REALIDAD Y FICCIÓN                                                                                                                                                                                                                                                                    Edición de la página

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Pío Baroja

El árbol de la ciencia

 

Pío Baroja

El árbol de la ciencia

 

 

 

Estudio de El árbol de la ciencia de Pío Baroja

Una lectura desde Ricoeur

Mercedes Laguna

 

            La importancia de la organización de la intriga en la narración fue una de las lecciones más importantes de Ricoeur en la década de los ochenta[1]. Vuelve a subrayarla en su ensayo sobre la identidad personal, Sí mismo como otro, especialmente porque la identidad personal es para Ricoeur una identidad narrativa.

            Cómo organiza el narrador el relato es una cuestión fundamental para el desarrollo de la historia, pero es decisivo también, y ésta será nuestra tesis, para llegar a descifrar cuál es el pensamiento que Baroja transmite en su obra. 

            En los estudios realizados hasta ahora en torno a la filosofía de Baroja se han analizado principalmente las posturas filosóficas de los personajes principales: las del doctor Iturrioz, tío e interlocutor preferido del protagonista, y las de éste, Andrés Hurtado, uno de los llamados “personajes nihilistas” de Baroja.

            Yo quiero defender en el presente estudio que si hay una filosofía en Baroja, ésta habrá de ser destilada, mediante un proceso lento y riguroso de la lectura y la interpretación de la narración como un todo completo, no solamente a través de los fragmentos que ofrecen un tono filosófico.

            Para nuestro objetivo, tendremos que recordar, en primer lugar, las distinciones fundamentales en teoría narrativa entre autor y narrador, en primer lugar, y, también, por supuesto, aunque parezca obvio, entre autor y personajes, por mucho que el personaje protagonista haya sido considerado por un sector amplio de la crítica como trasunto de Pío Baroja.

El autor es la persona real que inventa, crea y organiza la historia en torno a un esquema diseñado y con una finalidad determinada. El narrador es un ente de ficción, tan inventado como los personajes. El narrador es el maestro de ceremonias del relato; aparentemente mueve los hilos de la historia, pero está al servicio del autor, por lo menos –si es que no queremos ofrecer una cara de dependencia y falta de autonomía para conseguir así una efectividad mayor al propio relato- sigue las directrices que ha pensado el autor.

A Andrés Hurtado no le gusta lo que ve a su alrededor, ni cuando es estudiante, ni cuando ejerce de médico en Aldecoa, ni, por supuesto, los acontecimientos trágicos del final. Como han repetido muchos investigadores, la obra es una fuerte crítica a la sociedad española de la época. Pero no es sólo eso. Tendremos que interpretar cuál es la actitud de Hurtado ante los acontecimientos y si, realmente, no tenía otra salida que la que toma en el desenlace de la novela.

Para la interpretación de El árbol de la ciencia, habremos de relacionar estas ideas con la filosofía de Schopenhauer. Tenderemos que reflexionar sobre el poder de las negatividades en el curso de la vida y si la solución que propone Schopenhauer (que es, en cierto modo, el camino que toma Andrés Hurtado) es la que el autor de la novela quiere ofrecer al lector. Habremos de descubrir cuál es la intención última de Pío Baroja.

De hecho, sólo cuando interpretamos la filosofía que quiere transmitir Baroja no como un discurso argumentativo que coincide con las reflexiones bien del doctor Iturrioz, bien de Andrés Hurtado, sino como una filosofía que se encuentra cuando recorremos el proceso narrativo y somos capaces de interpretar cuál era la intención comunicativa del autor, sólo entonces nuestra interpretación será correcta. 

            Veamos, entonces, cuál es la estructura general de la obra y qué función ejercen en ella dos corrientes filosóficas que aparecen en conflicto dialéctico –un conflicto amigable- a través de los diálogos de Iturrioz y Hurtado. Después tendremos que preguntarnos cuál es la intención de Baroja, qué quiere comunicarnos a través de su novela como conjunto.

  

 

 

            Estructura general de la novela

 

            Primera parte

            La vida de un estudiante en Madrid

            Segunda parte

            Las carnarias

            Tercera parte

            Tristezas y dolores

 

            Cuarta parte

            Inquisiciones

 

            Quinta parte

            La experiencia en el pueblo

            Sexta parte

            La experiencia en Madrid

            Séptima parte

            La experiencia del hijo

 

            Como nos dice Pío Caro Baroja en las notas a su edición de la novela, la obra se organiza de forma regular como tres partes primeras, una parte central: los diálogos filosóficos entre Iturrioz y Hurtado y tres partes finales. Aparentemente esta parte central filosófica sería básica para la interpretación de la novela y, si seguimos la afirmación de Pío Caro Baroja, esta filosofía, o filosofías en contraste dialéctico, supondrían las claves interpretativas de la novela.

            Sin embargo, vamos a analizar qué suponen sus ideas en la vida de Andrés Hurtado y qué suponen en la interpretación del desenlace final por parte de su tío, el doctor Iturrioz.

 

 

 

 

 

 

 

 

           

 

 

 

 

 Por tanto, más que una afirmación de la filosofía de Schopenhauer, lo que hay es una crítica.

            La novela entera, si atendemos a la organización de la intriga, al desarrollo y la imbricación de las acciones, a las influencias de los distintos personajes sobre Andrés Hurtado, y la influencia de lo que ve y lo que pasa sobre su ánimo, supone más que una adhesión a la filosofía de Schopenhauer por parte de Baroja, una crítica.

            Ante la negatividad de lo que ve, ante la constatación de un mundo feo, desagradable, inhumano en muchas ocasiones, lleno de maldad, insolidaridad e injusticia, Schopenhauer propone buscar una paz, a la manera de las sabidurías orientales, que anule la individualidad, y que aparte de lo real.

            La obra de Baroja, en concreto, esta novela de El árbol de la ciencia, es sin embargo, si atendemos a la organización de la intriga, una defensa de la realidad. Y en esto Baroja se muestra como gran conocedor de Kant. Ser capaces de ver la realidad cómo es y no mezclada en una vaga impresión que se va adueñando de nuestra capacidad de interpretar y comprender. A esto nos invita Baroja, justamente por el camino inverso: mediante la constatación, en el recorrido del proceso vital de Andrés Hurtado. Constatación de que dejarse influir por los amigos y conocidos, aunque no te guste, lo que hacen, no conduce a buen puerto. Constatación de que separarse de la realidad (sea a través de disquisiciones mentales o de ensueños), de que la huida de la realidad porque te parece una enorme injusticia lo que tienes delante, sólo sirve para instalarse en la angustia, te hace buscar una paz, que luego compruebas que estaba hueca. Eso le sucedió a Andrés Hurtado.

            Por tanto, aunque parezca un final cerrado por el suicidio, la novela de Baroja tiene un final abierto, ya que establece, de una forma dramática, una interpelación al lector, pide que éste haya escuchado el mensaje del autor, lo haya interpretado y lo continúe ya fuera de la novela.

            Podríamos concluir, en consecuencia, que El árbol de la ciencia, más que al nihilismo, invita a la acción.


 

¿Rasgos del superhombre nietzscheano?

 

            Decía Domingo Induráin, siguiendo a Ignacio Elizálde en su artículo “Baroja y su ideología filosófica”, que a nuestro autor “le atrae de Nietzsche su idea del hombre fuerte, enérgico, su idea del hombre de acción que resistía por encima de las convenciones morales”. Tendríamos que analizar si encontramos confirmada esta afirmación en la novela que nos ocupa.

            Andrés Hurtado experimenta cierta simpatía –o por los menos atracción y curiosidad-, en un primer momento, por los personajes que presentan algunos de estos rasgos del superhombre nietzscheano. Es el caso, en la primera parte de la novela (las tres partes del primer bloque), de Aracil. Sin embargo, desde los comentarios del protagonista sobre las actitudes y acciones de su compañero de carrera, pasando por los ecos de los pensamientos y sentimientos del personaje que encontramos analizando el estilo indirecto libre, hasta llegar a la visión de Aracil que se nos ofrece en el último bloque, concretamente en la sexta parte, “La experiencia de Madrid”, el amigo Aracil aparece de alguna forma recriminado, si no directamente, en todos los casos, en las palabras de Hurtado, sí, en muchas ocasiones, en su pensamiento y en sus sensaciones, y, desde luego, el narrador colabora para que la sensación de repulsa llegue al lector.

En el tercer bloque, como apreciamos en este ejemplo sobre Aracil, se van recogiendo, elemento por elemento los desarrollos de las vidas que se habían presentado en proyecto en el primer bloque.

 


[1] Ver la obra en tres tomos Tiempo y narración, especialmente el tomo II dedicado a la narrativa de ficción.

 

 

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