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QUINTA SESIÓN (30 de abril de 2005)
1-5-2024 Prof. Jacinto Rivera de Rosales Edificio Humanidades, Dcho 313 Senda del Rey s/n. 28040-Madrid
Estimados alumnos: En nuestra última sesión, la del 30 de abril comenzamos retomando el paso del devenir al Dasein (ser determinado, existencia, ser-ahí, ente). En el devenir, el ser y la nada desaparecen el uno en el otro, siendo así que el devenir necesita a la vez de su diferencia. Esta diferencia aparece en el Dasein gracias a la determinidad (Bestimmtheit) o cualidad, que detiene por un momento el incesante movimiento del devenir. Siguiendo el esquema de la Lógica, vemos que el Dasein se articula en tres momentos. El primero de ellos es «el Dasein en cuanto tal». Aquí se reflexiona sobre el momento de ser del Dasein, y descubrimos, primero, el Dasein en general como un ser determinado por una cualidad, y se nos presenta como un nuevo comienzo de la Lógica. En segundo lugar se reflexiona sobre la cualidad como una determinidad que se identifica con el ser del Dasein: la cualidad nos dice qué es algo (piedra, animal, árbol, Estado, obra de arte, etc.), mientras que la cantidad (la segunda parte de la Doctrina del ser) es una determinidad exterior e indiferente al ser (la casa sigue siendo casa, sea más grande o más pequeña, claro que eso ocurre hasta que se llegue a un límite, a la medida, donde un cambio cuantitativo provoca un cambio cualitativo, y pasamos, por ejemplo, de un hilo a una cuerda). La cualidad nos da, por tanto, la categoría de realidad (Realität), pero como categoría de lo finito: se es una cosa y no otra (negatividad que no es aquí aún reflexionada). En el tercer momento reflexionamos sobre los dos contenidos anteriores, vemos que el Dasein es en esa cualidad, que tiene un ser-dentro-de-sí (Insichsein), y que como tal pensamos la categoría de algo (Etwas). Ésta es un primer retorno sobre sí, el inicio del para-sí (für sich), de la subjetividad. El «algo» es el que realiza cualquier acción: el existente, el viviente, el pensante, algo real, y en eso es también el primer nivel de la substancia (pero aquí sin la dualidad propia de las categorías de reflexión o lógica de la esencia, o sea, sin la dualidad substancia-accidente). Una vez explorada la cualidad como círculo, dentro de lo cual algo es lo que es, pasamos a explorar la cualidad como circunferencia que deja cosas fuera de ella, o sea, al Dasein desde la perspectiva de la nada o en su momento de nada, pues omnis determinatio est negatio (Spinoza). Eso es lo que ocurre en la segunda parte del Dasein, donde aparece la categoría de la finitud (die Endlichkeit). Pensar el algo como un dentro conlleva pensar otro algo fuera mediante la categoría de «otro» (Anderes). Pero podemos invertir el orden, partir de ese otro, llamarlo algo, y al primer algo tratarlo con la categoría de otro; cada uno es otro para el otro. Comienza aquí el extrañamiento: cada uno nos sentimos el centro del mundo, y a la vez somos la periferia (más o menos lejana o cercana) de los otros. El centro del mundo está en todas partes y en ninguna. La dualidad entre el algo y el otro se traslada a cada uno de ellos en el siguiente paso, pues esa relación esencial entre ambos engendra en cada uno otra dualidad: lo que cada uno es en sí (Ansichsein) y lo que cada uno es en relación con el otro, su ser-para-otro (Sein-für-Anderes). Pero esos dos momentos del algo (y del otro cuando es considerado como algo) se definen relativamente el uno respecto al otro y no son sino en esa relación o proceso lógico: el ser-en-sí de algo es lo que no es su ser-para-otro, y viceversa. Aquí se inicia la distinción entre interior y exterior (Innerlichkeit und Äuβerlichkeit), que hará larga carrera en la lógica de la esencia, la cual es una interioridad contrapuesta a su aparición, e incluso en la lógica del concepto y su contraposición con la realidad efectiva (Wirklichkeit), siendo la Idea la unión de ambos. Hegel inicia en este punto su crítica al concepto de cosa en sí, que aparecerá a diversos niveles en varios momentos de su Lógica y de su Sistema en general. La cosa en sí kantiana aparece en la Doctrina de la esencia, 2. El fenómeno, 1. Existencia. Aquí critica una cosa en sí entendida como algo totalmente separado de su ser-para-otro, y por tanto sin determinación asignable y no cognoscible. «Pero lo que en verdad es la cosa-en-sí, lo que es verdaderamente en sí, de ello es la Lógica su presentación, […] a saber, lo que algo es en su concepto» (W 5, 130). Con el concepto de cosa en sí Kant pensaba la finitud del conocer (lo conocido me tiene que venir dado, pues el sujeto finito no lo puede crear), la facticidad de las formas de conocer (podrían ser otras), y a la vez la espontaneidad de la razón que, al pedir lo incondicionado, mostraba que el fenómeno no era todo lo real y abría la puerta a la realidad de la libertad; por ello, Kant proponía una reinterpretación de la metafísica desde el punto de vista de la libertad. Hegel reinterpreta esa espontaneidad de la razón desde un punto de vista especulativo omniabarcante: si la cosa en sí es una idea de la razón, ¿cómo no va a conocerla ella?. El concepto racional de lo real es lo que muestra cómo las cosas son en sí, de modo que la metafísica se comprende como lógica. En el siguiente paso aparecen las categorías de determinación o destino (Bestimmung), disposición o constitución (Beschaffenheit) y límite o término (Grenze). Con ello se dinamizan las categorías anteriores y se las va comprendiendo como tendencias o fuerzas. En efecto, el ser-en-sí del paso anterior se transforma aquí en determinación o destino, y en el paso siguiente se convertirá en deber-ser (Sollen). Por ejemplo, la Bestimmung del hombre (título de un libro de Fichte) es ser razón pensante, porque eso es lo que le distingue de los animales. La Beschaffenheit, por el contrario, es la categoría que recoge el anterior ser-para-otro, y significa lo que una cosa es en sus influjos y relaciones con lo otro. Pero en realidad la Bestimmung y la Beschaffenheit son momentos de un mismo proceso, pues una depende de la otra: yo soy como me comporto con los demás, y me comporto con los demás como soy. En ambas categorías el ente finito en su cualidad se comprende como no siendo lo otro, y es esa negación lo que constituye la Grenze. En esta categoría se reflexiona sobre la cualidad, no ya como círculo que tiene un dentro, sino como circunferencia en cuanto línea limitante, en cuanto frontera entre el algo y lo otro. En ella, ambos finalizan y comienzan, por ella los dos se unen y se distinguen, categoría claramente dialéctica. ¿Comienza la línea en el punto, o deja ahí ya de ser? Ambas cosas. Comprendida la cualidad (lo que uno es) como límite de su ser y como estando habitada por la nada (por la negación del ser del otro), el algo (en su ser y pensar) se ve impelido a ir más allá de sí mismo, a comprenderse como finito. Ese ir más allá de sí mismo es también su perecer, y en ese perecer se revela su verdad, su determinación propia. Sin embargo el entendimiento se agarra tozudamente a esa categoría de la finitud, contraponiéndola insalvablemente a lo infinito, sin dejar que se reconcilie con él, como si fuera su perecer la última palabra sobre su destino; de ahí proceden sus errores. Hay que pasar a lo afirmativo. El primer paso, si bien imperfecto, hacia eso afirmativo es lo que se estudia en las categorías de limitación (Schranke) y de deber-ser (Sollen), en las que se han transformado en este tercer momento las que hemos visto en los dos pasos anteriores. De esta transformación dinámica de dichas categorías podríamos hacer el siguiente esquema: a b c Ansichsein → Bestimmung → Sollen Sein-für-Anderes → Beschaffenheit Bestimmtheit → Grenze → Schranke
El límite que constituye para el algo su propia cualidad o determinidad (lo que es), se convierte aquí en algo captado o sentido como limitación, y le surge por tanto al algo el impulso o deber de ir más allá y de realizar la propia determinación (Bestimmung) sin limitación alguna. Pero el que, en esa reflexión y en ese intento de ir más allá de la limitación o finitud, se queda en el deber-ser, siempre se encontrará con el límite. Por consiguiente, ésa no puede ser la última palabra de la realidad, como pretenden Kant y Fichte con su idealismo moral. Ni tampoco podemos pensar que ése pueda ser el límite del pensar, pues la razón y el pensar alcanzan lo universal y van más allá de cualquier límite. El deber-ser es un intento fallido, finito, de ir más allá del límite, porque se vuelve a encontrar de nuevo siempre con el límite, dado que donde no hay límite no hay deber-ser, y a la inversa, y así en un proceso sin fin. Ni siquiera el postulado de la inmortalidad soluciona lo que pretendía, pues el hombre siempre está en la virtud y nunca conseguirá la santidad, reservada a Dios. La única solución es darse cuenta que lo finito es una contradicción en sí, que él pide superar, que es por tanto negación de sí, o sea, negación de negación, y eso nos debe llevar a un ser afirmativo, lo contrario de lo finito, y por tanto a lo infinito. Con ello llegamos al tercer momento del Dasein: la infinitud (die Unendlichkeit). La infinitud es primeramente una nueva definición o cara o figura de lo absoluto, como lo había sido en su momento el devenir. Él es el verdadero ser, la negación de la negación, el ser afirmativo, donde lo finito encuentra su determinación afirmativa y el espíritu se alza a la luz del pensar. Para comprenderlo correctamente se necesita captar el sentido que tiene aquí la negación y distinguir el mal infinito del verdadero infinito. Si entendemos que lo infinito niega lo finito y lo deja fuera de sí, entonces lo infinito se verá limitado por la realidad de lo finito y se convertirá a su vez en algo contrapuesto y finito; lo habremos comprendido con la categoría de lo otro, que es una categoría de la finitud. Eso otro infinito estaría colocado en un más allá, en otro mundo, en un vacío indeterminado e inalcanzable, como ocurría con el deber-ser y su progreso al infinito. Ése es el mal infinito (das Schlecht-Unendliche), propio del modo de pensar representativo y del entendimiento. La razón especulativa, por el contrario, comprende que finito e infinito son inseparable, que la finitud es en sí misma un ir más allá de sí azuzada por la negatividad y la contradicción de su propio ser, y que la verdad es ese proceso, en el cual ambos, lo finito y lo infinito, son momentos. El verdadero infinito, el afirmativo, no es algo que esté más allá de lo finito en línea recta, sino el mismo devenir en círculo, el que engloba todo, también lo finito superado (augehoben), es decir, afirmado en su ser pero comprendido como algo limitado. Por tanto no es que lo infinito tenga que salir de sí para que lo finito llegue a ser (por emanación, o creación, o escisión), sino que el verdadero infinito ha estado desde siempre fuera, y «es ya para sí mismo tanto finito como infinito» (W 5, 169). Ese infinito omnicomprensivo es propiamente la categoría de realidad (Realität), ya no como categoría de lo finito, sino de la razón especulativa. Sólo en él alcanza lo finito su realidad, y tomado independientemente es meramente ideal: «la proposición de que lo finito es ideal, constituye el idealismo» (W 5, 172). Ese concepto de verdadero infinito es «el concepto básico (Grundbegriff) de la filosofía» (Enz. § 96 A, W 8, 203). El siguiente paso es la comprensión de ese infinito verdadero a través de la categoría del ser-para-sí (Fürsichsein). Pero aquí tuvimos que dejarlo. Sólo me resta recordaros que me enviéis el trabajo del curso antes del 15 de septiembre. Os deseo un feliz y provechoso verano. Un cordial saludo.
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