REALIDAD Y FICCI�N FILOSOF�A, LITERATURA, ARGUMENTACI�N, CIENCIA, ARTE Escr�benos
LINDARAJA REVISTA de estudios interdisciplinares y transdisciplinares. ISSN: 1698 - 2169 |
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Eduardo Ruiz Tosaus present� su tesis sobre la novela de Mendoza en el 2001. Ha preparado este estudio sobre los personajes como material de trabajo para sus alumnos de Bachiller.
Los hombres de las pistolas eran h�roes para muchos apocados y d�biles que ve�an encarnadas en aquellos hombres las cualidades de entereza y bravura de que ellos carec�an. Aparentemente eran unos quijotes que se jugaban la vida por sus compa�eros y que representaban, adem�s, la justicia r�pida y sin contemplaciones, la justicia desnuda y elemental que la situaci�n de desamparo y de impotencia de los d�biles obreros requer�a.(...) Como los bandidos generosos del romance, los pistoleros tuvieron tambi�n su leyenda... (�ngel Pesta�a, retrato de un anarquista , p�g. 173 )
Uno de los ingredientes m�s atractivos que contiene La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza es la proliferaci�n de personajes pertenecientes a muy diversos �mbitos de la sociedad catalana y, por extensi�n, espa�ola de principios de siglo. Vamos a tratar en estas p�ginas de estudiar brevemente los diferentes caracteres que Mendoza ha volcado en su narraci�n. Como dec�amos, el panorama social en la novela es completo y los personajes, junto a su comportamiento corrupto, pretenden ejercer una cierta funci�n representativa de clase. �sta es la raz�n por la que Mendoza no elige s�lo una clase espec�fica, sino que pulula por distintos estratos que acaban convergiendo, como es l�gico, en el m�s poderoso: la burgues�a. Intencionadamente, Mendoza (como ya lo hab�a hecho su admirado Gald�s) culpa a la burgues�a de todos los complots sociales, hist�ricos y pol�ticos que marcaron la sociedad durante esos a�os. Quiz�, por ello, casi todos los nombres tienen valores simb�licos o humor�sticos (Pajarito de Soto, Serramadriles, Totorno...) y fijan alg�n aspecto de su car�cter. Mendoza los escribe de muy diversas formas: los mu�equiza cual marionetas grotescas, aplica sobre ellos una distanciaci�n ir�nica o incluso los repasa con una mirada tierna. A esta estructura narrativa en tres partes, que coment�bamos anteriormente, corresponden otros tantos personajes, que se erigen con el protagonismo. Los tres tienen algo del h�roe picaresco. La alta burgues�a se refleja en los directivos de la empresa, marcados por la ambici�n de poder. La descripci�n y la ubicaci�n de estos personajes nos recuerda tambi�n algunas novelas de Ignacio Agust� como Mariona Rebull y El viudo Rius . El autor se encarga de crear alrededor de ellos una atm�sfera de banalidades y vidas vulgares (las conversaciones entre las mujeres de la fiesta, el cabaret) donde internamente se deja entrever una sociedad corrompida (el adulterio de la Sra. Rocagrossa, la supuesta homosexualidad del marido). Claudedeu ("Llave de Dios"), es conocido tambi�n como "Mano de hierro", conservador inflexible y de modales burdos, es el jefe de personal de Savolta; Parells es el asesor financiero y fiscal de la empresa, liberal de trato distinguido, el �nico obst�culo de Lepprince y personaje que cabe relacionar con el modelo de Maquiavelo. Todos ellos representan a los inflexibles capitalistas directivos de la empresa que mantienen una implacable estrategia de explotaci�n capitalista y no tienen inconveniente en recurrir a maniobras sin escr�pulos para sofocar los conflictos sociales. Las respectivas mujeres (Rosa Savolta, Mar�a Rosa Savolta, Neus Claudedeu y la Sra. Parells) mantienen en toda la novela una actitud sumisa, propia de su educaci�n burguesa. No hemos de olvidar tampoco aqu� la presencia breve del propio Savolta basado, como apunt�bamos, en la figura hist�rica del industrial del metal Barret Moner, como coment�bamos anteriormente. El primer personaje importante de la novela es el asesino de Savolta, Lepprince. Contraposici�n de Javier Miranda, este personaje es deudor de los mafiosos cinematogr�ficos[1]. Guapo, refinado, brutal, se casa con una rica heredera tras haber hecho matar al que iba a ser su suegro. Envuelto en un aire de misterio, Lepprince es un amoral trepador, de inteligencia sinuosa y reflexiva. Lepprince es el motor de la acci�n y en �l convergen m�ltiples puntos de vista. Sabe analizar con lucidez la sociedad que le rodea, una selva deforme en la que se ha propuesto triunfar con procedimientos que no difieren de los habituales entre los poderosos. Nada le detiene, recurre fr�amente al crimen. Su fascinaci�n sobre todos, incluido Javier, le facilitan la tarea. Sin embargo, en alg�n momento adivinamos sus soledad, lo vemos necesitado de amistad: as�, se conf�a a Javier, a la vez que lo utiliza sin reparos. Su doblez desconcierta al mismo lector. Podr�amos conectar a Lepprince con aquellos h�roes de acci�n barojianos como Silvestre Paradox o Zalaca�n, contrarios diametralmente a los ab�licos Andr�s Hurtado o Fernando Ossorio. Lepprince es un luchador, un amoral, como �l mismo afirma:
En este mundo moderno que nos ha tocado vivir, donde los actos humanos se han vuelto multitudinarios, como el trabajo, el arte, la vivienda e incluso la guerra, y donde cada individuo es una pieza de un gigantesco mecanismo cuyo sentido y funcionamiento desconocemos, �qu� raz�n se puede buscar a las normas de comportamiento? (p�g. 106)
Cr�ticos como Buckley ven en este personaje un referente real: el bar�n De Koenig, un aventurero, jugador, asesino a sueldo y chivato policial que incit� a la huelga a los obreros del industrial catal�n Barret (Savolta). Las andanzas reales de este personaje fueron escritas por el comisario Casal G�mez en el desconocido libro La banda negra , uno de los que cita el autor al inicio del libro como fuente bibliogr�fica y que hemos comentado anteriormente. Otros cr�ticos como Ignacio Soldevila[2] identifican a este aventurero (creo que err�neamente) con Sacha Stavisky, franc�s jugador y famoso en la �poca por un juicio contra su persona conocido como el affaire Stavisky . Sacha Stavisky (Serge Alexandre de nombre real), que lleg� a Francia a principios de los a�os treinta y que con su afici�n al juego, sus estafas y sus negocios fraudulentos conmocion� la vida del pa�s dando pie a uno de los juicios m�s escandalosos de aquellos a�os. Sacha Stavisky (cuya vida fue llevada al cine por el cineasta Alain Resnais), nieto e hijo de jud�o, fue fichado por primera vez en 1914. Amante de una madura dama, se le describe como un personaje bien vestido, perfumado y con un indudable don de gentes. En 1926 empez� su afici�n por las falsificaciones de documentos bancarios hasta dar su gran golpe al falsificar en 1933 los bonos del Cr�dito Municipal de Bayona (unos 470 millones de francos de entonces) haci�ndose pasar por un gran financiero. La vida ostentosa y despilfarradora de Stavisky, sus alardes de prodigalidad e incluso su intervenci�n directa en ciertos semanarios atrajeron sobre �l la atenci�n de la polic�a. Stavisky escap� hacia la Alta Saboya. Ante el acoso policial, el famoso aventurero muere en extra�as circunstancias (suicidio, seg�n la polic�a) eliminando as� toda posibilidad de complicar con sus declaraciones a los pol�ticos que le hab�an ayudado en sus "aventuras financieras".[3] Lo cierto es que Lepprince es quien mejor encarna esa obsesi�n de Mendoza por el poder; el franc�s se define, ante todo, por su individualismo absoluto y por su capacidad de actuar. La figura de Max, el guardaespaldas, es tambi�n un desdoblamiento del propio Lepprince. El prototipo del guardaespaldas es com�n a la novela polic�aca que tan bien conoce Mendoza. En La llave de cristal (1931) de Dashiell Hammett el personaje principal es Ned Beaumont, que no es un detective, sino un guardaespaldas del ganster Paul Madwig. El funcionarado viene representado por el comisario V�zquez y el abogado Cortabanyes ("Cortacuernos"). Cortabanyes es un colaborador oscuro de la corrupci�n del poder, retrata la hipocres�a que bajo la apariencia de bondad ro�oso-paternal esconde un pozo de tetemanejes indignos. El abogado desarrollar� un papel muy importante en la trama ya que en su despacho tiene lugar contactos o intrigas fundamentales. Cortabanyes simboliza el poder que se mueve en las sombras. El segundo est� sacado de la novela polic�aca, de psicolog�a monol�tica y coordenadas obsesivas en su an�lisis de la realidad social aunque, a la vez, muestra una implacable voluntad de solucionar un caso, que en gran medida contradice sus propias fijaciones del mundo. Algunos cr�ticos como Gonz�lez Vigil relacionan a V�zquez con otros polic�as famosos como el Lew Archer de Ross McDonald. El personaje, creado en 1949, posee ciertos rasgos que comparte con el personaje de Mendoza: es el arquetipo de detective privado que se lanza al esclarecimiento de los hechos con prioridad sobre la dedicaci�n a la caza de delincuentes. Lo que destaca de Archer es su contumacia en el rastreo de culpas y en la indagaci�n de oscuros pret�ritos, con habitual referencia a la clase alta californiana. Creemos que el referente hist�rico inmediato de V�zquez es el comisario Casal G�mez, el autor del libro que encabeza nuestra novela (Origen y actuaci�n de los pistoleros ). Como el inspector V�zquez, Manuel Casal denuncia los extra�os tetemanejes de empresarios y sindicatos durante los a�os del pistolerismo. Este personaje policial, pasado por el tamiz de la iron�a, volver� a aparecer en posteriores novelas de Mendoza como El misterio y El laberinto (comisario Flores) y en Una comedia ligera (Lorenzo Verdugones, gobernador de Barcelona, que tambi�n acabar� siendo trasladado). Creo ver tambi�n en el personaje de V�zquez una versi�n bondadosa de algunos jefes de polic�a de Barcelona de aquella �poca, en concreto citar� dos nombres: Miguel Arlegui y Narciso Portas. Miguel Arlegui, militar castellano (1858-1924) fue jefe superior de polic�a de Barcelona, a las �rdenes inmediatas del gobernador civil general Severiano Mart�nez Anido entre noviembre de 1920 y octubre de 1922. Sus adversarios le acusaron de patrocinar a los pistoleros de los Sindicatos Libres y de aplicar la ley de fugas. Fue obligado a dimitir al mismo tiempo que el general Mart�nez Anido en 1922. Recordemos que en nuestra novela, p�gina 120, V�zquez recibe una misteriosa llamada de "don Severiano". El otro jefe de polic�a en el que se puede haber basado la figura de V�zquez es Narciso Portas, jefe de la polic�a especial de la represi�n del anarquismo durante el proceso de Montjuich de 1896. El comisario V�zquez re�ne las caracter�sticas del h�roe de la serie negra, pues act�a al margen de las instituciones. A pesar de ser un funcionario al servicio del Estado y por lo tanto defensor de �stas, seguir� la investigaci�n del caso a�n despu�s de que los supuestos asesinos de Savolta hayan sido ajusticiados. Su alto sentido del deber har� que incluso despu�s de haber sido alejado de Barcelona e incluso despu�s de haber dejado de formar parte de la polic�a, contin�e buscando al asesino de Savolta, lo cual lo identifica con el h�roe justiciero de la literatura popular decimon�nica. La diferencia que presenta este personaje con respecto a sus predecesores, utilizados por Chandler o Hammett, es que no ocupa un lugar protagonista dentro de la historia. El grupo de asalariados se refleja en los empleados del despacho de Cortabanyes, y, especialmente, en el protagonista de la novela. Se trata del segundo personaje importante de la trama, Javier Miranda, que ocupa, aparentemente, el centro de la peripecia. Como suceder� en novelas posteriores como Una comedia ligera , Mendoza escoge el recurso del protagonista que acaba convirti�ndose en sospechoso de la trama central de la novela. Lo picaresco en �l es el hecho mismo de escribir un relato autobiogr�fico: es un p�caro que va en busca de fortuna, trabaja para varios amos y acepta el papel de "consentido", repudiando una tradici�n moral que ha hecho de la liviandad de la esposa un insulto. A partir del esclarecimiento del caso Savolta, Javier Miranda intenta arrojar alguna luz sobre su propio "caso", como dice el Lazarillo de Tormes : dilucidar c�mo ha llegado a la situaci�n en que se encuentra. Nacido en la conservadora Valladolid (muy cerca de la Salamanca de nuestro Lazarillo), lleg� a Barcelona en busca de unas oportunidades que no hallaba en su tierra. Encuentra un empleo que no le satisface, pero s�lo logra mejorar a costa de una abyecci�n: el matrimonio con la querida de su jefe, un aventurero llamado Paul-Andr� Lepprince. No anda muy lejos el recuerdo del Lazarillo, casado con la barragana del cl�rigo de Maqueda. Este p�caro y cornudo consentido va a ser una de las bases del personaje an�nimo de El misterio de la cripta embrujada . Incluso algunas de sus expresiones las veremos calcadas ya que coincide con �l en su pesimismo, desarraigo y determinismo:
A lo largo de mi vida he podido experimentar esto: que me comporto t�midamente hasta un punto, sobrepasado el cual, pierdo el control de mis actos y cometo los m�s inoportunos desatinos. Con frecuencia, en estos momentos de reflexi�n, me digo que no se puede luchar contra el car�cter y que nac� para perder en todas las batallas. (La verdad , p�g. 205)
Miranda es ambiguo y contradictorio, incluso en su propio nombre simb�lico se encuentra la esencia de su personalidad: Miranda pudiera derivarse perfectamente de un personaje que se dedica a "mirar" sin actuar. Hay en �l nobleza, bondad, sentido de la justicia; pero es tambi�n d�bil, vulnerable. Al igual que los personajes barojianos es sincero, sensible y de buen coraz�n, pero incapaz de actuar, de esforzarse para cambiar la realidad o su propia vida. Aun cuando conoce a Teresa[4], una mujer que �l considera el �nico verdadero amor de su vida. En medio de un mundo de fieras se ve arrastrado por las circunstancias. As�, se deja tentar por el panorama que, frente a su vida gris, ve tras Lepprince. A la vez, se siente atra�do por sue�os revolucionarios:
�Fanfarronadas, Perico! Hoy dices esto y te sientes un h�roe. Pero pasar�n los a�os est�rilmente y te devorar� la primera que se cruce en tu camino. Tendr�is una docena de hijos, ella se volver� gorda y vieja en un decir am�n y t� trabajar�s hasta reventar para dar de comer a los ni�os, llevarlos al m�dico, vestirlos, costearles una deficiente instrucci�n y hacer de ellos honestos y pobres oficinistas como nosotros, para que perpet�en la especie de los miserables. (p�g. 269)
Hay sucesos felices cuando acontecen y amargos en el recuerdo, y otros, ins�pidos en s�, que al transcurrir el tiempo se ti�en de un nost�lgico barniz de felicidad. Los primeros duran un soplo; los segundos llenan la vida entera y solazan en la desgracia. Yo, personalmente, prefiero �stos. (p�g. 290)
Indignidad y amor se mezclan tambi�n en su vida sentimental. Al cabo, se define a s� mismo como "un n�ufrago" en un mundo vulgar y ajeno, de ah� su "soledad ag�nica", su "hast�o"; es decir, su malestar existencial, su sentimiento de frustraci�n y de fracaso le llevan a ser un hombre triturado por la vida, porque no ha sabido ser ni un h�roe, ni un p�caro, ni un canalla. Su trayectoria conduce inevitablemente al desencanto. Exactamente como el Andr�s Hurtado de El �rbol de la ciencia o el Fernando Ossorio de Camino de perfecci�n , ambas novelas muy representativas de uno de los escritores admirados por Mendoza: P�o Baroja. Por lo tanto, hay que ver tambi�n en el personaje de Miranda uno de aquellos personajes barojianos caracterizados por su abulia y una blanda voluntad que le incapacita para definir su existencia. Son seres que pasan por la vida de espectadores, testigos que no se implican ni se comprometen con la realidad, dotados de una psicolog�a confusa pero que constantemente buscan algo que d� sentido a sus vidas. Son seres que, atrapados en un medio hostil, se refugian en una lucha con su propio mundo interior, su desasosiego que nunca llegan a aclarar. Si por un lado simpatiza con Pajarito y los argumentos obreristas, tambi�n, deslumbrado por el mundo de Lepprince, ve en el empresario la posibilidad de ascenso econ�mico y social. Para Joaqu�n Marco[5] Miranda es una mezcla de conspirador barojiano, de "extra�ado", existencialista, ingenuo testigo de una sociedad que no llega a admitirle, a la que sirve y a la que no comprende. Un ser humano desarraigado, testigo insolidario de la vida y que, en �ltimo t�rmino, no es m�s que una marioneta inconsciente de todos los intereses que nunca llega a comprometerse con nada. El propio Mendoza define as� su inter�s por el personaje:
Javier Miranda no entiende nada y todo y por eso tiene la ventaja de contar la historia objetivamente. Est� claro que Miranda es un trepador social, como es tonto, sigue la trayectoria al rev�s. El hombre menos preparado para sobrevivir es el �nico que sobrevive, el m�s torpe, el m�s cobarde, el que tiene menos temple es el �nico que queda vivo. Esto suele suceder en la vida real.[6]
Santos Alonso en su Gu�a apunta un valor fundamental del personaje de Miranda: su inconsciencia, su ciega ingenuidad tiene ventajas para la novela porque s�lo alguien que lo ve todo y no entiende nada es capaz de narrar objetivamente sin deslucir los hechos a trav�s de la subjetividad. Pero no debemos cegarnos ante esta aparente "debilidad" de Miranda; es un personaje que tambi�n, arribista y fracasado, trata de acercarse a las esferas del poder, como muchos otros personajes que crea Mendoza. Javier admite que "lo que buscaba era el �xito a cualquier precio" (52) y s�lo parece ver en el franc�s Lepprince la esperanza, la fortuna y, sobre todo, el acceso a ascender en las altas esferas sociales para abandonar la pobreza. Del mismo estilo son la Doloretas y Perico Serramadriles, compa�eros de Miranda en el despacho de Cortabanyes, personajes que pasan su vida trabajando sin levantar cabeza. No podemos pasar por alto en el personaje de la Doloretas un aspecto que Mendoza trabajar� en novelas posteriores: el biling�ismo y el aparente enfrentamiento entre las lenguas catalana y castellana. Tambi�n, en el personaje de la secretaria, hemos de ver su cr�tica hacia un sistema de vida (el catal�n) basado en el trabajo y en la escasez de diversi�n. No sin iron�a, Mendoza sit�a la vivienda de la Doloretas (su nombre simb�lico nos lo anticipa) en la calle Cambios Nuevos (339), la misma calle donde el 7 de junio de 1896 estall� una bomba al paso de la procesi�n del Corpus que caus� doce muertos y m�s de treinta heridos. Este atentado junto a los de Paulino Pall�s contra Mart�nez Campos (24 de septiembre de 1893) y Santiago Salvador en el Liceo (7 de noviembre de 1893) desat� una represi�n gubernamental indiscriminada que desembocar�a en el proceso de Montjuich. Esta visi�n de la sociedad catalana ser� uno de los puntos de apoyo en Sin noticias de Gurb . Sin embargo, tambi�n queda en la novela la defensa nacionalista ante las cr�ticas for�neas, como cuando Miranda llega a su pueblo:
Con las nuevas amistades, las cosas eran a�n peor. Experimentaban una visceral aversi�n por Catalu�a y todo lo catal�n. Su contacto con el comerciante desangelado, pretencioso y chauvinista les hab�a creado una imagen del catal�n de la que no se apeaban. Remedaban el acento, ironizaban y se mofaban del car�cter regional y criticaban con exasperaci�n el separatismo, abrum�ndome con argumentos como si yo fuera el portaestandarte de los defectos catalanes. (p�g. 173)
El proletariado forma un cuadro sin individualizar, presente en huelgas, m�tines, ambientes anarquistas y discursos. Destaca Domingo Pajarito de Soto, un pseudointelectual bohemio, idealista desvalido e ingenuo, cuya alta misi�n obrera contrasta con la miseria de su vida, la generosa reflexi�n sobre la causa de los trabajadores y la ceguera e insensibilidad para la realidad cotidiana como la triste situaci�n que padece su propia familia. El personaje de Pajarito bien podr�a estar basado en alg�n periodista �crata del momento, como Fortunato Bartho, redactor jefe de la publicaci�n Espartaco .[7] Incluso, en un sentido algo par�dico, la denuncia en los peri�dicos de Pajarito recuerda vivamente las denuncias que sobre la corrupci�n policial y los agentes alemanes realizaba el sindicalista �ngel Pesta�a en las p�ginas de Solidaridad Obrera . Es , pues, Pajarito un idealista muy particular que arriesga su vida de forma consciente por la lucha obrera pero que proporciona el desamparo a su propia familia por su difusa ideolog�a ut�pica y sus preocupaciones sociales. Recordemos que este tipo de personaje, el anarquista idealizado, volver� a aparecer en novelas posteriores como el Pablo de La ciudad de los prodigios . Un grupo digno de menci�n es el que forman Juli�n y los miembros de la c�lula anarquista, caracterizados por su agresividad y el secreto de sus actuaciones; este grupo guarda una gran similitud con los anarquistas que describ�a Bastos Ansart en la novela que coment�bamos anteriormente. Por �ltimo, los bajos fondos barceloneses, aparecen representados, entre otros, por Mar�a Coral, gitanilla de 18 � 19 a�os, artista de cabaret que es un producto de la miseria; de ah� sus contradictorios perfiles. Lepprince la define certeramente: "Era suave, fr�gil, sensual como un gato; y tambi�n caprichosa, ego�sta, desconcertante." Conoce el poder de su belleza misteriosa, la impresi�n que produce en los hombres y juega con ellos, como si se complaciera en dominarlos. Vital y esquiva, su �nica ambici�n es salir de la miseria al coste que sea. En el personaje de Mar�a Coral confluyen rasgos tradicionales: el romanticismo, el car�cter folletinesco y, en general, la tradici�n folkl�rica. El tercer protagonista es un personaje del que Miranda, de forma caracter�stica, no ha tenido noticia alguna hasta el d�a del proceso. Se llama Nemesio Cabra G�mez. El primer apellido alude quiz� al maestro Cabra del Busc�n o, simplemente, a que est� loco como este animal. El referente real de este personaje est� basado en la persona de un confidente de la polic�a que, seg�n una cr�nica period�stica del a�o 1918, mat� de un tiro a un comisario. Y, como el agresor estaba loco, nunca se supo si fue un acto de demencia o si, simplemente, despu�s de veinte a�os de chivato, decidi� eliminar a la autoridad. Es un personaje que Mendoza recuperar� en novelas posteriores como El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas .[8] Buen conocedor de esa zona de la sociedad donde el poder se exhibe sin asomo de mala conciencia (manicomio, comisar�as, c�rceles), se ve sometido a una permanente manipulaci�n por parte de las bandas anarquistas y de la polic�a, y se convierte en un vagabundo con arrebatos de locura m�stica. Estas visiones de Nemesio (Cap�tulo IV de la primera parte, secuencias 87 y 89, recuerdan vivamente las del Luisito de Miau de Gald�s:
Es Jesucristo quien habla por mi boca. El otro d�a, �sabe?, vi una luz resplandeciente que traspasaba las paredes; tuve que cerrar los ojos para no volverme ciego..., y cuando los abr�, �l estaba delante, como est� usted ahora, se�or comisario, igual que usted, con el blanco sudario que le regal� la Magdalena. Sus ojos desprend�an chispas y su barba ten�a puntos luminosos como estrellas y en las manos llevaba sus llagas puestas como cuando se le apareci� a santo Tom�s, el incr�dulo. (p�g. 142)
Por �ltimo, y �sta es una caracter�stica que se repetir� y ser� base narrativa en La ciudad de los prodigios : la aparici�n de personajes hist�ricos como personajes integrantes de la novela. As�, a lo largo de la historia son citados pol�ticos como Francesc Camb� (fundador de la Sociedad Catalana y ministro), Alejandro Lerroux (fundador del Partido Radical y ministro), Antonio Maura (jefe del gobierno conservador), Garc�a Prieto (jefe del gobierno liberal), Eduardo Dato (jefe del gobierno conservador) y otros como C�novas, Sagasta, el ingeniero Pearson o el mism�simo Alfonso XIII. Tambi�n est�n presentes en la novela conocidos anarquistas revolucionarios como Paulino Pall�s, Santiago Salvador, Ram�n Sempau, Salvador Segu� y Francisco Ferrer Guardia, as� como otros de quien novelescamente se sospecha que tienen relaci�n con "el caso Savolta" como Andr�s Nin. Finalmente, tampoco podemos olvidar dos personajes o motivos insistentes en las novelas de Mendoza y que se inician aqu�. En primer lugar el cine, con su halo de fantas�a y sue�o. El Hollywood de directores como Douglas Fairbanks que aparece en nuestra novela volver� a ser centro importante en Una comedia ligera . En segundo lugar, otra obsesi�n del novelista, el mago chino Li Wong (51) que reaparecer� tambi�n en Una comedia ligera . En ambos casos, se trata de una evasi�n enso�adora a trav�s de personajes y motivos diferentes. En cuanto a las t�cnicas del retrato y la descripci�n, anotaremos que el retrato no se prodiga en la obra, pero los escasos que hay son admirables: el de Cortabanyes, el de Pajarito de Soto y algunos personajes secundarios. Parad�jicamente, no encontraremos retratos de los personajes principales: no sabemos c�mo son f�sicamente Javier o Lepprince; de Mar�a Coral, s�lo conocemos la intensa impresi�n que produce su belleza. Mucho mayor es el lugar otorgado a las descripciones o pinturas de ambientes. Es imborrable la impresi�n que nos producen, por ejemplo, el cabaret, el sal�n de baile popular, la casa de Pajarito de Soto, el barrio Chino o el balneario. Tanto en retratos como en descripciones hallaremos muestras de una t�cnica realista tradicional, junto a tratamientos ir�nicos, po�ticos, etc. Por �ltimo, no podemos olvidarnos del simbolismo de los nombres propios con los que juega el novelista, aprovech�ndose incluso de nombres reales. Como Cervantes, Gald�s, Baroja o Cela, a Mendoza le encanta identificar a sus personajes con sus nombres, produci�ndose muchas veces el juego ir�nico. Algunos ejemplos en nuestra novela son evidentes: Pep�n Matacr�os, Remedios "la loba de Murcia", Rocagrossa, Vicente Puentegarc�a, Perico Serramadriles, Doloretas, Doctor Flors, Sr. Farigola, Sargento Totorno, Augusto Casabona , Rosita "la idealista", Se�or Follater, Max, T�o Burillas, bufete de abogados Hinder, Maladjusted and Mangle, el pistolero Lucas "el ciego"...
[1]. El origen del apellido Lepprince es incierto y Mendoza no lo ha explicado nunca. Apunto dos posibilidades: en el a�o 1888 uno de los pioneros en el estudio del fen�meno cinematogr�fico fue el franc�s Leprince que en ese a�o ya contaba con aparatos perfeccionados basados en faros m�ltiples. Es posible que Mendoza escogiera el nombre de su protagonista de esta persona. Aunque, probablemente, el nombre encierre un gui�o de Mendoza: Lepprince, "el pr�ncipe".
[2]. Soldevila, Ignacio (1984): La novela espa�ola desde 1936 , Madrid, Ed. Fundamentos, p�g. 256.
[3]. Mart�nez Tom�s, A. (1978): "Stavisky, estafador de guante blanco", Madrid, Historia y Vida , Extra 12, p�gs. 106-117.
[4]. El nombre de Teresa escogido para designar a la mujer de Pajarito no parece gratuito; varias mujeres relacionadas con el movimiento obrero se llamaban as�: Teresa Sanmart� (mujer de Ferrer y Guardia), Teresa Claramunt (anarquista nacida en 1862) o Teresa de Mera, viuda del anarcosindicalista Cipriano de Mera.
[5]. op. cit., p�g. 47.
[6]. Tu��n, art. cit., p�g. 52.
[7]. As� lo recuerda Casal G�mez en su libro, p�gina 130.
[8]. "Este ser marginal me vino sugerido por una noticia le�da en un peri�dico, me pareci� un sujeto interesante por su conducta inadecuada" (El Socialista, junio 1982, p�g. 7). __________________________________________________________________________________ Eduardo Ruiz Tosaus. Nacido en Badalona (Barcelona) en 1968. Licenciado en Filolog�a Hisp�nica por la Universidad de Barcelona. Ha presentado su tesis doctoral �La narrativa de Eduardo Mendoza, paradigma de la transgresi�n (1975-1996)� por la UNED (Madrid). Es profesor de Educaci�n Secundaria en el colegio Maristas Valldemia.
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