REALIDAD Y FICCIÓN Edición de la página FILOSOFÍA, LITERATURA, ARGUMENTACIÓN, CIENCIA, ARTE Escríbenos
LINDARAJA REVISTA de estudios interdisciplinares y transdisciplinares. ISSN: 1698 - 2169
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Racionalidad en la Ciencia
La noción de Racionalidad en las Ciencias Sociales
¿Por qué aparecerá en la página web del profesor José Francisco Álvarez una fotografía de un telar? ¿Significará que le gusta la artesanía, o simplemente que ama el trabajo paciente, constante, bien hecho? La respuesta se encuentra, quizá, leyendo sus publicaciones. En uno de sus artículos –“Responsabilidad, confianza y modelos humanos”– leemos: “Las tensiones que aparecen entre los rasgos descriptivos y normativos de diferentes modelos sobre la estructura de la conducta de los seres humanos, pueden encontrar cierta complementariedad resolutiva en una perspectiva que entiende a la racionalidad como tejer dinámico en el que intervienen explícitamente los valores y las normas. (2003: 1)” La racionalidad entendida como un tejer dinámico. Un sustantivo creado a partir de un verbo, tejer, un proceso, por tanto; acción que realiza un agente. Y un adjetivo, dinámico, remarcando la idea de movimiento, que se trata de una acción clausurada, sino abierta y en desarrollo. El tejido y la acción misma del tejer forman parte de la metáfora con la que J. Francisco Álvarez nos explica su noción de racionalidad. Más adelante nos aproximaremos a la aportación de la imagen del tejido en esta metáfora cognitiva, como producto de la acción de tejer. Será cuando analicemos un segundo artículo de nuestro autor: "El tejido de la racionalidad acotada y expresiva". En sucesivos escritos Álvarez ha venido recogiendo la necesidad de revisar el concepto de racionalidad utilizado en las ciencias sociales, en concreto, la noción de racionalidad empleada en la teoría económica tradicional, la misma que se ha aplicado a otros ámbitos de los estudios sociales. El modelo estándar utilizado en la ciencia económica es el modelo intencional de la acción racional, que consiste en considerar al individuo como un agente que busca una elección óptima entre los medios de los que dispone y los fines que desea. Sin embargo, en este modelo de individuo la calidad de agente responsable y libre queda mermada hasta convertirse en lo que Amartya Kumar Sen llamaba “imbécil racional” (en la teoría económica estándar se habla del individuo como si sólo fuese capaz de utilizar una racionalidad meramente optimizadora de beneficios egoístas). Las expectativas del sujeto (llamadas también en esta teoría “creencias”) y sus preferencias ("deseos") se interrelacionan a través de la función de utilidad: “Con preferencias racionales el individuo es racional si elige lo que más prefiere entre las cosas que puede conseguir. Las preferencias son racionales si son transitivas y completas. Todo esto en un marco con información completa […] Sería suficiente decir que los agentes son racionales si y solamente si sus preferencias se pueden representar mediante funciones de utilidad ordinal y sus elecciones maximizan su utilidad” (2001: 212). En lugar de esta noción estrecha de miras (aunque ha pretendido y pretende ser la más real y universal), un sector de estudiosos de las ciencias sociales, como Jon Elster, Hargreaves Heap, economistas como A. K. Sen, entre otros, insisten hace décadas en la necesidad de ampliar el concepto de racionalidad. El camino para esta apertura pasa por analizar cómo se conforman las preferencias del sujeto, las influencias, bastantes veces causales, determinadas, (y no intencionales) de estas preferencias o deseos. Pero también por la inclusión de los valores, de la ética, y, en consecuencia, por el empleo de un modelo distinto del individuo que interviene en las relaciones sociales. Un individuo que es consciente de su acción, que selecciona de forma activa la información que le llega (“membrana semipermeable”, es la metáfora que utiliza Álvarez para explicar el papel activo del individuo en la transmisión y recepción de la información y del conocimiento). Este nuevo tipo de racionalidad atiende a los procedimientos y trata de satisfacer determinados objetivos, en lugar de buscar optimizar a toda costa. Por tanto en lugar de la acción de “optimizar”, la nueva noción busca simplemente “satisfacer”; está situada en la línea de una acción más flexible, pero también más eficaz, “y si además consigue destacar la importancia de que el sujeto mismo se considere agente de su acción (racionalidad expresiva) introduce la posibilidad de una discusión racional sobre los fines” (2001: 213). J. F. Álvarez parte en sus artículos en este punto de la “racionalidad acotada” (bounded rationality) que utilizan algunos autores, por ejemplo, Hargreaves Heap, y luego va completando esta noción con otros tipos de racionalidad: la racionalidad expresiva, la cognitiva, racionalidad sintética, al fin. Busca la complementariedad para una definición renovada del modelo de individuo, para “elaborar una teoría de la acción que nos permita sustentar una noción de racionalidad suficientemente abarcadora como para comprender la acción social”. Responsabilidad, riesgo, confianza Álvarez contribuye a la nueva noción de racionalidad con dos conceptos a los que considera elementos decisivos dentro de un tipo de racionalidad que busca satisfacer determinadas preferencias en lugar de optimizarlas: estos dos elementos son la responsabilidad personal y la confianza. Ayudan a elaborar un modelo complementarista de los individuos: muestran que es inadecuado el modelo de acción social que considera al individuo como un ser principalmente egoísta, que va a tender en primer lugar y siempre a optimizar los objetivos que lo beneficien a él aun a costa de los otros: “La satisfacción personal puede entenderse como un valor cuya satisfacción (no optimización) tratan de alcanzar los individuos. Al incorporar este valor en nuestros modelos humanos se puede lograr una comprensión mejor de las prácticas sociales y de ciertas formas de génesis de la acción colectiva; para las ciencias sociales resulta interesante estudiar hasta qué punto la confianza puede ser la expresión racional de un compromiso. […] Dilucidar el vínculo entre un ejercicio responsable de la racionalidad y la confianza indispensable para diversas prácticas sociales, puede ayudarnos a elaborar modelos complementaristas de los individuos” (2003: 1). El riesgo es una elemento inherente a la acción social. Sin embargo, junto
al riesgo y a la inseguridad
que produce el acecho del peligro, vive, puerta con puerta,
la confianza. Si no se mantuviera viva la confianza no
llevaríamos a cabo muchas de las acciones sociales de las que
somos agentes conscientes, responsables, libres. No
invertiríamos nuestro tiempo en acciones que nos nos suponen
beneficio inmediato, ni beneficio económico. Actuamos y
esperamos que puedan servir a alguien, o a nosotros mismos,
o a nuestros hijos, en el futuro. Confiamos y esperamos.
Siguiendo a Jon Elster y Antonio Damasio, J. Francisco
Álvarez se detiene también en el aspecto causal de nuestras
acciones sociales: las emociones están en la génesis de
muchas de nuestras actuaciones. A este elemento lo considera
Álvarez, metafóricamente, el telar de la
racionalidad. Hay emociones que nos
impulsan a hacer algo que sin su fuego, con la mera razón no
emotiva, no haríamos. Luego, comprendemos, cómo nos han
abierto puertas de las que ni siquiera teníamos
noticia. Otras emociones, sin embargo, nos conducen a romper
las normas y ir en contra de los valores que construyen el
orden social. Tanto en un caso como en otro es decisivo que
les concedamos el papel que ocupan para poder reflexionar de
forma cada vez más adecuada sobre las causas y las
consecuencias de las acciones.
Aquel
modelo de individuo, como "imbécil
racional", cuya utilización critica Amartya Kumar Sen, busca la
optimización de sus preferencias montado en su caballo de
egoísmo (el único que ganaba siempre, según el modelo
estándar de la intencionalidad racional). Sin embargo, no
todo el orégano es monte: ya nos avisaba mister Smith:
La responsabilidad
con que nos enfrentamos a nuestras acciones es la que nos
hace confiar en la responsabilidad de los otros. A pesar de
que sabemos del riesgo (convertido en incertidumbre en casos
extremos, como el día 11 de marzo; cada día con su
tragedia o con su consecuencias que afectan a aspectos
múltiples de nuestras vidas); a pesar, digo, del riesgo, nos
seguimos atreviendo a utilizar el correo, a poner por
escrito lo que pensamos, a lanzar al viento nuestro trabajo o
nuestras opiniones; a ejercer nuestros derechos; a tomar el tren.
El tejido de la racionalidad La segunda parte de la metáfora cognitiva que utiliza Álvarez para explicar la racionalidad consiste en la imagen de un tejido (el producto de la acción de tejer). Un tejido compuesto por trama y urdimbre, imágenes éstas a su vez de dos tipos de racionalidad que necesitan complementarse, tratarse de forma integrada: la racionalidad instrumental y la racionalidad expresiva. Vamos a presentar brevemente estos dos tipos de racionalidades. Para ello, es conveniente acudir al segundo artículo de nuestro autor que queremos comentar: "El tejido de la racionalidad acotada y expresiva". La racionalidad instrumental es la que atiende a las acciones que optimizan la relación entre nuestros objetivos y nuestros medios. La racionalidad expresiva, en la noción utilizada por Hargreaves, se refiere a la racionalidad que tiene en cuenta los elementos expresivos que intervienen en la acción, es decir, los que corresponden al individuo como agente. Según José Francisco Álvarez, es posible defender "una perspectiva complementarista o sintética de la racionalidad". Amartya K. Sen "defiende claramente una perspectiva complementarista entre los componentes morales de la acción y los componentes estratégicos".
Para la comprensión de este tipo de racionalidad entretejida, J. F. Álvarez acude al análisis de la objetividad, y a la utilización de otra metáfora: una membrana semipermeable. También, en esta línea, al uso estratégico de los argumentos. Pero estas cuestiones habremos de tratarlas en otra ocasión. _____________________________________________________________ Los artículos reseñados, a los que hacemos alusión son - ÁLVAREZ ÁLVAREZ, J. F.: "El tejido de la racionalidad acotada y expresiva". Manuscrito, XXV (2), pp. 11-29, Micjael B. Wrigley (ed.) (2002): Dialogue, Language, Rationality. A Festtchrift for Marcelo Dascal. CLE7UNICAMP, State University of Campinas, Campinas, Sp. Brazil. - ÁLVAREZ ÁLVAREZ, J.F.: "Responsabilidad, confianza y modelos humanos", Isegoría, nº 21, diciembre 2003. Otro artículo al que también hacemos referencia es: - ÁLVAREZ ÁLVAREZ, J.F.: "La inteligencia de la razón impura: racionalidad en el contexto de educación", en Vega Reñón, Rada García, Mas Torres: Del pensar y la memoria (Ensayos en homenaje al profesor Emilio Lledó). Madrid, UNED, 2001.
J. Francisco Álvarez es profesor de la UNED, catedrático de la asignatura Metodología de las Ciencias Sociales
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