REALIDAD Y FICCIÓN LECTURA, COMENTARIO, CREACIÓN | |||
Volver a la página principal ________
|
Américo Castro, Sobre El Quijote, 1925 ANÁLISIS DEL SUJETO Y CRÍTICA DE LA REALIDAD
Hasta ahora hemos hablado de la orientación general de Cervantes, de la base racional de su concepción de la vida y de la doctrina literaria que de ella se desprende. Conviene considerar inmediatamente aspectos más concretos: ante todo, la actitud psicológica y la crítica de la realidad. EL PUNTO DE VISTA EN LOS PERSONAJES «Has de poner los ojos en quién eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey”. En efecto; está en nosotros mismos la raíz del acierto o del desatino, no sólo en lo que atañe a nosotros mismos (como objeto de conocimiento), sino también acerca de cualquier otra realidad. Cervantes no puede por menos de colocarse en el fondo de la conciencia de cuantos individuos salgan de su pluma, ya que en el sujeto radica el observatorio y fábrica de la realidad. Las primeras líneas del prólogo de su primera obra ya nos lo presentan, esforzándose por entrar en el punto de vista de los demás: «La ocupación de escrebir églogas en tiempo que, en general, la poesía anda tan desfavorecida, bien recelo que no será tenido por ejercicio tan loable que no sea necesario dar alguna particular satisfacción a los que, siguiendo el diverso gusto de su inclinación natural, todo lo que es diferente de él estiman por trabajo y tiempo perdido».. Mucho se ha escrito, naturalmente, sobre la profundidad psicológica de Don Quijote y los restantes personajes. Pero ahora no quiero valorar la profundidad de la psicología cervantina, sino señalar meramente la estructura de ese movimiento psíquico y el valor de aquellos momentos subrayados por el autor en los que vemos reflejarse o refractarse la realidad al_ cruzar el alma del personaje, y en que esa realidad va siendo dada a luz subjetivamente. Hay estados de ánimo que imposibilitan ciertas percepciones: «No hay cosa más excusada y aun perdida que contar el miserable sus desdichas a quien tiene el pecho colmo de contentos». “¿Dormís, señor? Y no sería malo que durmiésedes, porque el apasionado que cuenta sus desdichas a quien no las siente, bien es que cause, en quien las escucha, más sueño que lástima» . Pero el apenado no se fijará en esa coordinación con el ánimo ajeno: «Propia condición de afligidos que, llevados de sus imaginaciones hacen y dicen cosas_ ajenas a toda razón y buen juicio» . Sumamente importantes son esas manifestaciones del punto de vista de cada uno, prisma de la realidad, que se ofrece así con muy diversas facetas. Acumulemos ejemplos para probar que el hecho es característico de Cervantes, ya que ningún otro de nuestros clásicos organiza así el desarrollo vital de sus personajes. Una persona frente a otra representa un problema. En armonía con esta observación del fondo de la conciencia, el obrar de la persona se nos presenta como consecuencia de esa actitud inicial: el camino viene trazado por la psique. «A vuestra consideración discreta dejo el imaginar lo que podía sentir un corazón a quien de una parte combatían las leyes de la amistad y de otra las inviolables de Cupido». Muy interesante es la plática entre Don Quijote y el Caballero del Verde Gabán; nosotros querríamos que no se interrumpiese; «pero a la mitad de esta plática, Sancho, por no ser muy de su gusto, se había desviado del camino a pedir un poco de leche a unos pastores que allí junto estaban ordeñando unas ovejas». Para la ventera, maldita la gracia que tiene Don Quijote: «En mal punto y en hora menguada entró en mi casa este caballero andante, que nunca mis ojos le hubieran visto, que tan caro me cuesta». No es necesario aducir más ejemplos para que se perciba con claridad este esencial aspecto de la técnica cervantina. De esa suerte, el personaje máximo y más conocido, Don Quijote, se presenta estructurado inicialmente, como otros a que he aludido: «Del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio», etc.
NOTA: «El mundo antiguo parece una pura corporeidad sin moradas y secretos interiores. El Renacimiento descubre en toda su vasta amplitud el mundo interno, el me ipsum, la conciencia, lo subjetivo”, (J. ORTEGA GASSET, Meditaciones del Qujote, 1914, Pág. 195).
SENTIDO CRÍTICO
Este mundo de variadas personas, que así nos descubre su ser íntimo, no permanece en estática contemplación ante el universo. Cervantes no es un lírico ni un místico. Cada uno de esos individuos aparece dotado de dinámica finalidad, y se pondrá muy luego a desarrollar la épica curva de su órbita, engarzando en ella cosas y personas. ¿Cómo son estas realidades objetivas con que se enfrontan los personajes? Si antes veíamos que la acción o el ademán surgían en conexión con un susbstratum íntimo, ahora veremos cómo se analizan las condiciones en que se produce el contacto con la realidad. No es realizar un descubrimiento decir que Cervantes creó el Quijote y con él la novela moderna, haciendo que las fantasías de los libros caballerescos se despeñen por la vertiente de la ironía, la forma más aguda de la crítica. Ya lo vio así el romanticismo alemán. Herder llama al Quijote «epopeya cómica» (Bertrand, pág. 349); para Novalis, la novela (es decir, el Quijote) tiene por tema resolver la antítesis entre la realidad y el sueño (Ibíd., pág. 209); más precisamente, Bouterwek se representará el Quijote como el conflicto de la naturaleza y la razón. «Por eso es el primer modelo clásico de la novela moderna; gracias a Cervantes, el libro de caballerías, bastardo equívoco, fruto del genio y el mal gusto, se convirtió en la verdadera novela para los modernos» (Ibíd., pág. 369). Menéndez Pelayo refleja la misma manera de ver: los libros de caballerías «se proyectan como espléndida visión ideal, y, muertos en sí mismos, continúan viviendo enaltecidos y transfigurados por el Quijote. Cómo es sabido, lo central del pensamiento renacentista consiste en variar la relación en que, según la Edad Media, se hallaban el sujeto y el objeto; para aquélla, la mente era una especie de tabla en la cual quedaban impresas las huellas de la realidad; ésta y el sujeto se correpondían exactamente. La filosofía aristotélico-escolástica llevaba esas ideas a todas las cabezas, y Cervantes conoce y aprueba esa teoría tradicional, aunque, como hemos visto y veremos aún, no la practique al realizar sus concepciones literarias: «No me maravillaría yo tanto de esto si fuese de aquella opinión del que dijo que el saber de nuestras almas era acordarse de lo que ya sabían, presuponiendo que todas se crían enseñadas; mas cuando veo que debo seguir el otro mejor parecer del que afirmó que nuestra alma era como una tabla rasa, la cual no tenía ninguna cosa pintada, no puedo dejar de admirarme, etc.». Pero junto a tan realista concepción del mundo, el humanismo había comenzado a dar importancia al hombre: éste no se limitará a reflejar pasivamente la realidad, sino que se volverá su modelador ideal. Lo seguro, la base de apoyo serán los estados de conciencia, nuestra mente; de aquí hay que partir para conocer lo que realmente sean las cosas, siendo así que el testimonio de los sentidos es falaz. La literatura venía aludiendo a esa inquietud que inspiraba el aspecto cambiante de la realidad y a la importancia del propio juicio para fallar en definitiva.
|
||