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Cielo estrellado. Áster de Escocia
UN POEMA DE UNAMUNO sobre Kant:
“Cerré el libro...”
Cerré el libro que hablaba de esencias, de existencias, de sustancias, de accidentes y modos, de causas y efectos, de materia y de forma, de conceptos e ideas, de números, fenómenos, cosas en sí y en otras, opiniones, hipótesis, teorías...
Cerré el libro y abrióse a mis ojos el mundo. Traspuesto había el sol ya la colina; en el cielo esmaltábanse los álamos y nacían entre ellos las estrellas; la luna enjabelgaba el firmamento, cuyo fulgor difuso en las aguas del río se bañaba. Y mirando a la luna, a la colina, las estrellas, los álamos, el río y el fulgor del firmamento sentí la gran mentira de esencias, de existencias, de sustancias, de accidentes y modos, de causas y de efectos, de materia y de forma, de conceptos e ideas, de números, fenómenos, cosas en sí y en otras, opiniones, hipótesis, teorías; esto es, palabras.
Sobre el libro cerrado que yacía en la yerba por la luna su pasta iluminada, mas su interior a oscuras, descansaba una rana que iba rondando su nocturna ronda. ¡Oh, Kant, cuánto te admiro!
(Unamuno, de Rimas de dentro, 1923)
Texto sobre la imaginación productiva en Kant. (Rivera de Rosales) …………………………………………………………………………………… Comentario del poema (a manera de experiencia estética) Mercedes Laguna González, 2001
INTRODUCCIÓN Es un juego de espejos, uno reflejándose en otro, cada uno irradiando su propia luz, mientras recibe la luz del otro: Unamuno que admira a Kant, el lector que interpreta el poema (un oyente-lector, que lee a Unamuno a través del tiempo y las palabras). Contempla la naturaleza, y, al cerrar el libro, con don Miguel, se le abre de par en par, pero de noche, el gran libro de quien somos, el orden y la armonía propia del sujeto que conoce. Kant se admira de la noche estrellada -como de la ley moral de su interior-. Kant bajo la forma de una rana. Son palabras, sólo palabras, mentiras; son también el modo privilegiado de comunicarnos la intuición, subjetiva, de aquello que percibimos como bello. La naturaleza aparece animada por la finalidad, una finalidad que le ha sido tal vez transferida por la persona humana, que ordena su vida en torno a unos objetivos últimos. Y el arte actúa del mismo modo que la naturaleza: la poesía de Unamuno representa también el secreto que Kant aprendió de la naturaleza, y con Kant, el ser humano.
COMENTARIO En lugar de elaborar un comentario literario, lingüístico o filosófico, para embastar un trabajo sobre una experiencia estética podría, tal vez, escribir, con palabras, algo así:
UNA EXPERIENCIA ESTÉTICA: LECTURA DEL POEMA DE UNAMUNO “Cerré el libro que hablaba...”
Cerré el libro. Y sus palabras. Cerré el libro. Y abrióse a mis ojos el mundo.
1. Un libro con palabras, que hablaba de conceptos propios del entendimiento. Términos que encierran contenidos conceptuales. Cosas quizá bastante trascendentales, hasta las cosas en sí. Al final opiniones, hipótesis, teorías. Resonancias de la filosofía de Kant, pero en él, también de la toda la filosofía anterior: de los griegos, la escolástica, de Spinoza, del more geométrico, y hasta de Hume. Hipótesis, opiniones, teorías. Mentiras, dirá después el poema, y Unamuno y Kant, entre líneas. Aunque también la cultura, la memoria colectiva: la verdad de la humanidad y sus mentiras. Puede que sólo conjeturas, o figuras; símbolos de la realidad. Nos podrían mostrar algo sobre el mundo y la vida.
2. Cerré el libro; el libro y sus teorías que hablan al entendimiento y desde el entendimiento. También a la razón; todavía una razón teórica. Cerré el libro. Entonces ocurrió: cerrado el libro se abrió para mí, ante mis ojos el mundo. El que lee va hacia adentro en la perspectiva autobiográfica, apoderándose de la experiencia subjetiva del poeta, porque el que habla, con palabras (quizá mentiras), así lo brinda. El mundo abrióse como un libro a mis ojos: una ofrenda. Miré. Contemplé. Seis versos de bellos juegos con palabras. La naturaleza mostrándose para ser contemplada, (parece una persona estremecida). Acciones en proceso, manteniéndose, alargando el tiempo en extática mirada. El sol, con él la luz, brillante, clara, dormía ya tras la colina. No obstante, hay otra luz mucho más tenue, aunque llena de privilegio: se esmaltan los álamos arriba, en el cielo, a causa de ella. Yo, que estoy debajo, puedo ver el firmamento de noche; soy testigo del nacimiento de las estrellas cerca de mí, entre las ramas de los álamos. Es la luz de la luna; una mano de mujer enjabelgando, de blanco fulgor (porque es fulgor el de la luna, pese a que es de noche). La luz de plata en las aguas del río se bañaba. La naturaleza es como el arte y las palabras poéticas dejan bañarse en ellas a la luna, al cielo, a las estrellas. Buscan, posiblemente, representar la belleza que se ha abierto ante a sus ojos. Por eso, fue contemplando a la luna, a la colina -que ha dormido al sol-, a las estrellas recién nacidas, los álamos de esmalte, al fulgor del cielo sumido en el lecho plácido del río, fue entonces cuando el poeta sintió. La luz clara del entendimiento se ha ocultado para dejar paso a otra luz: un fulgor difuso pero intenso. Sintió. Lo sabe ahora que está elaborando un juicio estético, reflexivo, rumiando la contemplación en blanco y negro de la naturaleza. Sintió que eran mentiras las palabras, la gran mentira -como la gran meretriz-; palabras del libro que ahora está cerrado. Opiniones, hipótesis, teorías. Justamente lo que ha abonado la memoria del logos, el medio por el que se ha transmitido lo que los hombres han reflexionado, todo aquello que tenían obligación de comunicar. Como las palabras, tal vez, mentiras, con las que Unamuno nos ofrece el concierto silencioso de la naturaleza acordada.
3. Sobre el libro cerrado; inmóvil sobre la yerba. Pero otra vez los tiempos que no acaban, que invitan a la contemplación: “yacía”, “descansaba”. Por la luna su pasta iluminada, / mas su interior a oscuras. Puede que estuviésemos equivocados y no fuera la Crítica de la Razón pura, a pesar de su apariencia de gran meretriz conceptual. Tal vez el libro-símbolo sea un juego de pastas y de interiores, una crítica de la crítica, o una aproximación a la peculiaridad de la crítica del juicio estético, teleológico. No sé. De todas formas, el hombre, Kant, como una rana que se baña en el río, y mira la luna a través de los álamos, y en el cielo naciendo las estrellas, ayuda al hombre Unamuno a interpretar la oscuridad del libro. ¡Oh, Kant, cuánto te admiro! La noche estrellada y la ley moral en mí. Razón ya práctica. Y la experiencia estética y extática reflexionada.
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Adjunto
el texto de Kant con el que el filósofo concluye su
Crítica de la razón práctica, en donde se había
planteado las cuestiones relativas a la acción, la ética y
la libertad.
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Enlace sobre la
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