu finito» (W 5, 44). Más cercano aún a Hegel se encuentra Spinoza, que pensaba que nuestro mundo era expresión de dos atributos divinos, la extensión y el pensamiento, sólo que en Hegel no irán paralelos y no se desarrollarán more geométrico, sino que la metáfora será biológica: como el capullo, la flor y el fruto. Pero la propuesta ontológica de Hegel y de la tradición en la que él se inserta también se opone a otras filosofías que sostienen que la realidad primigenia es arracional, o bien directamente irracional. En su misma época encontramos a Kierkegaard y a Schopenhauer, y posteriormente a Nietzsche, pero también a los románticos, al segundo Fichte y al Schelling maduro. Hoy Hegel es, en este sentido, el enemigo a batir de todos los postmodernos, si bien la hermenéutica de Gadamer, la que según Vattimo se ha convertido en la «koiné» filosófica de hoy, debe mucho de su inspiración al pensamiento hegeliano. Hecha esta presentación del sistema hegeliana en general, situando en él el sentido de su lógica, pasamos ya a ver los textos. En la Enciclopedia encontramos en primer lugar tres Prólogos, correspondientes a sus tres ediciones, una Introducción a todo el sistema (§§ 1-18) y una Introducción a la Lógica (§§ 19-83). La Ciencia de la Lógica comienza con los dos Prólogos de sus dos ediciones, más la Introducción. Vemos que ahí Hegel presenta su lógica en contraposición con la religión y la teología. Después de la disputa sobre el ateísmo de Fichte (1798-1799), hacia 1800 se produce en los pensadores germanos un giro religioso, también en Fichte. Además, con la caída de Napoleón en 1814 y la Conferencia de Viena en 1814-1815, se produce el intento político de una restauración del antiguo régimen, con gran presencia de lo religioso. Por último, en el mismo sistema de Hegel la religión ocupa el penúltimo lugar, sólo superada por la filosofía. En realidad, piensa él, las dos tienen el mismo contenido, lo Absoluto, sólo que la religión lo capta en la forma de la representación, asequible a todos, mientras que la filosofía lo capta en la forma del concepto, accesible sólo a unos cuantos, pero superior a aquélla. Mientras que la representación es un saber que se queda en la dualidad irrebasable, para la cual el concepto es algo meramente subjetivo, la filosofía capta el verdadera concepto del concepto como la fuerza misma de la realidad, superando con ello toda escisión, toda contraposición y contradicción, de manera «que la filosofía [especulativa] no hace otra cosa que transformar las representaciones en pensamientos, pero además a los meros pensamientos en el concepto» (Enz § 20). La próxima sesión tendrá lugar, como sabéis, el sábado 15 de enero. Comenzará a las 12’30, pero nos cogeremos 2 horas de clase. Os recomiendo que leáis ya esos Prólogos e Introducciones aludidos, pues terminaremos de verlos, y que además estudiéis el comienzo de la lógica: ser, nada, devenir. Mercedes Laguna, que forma parte también de nuestro seminario, nos invita a que visitemos su página web y formemos allí un foro hegeliano. La dirección de la página es www.realidadyficcion.org, y allí ya podéis ver un enlace con nuestro seminario: La lógica del ser. Su correo electrónico es realidadyficcion@telefonica.net. Podéis enviarle un e-mail y ella os haría llegar los mensajes de todos. De ese modo se fomentaría el diálogo de todos. Que tengáis unas felices fiestas navideñas, y que el próximo año os sea fructífero y favorable. Un cordial saludo. |