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Educar en M�laga Congreso �La Ciudad educadora� Actas de Comunicaciones. 9, 10, 1, 12 de Mayo 2002
Profesor de Filosof�a del I.E.S. �Huerta Alta� Alhaur�n de la Torre (M�laga)
�En educaci�n podemos ser pesimistas te�ricos, pero hemos de ser optimistas pr�cticos.� HORKHEIMER.
I. SOBRE LA COMPLEJIDAD DE EDUCAR CIUDADANOS, HOY
El hombre no llega a ser hombre m�s que por la educaci�n, es una semilla que para crecer y desarrollarse necesita del �sta tanto como cualquier otra necesita del agua, como sugiere Kant en �ber P�dagogik (p. 28). Pero... �hacia d�nde? �en qu� direcci�n ha de crecer? �cu�les son sus disposiciones m�s naturales? Hasta ahora no ha sido f�cil encontrar una respuesta definitivamente satisfactoria a estas preguntas, ni parece que la ingente cantidad de especializados conocimientos cient�fico-t�cnicos de que gozamos en la actualidad vaya a ayudarnos a su resoluci�n en nuestra sociedad cada vez m�s plural, tecnificada y compleja. Las exigencias educativas actuales no hacen m�s que incrementarse, pero, m�s all� de algunas cuestiones b�sicas, carecen de una orientaci�n axiol�gica precisa. El hombre, ser de proyectos, se encuentra, hoy m�s que nunca, viviendo una �poca de cambios acelerados. Que vivimos en una �poca de cambio vertiginoso es algo que no escapa a nadie. En las �ltimas d�cadas estamos asistiendo a innovaciones fundamentales, sin precedentes en los millones de a�os con que ya cuenta la historia de la vida sobre nuestro planeta. Y estos cambios tienen como protagonista al ser humano. La �ca�a m�s d�bil de la naturaleza, pero ca�a pensante�, como dijera Pascal1 , ha logrado traspasar las barreras de la biosfera, crear inteligencia artificial e, incluso, a partir de ahora podremos controlar nuestra propia evoluci�n con ayuda de la ingenier�a gen�tica. Las nuevas tecnolog�as de la informaci�n y comunicaci�n, de otra parte, hacen de nuestro planeta, cada vez m�s, una �aldea global�. Se est�, con todo esto, poniendo los cimientos para un futuro hasta hace poco insospechado de la humanidad. Vivimos en una �poca de perplejidad, ante lo que parece que va a obligarnos a cambiar nuestra forma de vivir e, incluso, de ser. La educaci�n, el pensamiento, la cultura, los valores sociales y morales han de avanzar a la par de las nuevas tecnolog�as. Cualquier reflexi�n �tica con intencionalidad fecunda, por su
Una primera aproximaci�n a nuestro tiempo exige tener en cuenta, adem�s de las vertiginosas innovaciones cient�fico-t�cnicas anteriormente mencionadas, que en la sociedad en que nos ha tocado vivir la cultura hegem�nica fomenta no ya valores, sino contravalores como forma de vida. En primer lugar, el neoliberalismo imperante promueve el individualismo, la competitividad extrema, la obsesi�n por la eficacia, el conformismo, el olvido de los desfavorecidos, el triunfo del pragmatismo y la mercantilizaci�n de la vida cotidiana. En segundo lugar, la familia ha ca�do en una profunda crisis: los padres no asumen su responsabilidad de ser padres. Por �ltimo, en el �mbito escolar triunfa la indisciplina y la apat�a, y en algunos casos, como bien sabemos quienes nos dedicamos a la docencia en secundaria, no faltan las escenas violentas, poniendo graves trabas a un clima que posibilite una aut�ntica educaci�n. Por todo esto, la educaci�n para una ciudadan�a responsable carece de una base real s�lida que le de sustento m�s all� de algunos discursos te�ricos y algunas buenas voluntades. Sin embargo, la neutralidad educativa no s�lo no es posible, sino que tampoco es deseable. La educaci�n para valorar es imprescindible al margen de las urgencias sociales como un modo de contribuir desde las instituciones educativas a la construcci�n de una sociedad mejor y de ciudadanos participativos, responsables y creadores de su propia felicidad. Pero uno de los m�s graves problemas con que hemos de enfrentarnos en la actualidad consiste en la aspiraci�n cada vez m�s generalizada a que todos los d�ficits en el �mbito de los valores que presentan los m�s j�venes sean solventados en el �mbito escolar. La escuela parece que se ha convertido en principio y fin de la educaci�n en valores ante un entorno hostil. Pero, por si esto no fuese suficientemente grave ya de suyo, nos encontramos con unas instituciones educativas que carecen de una orientaci�n axiol�gica precisa. No en vano ahora asistimos -aunque por razones distintas- a una reforma de lo que la LOGSE nos propon�a como reforma. Y cabe esperar que futuros ministros y consejeros de Educaci�n introducir�n nuevas modificaciones a lo reformado.
Cualquier reforma siempre ser� deficitaria,
pues, en el fondo de toda educaci�n, o si se
prefiere, de toda educaci�n para valorar,
destaca una cuesti�n que aunque antigua, a�n
contin�a
irresuelta y que, sin embargo, exige una
clarificaci�n racional previa a toda
educaci�n que se considere
genuinamente tal. Tal cuesti�n ya fue
formulada con maestr�a por Kant como
s�ntesis de toda filosof�a:
Was ist der Mensch?
(�Qu� es el hombre?), pero adquiere nuevas
dimensiones a ra�z de los profundos
cambios
que se est�n gestando en los tiempos que nos
ha tocado vivir. La �tica ha de
fundamentarse en una antropolog�a, en
una precisa concepci�n del hombre, de lo que
�ste es, de sus m�s profundos
Si la cuesti�n fundamental, �qu� es el hombre?, ya enunciada por Kant, a�n permanece irresuelta, y no parece f�cil la consecuci�n de una respuesta adecuada a nuestra curiosidad intelectual, la resoluci�n del problema que tratamos se presenta como una tarea ardua. Los escritos sobre educaci�n han estado presentes desde el origen mismo de la civilizaci�n occidental hasta nuestros d�as. Sin embargo, las sesudas y numerosas p�ginas que se han ocupado de este tema, ya desde Plat�n o Arist�teles, no parecen satisfacernos plenamente. No es f�cil concretar �qu� es la educaci�n? �para que sirve la educaci�n? �por qu� debemos educar? y, en consecuencia, �para qu� debemos educar?, o dicho de otro modo, �en qu� valores debemos educar?, siendo esta �ltima la cuesti�n fundamental a abordar en este momento. A la necesidad de orientar la educaci�n en valores hemos de a�adir que la nuestra es una sociedad cuya cultura predominante fomenta no ya valores, sino contravalores como forma de vida. Educar en valores en una sociedad ideol�gicamente plural, como es la nuestra, resulta una tarea sumamente compleja. Si a ello unimos la actual conciencia de crisis de valores existente y la falta de consenso de qu� valores y c�mo se deben transmitir, parece tornarse �sta en una tarea cada vez m�s ardua, aunque no por ello se puede posponer. Numerosas cuestiones irrenunciables aparecen ya antes de iniciar el proceso educativo. Sirvan a modo de ejemplo las siguientes: �En qu� consiste un aut�ntico desarrollo personal? �Se debe mantener una esmerada ecuanimidad ante las diversas opciones de vida o se han de indicar modelos de excelsitud a seguir? �debe la educaci�n preparar h�biles competidores en el mercado profesional o formar personas �ntegras? �Se ha de potenciar la autonom�a personal, con frecuencia cr�tica, discrepante y rebelde, o la cohesi�n social conformista? �Se ha de apostar por la eficacia utilitarista o por la creatividad ociosa? etc2 .
Responder a estas cuestiones irrenunciables
de un modo cabal dista mucho de ser f�cil,
pero tampoco es suficiente. Las exigencias
educativas de las sociedades plurales,
tecnificadas y complejas son cada vez
m�s crecientes. Adem�s, nos encontramos con
que la escuela no es la �nica instituci�n
con funciones educativas. De modo que,
parad�jicamente, los mensajes que transmiten
diferentes
Ante esta situaci�n la apuesta por la educaci�n en valores ha de afanarse francamente, aunque sea casi como proyecto contracultural, en preparar al alumnado para entender (�por qu� son las cosas como son?), para ser (autonom�a personal solidaria), y para actuar (actitud responsable y comprometida) desde la coherencia entre teor�a y pr�ctica, entre discurso y acci�n. Centr�monos ahora, por separado, en la medida en que esto sea posible, en cada uno de los tres ejes ya aludidos sobre los que ha de vertebrarse toda educaci�n para una ciudadan�a responsable, que son: familia, escuela y sociedad.
II. FAMILIA Y VALORES C�VICOS
La familia es el �mbito natural en el que la
persona viene a este mundo, se va abriendo a
los dem�s y, a
la par, se va formando. Los influjos
familiares son los primeros y m�s profundos
de la existencia
humana.
La familia incide en todos los �mbitos del
desarrollo del ni�o, siendo especialmente
importante
en el
nivel de desarrollo de la afectividad y
transmisi�n de valores. La familia no educa
con programas u objetivos expl�citos,
como pueda ocurrir en el �mbito escolar,
sino a trav�s del clima familiar o
interrelaci�n entre sus miembros y la
comunicaci�n familiar. �Pero qu� sucede
cuando lo que se fomenta con la forma de
vida que se va imponiendo en Occidente es la
reducci�n de la comunicaci�n en tiempo,
forma y contenido en el seno familiar?
Quiz�s que la funci�n de
socializaci�n primaria atribuida
tradicionalmente a �ste pasa a estar en
manos de un instrumento que nunca falta en
nuestros hogares, pero que seguramente
fomenta valores y modelos bien distintos a
los que se consideran preferibles en el seno
familiar. Me estoy refiriendo, como
f�cilmente se puede adivinar, a la funci�n
socializadora
que est�n adquiriendo los medios de
comunicaci�n, y muy especialmente la
televisi�n, con
Es un hecho incontrovertido el eclipse de la familia. Cada vez es m�s frecuente que ambos progenitores tengan ocupaciones fuera del hogar y, por otra parte, el n�mero de familias monoparentales no hace m�s que incrementarse. En cualquier caso, aun cuando esto no es as�, la comunicaci�n y transmisi�n de valores en su seno no hace m�s que disminuir. Su funci�n parece reducirse, cada vez m�s, a mantener unas buenas condiciones materiales de existencia. Su labor de socializaci�n primaria queda desatendida en buena medida. Los padres no quieren o no lo saben hacer. Quiz�s porque vivimos en una �poca de pluralismo axiol�gico tan acentuado que se sienten desorientados; quiz�s porque en nuestros d�as nadie quiere adoptar el papel serio del educador, para el que hay que ofrecer resistencia, ponerse duro ante el educando para que �ste no crezca de cualquier manera. En cualquier caso, parece imponerse cada vez m�s el adoptar el rol de amigos de los hijos - mucho m�s relajado y divertido- que el de padres, cuando las exigencias y responsabilidades de �stos �ltimos en el �mbito educativo son mucho mayores, pero, quiz�s, de esto es de lo que se huye, de la gran responsabilidad que supone educar, especialmente, educar para valorar. Como sugiere Hannah Arendt (citada por F. Savater, p. 108): �la autoridad ha sido abolida por los adultos y ello s�lo puede significar una cosa: que los adultos se reh�san a asumir la responsabilidad del mundo en el que han puesto a los ni�os�. La dejadez en las responsabilidades educativas familiares est� suponiendo que los modelos conductuales y afectivos que los padres transmiten a los hijos a trav�s de la comunicaci�n-interacci�n se est�n viendo mermados paulatinamente, ocupando su lugar la contemplaci�n pasiva, acr�tica y unidireccional varias horas diarias de la televisi�n. Conviene no olvidar que los espa�oles, seg�n un estudio realizado por el Centro de Estudios de Tendencias Sociales de Italia, somos los m�s teleadictos de Europa, despu�s de los brit�nicos. Es verdad que la televisi�n permite un mayor conocimiento de nuestro mundo, sus avances tecnol�gicos, su diversidad cultural, sus variadas formas de vida, etc. Pero en muchas ocasiones la realidad que nos presenta este medio, aparece deformada por los diversos intereses econ�micos y de consumo que imperan en las sociedades occidentales, transmitiendo, por lo tanto, valores que no son siempre favorables al crecimiento personal a dimensiones menos materialistas, m�s propias de una ciudadan�a responsable y m�s genuinamente humanas. No participo, por tanto, del optimismo de F. Savater (p. 69 y ss) que acent�a los efectos positivos de la televisi�n frente al tradicional intento de preservar a la infancia alejada de la realidad cubri�ndola con un velo que la mantenga en un acogedor limbo.
denominados tramos de horarios infantiles. Sin embargo, creo que a la necesidad de una notable mejora en la calidad de lo que se emite, habr�a que a�adir una distinci�n m�s n�tida entre programaci�n para adultos y para ni�os y j�venes, ya que, si bien podemos admitir, desde Freud, que la sexualidad infantil es un hecho, eso no significa en modo alguno que el ni�o o la ni�a est�n preparados para comprender las im�genes que sobre �ste y otros muchos temas como la violencia, la muerte, el consumismo voraz o la espectacularizaci�n trivial y fr�vola de la vida se nos presentan por este medio. Sin un filtro adecuado de los mensajes e im�genes se puede poner en peligro el propio equilibrio psicol�gico o f�sico del telespectador. Pi�nsese, por ejemplo, en la proliferaci�n de los casos de anorexia y los h�roes que se proponen a la juventud para imitar; en las im�genes que refuerzan la idea de que todo vale para conseguir los fines; o las que exageran el valor del tener sobre el ser; o las que desdramatizan la realidad convirti�ndola en fr�volo entretenimiento y espect�culo sensiblero, etc. La caverna de Plat�n de la era tecnol�gica, como sugiere el profesor E. Lled� (en �Lecturas de un mito filos�fico�), puede reproducirse si todo lo vemos desde la �ptica de lo ic�nico, confundiendo realidad y sombras; realidad y ficci�n; cultura y espect�culo, montajes, informaci�n manipulada, publicidad enga�osa... desconociendo nuestra verdadera realidad de necesitados de libertad de pensamiento en su sentido m�s profundo, necesitados de liberarnos de las cadenas que esta sociedad presenta de una forma tan seductora a trav�s de los medios de comunicaci�n.
III. ESCUELA Y VALORES C�VICOS
A pesar del menguado lugar que ocupa la
educaci�n en valores en el curriculum
estudiantil del sistema educativo espa�ol y,
en general, del resto de los pa�ses
occidentales, se considera que �sta es
imprescindible. No parece faltar el consenso
en torno a tal necesidad. Sin embargo, hemos
de preguntarnos qu� sentido tiene esta
educaci�n en valores en el �mbito escolar
cuando fuera de este
entorno
esos valores no se viven sino, m�s bien al
contrario, son los contravalores los que
alcanzan gran eco. Es m�s, en la
propia escuela, fiel reflejo de la sociedad
en que vivimos, ni�os y j�venes
mayoritariamente demandan cada vez con m�s
insistencia los que consideran son
ingredientes fundamentales de la vida en
todos sus �mbitos: entretenimiento, placer,
diversi�n y comodidad. No entienden que una
sociedad aterradoramente consumista, que les
proporciona casi todo lo que demandan y los
ha educado en la cultura del
zapping,
del picoteo neur�tico aqu� y all�, les exija
concentraci�n, constancia y esfuerzo para el
logro del aprendizaje. Como dice L�vi-Strauss
(citado por F. Savater, p.106): �Que
en este mundo de facilidad y de derroche la
escuela sea el �nico lugar en el que haga
falta tomarse molestias, soportar una
La rebeli�n ha llegado a las aulas. Aspirar a algo m�s que entretener, fin �ltimo de gran parte del alumnado, no resulta f�cil en numerosos grupos. Triunfa la indisciplina entre los alumnos e, incluso, contra el profesorado, que no cuenta con instrumentos adecuados para crear un clima de aprendizaje �ptimo. Ante un profesorado con escasa autoridad, el peligro de despotismo de los m�s revoltosos es real. La indisciplina se est� convirtiendo en algo habitual. Incluso los casos de violencia en las aulas son cada vez menos aislados. La sociedad he empezado a mostrar s�ntomas de alarma ante esta degradaci�n de la educaci�n. No es extra�o, por tanto, que el propio Defensor del Pueblo andaluz en comparecencia ante la Comisi�n de Derechos Humanos del Parlamento andaluz para dar cuenta de su informe anual pusiese de manifiesto el clima de impunidad en que se est�n gestando numerosos problemas de convivencia y violencia juvenil en los centros educativos3 . Exig�a en nombre de la convivencia y la aut�ntica democracia que la barbarie no quedase impune. Hay que educar en y para la libertad, pero sin renunciar a la disciplina y la autoridad. El aprendizaje de la libertad es un requisito para la democracia. Pero la libertad, parad�jicamente, s�lo mediante disciplina se conquista. J. A. Marina y F. Savater insist�an recientemente, mientras reflexionaban sobre las necesarias reformas educativas, en estos mismos planteamientos. La crisis de autoridad que reina en las aulas es fruto del nido de contravalores en que se ha convertido la sociedad. Situaci�n ante la que las instituciones educativas tienen, por tanto, como si de Pen�lope se tratara, la dif�cil pero irrenunciable tarea de tejer en el d�a a d�a los valores que la vida social cotidiana se encarga de destejer con medios sumamente sofisticados y atractivos para la juventud. La soledad de los docentes en esta labor es un hecho. Adem�s, como cabe esperar, el grado de inquietud, motivaci�n e inter�s en el seno de este colectivo tambi�n es variado. Se nos pide mucho y se nos respalda poco. Lo que, con m�s frecuencia de la deseable, termina provocando una actitud de desidia e inhibici�n del propio profesorado.
IV. SOCIEDAD Y VALORES C�VICOS
La sociedad neoliberal postmoderna en que
vivimos encomienda a la escuela, y por ende
a los educadores, una tarea contradictoria.
Por una parte, pide a la escuela que prepare
al alumnado en valores legados por nuestra
rica tradici�n cultural y que se consideran
deseables, tales como la solidaridad,
el pacifismo, la tolerancia, la justicia, la
autenticidad,... por otra parte, los valores
que se viven d�a a d�a en el seno de esa
misma sociedad son en buena medida la
injusticia, lo inaut�ntico, la
Fuera del entorno escolar, por tanto, los valores que en gran medida se viven no son los que desde el seno de �ste se intentan promover. Se puede educar en la conquista del ser, pero lo que socialmente triunfa como meta de la existencia es el tener. La felicidad se presenta asociada al consumo desmedido. El nuevo prototipo de triunfador social que presentan los medios de comunicaci�n poco tiene que ver con los antiguos ideales de sabidur�a griegos, de santidad medievales o de genialidad renacentistas. El esfuerzo y la constancia son desplazados por profesiones que permiten un enriquecimiento econ�mico r�pido y f�cil basado en los pases sobre pasarelas o ciertas habilidades -a veces discutibles y, en cualquier caso, desnaturalizadas- deportivas o art�sticas a la luz deslumbrante de los focos publicitarios. En otras ocasiones, el mayor esfuerzo se reduce a haber sabido elegir adecuadamente junto a quien posar para lograr el mayor eco medi�tico. M�rito, esfuerzo y disciplina, que consideramos b�sicos para nuestro alumnado, no son, por tanto, caracter�sticas comunes de quienes uno y otro d�a se nos cuelan en nuestra sala de estar erigi�ndose como modelos a seguir, con frecuencia sin m�s m�rito conocido que el aura medi�tica.
V. CONCLUSIONES
No es f�cil elucidar la compleja trama de factores que obstruyen el desarrollo de una genuina educaci�n c�vica, pero a pesar de la existencia de numerosos obst�culos, �sta resulta indispensable si se quiere poner los pilares de una educaci�n que vaya m�s all� de una mera instrucci�n profesional y se implique tambi�n en el logro de la plenitud humana, de la ciudadan�a responsable y del amor a la vida, aun cuando las dificultades que esto supone son cuantiosas. La educaci�n c�vica responsable, por tanto, se convierte en una apuesta que ha de afanarse francamente, aunque sea casi como proyecto contracultural, en preparar al alumnado para: a) entender (�por qu� son las cosas como son?). Hay que dotar al alumnado de criterios e instrumentos para que entienda la l�gica de funcionamiento de la sociedad y por qu� es como es y no de otro modo, a la vez que capacitarle para idear otras alternativas de vida. b) ser (autonom�a personal solidaria).
Hay que dotar al alumnado de instrumentos
para la adquisici�n de una identidad
personal aut�noma comprometida a la que
mantenerse fiel, desde la coherencia a s�
mismo pero
c) actuar (actitud responsable y comprometida, desde la coherencia entre teor�a y praxis, entre discurso y acci�n). En el debate entre lo p�blico y lo privado hay que evitar actitudes que se replieguen exclusivamente a lo privado, desentendi�ndose de lo p�blico. Hay que concienciar en que una actitud comprometida demanda participaci�n en los asuntos que trascienden los intereses individuales. Educar en valores c�vicos, o quiz�s ser�a m�s adecuado hablar de educar para valorar, consiste en educar personas con criterios valorativos propios, es decir, ayudar a los ni�os y j�venes a construir un juicio aut�nomo que les permita realizar opciones fundadas y responsables en una sociedad que se configura progresivamente como sociedad del conocimiento, y en la que cada d�a que pasa adquiere mayor relevancia la capacidad de la persona para entender y valorar cr�ticamente los conocimientos, informaciones y manipulaciones que recibe a trav�s de la escuela, la televisi�n, internet y un n�mero creciente de medios. Educar en valores para una ciudadan�a responsable es, en definitiva, educar en la consciencia personal y social, tratando de limitar a la vez que hacer conscientes las deficiencias estructurales que frenan tal tipo de educaci�n, asumiendo que todos y cada uno de nosotros tenemos algo que aportar para lograr un mundo mejor. La dificultad para conseguirlo no ha de ser un obst�culo para intentarlo d�a a d�a.
VI. BIBLIOGRAF�A
CAMPS, V., Los valores de la educaci�n. Madrid, Anaya, 1996. CAMPS, V. y GINER, S., Manual de civismo, Barcelona, Ariel, 1998. COBO, J. M., Educaci�n �tica para un mundo en cambio y una sociedad plural, Madrid, Endymion, 1993. CORTINA, A., El quehacer �tico. Gu�a para la educaci�n moral. Madrid, Santillana, 1996. GREENFIELD, P. M., Conflicting values in education, California, University of California, 1997. JONATHAN, R., Ilusory Freedoms. Education, liberalism and the market, Oxford, Journal of Philosophy of Education, Blackwell, 1997. KANT, I., �ber P�dagogik. Bochum, F. Kamp Verlag, 1982. LUCINI, F. G., Temas transversales y educaci�n en valores. Madrid, Anaya, 1994. LUCINI, F. G., Sue�o, luego existo. Madrid, Anaya, 1996. LUHMANN, N., Teor�a de la sociedad y pedagog�a. Barcelona, Paid�s, 1996. NAVAL, C., Educar ciudadanos, Pamplona, EUNSA, 1995.
PASCUAL, A. V., Clarificaci�n de valores y desarrollo humano, Madrid, Narcea, 1995. PUIG, J. M. y MART�NEZ, M., Educaci�n moral y democr�tica, Barcelona, Laertes, 1993. PEREZ-GOMEZ, A., La cultura escolar en la sociedad neoliberal. Madrid, Morata, 1998. SAVATER, F., El valor de educar. Barcelona, Ariel, 1997. RUBIO- CARRACEDO, J., Educaci�n moral, postmodernidad y democracia, Madrid, Trotta, 1996. RUBIO -CARRACEDO, J., ROSALES, J. M. y TOSCANO, M., Ciudadan�a, nacionalismo y derechos humanos, Madrid, Trotta, 2000.
--------------------------------------------------------------------------- NOTAS 1. PASCAL, Pensamientos, p. 347. 2 La ministra de Educaci�n, Pilar del Castillo, elogiable en algunos aspectos, en �La educaci�n en la Europa del conocimiento� (Diario ABC, 26 de marzo de2002, p.34) plantea una visi�n pragm�tica, neoliberal y conservadora de la educaci�n como formaci�n para conseguir que en el a�o 2010 la econom�a europea sea la m�s competitiva del mundo. Es preocupante que alguien de tan gran responsabilidad pol�tica tenga una visi�n tan mercantil de la educaci�n. 3. Cfr. Diarios Sur, p.19 y El Mundo, p.12 (21 de junio de 2000). --------------------------------------------------------------------------------------------
Foro de Realidad y ficci�n www.realidadyficcion.org
------------------------------------------------ Juan Ram�n Tirado Roz�a � Licenciado en Filosof�a en la Universidad de M�laga. Premio Extraordinario de Licenciatura. � Cursos de Doctorado �Lenguaje, raz�n y vida� (Calificaci�n: sobresaliente) � Tesis de Grado: �Desarrollo y significaci�n del pensamiento social y pol�tico de Karl Mannheim� (Calificaci�n: sobresaliente por unanimidad). � Becario para la Formaci�n del Personal Docente e Investigador , por la Consejer�a de Educaci�n de la Junta de Andaluc�a en el �rea de conocimiento de Filosof�a del Derecho, Moral y Pol�tica de la Universidad de M�laga.
Estancias en el extranjero: � Universidad de Passau (R. F. A.), matriculado en Derecho, Ciencias Pol�ticas y Filosof�a (1 semestre). � Universidad de Essen (R. F. A.), matriculado en German�stica, Sociolog�a y Filosof�a (1 semestre). � Universidad de Constanza (R. F. A.) estancia de investigaci�n de un mes en el Sozialwissenschaftliches Archiv .
Participaci�n en grupos de trabajo e investigaci�n : � �Filosof�a moral y pol�tica� (Universidad de M�laga) � �La democracia de los ciudadanos� (Universidad de M�laga) � �Educar para la solidaridad� (IES C�novas del Castillo) � �Necesidades educativas especiales: actuaci�n en el aula� (IES P�rez de Guzm�n) � �Educar para una ciudadan�a responsable� �Coordinador (IES Gerald Brenan) � �La biblioteca escolar� (IES Gerald Brenan)
Principales publicaciones: � �Sobre la actualidad de Karl Mannheim en su centenario� (Di�logo Filos�fico). � �Sociedad, cultura e intelligentsia en Karl Mannheim� (Philosophica Malacitana). � ��Libertad y/o planificaci�n?� (Contrastes). � �La raz�n po�tica ante la democracia� (Fundaci�n Mar�a Zambrano). � �Un modelo educativo para la democracia. Sociedad educativa y medios de comunicaci�n� (III Congreso Internacional Educaci�n y Sociedad). � �Ciudadan�a y planificaci�n para la libertad� (Seminario La democracia de los ciudadanos). � �Nuevos retos de la �tica: �educaci�n para la vida versus educaci�n en valores? (XI Congreso Nacional de �tica y Filosof�a Pol�tica). � �Educar en valores para una ciudadan�a responsable� (Congreso Educar en M�laga).
Trayectoria docente: - Universidad de M�laga (dos cursos acad�micos �BFPDI) - Ense�anza Secundaria : IES Mar�a Zambrano (Torre del Mar), IES Almadraba (Tarifa), IES C�novas del Castillo (M�laga), IES P�rez de Guzm�n (Ronda), IES Gerald Brenan (Alhaur�n de la Torre) y, actualmente, IES Huerta Alta (Alhaur�n de la Torre).
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