1. Respecto a la composición
La
construcción de la novela La Reina de las Nieves
forma lo que se podría llamar en narrativa un montaje,
es decir, los capítulos se suceden no siguiendo el orden
lineal de la historia de un solo personaje (ni en un
mismo espacio, ni tiempo ni la sucesión lógica de un
solo acontecimiento), sino alternando las distintas
líneas vitales de personajes diferentes y distintas
perspectivas para contar la historia.
Pero no sólo la discontinuidad aparece en la hilación de
los capítulos, también nos perdemos en el desarrollo del
argumento, si no estamos muy atentos a las pistas del
narrador, dentro de cada uno de los capítulos: por
ejemplo, en el capítulo 2 de la 1ª parte (“Celda con luz
de luna”), Filo (después sabremos que se trata de
Leonardo Villalba) habla, al contar a Julián sus
“sueños”, de su vida pasada, recuerda escenas y
personajes sobre todo de su infancia, cuando su abuela
le contaba cuentos (p. 99). Pero es en la 2ª parte (“De
los cuadernos de Leonardo) cuando, sin una lectura
atenta, podemos pensar que Leonardo está ya en la Quinta
Blanca, y, claro, se trata de un desplazamiento en el
tiempo y en el espacio dirigido por sus recuerdos.
Vamos a explicar esto con más detenimiento.
2. Tipo de narrador. Esquema general
En
LA PRIMERA PARTE encontramos a un narrador en
3ª persona que cuenta la historia. A primera
vista parece que se trate de un narrador omnisciente,
sin embargo, a medida que avanzamos en la lectura
comprobamos que la narración está focalizada desde la
perspectiva de las gentes del pueblo;
especial importancia cobran aquí los relatos,
recuerdos y sensaciones, de Rosa Figueroa, antigua
sirviente de la Quinta Blanca.
En
LA SEGUNDA PARTE, subtitulada “De los cuadernos
de Leonardo”, el narrador cambia radicalmente tomando
la identidad de uno de los personajes: el protagonista
de la novela (o uno de los protagonistas si
consideramos que, del mismo modo, Casilda Iriarte
también es personaje fundamental de la misma),
Leonardo Villalba, se trata, pues, de un narrador
en primera persona protagonista.
El recurso
que
emplea la autora para construir este narrador, y
ayudar a los lectores a introducirse en el cambio de
perspectiva que se supone la segunda parte (mucho más
amplia que la primera y la última), nos la indica el
subtítulo: “De los cuadernos de Leonardo”. Parece que le
narrador “omnisciente” nos ofrece aquí las
interioridades de Leonardo Villalba porque ha tenido
acceso a sus cuadernos de notas. Ya nos había
adelantado en el segundo capítulo que el Filo
escribía lo que inventaba y sobre todo que contaba
historias y sueños (aunque los adornarse con mentiras).
Aunque no aparece de forma explícita este proceso,
indirectamente podríamos pensar en un narrador editor.
Es precisamente
la autorrepresentación de Leonardo, su introspección, el
buceo por sus recuerdos y la construcción que va
tejiendo entre el pasado y el presente lo que consigue
el objetivo que se había propuesto el protagonista y nos
conduce a los lectores al desenlace de la historia. Por
eso la autora ha necesitado mayor número de páginas para
desarrollar esta parte, y, ha escogido, además, el
narrador adecuado, el que expresa de forma más directa
los vericuetos de los pensamientos, los sentimientos,
las dudas, en definitiva, la interioridad del personaje.
En
LA TERCERA PARTE vuelve a aparecer el narrador
en 3ª persona; esta vez la focalización está
unida a la perspectiva de Casilda Iriarte, la actual
señora de la Quinta Blanca (y en ocasiones a
la perspectiva de su interlocutor -antes de que
llegue Leonardo-, Mauricio Brito).
Se completa la
historia, se recogen todos los cabos sueltos que los
distintos narradores, y los personajes a través de
ellos, han ido dejando a lo largo del texto: todos
cobran sentido, especialmente se unen en el climax final
las dos fábulas (o historias): la del cuento maravilloso
que Andersen versionó, La Reina de las Nieves, y
las historias unidas de Leonardo Villalba y Casilda
Iriarte.