Hoy en día deberíamos
cuestionarnos más a menudo debido a que
realizamos algunas acciones y si realmente
deberíamos dejarnos llevar tan absolutamente por
los dictámenes que impone la sociedad actual. El
hecho de dejarnos llevar por las convenciones
sociales depende de muchos factores y uno de los
más relevantes es la edad.
La juventud nos pone a
disposición de una sociedad que nos dice qué
hacer y como hacerlo. Como es normal, estamos
influidos continuamente por gran cantidad de
factores, aunque, en esta época la influencia de
estos factores es mucho mayor; y nosotros, como
marineros embelesados en las dulces voces de las
peligrosas sirenas de Ulises, seguimos los
caminos que nos dictan sin prever que algunos de
ellos pueden llevarnos a la propia
autodestrucción. Con ello no me refiero a que
seguir las modas nos destruya, si no que, al
producir en nosotros una falta de personalidad,
nos inducen a perder nuestro criterio y a
cometer a veces errores que pueden resultar
nefastos para nosotros mismos. Esto, en
ocasiones, puede provocar una perdida de la
capacidad de elección, obligándonos a hacer lo
que los demás hacen y no lo que realmente
deseamos.
El que no podamos
decidir por nosotros mismos y que tengamos que
basar nuestra vida en una serie de modelos, nos
puede inducir al consumo de drogas o sustancias
que puedan afectar gravemente a nuestro
organismo.
Los adolescentes usan
el alcohol y otras drogas por varias razones,
incluyendo la curiosidad, para sentirse bien,
para reducir el estrés, para sentirse personas
adultas o para pertenecer a un grupo.
Este abuso de alcohol
y drogas se ha vuelto una practica muy común
entre los adolescentes hoy en día. En este
tiempo la sociedad juvenil española acepta la
embriaguez y el hecho de tomar determinadas
drogas ilegales como algo natural y diario.
Incluso se reúnen entre ellos tan solo para
beber en los famosos macrobotellones.
En el artículo
“Ponerse Ciego” de Antonio Muñoz Molina se
critica a los macrobotellones y nos expone una
serie de consecuencias sociales que estos
producen.
Una de estas
consecuencias es la aceptación, antes
mencionada, de la embriaguez como fenómeno
social dándole a esta fama de que produce
bienestar, como el que sentían los compañeros de
Ulises en la isla de Circe al convertirse en
cerdos, o de que nos ayuda a olvidar los
malestares que nos produce la vida, al igual que
el que les producía a los marineros el comer la
planta que borra todos los recuerdos en el
episodio del país de los lotófagos. Pero esta
aceptación no tiene en cuenta el daño que pueden
causar estos botellones a los miles de jóvenes
borrachos que dañan las ciudades y, ya de paso,
producen daños a su propio organismo. Está
demostrado que el abuso del alcohol es más
dañino para los jóvenes pues todavía están
creciendo y el consumo masivo de estas
sustancias puede destruir los procesos que nos
ayudan a aprender y a pensar interfiriendo en la
capacidad que posee nuestro cerebro de prever
las consecuencias de nuestros actos y de
corregir la conducta, ayudándonos a elegir lo
que está bien o mal a nuestro criterio y
permitiendo que no nos dejemos llevar por lo que
hacen los demás sin pensar primero si lo que
vamos a hacer resulta perjudicial o no para
nosotros.
La carencia de
voluntad que en ocasiones se puede llegar a
producir actualmente se iguala a la que sufría
Ulises al no poder controlar su deseo de oír las
voces de las dulces sirenas que lo llevaban a un
camino que tanto él como sus marineros sabían
que no era el correcto, pero preferían su
propia muerte antes que resistir el dulce canto
de las sirenas. Esto podría compararse con lo
que sucede hoy en día. La sociedad nos induce a
producir acciones que aunque sabemos que no
serán las correctas seguimos tan solo para
disfrutar del momento.
Esto provoca por lo
tanto una sociedad en ocasiones irracional,
comparada con la irracionalidad de Ulises que
Jon Elster nos propone en el fragmento de “La
racionalidad imperfecta: Ulises y las sirenas”
En este fragmento Jon
Elster presenta a Ulises como un ser irracional
que no disponía de la suficiente voluntad para
resistirse al canto de las sirenas. Aquí se da
una imagen humana de Ulises el cual se presenta
como un ser débil e influenciable, en este caso,
por las sirenas; al igual que las personas en
ocasiones se muestran como seres débiles,
inseguros e influenciables también por
determinadas circunstancias. Con esto Ulises
demostró su debilidad ante la situación pero
logró conseguir mediante métodos indirectos el
mismo fin que una persona racional hubiera
conseguido de manera directa.
Esto resalta su
debilidad y demuestra que Ulises era consciente
de esta; por ello su situación acentúa la
necesidad de la teoría de la racionalidad
imperfecta. Por este motivo atarse a sí mismo al
mástil para poder oír el canto de las sirenas
sin dejarse llevar por ellas hacia la muerte es
una manera excelente de resolver el problema de
la falta de voluntad que lo llevó a esta
situación, es decir, logró ser racional por
medios indirectos.
Otro camino sería el
que ofrece un nuevo orden en el interior de la
persona. Este camino tendría tres variedades:
las apuestas privadas indirectas de Ainslie, la
planeación consistente de Strotz y la
responsabilidad para uno mismo de Taylor. Según
Jon Elster la estrategia de Ulises esta
relacionada con el enfoque aristotélico de la
sicología.
Esta falta de voluntad
es una de las características de los seres
humanos. Esto nos provoca que seamos a veces
demasiado influenciables por las circunstancias.
Todo nos influye y eso no es malo si no se lleva
hasta el extremo en el que dependamos de todo y
de todos para tomar nuestras propias
determinaciones.
3.
VALIDEZ
DE RECURSO INECESARIOS:
“El
silencio de las sirenas”
Ésta falta de voluntad
que se puede dar en ocasiones nos produce
inseguridad y esto puede llegar a convertirse en
miedo de no tomar las decisiones correctas y
hacer que seamos mas influenciables aún. Por
esta razón en muchas ocasiones intentamos evadir
nuestras responsabilidades y dejar la decisión
en manos de los factores que nos influyen, en
lugar de pensar fríamente por nosotros mismos e
intentar tomar la decisión que más nos
favorezca.
A veces utilizamos
recursos insuficientes para evitar los problemas
que nos atañen, y aunque sabemos que estos
métodos no son los mas adecuados, a veces
también nos pueden servir para la resolución de
estos problemas que nos conciernen.
Un ejemplo es el que
nos da Franz Kafka en el texto “El silencio
de las sirenas”.
En él expone que el
recurso que utilizó Ulises al tapar los oídos de
sus compañeros con cera y hacerse encadenar al
mástil de la nave fue ineficaz, a diferencia de
la opinión que expone Jon Elster en su texto
“ La racionalidad imperfecta”, comentado
anteriormente, en el que explica que Ulises
llego a determinar una solución completamente
válida para solucionar su problema de falta de
voluntad.
Franz Kafka presenta
esta solución como ineficaz argumentando que el
canto de las sirenas lo traspasaba todo, y la
necesidad de seguir el camino que les mostraban
las sirenas a los marineros sería mucho más
fuerte que mástiles y cadenas. Sin embargo
Ulises confió plenamente en la cera y las
cadenas. Pero Franz Kafka pensaba que las
sirenas poseían un arma aún más fuerte que su
canto: su silencio.
Kafka intenta explicar
que hubiera pasado si las sirenas no hubieran
cantado y hubieran usado su silencio, única arma
que podría haber herido a Ulises. Éste no oyó el
silencio, estaba convencido de que ellas
cantaban y que sólo él estaba a salvo.
Se dice que Ulises era
tan astuto que ni los dioses eran capaces de
penetrar en su fuero interno. Tal vez Ulises
supo del silencio de las sirenas y sólo
representó un papel para ellas y para los dioses
a modo de escudo. Aquí se produce una
contradicción con el texto anterior: ¿Era Ulises
lo suficiente astuto como para mostrar a los
dioses y a las sirenas que era más débil que
ellos permitiéndoles que creyeran en su
condición humana como expone Franz Kafka, o era
tan humano que tuvo que encadenarse a un mástil
para no dejarse llevar por sus instintos más
básicos como presenta Jon Elster?
De cualquier modo
aunque Ulises en realidad pretendiera que los
dioses creyeran que era más humano de lo que
realmente fue, intentó clarificarles que era
débil de voluntad y que podría llegar hasta la
misma muerte tan sólo dejarse llevar por sus
instintos. Esto caracteriza la naturaleza
humana. Llegamos plenamente a la felicidad
cuándo abandonamos nuestra razón y nos dejamos
llevar solamente por nuestros instintos más
básicos. Esto lo reflejó muy bien Pío Baroja en
su libro “El árbol de la ciencia”, en el
cual el protagonista, Andrés Hurtado, una
persona completamente racional y lógica, llegaba
a la autodestrucción debido a, por un lado, su
afán por analizar todo lo que ocurría a su
alrededor, incluso a los sentimientos y
sensaciones que él podía llegar a sentir, y, por
otro lado una serie de circunstancias que, junto
a su pesimismo, lo llevaron al suicidio. Su
muerte se produjo por varios factores; entre
ellos la influencia de la sociedad y su falta de
buscar y experimentar nuevas razones y
sensaciones que lo hicieran valorar su propia
vida.
4.
EXPERIMENTAR Y VIVIR :
“Ítaca”
Vivimos en un mundo
plenamente racional y planificado, muy cercano
al mundo idílico de Platón en el cual las
personas no se dejaban llevar por sus
sentimientos. Los niños no tenían una sola madre
sino que eran criados en guarderías y
amamantados por todas las muchachas en edad de
merecerlo. Desde pequeños eran seleccionados y
entrenados según sus virtudes: los que
demostraban que eran razonables y prudentes
serían gobernantes, los que demostraran
fortaleza serían guerreros y los que demostraban
templanza serían productores. Entre ellos se
relacionarían para crear una sociedad justa y
equilibrada. No se dejarían llevar por sus
instintos ni sentimientos tan sólo por la razón.
Ésta es la sociedad que se intenta crear hoy en
día: racional, trabajadora y sin sentimientos
que nos permitan la distracción y la bajada de
productividad. Esto podría crear una generación
de personas que olvidaran la sensación de vivir
y la felicidad que ello supone, como le sucedió
a Andrés Hurtado. Para evitarlo necesitaríamos
darle más importancia a vivir la vida, a vivir
experiencias y no renunciar a ellas por miedo a
lo que pueda suceder. Esto se expone en el poema
de Konstantinos Kavafis “Ítaca”.
Este viaje nos invita
a descubrir Ítaca y a disfrutar de todas las
experiencias que nos ofrece el trayecto como los
mercados de Fenicia o las muchas ciudades de
Egipto. Nos incita a vivir nuevas experiencias y
descubrir nuevas cosas sin tener miedo a lo
nuevo que nos pueda ofrecer la vida. Nos dice
que no debemos pensar en lo que no podemos hacer
y que debemos dejarnos llevar por nuestras
emociones y adrenalina intentando aprender todo
lo que podamos por el camino. Nuestro destino
sería llegar a Ítaca pero no debemos hacerlo con
prisa, sino que debemos experimentar, aprender y
disfrutar en el camino y todo ello, al final, te
hará rico en experiencias.
5.
CONCLUSIÓN
En conclusión este
texto no propone una crítica a la sociedad, tan
solo se le da relevancia a la capacidad de
elección que poseemos los seres humanos. No
deberíamos realizar determinadas acciones tan
sólo por intentar demostrar algo, por intentar
caerle bien a alguien o porque nuestros amigos
influyan en nuestras decisiones, sino por que
nosotros queramos vivir esa determinada
experiencia, que nos engrandecerá y nos hará más
sabios el día de mañana además de hacernos
aprender algo que nos hará falta para el
desarrollo posterior de nuestra vida o que,
simplemente, nos hará disfrutar en algún momento
y nos sentiremos bien durante un periodo de
tiempo y esta acción no supondrá un gran daño en
nuestra vida, es decir, no nos perjudicará en
lugar de aportarnos algo nuevo. Esta capacidad
de elección la conseguimos mediante nuestra
voluntad humana, que resulta débil e
influenciable, y que en ocasiones no podemos
dominar plenamente. Aunque podemos intentar
conseguir dominarla racionalmente por un lado a
través de métodos indirectos, como Ulises al
atarse al mástil de su barco para no dejarse
llevar por la dulce voz de las sirenas o, por
otro lado, utilizando recursos que creemos
suficientes, aunque no lo sean, que en ocasiones
pueden resultar válidos para la finalidad que
perseguimos.
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©
Carmen Pozo Muñoz.
©
Revista Diotima de Mantinea, ISSN, nº
1698 - 2622; nº 3,
diciembre de 2006.