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 Las relaciones entre la vida y la ficción

Roberto Menéndez

Ricoeur es un filósofo, que pese a reconocer sus influencias particulares, está dispuesto a dialogar con el mayor número de corrientes de pensamiento posibles, con el propósito central de realizar una filosofía del sujeto y de la reflexión en términos de una hermenéutica del sí y una hermenéutica de los símbolos. Su pretensión de no desestimar la reflexión pasa por entenderla en la acepción explícita de autodesignación, de vuelta sobre sí, y no en el sentido de una razón epistemológica o indagación racional de la verdad. A decir verdad, pocos son los momentos en los que el filósofo francés se vale del concepto de razón. Su filosofía no es la de una búsqueda de la verdad constituida, sino la de un sujeto que se constituye. Para ello, la capacidad reflexiva del humano, según Ricoeur, implica la afirmación del otro (un otro de carne y hueso, como diría Unamuno) y del lenguaje (entendido como un medium simbólico desde donde interpretase). Sólo así, a través de la vía larga de los símbolos y los otros, se constituirse y define su filosofía del sujeto. En este sentido, lo que él llamará una hermenéutica del sí, empieza por una hermenéutica de los símbolos.

Su pensamiento -con la idea siempre presente de no olvidar la reflexión o reflexividad- parte del campo propio de la fenomenología y de la filosofía de la existencia, asumiendo de modo radical que el mundo está siempre ahí, o dicho de otro modo, que la existencia precede a la reflexión. Ejemplos de esta actitud son la idea de Lebenswelt husserliana, o la de ser-en-el-mundo de Heidegger. No por ello, sin embargo, queda cerrada la posibilidad de una hermenéutica del sujeto que se designa a sí mismo en el lenguaje, si bien esto no puede darse de modo inmediato y meramente epistemológico, como quiso Descartes, si no a través del rodeo por los símbolos y los otros; no en busca de la verdad de la cosa, sino en busca de una comprensión del sentido. Ahora bien, dando por su puesto este rodeo, Ricoeur halla en la ficción un medio privilegiado por el cual el sujeto se constituye, o mejor dicho, se refigura. La narratividad, común a la ficción literaria y a la propia identidad del individuo, tiene la fuerza de refigurar mediante un proceso circular productivo, el mundo del lector, en constante fusión con el mundo de la obra.

Lo que a nosotros nos interesa especialmente es la vinculación de las figuras de narrador y de personaje a la capacidad autodesignativa del ser humano, en los siguientes términos generales: si el sujeto puede designarse a sí mismo narrativamente, como portador de una historia única e irrepetible -la historia de su vida-, la figura del narrador, que da cuenta de la peripecia de un personaje “poniéndolo en trama”, habrá de tener una especial incidencia en el sujeto en calidad de lector, al menos en el modo como éste se interpreta a sí mismo. Esto es; en la ficción narrativa, además de estar en juego una dimensión ética, está también una dimensión estética (o formal), que no sólo es la del estilo de vida del personaje, sino la del estilo narrativo del narrador (su visión del mundo y del personaje). Esta perspectiva estética, que irá de la mano en algunos casos con la “ética” del relato y otras veces no, es la que nos interesa, por cuanto: el estilo del personaje pueda influir o refigurar en el comportamiento del sujeto agente, y el estilo del narrador (que no tiene porque coincidir con el del personaje) influye o amplia el campo de experiencia del sujeto reflexivo que se designa a sí mismo narrativa y estéticamente, buscando el sentido de su ser en su propia historia. 

            Dicho ahora mucho más vulgarmente: se habla muchas veces de personas que matan a otras personas porque han visto tal o cual película de acción o porque han jugado a tal o cual videojuego violento. Todas estas noticias recalcan siempre las consecuencias negativas de la ficción para la vida, y siempre desde el modo como los personajes influyen en nuestra acción. Lo que no suele hacerse es investigar la cara buena de las relaciones ficción-vida, y menos desde el lado reflexivo de la persona, y no desde el lado práctico. Los personajes influyen nuestra acción, volviéndonos héroes o ladrones. Los narradores, a mi modo de ver, amplían la visión del mundo del lector, que puede distanciarse de sí mismo y tener en cuenta otros espacios, otros tiempos, otras experiencias. No sólo en literatura, sino también en el cine, no estamos influenciados sólo por los personajes con los que nos identificamos. Mi atención es la influencia de esa figura que sigue y mira al personaje, figura que representa también una perspectiva y una visión de mundo propia. No nos influyen sólo las cualidades (heroicas, románticas, éticas…), sino también los poderes de los narradores.

 

© Roberto Menéndez

Universidad de Granada

Investigador (doctorando en Filosofía)

e-mail: roberto_menendez@yahoo.es

 

Revista Lindaraja, nº 14, diciembre, 2007

 
 
   

 

 

 

Paul Ricoeur

 

 

 

Revista Lindaraja

nº 14, diciembre

 de 2007

 

 
 
         
       

 

 

   
       
 
       
         
         

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