REALIDAD Y FICCIÓN FILOSOFÍA, LITERATURA, ARGUMENTACIÓN, CIENCIA, ARTE
lindaraja REVISTA de estudios interdisciplinares y transdisciplinares. ISSN: 1698 - 2169 |
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Revista Lindaraja nº 12, octubre de 2007
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El método de la investigación filosófica Mercedes Laguna González
Máster en “Filosofía contemporánea” Universidad de Granada Departamento de Filosofía Curso: “Metodología de la investigación, I”
Aunque el destino definitivo de la tarea de investigación no sea la docencia académica en la Universidad, la persona que prepara un trabajo de investigación dentro de los cauces oficiales de un doctorado o de un máster, está realizando una investigación académica, y, por tanto, ocupa plaza dentro del sistema. El objetivo del alumno que investiga puede consistir en un primer momento en ser profesor universitario, pero, en muchos casos, no conseguirá ese destino efectivo, puesto que concurren a lo largo de la investigación circunstancias, muchas de ellas ajenas a la voluntad del investigador, que lo encaminan a un puesto laboral distinto. Sin embargo, es un buen método ser conscientes del lugar que se ocupa y de la tarea que exige la institución universitaria al alumno matriculado en estudios de postgrado. Situar los quehaceres exigidos como objetivo final, especialmente el trabajo de investigación y la tesis, ayudará en gran medida a vislumbrar la necesidad de la organización personal –dentro de los cauces y de los plazos establecidos- y la voluntad requerida para ir cumpliendo la programación que uno diseña para sí. En consecuencia, tras la decisión de la matrícula oficial en el Tercer Ciclo de los estudios universitarios, conviene, en primer lugar, establecer de la forma más rigurosa posible un horario y un método personal de trabajo, en el que se incluyan, de manera bien destacada, además de las lecturas de los textos que investigamos, la elaboración y redacción de nuestras primeras conclusiones desde el principio del proceso: escritura y reelaboración de esa escritura filosófica. En un segundo momento –ordenado como segundo en el plan, pero no así en el tiempo, ya que tendría que ser un proceso temporalmente paralelo al primero- se debería empezar a contactar con los distintos profesores del departamento universitario al que se pertenece para buscar y encontrar al tutor de la investigación. Entre los dos polos de la investigación: el que investiga y va dando forma escrita a su investigación y el que dirige, manteniendo despierta y activa, la vinculación a la institución universitaria, se tendrán que ir estableciendo los métodos y los tiempos para la evaluación del trabajo elaborado. Respecto al primer quehacer, la organización personal, es decisivo comenzar un entrenamiento progresivo y muy riguroso de optimización del tiempo dedicado a la tarea investigadora. Este proceso requiere, por un lado, cuidar con esmero los espacios, las distribuciones del material, los tiempos: sería el cuidado de la exterioridad en la tarea investigadora. Sin embargo, por otro lado, es imprescindible una tarea de entrenamiento, también progresivo y riguroso de la mente. Es preciso someterla a un programa de “habilitación investigadora”. Sería el tema de una tesis de interés común en los estudios universitarios: “cómo ir transformando la propia mente en una mente con habilidad investigadora”, sin olvidar que la “mente” en sí es un contenido abstracto, y que no la podemos considerar desligada del cuerpo y, por supuesto, de los procesos cerebrales. Principalmente esta “habilitación investigadora” supone un entrenamiento progresivo de la concentración (que repercutirá en el aprovechamiento de los tiempos dedicados a la investigación –lecturas, conferencias, trabajo en equipo, etc.), una relación dinámica y fecunda de conocimientos, un diálogo interno con lo leído y escuchado, un adiestramiento en la exposición y en la argumentación. Por tanto, la metodología de la investigación permanece ligada, desde el principio, a los tiempos concretos adjudicados a la tarea investigadora, la “habilitación” progresiva de la mente (con la conveniente preparación del cuerpo y el cerebro); la exigencia del cumplimiento del plan diseñado, de la evaluación del propio plan y de los resultados obtenidos. Falta todavía un tercer componente, que habrá tenido que surgir antes del hecho puntual de la matrícula en los estudios de postgrado, pero que tendrá que ir desarrollándose y manteniéndose de manera imprescindible durante el proceso, el largo, difícil y, en ocasiones tedioso, proceso de la elaboración de un trabajo de investigación y de una tesis. Consiste en el “querer” como fundamento de la acción (los psicólogos hablarían de “motivación”). Decía Kant que “la razón se descubre como querer”. Ésta es la idea de la que parte Jacinto Rivera de Rosales en la elaboración de su artículo “Cuestiones metodológicas en la investigación filosófica”[1]. ______________________________________________________________________________ © Mercedes Laguna González. -------------------------------------------------------------------------------------------- [1] Rivera de Rosales: “Cuestiones metodológicas en la investigación filosófica”. Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, nº 11, pp. 9-52. Editorial de la Universidad Complutense, Madrid, 1994.
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