REALIDAD Y FICCI�N                                                                          LECTURA, COMENTARIO, CREACI�N
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Hegel

y el idealismo transcendental

 

 

MERCEDES LAGUNA GONZ�LEZ

 

 

 

  

�NDICE

 Introducci�n

1. Estructura de lo real. An�lisis y s�ntesis

2. Pensar el ser. Kant y Hegel

3. La noci�n de subjetividad seg�n la filosof�a transcendental

Los distintos modos de ser y la subjetividad

4. La cuesti�n del l�mite

5. La noci�n de l�mite de Hegel a la luz del idealismo transcendental

6. Un tipo de racionalidad (y de subjetividad)

7. Finitud e infinitud. Hegel

8. La autolimitaci�n: ponerse l�mites. La gran diferencia con Hegel

9. Poner la limitaci�n del Yo: el sentimiento. Leer a Fichte despu�s de leer a Hegel

10. Reconociendo y configurando l�mites

El sentimiento desarrolla un papel decisivo en nuestra comprensi�n

Los sentimientos y las emociones. El sentir originario

 11. S�ntesis de naturaleza y libertad.

 

 

  

Introducci�n

 

Mi objetivo es partir de algunas nociones de la filosof�a de Hegel, que aparecen en los primeros cap�tulos de la �Doctrina del ser�, libro I de su Ciencia de la L�gica, e interpretarlos a la luz del idealismo transcendental: en la obra de Kant y Fichte. Aunque, respecto a este �ltimo autor, s�lo me detendr� en la parte de su filosof�a que corresponde al pensamiento cr�tico o filosof�a transcendental (el llamado Fichte de Jena).

Se ha dicho muchas veces que la izquierda y la derecha hegelianas han dado lugar a toda la filosof�a actual, a partir de sus diversas lecturas de la obra de Hegel. No obstante, hay que tener en cuenta una tercera v�a: la que surge de interpretar a Hegel en contraposici�n con la filosof�a de Kant y con un pensamiento cr�tico que desarrolla la filosof�a transcendental m�s all� de sus creadores; tambi�n esta v�a se nutre, en parte,  de la ense�anza hegeliana. Para este tercer camino, que queremos examinar, son b�sicos dos autores: Oswaldo Market y Jacinto Rivera de Rosales. Seguiremos en nuestra exposici�n los hallazgos de este �ltimo en relaci�n a la filosof�a transcendental y el pensamiento cr�tico.

A mi juicio, tanto la filosof�a actual como la ciencia, deber�an tener en cuenta la noci�n de subjetividad que es adecuada y necesaria para comprendernos a nosotros mismos y comprender la realidad; un concepto de subjetividad que elabor� Kant y que fue desarrollado por Fichte, y al que habr�a que a�adir, por el camino de la s�ntesis originaria, un tipo de conciencia prerreflexiva[1] presente tambi�n en la naturaleza.

Respecto a la diferencia entre la L�gica  de Hegel y el idealismo transcendental considero decisiva la noci�n de l�mite. La limitaci�n es clave en la filosof�a kantiana, pero no consiste, como en Hegel, en  un elemento m�s dentro de una estructura de lo �real� (que es como decir �el pensar puro�), sino que la limitaci�n en el idealismo transcendental �la pone� conscientemente el sujeto. Es decir, el sujeto reconoce, desde su autoconciencia transcendental, y siente, a trav�s de su afectividad b�sica (�sentir originario�) que es limitado, que pertenece a la naturaleza, y por tanto est� anclado en el mundo, pero que puede ser libre.

Intentaremos desarrollar el siguiente argumento: falta en Hegel la subjetividad transcendental. En el gran sistema de la Raz�n no est� presente el elemento esencial que hace posible un tipo de racionalidad adecuada; aunque se trate del reino de la Idea, no hay propiamente subjetividad, porque el l�mite diluye y unifica a los entes como �momentos de un �nico ser�, pero no se trata de un l�mite real que ponga en contacto al sujeto con su limitaci�n, con la realidad de su finitud y la necesidad de lo incondicionado. Porque no es lo mismo evidentemente �lo ideal� que �lo incondicionado�. El idealismo sin conciencia transcendental ha perdido al sujeto y a su acci�n real�ideal.

            Una hip�tesis de la que parto es que a Hegel, el buscador de s�ntesis por antonomasia (a trav�s de su m�todo dial�ctico y en esta su L�gica del ser), se le escapa la s�ntesis que era originaria y que se descubre despu�s del an�lisis. Hay una unidad sint�tica privilegiada (respecto al resto de �unidades� y �s�ntesis�) desde d�nde, �nicamente, se pueden interpretar las otras (y relativizar): mundo y ser originario, que se manifiestan en el modo de ser de la cosa y en el modo de ser de la libertad, lo condicionado y lo incondicionado. Y entre estos dos opuestos se sit�a el l�mite fundamental, al que realmente se pueden aplicar las ense�anzas de Hegel.

            En relaci�n al significado de la Raz�n en Hegel y en el idealismo transcendental, tambi�n nos encontramos con la cuesti�n del l�mite (que nos lleva, por otra parte, a pensar la diferencia respecto a la concepci�n del Absoluto hegeliano): el l�mite ha llevado al sujeto transcendental a darse cuenta de que es finito, que su limitaci�n es insoslayable. Querer superarla es un puro deseo: �Al fracasar su intento te�rico, la raz�n se descubre en el fondo como querer�[2]. Si la raz�n puede descubrirse a s� misma como querer es debido a varias causas, dos de ellas cruciales para nuestro tema:

            En primer lugar, la expresi�n �se descubre a s� misma� es s�lo una met�fora, concretamente una metonimia, ya que es el propio sujeto, utilizando ese modo concreto de racionalidad, el que descubre que la raz�n es querer, y que el propio pensar no ocupa la primera posici�n (aunque sea, por otra parte, completamente necesario), sin embargo, el querer, y, por ende, el deseo del que nace, son su conditio sine qua non.

            Hegel, con su idealismo, y el �mbito del pensar puro de la L�gica, habr�a obviado est� cualidad de la Raz�n como metonimia del sujeto cognoscente, autoconsciente y que �pone� (reconoce) su limitaci�n en el pensar y por el sentir.

            En segundo lugar, el sujeto descubre, a la luz de este tipo de racionalidad, que es condici�n suya ser limitado �en el pensar y por el sentir� y que, por tanto, su tarea principal es la de configurar y superar los l�mites. Esto supone una acci�n real�ideal: la acci�n de querer.

Subrayaremos la necesidad de reflexionar sobre la acci�n originaria del querer, sobre la facultad de desear y sobre la teor�a del sentimiento en Fichte.

En la �ltima parte del trabajo, como un desarrollo del estudio sobre el alcance distinto que tiene la racionalidad en Kant y en Hegel, y con el fin de reflexionar sobre el modo de racionalidad necesario para interpretar de forma adecuada al sujeto y a la realidad, nos aproximaremos a la experiencia del l�mite en el �mbito del cuerpo propio, concretamente en los sentimientos y las emociones, los intereses y la voluntad.

 

 

  

1. Estructura de lo real. An�lisis y s�ntesis

 

            Kant �sostiene que lo primario es la s�ntesis, pero no la s�ntesis global, el todo hegeliano, sino una s�ntesis siempre abierta, finita, en camino�.[3] Pienso que �sta es una de las claves para el estudio comparativo de la filosof�a de Hegel con la de Kant.

            Kant tambi�n habla, como Hegel, en su obra filos�fica sobre la estructura de lo real, pero de una manera no tan pretenciosa como Hegel. Cuando el fil�sofo de K�nisberg utiliza el t�rmino �s�ntesis� se refiere a lo que hay en la realidad antes de captarlo nosotros con el pensamiento para someterlo a un proceso, necesario, de an�lisis.

            La s�ntesis est� en el origen, es lo originario. Pero Kant no plantea lo primario de una forma abstracta, sino que se aproxima a �l despu�s de haber pasado por un cauce ineludible: el proceso por el que el entendimiento, primero, y la raz�n, despu�s han separado y analizado los distintos elementos con el fin de poder comprenderlos y, de esta manera, intentar captar la s�ntesis que los constitu�a antes de ser desmembrados por el juicio racional. (Falta aqu� atender al proceso que suponen las otras dos facultades (la de desear y la facultad del placer y displacer), y la s�ntesis a la que se llega a trav�s de ellas).

            Es decir, el instrumento con el que Kant construye su filosof�a es el entendimiento y la raz�n del sujeto, a trav�s de un hallazgo suyo: el m�todo transcendental, que garantiza y consigue, desde finales del siglo XVIII, lo que las �ltimas investigaciones sobre la racionalidad est�n desvelando (desde los campos de la filosof�a de la ciencia, y desde la pragm�tica, aunque en casos bien puntuales). Incluso va m�s all�, de tal forma que podr�a considerarse una herramienta fundamental dentro de ese conjunto de �The adaptive toolbox� que hoy esgrimen los fil�sofos y cient�ficos defensores de la racionalidad acotada.

            Hegel quiere montar la Ciencia de la L�gica y su sistema desde la s�ntesis, todo est� unido (los opuestos realmente se unen si dejamos observar a la Raz�n �tras el trabajo negativo del concepto en el m�todo dial�ctico). Sin embargo, falta en su sistema, por un lado, subrayar al protagonista de la s�ntesis: el sujeto transcendental; que, recordemos, no consiste en el sujeto emp�rico, no es el individuo concreto. Por otra parte, la falta de este eje produce un resultado muy distinto al que obtuvo el idealismo transcendental: un infinito que cierra el c�rculo de la finitud y que a la vez la mantiene, en el caso de Hegel; un infinito que s�lo est� en el proyecto teleol�gico del sujeto, al que tiende, siempre en camino, en el caso del idealismo transcendental.

 

 

 

2. Pensar el ser. Kant y Hegel

 

�El ser, pensado necesariamente como ente, no se agota en ese proceso de abstracci�n de lo �ntico [al que lo somete Hegel al inicio de la L�gica], sino que sigue siendo la condici�n ontol�gica de la posibilidad de todo ente, de todo comprender�[4].

            Jacinto Rivera de Rosales tiene un art�culo esclarecedor sobre �La aportaci�n ontol�gica de Kant�[5] en el que reflexiona sobre el ser y sobre los distintos modos de ser analizados en la filosof�a kantiana.

            La clave de la ontolog�a kantiana es la limitaci�n, que por un lado es real y que, por otro, afecta al sujeto. La noci�n de l�mite es una pieza que encaja de manera distinta �hasta tomar formas diferentes� si pretendemos entenderla en el sistema de Hegel, o si interpretamos a partir de ella la ontolog�a kantiana.

            En la �Doctrina del ser�, Hegel aplica la noci�n de l�mite a su definici�n del ser determinado, cuando estudia la categor�a de �cualidad�. Con relaci�n a este tema, disponemos una buena gu�a de lectura: la de F�lix Duque en su Historia de la Filosof�a Moderna. La era de la cr�tica[6]. Yo propongo una lectura de ida y vuelta: detenernos en el significado de la limitaci�n en Kant, en el desarrollo de esta noci�n por parte de Fichte y en la amplitud del concepto de l�mite en Hegel. Pero con la intenci�n de volver despu�s a Kant y a la conciencia transcendental.

            Por aqu� encontraremos el sendero que nos lleve a la concepci�n de un �nuevo� modelo de racionalidad, no s�lo para la filosof�a, tambi�n para la ciencia. Una racionalidad que asuma la totalidad de las facultades que configuran el �nimo, seg�n nos ense�aba Kant: la facultad de conocer, la facultad del placer y el displacer y la facultad de desear[7]. Un tipo de racionalidad, en fin, que tenga en cuenta la s�ntesis que nos constituye como seres originarios, como conjunci�n de naturaleza y libertad, y que atiende, por tanto, a los distintos modos de ser de los que habla Kant.

 

 

 

3. La noci�n de subjetividad seg�n la filosof�a transcendental

 

            En Kant la filosof�a se vertebra en torno a su noci�n de subjetividad, constituida �sta por la autoconciencia y el querer originarios. En relaci�n a la autoconciencia: si podemos decir que somos es porque reflexionamos acerca de ello y somos conscientes de nuestra propia conciencia. El querer originario ser� tal porque el sujeto lo protagoniza de manera aut�noma, y, por tanto, libre.

 

�Conciencia es distinci�n y no hay distinci�n real donde no hay l�mite real. La conciencia inmediata ser�a una conciencia sorda y muerta. Por el contrario, tan pronto como ponemos una limitaci�n, se establece una diferencia entre la limitada actividad real�ideal (lo que he podido efectivamente llegar a ser) y la de suyo ilimitable actividad meramente ideal�[8].

 

El sujeto, en la filosof�a de Kant, pone (reconoce) su limitaci�n; es capaz de establecer la diferencia que hay entre la actividad real�ideal y la actividad meramente ideal.

            En la filosof�a de Hegel, el l�mite es un constituyente de la estructura de lo real, que sirve de puerta de enlace entre el ser y la nada, entre un ser y otro, entre las parejas de opuestos que �danzan� inmersos en el flujo de la raz�n formando el devenir de lo Absoluto.

 

Los distintos modos de ser y la subjetividad

 

            En primer lugar, tenemos el modo de ser de los objetos (modo de ser objetivante), en el cual media la afecci�n, es el modo de ser considerado y utilizado en la ciencia. La realidad del mundo se muestra, entonces, seg�n Kant a trav�s �de cierta limitaci�n que afecta realmente al sujeto�. El modo de ser que se rige por las leyes de la causalidad. El modo de ser objetivante no es una acci�n.

            El segundo modo de ser es el de la conciencia transcendental, que es una acci�n, no una acci�n real (a la manera de las acciones del yo emp�rico o la acci�n real de la libertad). La acci�n de la conciencia transcendental �es originaria, espont�nea, ideal o idealizante�.

            Para ir distinguiendo nociones, habremos de subrayar que la conciencia (o �autoconciencia�, como la llama Kant) transcendental no consiste en un acto simplemente psicol�gico. Aunque sin esa realidad emp�rica, como nos avisa Kant, no tendr�a lugar la autoconciencia transcendental como acci�n. La conciencia psicol�gica es la base, y, por consiguiente, se incorporan con ella a la conciencia transcendental, mediante un proceso de elaboraci�n �m�s o menos reflexivo�, los sentimientos, las emociones, las pasiones y los elementos casi indistinguibles del inconsciente. Tambi�n, obviamente van con la conciencia psicol�gica �emp�rica� la perspectiva particular de cada individuo.

            La conciencia transcendental es llamada por Kant apercepci�n transcendental (�la luz que ilumina�). Consiste en la capacidad que tenemos de captar, de entender; es nuestra autoconciencia originaria: �la acci�n mediante la cual el sujeto refiere a s� mismo lo que piensa para saber lo que piensa (aunque sea err�neo lo que este pensando)�.

            Es decir, se refiere al hecho de darnos cuenta que pensamos, que interpretamos y re�creamos en cierta manera la realidad (a pesar de que �sta nos venga dada) y de que este acercamiento  a los objetos, a las cosas, a las situaciones, a las personas, es la �nica manera que tenemos de acercarnos a lo que existe (o lo que ha existido o existir�) aqu� o all� o en un lugar sin lugar como el caso de la utop�a o de la ficci�n.

            Oswaldo Market ha insistido en repetidas ocasiones en que la importancia de Kant reside en las puertas que abre; afirma que la grandeza de Kant no radica en que encierre verdades encapsuladas, que contengan el secreto de todo desenvolvimiento futuro, sino en la revoluci�n de la actitud pensante y en su explosiva carga estimuladora; que la filosof�a de Kant es una invitaci�n a la heur�stica en un nuevo horizonte del pensar. Fundamentalmente Kant no aporta una doctrina, aporta una actitud. Su tarea es establecer las bases metodol�gicas del saber humano[9].

            En esta misma l�nea se ha manifestado tambi�n en muchos de sus trabajos Javier Muguerza[10]: las preguntas que Kant plantea son decisivas, aunque sus respuestas no nos convenzan, y es decisivo volver a plante�rselas. Yo dir�a que el cauce abierto por Kant en su intento de respuesta tambi�n es fundamental.

En la conciencia transcendental cobran un protagonismo vertebrador el tiempo y el espacio: Kant nos ense�a a entenderlos como una acci�n ideal, mediante la cual �el sujeto reconoce su finitud y afirma la posibilidad objetiva de lo otro�.

Aparece aqu� la acci�n del conocer y el sentimiento de que somos una s�ntesis entre libertad y naturaleza, el reconocimiento de nuestra finitud y la posibilidad de conocer lo otro y al otro. Y como no la posibilidad y la tarea ineludible de la intersubjetividad.

Se trata de la luz de la raz�n, pero entendida desde una perspectiva que necesariamente la abre a diversos tipos de raz�n y que requiere adem�s dar cabida a los sentimientos y las emociones. Por tanto, habremos de tener en cuenta la acci�n originaria del querer �que pertenece a la facultad de desear, estudiada por Kant en su segunda Cr�tica, y desarrollada despu�s por Fichte en su teor�a sobre el sentimiento�, y tambi�n la facultad de placer y displacer, que fue el objeto de estudio de la Cr�tica del Juicio de Kant, centrada en lo est�tico y en la finalidad de la naturaleza; campos que ser�n cultivados despu�s por Schelling y los rom�nticos.

Por este camino, podemos pensar la verdad, en c�mo llegamos a la verdad, as� como en el papel de los s�mbolos y las met�foras en el proceso del conocimiento. La autoconciencia transcendental es la �acci�n ideal de un yo real�, de un yo que es tambi�n acci�n real libre.

 

 

 

 

4. La cuesti�n del l�mite

 

            Empecemos por la noci�n de l�mite en Hegel, para ello recogemos el estudio de F�lix Duque sobre la L�gica.

            Estamos en La Doctrina del ser, analizando la primera categor�a, la cualidad. La �cualidad� posee un sentido general que se puede llamar �determinidad�, pero cuando nos referimos a un ente, a una existencia �ntica, tenemos que decir que �algo� es un ser determinado, no por una cualidad en general, que podr�a valer tambi�n para los dem�s seres, sino por una determinidad propia, distintiva.

 

            �Esa determinidad rechaza otras posibles, que a su vez son vistas como su negaci�n, y, por ende, alcanza realidad (en el sentido de la realitas objetiva cartesiana y de la primera categor�a kantiana de cualidad)�[11].

 

            La determinidad propia en Hegel cumple una doble funci�n: en primer lugar, es la determinaci�n apropiada a ese �algo�, la que lo determina concretamente; en segundo lugar, en cuanto algo es tal o cual cosa, algo distinto a s� mismo. �La cualidad lo entrega a algo ajeno u aparentemente externo; ella (la cualidad) es un ser�para�otro, el lado por el que �algo� se expone a los dem�s seres. As�, pues, algo es en s� s�lo si sale de s� y se manifiesta. Pero significa que �algo�, lo ente, no es por un lado �en s� y por otro, �un ser�para�otro�, sino que es la transici�n entre esos dos respectos�[12]. Por tanto, concluye F�lix Duque con Hegel, �el verdadero �ser� de algo, aquello en lo que algo �es�, es el l�mite�.       

El concepto de l�mite se nos presentar� muy pronto unido al binomio finitud�infinitud. De aqu� que tengamos que tratar tambi�n de las distintas nociones de infinitud que sostienen por un lado Hegel y por otro el Idealismo transcendental. Eso nos llevar� a plantearnos tambi�n si estamos hablando de la misma finitud.

Vamos a analizar brevemente la diferencia respecto a la noci�n de l�mite en Kant, Fichte y Hegel.

            Kant anticipa, dice F�lix Duque, la categor�a de la limitaci�n dentro de la categor�a de �cualidad�. Pero, a nuestro juicio, la noci�n de �limitaci�n� en Kant no es una mera anticipaci�n del concepto de �l�mite� en Hegel. El reconocimiento de la limitaci�n est� en la base de la conciencia: conciencia es distinci�n y reconocimiento de que somos conciencia y vemos a trav�s de ella. Aunque, al percibir este hecho y reflexionar sobre ello, nos colocamos en un nivel transcendental: no transcendente, fuera de nosotros mismos, sino en un nivel cr�tico, de distancia y reconocimiento; capaz de levantarse de la conciencia emp�rica y de abrirse a la intersubjetividad[13].

Hegel, sin embargo, va del ente concreto, determinado, a la infinitud a fuerza de deshacer l�mites. Por un momento ampl�a la noci�n de l�mite, tanto la de Kant como la de Fichte, pero enseguida, al pretender �fijar� el paso (v�ase la noci�n de �paso al l�mite� al estudiar el c�lculo infinitesimal), pierde al ente en lo Absoluto, deshace las diferencias, y, con ellas, la conciencia. En consecuencia, el sujeto se pierde y, convertido en lo que Hegel considera �infinitud�, navega, al parecer en c�rculo perfecto (aunque quiz� se trata de la deriva), en la misma agua de la finitud.

Como decimos, Hegel desarrolla, cambi�ndola, la noci�n de l�mite del Idealismo transcendental �enseguida volveremos a Fichte�. Veamos en qu� sentido.

 

�La peraltaci�n del l�mite como categor�a fundamental del �estar ah�, de la existencia �ntica, constituye uno de los rasgos m�s originales de la filosof�a hegeliana. �Algo� existe no dentro de s� (in sich) ni fuera de s�, sino en su l�mite o frontera (Grenze)�[14].

 

Hegel pasa de lo �ntico, del ser concreto, a la infinitud o Absoluto, sin pasar por lo ontol�gico, no pasa por la conciencia transcendental. Ha cambiado el papel decisivo de la conciencia transcendental por la funci�n de la filosof�a especulativa, la cual ha obtenido la fuerza todopoderosa de la Raz�n, dejando atr�s al entendimiento. Sin embargo, la Raz�n en Hegel no tiene el mismo significado que la Raz�n en Kant. Falta la conciencia de limitaci�n, parad�jicamente.

Por supuesto, no podemos decir que en Hegel falta la conciencia ni, como estamos viendo, la noci�n de l�mite (considerada y situada, por otra parte como categor�a fundamental). Todo el libro de la Fenomenolog�a del Esp�ritu estudia el proceso de la conciencia: momentos que se siguen uno al otro, sustituy�ndolo, pero sin suprimir la etapa anterior, a trav�s de la met�fora biol�gica de la semilla y el fruto.

Pero, �en d�nde est� la autoconciencia transcendental en el sistema de Hegel? Parece que o bien se ha quedado difuminada, como uno de los momentos (aunque ni siquiera es interpretada del mismo modo que lo hacen Kant y Fichte), o bien directamente se ha perdido, y el lector se queda con una intuici�n, que luego veremos confirmada en un estudioso del idealismo transcendental: la subjetividad en Hegel no es lo mismo que la subjetividad en Kant ni en el Fichte de Jena; como dec�amos, pasa del individuo concreto a lo infinito, en una circunferencia que tiende a cerrarse en c�rculo, porque toda la realidad externa �todo lo dado� �debe ir� formando parte del pensar puro (con el fin de disolver la oposici�n entre sujeto y objeto, que suena a Hegel como una falacia). Que no haya distinci�n entre pensar y ser, que todo lo racional sea real y todo lo real, racional.

Escuchemos la opini�n del pensador del idealismo transcendental al que hac�amos alusi�n: Jacinto Rivera de Rosales, analizando las diferencias entre la moralidad de Hegel y la de Kant, afirma lo siguiente respecto al sujeto �en concreto habla del sujeto moral, pero en Kant y en Fichte la noci�n de sujeto lleva impl�cita la de sujeto moral�:

�La raz�n de esa divergencia radical en las visiones es que Hegel sit�a en definitiva a su sujeto moral y a su conciencia en el �mbito del individuo y, en �ltimo extremo (aunque esto pueda y deba parecer contradictorio), de lo sensible (o quiz�s sea mejor decir del Esp�ritu subjetivo), mientras que Kant (y Fichte) lo colocan en lo transcendental y lo no sensible�[15].

 

La Raz�n, seg�n Kant, no disuelve al sujeto (entendido como sujeto transcendental, no como sujeto emp�rico o individuo), ni siquiera �asumi�ndolo� en su flujo que conduce a lo Absoluto (como dir�a Hegel). La Raz�n �es para Kant la manifestaci�n de los �ltimos intereses del sujeto�.

En el terreno de la idealidad, la raz�n supondr� �la conciencia de sus metas en el conocer�, se llamar� �te�rica� y tendr� muy presente su limitaci�n: necesita lo dado y su elaboraci�n, a partir de esta realidad proporcionada, y es consciente de que la finitud es su sello.

En el campo de la raz�n pr�ctica, tendr� lugar la aut�ntica acci�n real en donde el sujeto se mostrar� como aut�nomo, y se pondr� como fin lo que est� en su origen: la libertad; en este �mbito, el sujeto se abre a lo incondicionado; es el momento de poder salir del determinismo al que est� sometido por ser tambi�n una cosa. De nuevo la limitaci�n: por un lado, el sujeto conoce su finitud, sabe que est� heter�nomamente condicionado, a veces, incluso determinado, porque es naturaleza, pero sabe, que su ser originario le otorga la posibilidad de ser libre, que cabe salirse del c�rculo del determinismo. Aqu� el deber ser conduce a la b�squeda de un tipo de infinito (al que Hegel llama �el infinito malo�), que realmente supera la finitud porque le posibilita el salir del modo de ser de la cosa. El sujeto en el idealismo transcendental busca su ser originario mediante la acci�n real�ideal de la libertad. Por eso, en el pensamiento cr�tico la �tica, bien entendida, se abre a todos los �mbitos de la vida del ser humano, a todas sus manifestaciones individuales y colectivas, porque lo que est� sobre la mesa es el ser mismo, no s�lo una faceta del ser. Y menos, un ser, bien tan abstracto y vac�o que no es nada (o se identifica con la nada), bien tan concreto en su ser algo que se pierde en lo emp�rico y en su individualidad contextual.

 

�Es la apertura de la conciencia que va m�s all� de los fen�menos �modo de ser objetivo y condicionado� hacia el ser originario. Ella es la puerta de entrada a la libertad, a la acci�n originaria que sabe de s�, donde saber y ser, en su m�xima acepci�n o saber analogado, se unifican en la forma de deber�ser. Aqu� encontramos, dice Kant, la �magn�fica apertura, que nos acontece por la raz�n pura pr�ctica gracias a la ley moral, a saber, la apertura a un mundo inteligible mediante la realizaci�n del concepto, en otro caso transcendente, de la libertad�, el camino hacia el ser incondicionado y fontanal�[16].

 

 

  

5. La noci�n de l�mite de Hegel a la luz del idealismo transcendental

 

La noci�n de l�mite de Hegel debe mucho a la filosof�a fichteana[17]. Vamos a intentar leer la explicaci�n de Hegel sobre el l�mite a la luz del pensamiento de Fichte �en sus trabajos de Jena�, para obtener un concepto de l�mite que desarrolla el pensamiento cr�tico de la filosof�a transcendental.

Especialmente nos detendremos en la teor�a del sentimiento de Fichte y luego la enlazaremos con la conciencia prerreflexiva �que podr�a estar presente en la naturaleza, seg�n Kant, y que llega a ser formar parte de su constituci�n en la filosof�a de la naturaleza de Schelling�.

Se tendr�a que analizar la experiencia del l�mite en varios �mbitos:

1) En el cuerpo propio, ya que el cuerpo es la sede donde podemos experimentar, como sujetos, que somos cosa (el modo de ser de los objetos) y que somos libertad (el modo de ser de lo incondicionado), es decir, que estamos determinados y que tenemos la posibilidad de ser libres.

2) En la vida social.

3) En la historia.

 

            En este trabajo s�lo nos analizaremos, parcialmente, el primer punto; en concreto cuestiones relacionadas con los sentimientos y las emociones, como manifestaciones de nuestro cuerpo, que nos lo presentan en su modo de ser naturaleza, y sobre las que se va surgiendo, gen�ticamente, el modo de ser de la libertad.

Empecemos a comprobarlo.

 

            �Algo y otro caen uno fuera del otro. Pero su verdad consiste en su relaci�n; el ser�para�otro y el ser�en�s� son por lo tanto aquellas determinaciones puestas como momentos de un �nico y mismo [ser], como determinaciones que son relaciones y permanecen en su unidad, en la unidad del ser determinado. Cada uno por s� mismo contiene pues en s� a la vez tambi�n el momento diferente de �l�. (Hegel, Ciencia de la L�gica, libro I[18]).

 

            La contraposici�n (el Yo y el No�Yo) y el m�todo gen�tico�sint�tico lo hab�a aprendido Hegel de Fichte. Pero Hegel da un paso que supone cerrar en falso la reflexi�n comenzada por Fichte: �son momentos de un �nico ser�, dice. Destroza as� el ser originario, que conoce su l�mite, su limitaci�n y que por eso se pone a s� mismo un fin. �Conciencia es distinci�n y no hay conciencia donde no hay l�mite real�, hab�a ense�ado Kant. Si todo es Raz�n, entendida �sta como proceso de la Idea, no hay acci�n real. La libertad ser�, entonces, para Hegel un dejarse llevar por el proceso sin intentar cambiar nada. Aceptar el c�rculo del devenir. En Hegel todo es ideal, y, por ende, (�pretendidamente�) real; una realidad que estar�a por debajo de la corteza multicolor que vemos.

            Pero falta en Hegel la acci�n real de la libertad. Adem�s, si duda de la realidad de la corteza multicolor, �c�mo puede haber realmente autoconciencia? (Sin l�mite real no hay conciencia).

            La luz de la apercepci�n transcendental se echa de menos en Hegel: para la F�sica, para la Historia, para la Psicolog�a, para la �tica. Aunque no es menos importante que falte en su sistema la acci�n real y que su concepto de libertad sea meramente ideal.

 

 

 

6. Un tipo de racionalidad (y de subjetividad)

 

         Kant llama metaf�sica a la racionalidad y la considera un modo de conocimiento. �Metaf�sica es la ciencia que progresa desde el conocimiento de lo sensible al de lo suprasensible por medio de la raz�n�. Esta metaf�sica, recuerda Rivera de Rosales �es consciente de que el punto de vista te�rico u objetivante no alcanza la realidad en s�.

 

            �En el acto de conocer el sujeto no puede permanecer pasivo, como un espejo. Un espejo no conoce. Conocer implica reflexi�n, construcci�n del significado; en la pura pasividad no habr�a sujeto, no habr�a ser. Pero el sujeto es finito y no puede ser enteramente activo. A la subjetividad, al serle constitutiva la finitud, le ha de ser dada en una intuici�n sensible la otra realidad que ella no protagoniza; sensibilidad significa limitaci�n, finitud[19]�.

 

            Dec�amos que falta en Hegel la subjetividad transcendental. En el gran sistema de la Raz�n no est� presente el elemento esencial que hace posible un tipo de racionalidad adecuada; aunque se trate del reino de la Idea, no hay propiamente subjetividad, porque el l�mite diluye y unifica a los entes como �momentos de un �nico ser�, pero no se trata de un l�mite real que ponga en contacto al sujeto con su limitaci�n, con la realidad de su finitud y la necesidad de lo incondicionado.

            Porque no es lo mismo evidentemente �lo ideal� que �lo incondicionado�. El idealismo sin conciencia transcendental ha perdido al sujeto y a su acci�n real�ideal.

 

            �Kant afirmaba que el mundo fenom�nico no era sino un punto de vista, pero �d�nde situarse para divisar el otro? Desde lo te�rico, la exigencia de lo incondicionado limita ontol�gicamente lo fenom�nico, pero en realidad s�lo ofrece el l�mite, la idea como un Grenzbegriff[20].

 

            Pero, �por qu� es importante lo incondicionado? �Por qu� necesitamos superar el l�mite y no s�lo asumirlo como una p�rtiga que nos lleva a reconocer al otro y lo otro, a ponernos en su lugar y volver a nosotros para entendernos mejor (�sta ser�a la interpretaci�n psicol�gica de la teor�a del l�mite en la L�gica de Hegel, aunque �l no s�lo se refiere a lo psicol�gico, sino a toda la estructura de �lo real�).

            La idea de lo incondicionado nace del sujeto y expresa una exigencia racional de la subjetividad. Es decir, la racionalidad que se apoya en el sujeto exige en s� misma que el sujeto no est� atado al modo de ser de la cosa �si es un sujeto consciente, que reflexiona sobre su proceso de conocimiento, que est� abierto por necesidad a la interrelaci�n con los otros sujetos, un sujeto que conoce sus l�mites y la limitaci�n de su punto de vista�.

 

            Es fruct�fera la asimilaci�n de la lectura de Hegel a la luz del idealismo transcendental, ya que, desde este pensamiento cr�tico, el sujeto vuelve a ser el eje; se descubre que no todas las oposiciones forman �un �nico ser� como afirmaba el fil�sofo del reino de la Idea y la astucia de la Raz�n. Hay, desde esta lectura, una s�ntesis que es primordial y que est� en la base de todo: la s�ntesis de ser condicionado y ser libre, que es la correspondiente al ser originario (el que nos ponemos como finalidad). En palabras de Schelling ser�a la s�ntesis de la naturaleza y el esp�ritu. De vuelta a Kant, pasando por Fichte, dir�amos: la subjetividad, tanto la reflexiva como la prerreflexiva, que est� presente incluso en la naturaleza:

 

            �La raz�n, como capacidad de universalidad y de di�logo, representa precisamente la mayor apertura de la subjetividad a lo otro sin por ello perder la unidad interna del sentido, la apertura a un intercambio real y vivo a trav�s del lenguaje, que puede ser ciertamente ocultador, pero que tambi�n nos abre reflexivamente al mundo�[21].

           

Respecto a �la unidad interna de sentido�, Rivera de Rosales escribe:

 

�El destino y la determinaci�n (Bestimmung) de la subjetividad es la uni�n sint�tica de contrarios: de originariedad y finitud, de partir desde s� y dejar espacio para la manifestaci�n de lo otro, de universalidad y de singularidad, de autonom�a y de ubicaci�n determinada en el mundo, de c�rculo y de cuadrado; de tal manera que relacionarme con lo otro es relacionarme conmigo mismo y a la inversa. Y toda s�ntesis es una creaci�n imaginativa (en cuanto a la forma)�[22].

 

            Hay una unidad sint�tica privilegiada (respecto al resto de �unidades� y �s�ntesis�) desde d�nde, �nicamente, se pueden interpretar las otras (y relativizar): mundo y ser originario, que se manifiestan en el modo de ser de la cosa y en el modo de ser de la libertad, lo condicionado y lo incondicionado. Y entre estos dos opuestos se sit�a el l�mite fundamental, al que realmente se pueden aplicar las ense�anzas de Hegel. En este punto, seg�n esta interpretaci�n suenan distintas y mucho m�s plenas las palabras de F�lix Duque sobre la L�gica (si las entendemos no referidas a toda la estructura de la realidad, sino a la estructura que constituye al sujeto, y desde donde configura el sujeto: s�lo desde la limitaci�n que supone el l�mite o frontera, el �algo� retorna a s� mismo �despu�s de haberse dado cuenta que su ser es ser�para�otro. El �algo� (el ente determinado) deja de ser an sich (deja de estar ensimismado), para centrarse dentro de s�: in sich.

            Lo que ocurre es que por este camino, Hegel, a partir del �alterarse� que supone para �algo� el l�mite, piensa el ir m�s all� de s�, en su peculiar �deber ser� que le conduce al Infinito �bueno�, a su concepci�n de Absoluto que se opone a la concepci�n de infinito de Kant y Fichte, y, por supuesto a su modo de entender el �deber ser�.

           

 

 

7. Finitud e infinitud. Hegel

 

         Oigamos a Hegel exponiendo sus nociones de finitud e infinitud �estrechamente relacionadas con la de l�mite y, por tanto, con la categor�a de la cualidad, mediante la cual, un ente (el Dasein) es determinado y se convierte en �algo� distinto de �otro algo�, separados por el l�mite.

            En primer lugar, nos detendremos en una nota de Hegel (la nota 3 de su par�grafo �El l�mite y el deber ser�) en la que critica el concepto de �deber ser� en Kant y en Fichte. Ciertamente Hegel ha acertado respecto al car�cter esencial de este ser en tensi�n (lo todav�a no realizado, pero que est� llamado a realizarse) en la filosof�a transcendental. Aunque se trata de un concepto en principio ligado a la moralidad, en el pensamiento cr�tico este �deber ser� desempe�a la funci�n de presentar la determinaci�n (la Bestimmung) del ser, por decirlo con la expresi�n hegeliana.

            Por supuesto, Hegel tambi�n lo estudia desde su cualidad de concepto moral.

 

            Nota 3 del par�grafo �El l�mite y el deber ser�:

 

            �El deber ser ha representado recientemente un gran papel en la filosof�a, especialmente en relaci�n con la moralidad, y metaf�sicamente, en general, tambi�n como el concepto �ltimo y absoluto de la identidad del ser�en�s� o de la relaci�n hacia s� mismo y de la determinaci�n o del t�rmino.

            [�]

            El deber ser, por otro lado, es el superar el l�mite, pero un superar que por s� mismo es s�lo finito. Tiene por lo tanto su lugar y su valer en el campo de la finitud, [�]. El deber moral es un deber ser dirigido contra la voluntad particular, contra la voluntad particular, contra el deseo ego�sta y el inter�s arbitrario; puesto que la voluntad en su movilidad puede aislarse de lo verdadero, lo verdadero se mantendr� presente como un deber ser. [�]

            Pero en la realidad misma la racionalidad y la ley no se hallan en una situaci�n tan triste que s�lo les pertenezca el deber ser �en esto quedar�a s�lo la abstracci�n del ser en s� ni tampoco tan triste que el deber ser tenga que hacerse eterno en �l mismo o, lo que es igual, que la finitud sea absoluta. La filosof�a de Kant y Fichte declara como el punto m�s alto de la resoluci�n de las contradicciones propias de la raz�n, el deber ser; en cambio, es m�s bien s�lo el punto de vista del perseverar en la finitud y por lo tanto en la contradicci�n�.[23]

 

            A Hegel, el buscador de s�ntesis por antonomasia (a trav�s de su m�todo dial�ctico y en esta su L�gica del ser), se le escapa la s�ntesis que era originaria y que se descubre despu�s del an�lisis. Son contradicciones de la raz�n si nos situamos en un modo de ser �nicamente: el modo de ser del objeto; si nos ponemos en el modo de ser de la libertad, no hay contradicci�n, sino s�ntesis.

 

            �En la reflexi�n transcendental, el sujeto se da cuenta de que es su interpretaci�n c�sica de las Ideas la que le lleva a irresolubles contradicciones, a la guerra consigo mismo�[24]

 

            Dicho sea de paso, parece m�s triste conformarse con que la realidad sea �as�, que sentir el anhelo de que sea de otra manera y dejar que nazca la esperanza.

 

            �El infinito �dice Hegel� en su simple concepto puede ante todo ser considerado una definici�n de lo absoluto; en cuanto relaci�n indeterminada hacia s�, se halla puesto como Ser y devenir[25].

            El impulso a salir de s�, que constituye el s�mismo de lo finito es lo que abre las puertas a la infinitud. La infinitud cualitativa, que es la verdad del l�mite �como �ste era la verdad del devenir�, es ya el principio de idealidad, como nos dice F�lix Duque[26].

 

La mala infinitud

 

            �El infinito [entendido] en el sentido habitual, de la mala o falsa infinitud� y el progreso al infinito, tal como el deber ser son la expresi�n de una contradicci�n, que se ofrece como soluci�n y como final. Este infinito representa una primera elevaci�n de la representaci�n sensible por encima de lo finito en el pensamiento, que empero s�lo tiene el contenido de la nada, de lo expresamente puesto como no�existente. Es una huida por encima de lo limitado, que no se recoge en s� misma y no sabe llevar de retorno lo negativo hacia lo positivo. Esta reflexi�n incompleta tiene las dos determinaciones del verdadero infinito �la oposici�n de lo finito y el infinito, y la unidad  de lo finito y el infinito� completamente ante s�, pero no unifica estos dos pensamientos; el uno de ellos lleva consigo el otro de manera inseparable, pero aquella reflexi�n incompleta s�lo los hace altenar�[27].

           

            En mi opini�n, Hegel, ha hecho aqu� una �reflexi�n incompleta�, porque la conciencia supone limitaci�n, finitud, y si la infinitud fuera un momento de ese �nico ser que �l nos presenta, no podr�amos tener conciencia de ello.

           

 

8. La autolimitaci�n: ponerse l�mites. La gran diferencia con Hegel

        

         Aunque la cualidad es la limitaci�n interior del ser, seg�n Hegel, (la determinaci�n intr�nseca al ser), no se trata de una limitaci�n puesta por el propio sujeto. Falta en esta determinidad de la L�gica de Hegel la caracter�stica de ser una limitaci�n autoconsciente, como es el caso del sujeto de la filosof�a transcendental. El motivo ser� que estamos en el �mbito del pensar puro, buscando la estructura de lo real, pero el pensamiento cr�tico no se hubiera dejado atr�s al sujeto a la hora de reflexionar sobre el pensar o sobre la estructura de la realidad. Porque ese pensar est� construido a base de configurar l�mites (categor�as y sentimientos, principalmente).

            Los l�mites que se pone el sujeto, con los que se autolimita son principalmente de dos tipos: los correspondientes a la facultad del conocer �dicho de otro modo, a la raz�n te�rica� y los que corresponden a la facultad de desear �los propios de la raz�n pr�ctica�, que nos llevar�n a la acci�n real del querer (ya en la filosof�a de Fichte).

            Por tanto, por un lado, los l�mites son categor�as, entre ellas el tiempo y el espacio, del lado de la raz�n te�rica; por otro, los l�mites son los sentimientos, en primer lugar el sentir b�sico que nos sit�a en la ra�z: somos naturaleza, mundo.

 

�Sensibilidad para Kant no significa s�lo h�tero�limitaci�n, pura pasividad como se suele pensar, sino tambi�n autolimitaci�n; esto nos acerca al pensamiento de Fichte.

            En primer t�rmino, seg�n se estudia en la Est�tica transcendental de la Cr�tica de la raz�n pura, tenemos la autolimitaci�n ideal del sujeto, que da lugar a las formas a priori de la sensibilidad: el espacio y el tiempo.

Espacio y tiempo significan limitaci�n, es decir, la posibilidad de que exista otra realidad fuera de nosotros en su modo de ser transcendental, y no meramente emp�rico, representan una acci�n del sujeto por el cual �l pone la posibilidad de ser emp�ricamente limitado; por eso es autolimitaci�n, donde �auto� en t�rminos kantianos significa a priori.

Si el sujeto no se hubiera abierto idealmente desde s� a su limitaci�n real, entonces �sta estar�a puesta, pero no para el Yo pues �l no se enterar�a de su estar limitado; lo estar�a como cosa, pero no como sujeto.

Por eso, el espacio y el tiempo son las formas a priori que hacen posible la sensibilidad, esto es, la capacidad de recibir idealmente (comprender) a lo otro de s�, gracias a lo cual el sujeto se prepara como sujeto para recibirlo y comprenderlo como otro, como realidad que �l no protagoniza.

Esas formas son la acci�n ideal subjetiva (eso significa ser a priori) de aceptar que existen otras realidades al lado de nosotros, en otro espacio y en otro tiempo (de ah� su funci�n transcendental de hacer posible el conocimiento objetivo de lo otro), o sea, de aceptar que no somos toda la realidad (aunque lo intentamos). M�s a�n, ni siquiera protagonizamos toda la realidad, pues dependemos del mundo y por eso nos interesa conocerlo, proceso en el cual nos objetivamos a nosotros mismos, nos encontramos situados en un mundo, siendo tambi�n objetos entre objetos (heteronom�a).�[28]

 

Estar ante la limitaci�n real no como cosa, sino como sujeto. Estar como sujetos, enterarnos de nuestro ser limitado, por este camino podemos ser aut�nomos. Aunque tambi�n somos objetos entre objetos, situados en el mundo, de ah� nuestra heteronom�a. El tipo de racionalidad entretejida, en palabras de J. Francisco �lvarez, o de racionalidad acotada, como la empez� a llamar H. A. Simon, con el que situarnos ante la ciencia, ya estaba impl�cito en Kant. Tambi�n en alguna medida, cierta racionalidad pragm�tica (�aceptar que existen otras realidades al lado de nosotros, en otro espacio y en otro tiempo (de ah� su funci�n transcendental de hacer posible el conocimiento objetivo de lo otro), o sea, de aceptar que no somos toda la realidad, aunque lo intentamos�).

Por cierto, es necesario rescatar de este texto de Rivera de Rosales la identificaci�n de �a priori� con �auto�. Los sistemas conceptuales tan utilizados por la racionalidad pragm�tica, se incluyen en la filosof�a de Kant, aunque en la pragm�tica se radicaliza el punto de vista del individuo concreto o de los grupos particulares. La gran diferencia es que en la filosof�a transcendental el sujeto no es ni el individuo concreto ni el grupo o la colectividad concreta: el sujeto se ha elevado mediante la autoconciencia y la racionalidad hasta el punto de reconocer �poner� su limitaci�n; adem�s, el componente intersubjetivo es esencial.

         Respecto a la facultad de desear, la limitaci�n es vista por Kant en la Cr�tica de la Raz�n pura mediante la afecci�n, seg�n el esquema precr�tico: somos afectados por los objetos, somos pasivos o receptivos �frente a otras realidades que nosotros no somos, la de encontrarnos dependientes de ellas (heteronom�a), ya sea con una dependencia positiva o negativa, es decir, que nos produzca el sentimiento de placer o bien de dolor�. Esto �se contrapone, por tanto, a la espontaneidad y autonom�a de las facultades superiores del sujeto, tanto en el �mbito del conocimiento objetivo como en el de la acci�n�[29].

Sin embargo, en este momento lo importante no es si Kant falla o no en su concepto de afecci�n, si son los objetos los que afectan (esquema precr�tico) o somos nosotros los que nos dejamos afectar por los objetos. Ahora lo fundamental es darse cuenta de que en el deseo y en el sentimiento hay limitaci�n real y que es decisivo que esta limitaci�n sea puesta por el sujeto. Es decir, haya autolimitaci�n.

Kant sit�a la limitaci�n del deseo y del sentimiento en los �mbitos de la raz�n pr�ctica y tambi�n en la facultad del placer y displacer (de la que trata en su Cr�tica del Juicio):

�Encontramos en Kant la autolimitaci�n real del deseo por medio de la ley moral, en virtud de la cual surge otro sentimiento, el del respeto (Achtung).

Aqu� la indeterminaci�n ca�tica originaria del libre albedr�o y la dependencia que todo ser finito tiene respecto al mundo son subordinadas a la exigencia de la libertad (moral) y a su modo de ser)�.[30]

 

El deseo y el sentimiento se enlazan mediante el l�mite que se pone a s� mismo el sujeto. La subjetividad y la vida s�lo son posibles aceptando y configurando l�mites:

 

�Aunque el deseo pretenda caminar sin l�mites, hacia la pasi�n, la subjetividad y la vida s�lo son posibles aceptando y configurando l�mites que dejen, sin embargo, espacio libre al juego.

Las formas originarias son los l�mites o pautas que la subjetividad se marca para no perderse y lograr ser; los otros l�mites naturales son dados, emp�ricos y son necesarios en general como representaci�n de la realidad de lo otro y la comprensi�n emp�rica de s� mismo�.

Este �planteamiento sistem�tico que le lleva a Kant a descubrir un nuevo aspecto del sentimiento, queda muy bien plasmado en las dos Introducciones que escribi� para la Cr�tica del Juicio. En esa obra se intenta mostrar la s�ntesis de autonom�a y heteronom�a, de espontaneidad y limitaci�n, que es donde tambi�n Fichte coloca el sentimiento.

El problema sistem�tico fundamental que se aborda en esta obra es el enlace o uni�n sint�tica entre la libertad o reino de fines, estudiado en la segunda Cr�tica, y la comprensi�n mec�nica de la naturaleza analizada en la primera de las Cr�ticas�[31].

 

           

9. Poner la limitaci�n del Yo: el sentimiento. Leer a Fichte despu�s de leer a Hegel

 

            �Todo sentimiento es limitaci�n�, dec�a Fichte. Wlnm, Meiner, 92: �El sentimiento es un mero poner la determinaci�n del Yo�. Para que est� puesta para �l, el Yo �ha de poner esa limitaci�n, y a eso se llama sentimiento�. �Un sentimiento es siempre la expresi�n de nuestra limitaci�n�

            El sentimiento es un mero poner la determinaci�n del Yo. Hacer nuestra la limitaci�n, la determinidad, la determinaci�n, �ponerlas� para el Yo, dice Fichte. Hegel muestra la l�gica, la estructura, pero olvida el ser, porque olvida la autoposici�n. Es cierto que en esta secci�n de la L�gica se refiere a al oposici�n interior / exterior, que habla del en s� y para s�, incluso llega a decir que estamos en �el inicio del sujeto�, pero el suyo no es un pensamiento de la finitud.

            Para Hegel, todo es pensar, y el pensar engloba el ser. Sin embargo, aunque parezca lo contrario, el pensar de Hegel no conlleva auto�conciencia ni limitaci�n asumida. El l�mite s�lo es el paso a lo otro; en el par finito�infinito, el l�mite supone el paso al infinito (tambi�n en sentido inverso). Faltan en el idealismo de Hegel (por lo menos en lo que este idealismo muestra en la L�gica) dos extremos: el mundo real, lo que nos viene dado (el realismo) y la autoconciencia que interpreta este mundo[32]  y que se siente parte de �l y, por tanto, limitado. Realismo, autoconciencia y sentimiento originario que posibilita el que nos reconozcamos limitados, naturaleza y que a la vez experimentemos el impulso o anhelo de ir hacia adelante.

 

 

10. Reconociendo y configurando l�mites

 

En mi opini�n, �sta es la ense�anza fundamental del pensamiento cr�tico. La subjetividad y la vida s�lo son posibles aceptando y configurando l�mites. Se trata del papel del sujeto en su doble condici�n de ser naturaleza �mundo� y ser libre.

 

El sentimiento desarrolla un papel decisivo en nuestra comprensi�n

 

Fichte nos ofrece la posibilidad de tener en cuenta una facultad, que �l llama �facultad de la intuici�n�, que consiste en la capacidad de intuir cu�l es la s�ntesis originaria. Con este aviso, Fichte tambi�n nos vuelve a la realidad del l�mite mediante la reflexi�n sobre un elemento que contiene nuestro modo de ser naturaleza y nuestro modo de ser libertad: el sentimiento.

A finales del siglo XVIII, Fichte nos hablaba de la otra cara del ser humano, la que tiene que ver con la afectividad y que es b�sica; sobre ella no s�lo se asienta la racionalidad, sino que sin ella no hay racionalidad. �En Fichte, el sentido de la realidad viene dado por el afecto, no por un conocimiento o representaci�n� (Oswaldo Market).

Dice Rivera de Rosales[33], interpretando a Fichte, que la afectividad es la s�ntesis originaria de realidad�idealidad, las dem�s formas de conciencia son ideales y s�lo encuentran una base real en el sentimiento. Para una correcta comprensi�n de estas ideas, hemos de distinguir entre sentimiento y querer y entre el �sentimiento� en sentido originario y los sentimientos concretos.

El sentimiento implica pasividad y  el querer implica actividad. El querer es una acci�n, real. El sentimiento nos relaciona con nuestro ser naturaleza, nos indica nuestras ra�ces. El sentimiento tal y como lo estudia Fichte no coincide con los sentimientos concretos; como el t�rmino �sentimiento� se refiere al sentimiento originario. Ese sentimiento originario es �lo que podr�amos denominar el sentir originario o afectividad b�sica�, y surge al encontrarse con la limitaci�n. Kant llamaba �sensibilidad� a este sentir b�sico. Este sentir originario est� en la base, y sobre �l se van acumulando, gen�ticamente, los dem�s tipos de conciencia. Por eso el sentir originario es el asiento de la racionalidad.

Estas ideas de Fichte suenan y son renovadoras; podr�an ser el complemento filos�fico a los estudios cient�ficos de Damasio, el contrapunto a muchas de las argumentaciones de Jon Elster, incluso el apoyo de otras de sus afirmaciones.

A mi juicio, estudiar el sentimiento como clave para la uni�n de la racionalidad y las emociones, con su limitaci�n y aspiraci�n, con su realidad y su capacidad ideal, es el camino para interpretar por un lado la racionalidad y por otro el origen de los valores y su capacidad y potencia para organizar nuestra vida y nuestras metas.

 

Oigamos a Fichte:

�El sentimiento es f�cticamente lo primero y lo originario�, y de ah� partir�n todas las dem�s representaciones�. El sentimiento es el estado m�s b�sico �al cual se liga todo lo dem�s�, toda otra reflexi�n. �El sentimiento es una �conciencia necesaria e inmediata a la cual podemos ligar la serie de las dem�s conciencias�.

�El sentimiento es el objeto primero e inmediato de nuestra reflexi�n�, de nuestra actividad ideal�.�Una intuici�n, un concepto o una acci�n son m�as gracias a un sentimiento, mediante el cual soy consciente de la ligaz�n; no basta la Apercepci�n intelectual kantiana, dice Fichte�. �Ahora bien, el sentimiento es esa uni�n de realidad e idealidad pero por el lado de la pasividad de los subjetivo con respecto a lo objetivo, mientras que la voluntad, la conciencia de querer, lo es por el lado de la actividad del Yo.� �Para explicar la conciencia, siempre hemos de aceptar algo primero y originario, antes en el sentimiento, ahora en el querer. Todo pensar, todo representar, se halla en el medio, entre el querer originario y la limitaci�n por el sentimiento�. (Fichte, Doctrina de la Ciencia nuevo m�todo, Wlmn).

 

Estos sentimientos est�n en la base de la racionalidad y forman parte de la s�ntesis, la que nos constituye como reales y como ideales, por la que nos sabemos determinados, pero a la vez libres. Los dos sentimientos b�sicos seg�n Fichte son el de la limitaci�n y el de la aspiraci�n.

Los l�mites que se pone el sujeto, con los que se autolimita son, por tanto, de dos tipos: los correspondientes a la facultad del conocer �dicho de otro modo, a la raz�n te�rica� y los que corresponden a la facultad de desear �los propios de la raz�n pr�ctica�, que nos llevar�n a la acci�n real del querer (ya en la filosof�a de Fichte).

 

 

 

11. S�ntesis de naturaleza y libertad.

 

            Por tanto, por un lado, los l�mites son categor�as, entre ellas el tiempo y el espacio, del lado de la raz�n te�rica; por otro, los l�mites son los sentimientos, en primer lugar el sentir b�sico que nos sit�a en la ra�z: somos naturaleza, mundo.

El deseo y el sentimiento se enlazan mediante el l�mite que se pone a s� mismo el sujeto. El querer es una acci�n real, y esto lo sabe el sujeto y lo experimenta; por tanto, reconoce que es una cuesti�n de racionalidad. El sujeto se autolimita (�pone� su limitaci�n) en una acci�n que es real, aunque lo abra a lo incondicionado.

         Al contrario de lo que se piensa en muchos �mbitos de la ciencia y de la filosof�a, la raz�n no se sit�a en el lado opuesto a la subjetividad. �sta es la gran ense�anza de Kant, que despu�s desarrollar� Fichte. Kant llama a esta raz�n, que hace del querer su eje, raz�n pr�ctica (ubicada en el �mbito pr�ctico). Fichte ya no establecer� una distinci�n entre el �mbito te�rico y el pr�ctico. Fichte hablar� de la raz�n y sus caracter�sticas de forma integradora.

 

            �Es en la raz�n donde la subjetividad expresa sus exigencias m�s profundas, las que sobrepasan todo objeto, incluso a s� misma como identificada con un objeto individual o yo emp�rico, por su car�cter universal e intersubjetivo, que abren al Yo progresivamente a un mundo de realidades objetivas y vividas. Es ah� donde �l se comprende como no meramente objeto. [�] Se comprende, gracias a la raz�n, pero en su funci�n pr�ctica, como llamado a ser persona. Por tanto, es en la raz�n donde el Yo se descubre a s� mismo como tal.

            Y se descubre expresando necesidades, intereses, que gu�an la misma acci�n te�rica. Se muestra aqu�, en la reflexi�n transcendental y por la estructura reflexiva de la conciencia, que el fundamento mismo de la acci�n te�rica es un acto que no parte del objeto (materialismo transcendental) sino del sujeto (idealismo transcendental), nacido de sus intereses, de su necesidad de saber a qu� atenerse�[34].

 

            Estamos ante un nuevo tipo de racionalidad que, por un lado parte del sujeto �no del individuo concreto, emp�rico�, y que, por otro lado, se apoya en la acci�n real del querer, enraizada en los sentimientos y las emociones.

            El l�mite ha llevado al sujeto a darse cuenta de que es finito, que su limitaci�n es insoslayable. Querer superarla es un puro deseo:

 

            �Al fracasar su intento te�rico, la raz�n se descubre en el fondo como querer. En principio como raz�n desmedida de control, al que la propia raz�n ha de poner coto, cr�tica. Despu�s, la subjetividad ha de aceptar que es un sistema abierto, precario, en peligro, y que su propio ser se le plantea como tarea, responsabilidad, esfuerzo. [�] En esto sacar� lo mejor que ella tiene: su dignidad de persona. Pasar� el �mbito del objeto, de la naturaleza, en la que propiamente se perd�a en una ilimitada trama c�sica, al mundo moral, del respeto y del amor personal. Gracias a la raz�n, el hombre sale de la tutela de la naturaleza y del instinto y se hace responsable de su vida. En eso experimenta el abismo de la libertad, antes desconocido, la incertidumbre del futuro, el trabajo penoso y la muerte; pero eso constituye el precio a pagar para elevarse y reconocerse a un nivel superior, como fin �ltimo de la naturaleza, fin en s� mismo, persona. De este modo, toda raz�n es la huella en la conciencia de un acto de libertad, por imperfectos que sean ambos, como veremos al hablar del mal moral�[35].

 

            Si la raz�n puede descubrirse a s� misma como querer es debido a varias causas, dos de ellas cruciales para nuestro tema:

            En primer lugar, el �se descubre a s� misma� es s�lo una met�fora, concretamente una metonimia, ya que es el propio sujeto, utilizando ese modo concreto de racionalidad el que descubre que la raz�n es querer, y que el propio pensar no ocupa la primera posici�n (aunque sea, por otra parte, completamente necesario), sin embargo, el querer, y, por ende, el deseo del que nace, son su conditio sine qua non.

            En segundo lugar, el sujeto descubre, a la luz de este tipo de racionalidad, que es condici�n suya ser limitado �en el pensar y por el sentir� y que, por tanto, su tarea principal es la de configurar y superar los l�mites. Esto supone una acci�n real�ideal: la acci�n de querer.

            En consecuencia, este modelo de racionalidad engloba tanto la facultad de conocer como la facultad de desear (en Fichte se unen definitivamente la raz�n te�rica y la raz�n pr�ctica). Aunque tambi�n descubrir� el sujeto que la tercera facultad (de las tres que constituyen el �nimo, seg�n Kant), la del placer y displacer tambi�n es un elemento constituyente de la racionalidad. Hoy dir�amos que condiciona los deseos y los sentimientos (tanto en sentido positivo como en sentido negativo), y se deja condicionar por ellos; que puede cambiar nuestra percepci�n de la realidad: se trata del gusto, el inter�s, la motivaci�n, el objetivo que tenemos en la mente y sobre todo en el �nimo cuando proyectamos, de forma m�s o menos consciente o m�s o menos elaborada, algo.

           

 

 

    


 

[1] Kant en la Cr�tica del Juicio habla de un �como si�: �como si� la naturaleza poseyera cierto tipo de subjetividad y, por tanto, de teleolog�a. Schelling desarroll� esta idea en su Filosof�a de la naturaleza (suprimiendo en su elaboraci�n el �como si�). Rivera de Rosales elabora una teor�a sobre esta conciencia prerreflexiva (presente en la naturaleza, y, por tanto, en nuestro cuerpo) que resulta bastante esclarecedora y fruct�fera en la reflexi�n sobre la realidad y la racionalidad: La Cr�tica del Juicio Teleol�gico y la corporalidad del sujeto. Madrid, UNED, 1998.

[2] Rivera de Rosales: �Rivera de Rosales, �La importancia ontol�gica del sentimiento en Fichte�, en L�pez Dom�nguez, V. (editora): Fichte, 200 a�os despu�s. Madrid, Editorial Complutense, 1996.

[3] Rivera de Rosales, J. Curso de Doctorado �La L�gica del ser. La Ciencia de la L�gica de Hegel�. UNED, 2004�2005; segunda sesi�n.

[4] Lugar citado; segunda sesi�n.

[5] Rivera de Rosales, J.: �La aportaci�n ontol�gica de Kant�, en Actualidad y futuro de la filosof�a de Kant. Cuestionario internacional con ocasi�n del 200 aniversario de la muerte de Kant. Director Danilo Basta. Editorial Gutencergor Alaska. Blegrado, 2004, pp. 239�250.

[6] Editorial Akal, Madrid, 1998.

[7] Carta a Reinhold cuando preparaba la Cr�tica del Juicio. Diciembre de 1787.

[8] Rivera de Rosales: El punto de partida de la metaf�sica transcendental. Madrid, UNED, 1993.

[9] Market, Oswaldo: Pr�logo al libro de Rivera de Rosales: El punto de partida de la metaf�sica transcendental. Un estudio cr�tico de la obra kantiana. Madrid, UNED, 1992.

[10] Muguerza, J.: �Las razones de Kant�, en Rodr�guez Aramayo y Muguerza: Kant despu�s de Kant. Ed. Tecnos, Madrid, 1989.

[11] Duque, F�lix: Historia de la Filosof�a Moderna. La era de la cr�tica. Cap�tulo dedicado a Hegel; secci�n sobre la Ciencia de la L�gica. Madrid, Akal, 1998.

[12] Op. cit., p. 614�617.

[13] Entender correctamente el nivel transcendental de la conciencia nos ayudar� a interpretar y revisar los sistemas conceptuales, sobre todo el uso que de ellos hace en muchas ocasiones la pragm�tica para defender el relativismo y el escepticismo.

[14] Duque, F�lix: op. cit., p. 614�617.

[15] Rivera de Rosales: �La moralidad. Hegel versus Kant (II)�. Revista Endoxa: Series Filos�ficas, n� 18, 2004, pp. 383�416. UNED, Madrid. (p. 392).

[16] Op. cit., p. 390.

[17] Llega a interpretar err�neamente algunos aspectos de las categor�as fundamentales de Fichte. En la Filosof�a del Derecho, � 6 A, Hegel �acusa a Fichte de pensar al Yo s�lo como positivo, de manera que lo negativo le vendr�a de fuera. Pero eso no es enteramente as�, pues el Yo es fundamento ideal de su limitaci�n, y s�lo as� ella es algo para �l, mientras que el No�Yo constituye �nicamente su fundamento real�. Op. cit., p. 390.

[18] p. 108 de la traducci�n de Mondolfo, A. y R.; 1968, ed. Solar y Hachette, Buenos Aires.

[19] Rivera de Rosales, J.: El punto de partida de la metaf�sica transcendental. Un estudio cr�tico de la obra kantiana, Madrid, UNED, 1993, p. 15.

[20] Op. cit., p. 183.

[21] Op. cit., p. 182.

[22] Op. cit., nota 88�, p. 182.

[23] p. 120�121 de la traducci�n de Mondolfo, A. y R.

[24] Rivera de Rosales, J.: El punto de partida de la metaf�sica transcendental. Lugar citado, p. 183.

[25] Lugar citado, par�grafo �La infinitud�, p. 121.

[26] Duque, F�lix, op. cit., p.  618.

[27] Hegel: Ciencia de la L�gica, op. cit. p. 133.

[28] Rivera de Rosales, �La importancia ontol�gica del sentimiento en Fichte�, en L�pez Dom�nguez, V. (editora): Fichte, 200 a�os despu�s. Madrid, Editorial Complutense, 1996.

[29] Op. cit., p. 50�55.

[30] Op. cit., p. 50�55.

[31] Op. cit., p. 50�55.

[32] mediante las categor�as, dicho en t�rminos kantianos; o los sistemas conceptuales, dicho en t�rminos actuales; aunque no se trate exactamente de lo mismo.

[33] Rivera de Rosales, �La importancia ontol�gica del sentimiento en Fichte�, en L�pez Dom�nguez, V. (editora): Fichte, 200 a�os despu�s. Madrid, Editorial Complutense, 1996.

[34] Rivera de Rosales, op. cit. p. 183�184.

[35] Op. cit., p. 184.


 


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� Mercedes Laguna Gonz�lez, 2005

LINDARAJA. Revista de estudios interdisciplinares y transdisciplinares. Foro universitario de Realidad y ficci�n.

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