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Realidad y ficción Revista Lindaraja. Revista de estudios interdisciplinares ISSN: 1698 - 2169 | ||||||
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Filosofía y literatura
Lectura de un artículo de Eduardo de Bustos: "Pragmática y literatura"
Mercedes Laguna González
Vida y literatura; sujeto y literatura; historia, cultura y literatura
Eduardo de Bustos publicó en 2001 un artículo[1] sobre las relaciones entre Pragmática y Literatura. Analiza la literatura como una disciplina perteneciente a la teoría general de la acción. La pragmática es relevante para la literatura sobre todo si consideramos tanto el papel del significado en la literatura como el carácter literario de la comunicación cotidiana. De Bustos recuerda las tres opciones metodológicas que generalmente se han utilizado en la relación de la pragmática con la literatura:
Después de analizarlas, el autor sugiere que es preciso situarse en un nivel más general con el fin de que las relaciones entre pragmática y literatura revelen una información significativa para el estudioso del lenguaje, el analista de la vida social o el crítico literario. Nosotros diríamos también para el filósofo que estudia la racionalidad y su necesaria tipología. La clave estaría en detenerse, para mirar de forma nueva, en la producción y la comprensión del significado, para profundizar en la interpretación de la obra y su esencial o constitutiva indeterminación. Por este camino encontramos que la cuestión del sujeto (tan decisiva en otros campos como la acción social, la ética, la historia…) posee también una calidad de primer orden a la hora de investigar las relaciones entre pragmática y literatura. “La pragmática, como toda disciplina ansiosa de generalizaciones –científicas, en un sentido amplio–, postula diversas idealizaciones o abstracciones. La más elemental de ellas atañe a la naturaleza del hablante racional, sincero, observante del principio de cooperación lingüística, de las máximas conversatorias, etc. Pero, lo que es más importante, se supone un hablante unívoco, esto es, un hablante homogéneo en sus constitución psicológica, un hablante unitario […] El contraste con la literatura es flagrante: si hay algo general en la literatura es la multivocidad expresada en el texto. […] En el texto literario se expresan múltiples hablantes, múltiples voces. […] Siendo esto así, parece que teoría pragmática y literatura suponen conceptos de sujeto comunicativo que se contraponen y, más aún, que implican procesos de interpretación diferentes: mientras que la teoría pragmática postula un proceso inferencial de las intenciones de un sujeto unívoco, la literatura favorecería un proceso interpretativo abierto, en virtud de la plurivocidad de su naturaleza […]” (2001: 111)
Vida y literatura
Siguiendo, implícitamente –no de manera explícita–, la estela de Cervantes en El Quijote, los criterios de los humanistas del Renacimiento, las enseñanzas, en fin, de Aristóteles en su Poética, Eduardo de Bustos propone plantear las relaciones entre pragmática y literatura utilizando una estrategia doble: 1) Complejizar la imagen del sujeto que utiliza la teoría pragmática. 2) Simplificar la imagen del sujeto de la teoría literaria.
Concluye nuestro autor que, con esta estrategia, podemos decir, en cierta medida, que “siempre hablamos literariamente” y que “la literatura nos habla cotidianamente”. “El sentido general de la argumentación, será, pues, el de emborronar las distinciones, tan complacientemente trazadas, entre vida y literatura”. A partir de aquí, E. de Bustos trata en su artículo dos cuestiones: 1) La presunta especificidad de lo literario. 2) El carácter literario de la comunicación cotidiana.
Para la primera cuestión repasa, en le marco de la teoría de los actos de habla, las conclusiones erróneas a las que puede llegar la teoría de la referencia aplicada a la dicotomía realidad–ficción dentro de los textos literarios. Concluye el autor que en este sentido se ha producido una “errónea conceptualización de lo ficticio literario”. “Sólo desde la errónea creencia de que los personajes hablan para el lector, puede tener algún sentido la afirmación de imitan actos de habla”. Dentro del texto literario se están dando unas circunstancias y condiciones que hacen posible los actos ilocutivos, aunque difieran en la apariencia de realidad respecto a nuestro mundo real. Pero esto “no hace más reales nuestros actos de habla y más irreales los suyos”.
Hacia una crítica de la razón poética
Es la segunda cuestión, sobre el carácter literario de la comunicación cotidiana, la que me interesa subrayar ahora. Es aquí donde encuentro una mayor separación respecto a la noción de “razón poética” de María Zambrano y, en consecuencia, un sendero para ir construyendo la crítica de la razón poética. Para este análisis, E. de Bustos sitúa su perspectiva en la línea utiliza por Gabriela Reyes en el estudio de la pragmática lingüística: la fragmentación del sujeto, “necesaria para dotar de amplitud y capacidad descriptora a la teoría pragmática”. De Bustos se detiene aquí en el plano sociológico, en las consecuencias de esta fragmentación del sujeto para la acción social y, por tanto, para la comunicación. Y es aquí donde el individuo hablante, comunicador de la literatura, presenta muchas más conexiones con los personajes reales que el hablante ideal utilizado en la pragmática. “Si atendemos, pues, a esta dimensión social de nuestra vida comunicativa, reconoceremos que, en esa vida, nos comportamos habitualmente como personajes, que adoptamos papeles y los interpretamos en función de nuestra competencia, de nuestra capacidad para adoptar diferentes personalidades, y de la imagen, igualmente dramática, podríamos decir, que asignamos a nuestro auditorio. Nadie habla o escucha desde un yo puro o incontaminado, ni siquiera como el sujeto idealizado de la comunicación que supone la teoría pragmática: desde ese punto de vista las personae no somos sino los personajes de una función que vivimos y que conocemos como la vida real” (2001: 118) Nuestra vida comunicativa, el sentido de lo que decimos y lo que queremos expresar, también de lo que interpretamos de lo que los otros nos dicen, está intrínsecamente relacionado con nuestra vida social y con la historia. El significado auténtico del lenguaje no lo encontramos, siguiendo a los románticos, a Hölderlin o Heidegger, a Unamuno o a Zambrano, sólo, en la palabra originaria, sino en los sedimentos que ha ido lentamente dejando el lenguaje a través de la historia y de la vida social. “G. Reyes (1990) ha defendido que “puede proponerse que hay en todo acto de habla una ficción, un locutor que repite locutores, papeles preestablecidos […] el lenguaje reproduce voces ajenas, es decir, reproduce usos anteriores, por fuerza, por las necesidades de funcionamiento de unos subsistemas provistos de unidades discretas”. Del mismo modo que el sujeto transita por sus diferentes personalidades comunicativas, resolviéndose en ellas , su comportamiento verbal recrea comportamientos anteriores […] Creo que se puede estar de acuerdo en que ninguno de nuestros actos de habla es primigenio, tiene una fuerza elocutiva originaria o está dirigido a un efecto perlocutivo indefinido. Como en el caso de la comunicación literaria, nuestros actos de habla también son parasitarios respecto a otros no menos reales. Explotan la similaridad entre lo que hacemos y lo hecho en infinitas ocasiones, aprovechando los vínculos que la cultura y nuestra historia han creado y que posibilitan nuestra vida comunicativa, nuestra vida social”. (2001: 118–19).
[1] DE BUSTOS, E. “ Pragmática y literatura”, en Vega Reñón, Rada García y Mas Torres, (ed.): Del pensar y su memoria. (Ensayos e homenaje al profesor Emilio Lledó). Madrid, UNED, 2001. pp 107–119. Eduardo de Bustos Guadaño es profesor de la UNED, catedrático de la asignatura Filosofía del Lenguaje
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