Tiempo
ELVIRA LINDO
EL PAÍS -
Última - 07-06-2024
Propongo que se cambie nuestra rutina. Propongo que a cada
opinador que vocifera desde las ondas, desde los papeles
o desde el cibernético mundo se le dé una semana o dos
para pensarse las cosas. Es cierto que la rutina concede
una seguridad balsámica pero también lo es que los
neurólogos afirman que el ser humano debe introducir
ligeros cambios en su quehacer diario para no
convertirse en un borrego. Propongo que a ese opinador
se le dé tiempo. Si al ansioso se le recetan
ansiolíticos y al insomne somníferos, el médico
espiritual que necesitaríamos los españoles debería
prescribir recetas con tiempo. Igual que el niño es
enviado a su cuarto a reflexionar sobre una mala acción,
al opinador se le manda a casa con su botecito de
tiempo: cuanto más colérico el opinador, más tiempo se
le receta. La idea, tan simple como brillante, se la
robo a Fernando Trías de Bes, que en su libro El
vendedor de tiempo imagina un empresario que quiere
comerciar con ese bien intangible que se nos arrebata a
cada minuto: tiempo. Tiempo para mirar, para pensar,
tiempo para perderlo. Curiosa esta loca dinámica vital
que nos domina hasta el punto de que, cuando dedicamos
un día a la contemplación, tenemos la secreta mala
conciencia de haberlo perdido. El tiempo lo asociamos a
la productividad, a la acción, a estar presentes y
visibles en los lugares clave. Sin embargo, es el tiempo
"perdido" el que más nos educa, igual que es el tiempo
que el niño destina a soñar cuando su cerebro asimila
todo lo aprendido. Propongo que a los opinadores se les
suministre dosis de tiempo y soledad. Al principio,
parecerá un castigo eso de levantarse por la mañana,
poner la radio y tener que reservarse para uno el cabreo
diario, la opinión. Los primeros días, víctimas del
síndrome de abstinencia, los opinadores hablarán solos,
pero quién sabe si, superado el mono, el opinador decide
emplear ese tiempo en informarse un poco más y
construirse una opinión más sólida. Esto viene a cuento
de que siempre me pregunto de dónde saca tiempo para
informarse toda esa gente que parece estar tan bien
informada, teniendo en cuenta el tiempo que destinan a
diario, con una seguridad que espanta, a dar su opinión.