REALIDAD Y FICCIÓN                                                                          LECTURA, COMENTARIO, CREACIÓN Escríbenos

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Retrato de Ramón Casas                                                   

 

Del sentimiento trágico de la vida

Unamuno

 

XI EL PROBLEMA PRÁCTICO

 

 

         Varias veces, en el errabundo curso de estos ensayos, he definido, a pesar de mi horror a las definiciones, mi propia posición frente al problema que vengo examinando, pero sé que no faltará nunca el lector, insatisfecho, educado en un dogmatismo cualquiera, que se dirá: "Este hombre no se decide, vacila; ahora parece afirmar una cosa, y luego la contraria: está lleno de contradicciones; no le puedo encasillar; "¿qué es?". Pues eso, uno que afirma contrarios, un hombre de contradicción y de pelea, como de sí mismo decía Job: uno que dice una cosa con el corazón y la contraria con la cabeza, y que hace de esta lucha su vida. Más claro, ni el agua que sale de la nieve de las cumbres.

Se me dirá que ésta es una posición insostenible, que hace falta un cimiento en que cimentar nuestra acción y nuestras obras, que no cabe vivir en contradicciones, que la unidad y la claridad son condiciones esenciales de la vida y del pensamiento, y que se hace preciso unificar éste. Y seguimos siempre en lo mismo. Porque es la contradicción íntima precisamente lo que unifica mi vida, le da razón práctica de ser.

        O más bien es el conflicto mismo, es la misma apasionada incertidumbre lo que unifica mi acción y me hace vivir y obrar.

       Pensamos para vivir, he dicho; pero acaso fuera más acertado decir que pensamos porque vivimos, y que la forma de nuestro pensamiento responde a la de nuestra vida. Una vez más tengo que repetir que nuestras doctrinas éticas y filosóficas, en general, no suelen ser sino la justificación a posteriori de nuestra conducta, de nuestros actos. Nuestras doctrinas suelen ser el medio que buscamos para explicar y justificar a los demás y a nosotros mismos nuestro propio modo de obrar. Y nótese que no sólo a los demás, sino a nosotros mismos. El hombre, que no sabe en rigor por qué hace lo que hace y no otra cosa, siente la necesidad de darse cuenta de su razón de obrar, y la forja. Los que creemos móviles de nuestra conducta no suelen ser sino pretextos. La mismo razón que uno cree que le impulsa a cuidarse para prolongar su vida, es la que en la creencia de otro le lleva a éste a pegarse un tiro.

       No puede, sin embargo, negarse que los razonamientos, las ideas, no influyan en los actos humanos, y aun a las veces los determinen por un proceso análogo al de la sugestión en un hipnotizado, y es por la tendencia que toda idea -que no es sino un acto incoado o abortado- tiene a resolverse en acción. Esta noción es la que llevó a Fouillée a lo de las ideas-fuerzas. Pero son de ordinario fuerzas que acomodamos a otras más íntimas y mucho menos conscientes.

[...]

       Mi conducta ha de ser la mejor prueba, la prueba moral de mi anhelo supremo; y si no acabo de convencerme, dentro de la última o irremediable incertidumbre, de la verdad de lo que espero, es que mi conducta no es bastante pura. No se basa, pues, la virtud en el dogma, sino este en aquella, y es el mártir el que hace la fe más que la fe al mártir. No hay seguridad y descanso –los que se pueden lograr en esta vida, esencialmente insegura y fatigosa- sino en una conducta apasionadamente buena.

[...]

     ¿Cuál es nuestra verdad cordial y antirracional? La inmortalidad del alma humana, la de la persistencia sin término alguno de nuestra conciencia, la de la finalidad humana del Universo. ¿Y cuál su prueba moral? Podemos formularla así: obra de modo que merezcas a tu propio juicio y a juicio de los demás la eternidad, que te hagas insustituible, que no merezcas morir. O tal vez así: obra como si hubieses de morirte mañana, pero para sobrevivir y eternizarte. El fin de la moral es dar finalidad humana, personal, al Universo; descubrir la que tenga –si es que la tiene- y descubrirla obrando.

       Hace ya más de un siglo, en 1804, el más hondo y más intenso de los hijos espirituales del patriarca Rousseau, el más trágico de los sentidores franceses, sin excluir a Pascal, Sénancour, en la carta XC de las que constituyen aquella inmensa monodia de su Obermann, escribió las palabras que van como lema a la cabeza de este capítulo: "El hombre es perecedero. Puede ser, mas perezcamos resistiendo, y si es la nada lo que nos está reservada, no hagamos que sea esto justicia". Cambiad esta sentencia de su forma negativa en la positiva diciendo: "Y si es la nada lo que nos está reservado, hagamos que sea una injusticia esto", y tendréis la más firme base de acción para quien no pueda o no quiera ser una dogmático.

[...]

     Sí, merece eternizarse todo, absolutamente todo, hasta lo malo mismo, pues lo que llamamos malo, al eternizarse perdería su maleza, perdiendo su temporalidad. Que la esencia del mal está en su temporalidad, en que no se enderece a fin último y permanente.

Y no estaría acaso de más decir aquí algo de esa distinción, una de las más profundas que hay, entre lo que suele llamarse pesimismo y el optimismo, confusión no menor que la que reina al distinguir el individualismo del socialismo. Apenas cabe ya darse cuenta de qué sea eso del pesimismo.

[...]

       Pero de todos modos, tomemos el lema calderoniano en su La vida es sueño: que estoy soñando y que quiero obrar bien, pues no se pierde el hacer bien aun en sueños.

    ¿De veras no se pierde? ¿Lo sabía Calderón? Y añadía: Acudamos a lo eterno que es la fama vividora, donde ni duermen las dichas ni las grandezas reposan. ¿De veras lo sabía Calderón?

     Calderón tenía fe, robusta fe católica; pero al que no puede tenerla, al que no puede creer en lo que don Pedro Calderón de la Barca creía, le queda siempre lo de Obermann.

       Hagamos que la nada, si es que no está reservada, sea una injusticia; peleemos contra el destino, y aun sin esperanzas de victoria; peleemos contra él quijotescamente.

Y no sólo se pelea contra él anhelando lo irracional, sino obrando de modo que nos hagamos insustituibles, acuñando en los demás nuestra marca y cifra; obrando sobre nuestros prójimos para no dominarlos, dándonos a ellos, para eternizarnos en lo posible.

        Ha de ser nuestro mayor esfuerzo el de hacernos insustituibles, el de hacer una verdad práctica el hecho teórico –si es que esto de hecho teórico no envuelve una contradicción in adiecto- de que es cada uno de nosotros único e irremplazable, de que no pueda llenar otro el hueco que dejamos al morirnos.

      Cada hombre es, en efecto, único e insustituible; otro yo no puede darse; cada uno de nosotros –nuestra almo, no nuestra vida- vale por el Universo todo. Y digo el espíritu y no la vida, porque el valor, ridículamente excesivo, que conceden a la vida humana los que no creyendo en la realidad en el espíritu, es decir, en su inmortalidad personal, peroran contra la guerra y contra la pena de muerte, verbigracia, es un valor que se lo conceden precisamente por no creer de veras en el espíritu, a cuyo servicio está la vida. Porque sólo sirve la vida en cuanto a su dueño y señor, el espíritu, sirve, y si el dueño perece con la sierva, ni uno ni otra valen gran cosa.

      Y el obrar de modo que sea nuestra aniquilación una injusticia, que nuestros hermanos, hijos y los hijos de nuestros hermanos y sus hijos, reconozcan que no debimos haber muerto, es algo que está al alcance de todos.

 

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Nota: Corregiremos estos comentarios en clase.

 

Comentario de texto:

Alumnos de 2º  BT-A

Curso 2004-2005

 

Comentarios escritos en un examen, sin tener tiempo para reflexionar ni reelaborar mucho:

 

Fernando Luis Arán Tomás 2º BT-A

 

Comentario del texto:

 

     Este fragmento pertenece a la obra Del Sentimiento Trágico de la Vida, escrito por Unamuno y publicado en el año 1912. Unamuno nació en Bilbao en 1864, pero se fue a estudiar a Madrid, después de un viaje por Europa, se presentó a oposiciones y obtuvo la cátedra de griego en Salamanca, fue nombrado rector de dicha universidad en 1901 y destituido del cargo en 1914. Estuvo acusado y condenado a la cárcel, durante la dictadura de Primo de Rivera fue exiliado a Fuerteventura en 1924, y después por voluntad propia a Francia. En 1930 regresó a España para morir en Salamanca en 1936.

      Entra la obra de Unamuno destacan sus ensayos y las novelas. En 1895 escribió En torno al casticismo donde reflexionaba sobre temas relacionados con España, este tema también fue rehusado en su obra Por tierras de Portugal y España, el tema de España y Castilla es una constante en casi todos los autores del 98. Su obra ensayística también hace alusión a otros temas como la existencia, el ansia de inmortalidad, el espíritu... como se puede observar en este fragmento. Entre sus principales obras de ensayo destacan: La vida de Don Quijote y Sancho (1905), Del Sentimiento Trágico de la Vida (1913), La agonía del cristianismo (1925).

También tiene una gran obra narrativa, escribió lo que él denominó “nivolas”, son novelas que no tienen preparación previa, giran en torno a un único personaje y el diálogo es fundamental (estos rasgos son propios en las novelas noventayochistas).

Cabe destacar una gran obra poemática y teatral.

 

       Este fragmento es un texto humanístico, que habla y reflexiona acerca de temas del ser humano, se clasifica como un ensayo, los ensayos de la generación del 98 son principales frente a cualquier otro género literario, los autores quieren hacer llegar al pueblo todas sus reflexiones y críticas, acerca de temas sociales, políticos o filosóficos. Esta obra es principalmente argumentativa, se puede observar que se utilizan argumentos de ejemplificación y también de autoridad con Calderón de la Barca, Fouillée.

       El ensayo es un género literario y subjetivo, el autor da su opinión e intenta convencer al lector, por medio de los, anteriormente citados, argumentos.

      En esta obra, junto con La agonía del cristianismo, se encuentra más explícita la filosofía, tratan principalmente temas filosóficos.

 

       Este fragmento no tiene un tema claramente diferenciado, sino que hay varios, todos ellos tratan de las sensaciones que tiene el ser humano a lo largo de su vida y de las situaciones y pensamientos que se le presentan.

      El primer tema que se observa en el fragmento son las contradicciones que se dan en los pensamientos de las personas, entre pensamientos y sentimientos, de siempre se ha pensado que “hace falta un cimiento en que cimentar nuestra acción y nuestras obras”, pero Unamuno dice que es la contradicción lo que le da razón práctica de ser, que esas contradicciones son las que le hacen unificar la acción. Dice el autor que según como sea nuestro pensamiento será nuestra vida y nuestra existencia, pensamos porque vivimos (como ya dijo Descartes en su Discurso del Método “pienso luego existo”).

        Otro tema principal es el de la inmortalidad, este tema siempre preocupó al autor, junto con la eternidad, en esta vida se debe de obrar de modo que se pueda alcanzar la eternidad, no solo tuya sino también del prójimo.

         Reflexiona aludiendo a Rousseau acerca de la vida después de la muerte.

        También hace alusión a Calderón de la Barca y a su obra La vida es sueño, en la cual el protagonista no hace el bien en lo que creía que era un sueño, y esto es contrario a lo que pensaba su autor, profundamente católico.

        Unamuno dice que hay que pelear contra el destino, y en definitiva contra todo lo que esté a favor del pensamiento de que después de la muerte esta la nada, “peleemos contra él quijotescamente”, es decir si hace falta hasta llegar al último extremo.

       El hueco que deja una persona al morirse no se puede rellenar con otra persona, este pensamiento es constante en el autor. Los que luchan contra la pena de muerte es porque no creen en la eternidad del espíritu a cuyo servicio está la vida.

 

        Es un texto argumentativo en el que se intenta convencer al lector, aparecen argumentos de ejemplificación y de autoridad. Son propias las oraciones subordinadas adverbiales y adjetivas principalmente. Abundan los conectores como, "es decir"...

        Aparecen preguntas que dejan abierta la intervención del autor y su propia meditación.

        Y también aparecen figuras literarias, como género literario que es el ensayo.

 

Comentario crítico:

 

       Respecto al primer tema pienso que el hombre, en esta época que nos ha tocado vivir, debe tener unos cimientos claros y sin contradicciones porque si no puede estar abocado al fracaso. Creo que la inmortalidad es un tema que no solo preocupaba al autor, sino que es una de las preocupaciones más generalizadas durante toda la existencia. Esta vida es una transición, un paso para la siguiente, después se alcanzará una vida inmortal y por eso hay que obrar bien en esta vida.

       Respecto al tema del lugar que deja un ser humano al morir, pienso que es irremplazable también, pero es necesario para dejar su hueco, otro hueco, a la siguiente persona, para que tenga la oportunidad de recorrer este camino hasta llegar al camino espiritual. En esta obra de Unamuno, su pensamiento está expuesto en dos ideas, la creencia de la propia existencia y el miedo de la no existencia.

 

 

Comentario de la obra San Manuel Bueno Mártir:

 

Cuenta la historia de un cura rural, que ha perdido la fe, pero sigue ejerciendo su ministerio. Este cura era considerado como un mártir por las buenas acciones que realizaba, pero le confesó a Lázaro y a Ángela que no creía en la inmortalidad después de la muerte, pero claro los habitantes del pueblo no lo sabían y el cura era la máxima autoridad en los sentimientos de la gente. En esta obra se observa cómo la gente sigue a una persona que está idealizada y que en realidad no es lo que aparenta, pero esto le daba fuerzas al pueblo para seguir y tener una gran vocación hacia la religión, esto hacía sentirse bien a Manuel que en cierto modo estaba avergonzado con su posición. Hay personas que aparentan lo que no son, pero son capaces de hacer feliz a sus prójimos.

En esta obra, que se ha considerado como el testamento espiritual de Unamuno, se encuentra una relación con la obra de Cervantes Don Quijote de la mancha, aquí utiliza el autor un recurso como el que utilizó Cervantes en el que la obra dice que no está escrita por el mismo sino que ha llegado a sus manos escrita por Ángela, Cervantes encontró unos escritos con lo que continuó su obra.

 

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Daniel Morales Navío 2º BT-A

 

Prosa de la Generación del 98, narrativa y ensayo.

 

  1. Localización.

 

Este fragmento pertenece a la obra  Del sentimiento trágico de la vida  publicada en 1913. Esta obra pertenece a Unamuno y en ella reflexiona sobre la lucha existencial, sobre su propia conciencia de existencia y el miedo a la nada y a la muerte. Unamuno nació en Bilbao en 1864, a los 16 años se trasladó a Madrid para  estudiar Letras, obtuvo la cátedra de Griego en la universidad de Salamanca de la cual sería rector en 1901. Fue destituido de su cargo en 1914 durante la dictadura de Primo de Rivera    y exiliado a Fuerteventura y Francia posteriormente. Regresó a España en 1930 a favor de los que pedían la abolición de Alfonso XIII y la instauración de la República. Durante esta llevó a cabo varios cargos públicos hasta 1933 que regresó a su trabajo en Salamanca donde murió en 1936.

Este autor pertenece a la Generación del 98, formada por un grupo de escritores que adoptaron una misma postura ante la problemática española. Se inició con el Grupo de los Tres formado por Azorín, Maeztu y Baroja que publicaron un manifiesto en 1901denunciando la mala situación española y la necesidad de mejorar. A ellos se unieron Unamuno, Valle-Inclán, Ganivet y machado, todos ellos forman la generación del 98. Literariamente, se produce un interés por el paisaje  español y la creación de un nuevo estilo. En contraste con los realistas que descrien la escena los autores de la Generación del 98 la meditan.

Con el fin de una mejora social y de regenerar a España  se fijaron como meta el descubrimiento de los valores nacionales colectivos de donde surge la mitificación de Castilla como esencia de España.

Estos autores subordinan la forma al contenido utilizando como género predominante el ensayo por la utilización de elementos reflexivos y críticos sobre temas filosóficos, religiosos, sociales, etc.

 

  

  1. Explicación del contenido y tema.

 

En este fragmento el tema principal es la lucha existencial, Unamuno reflexiona sobre la lucha entre fe y razón, entendiendo a la religión como la manera para conocer a Dios desde el corazón aunque de este modo la razón se resienta.

En el texto muestra sus temores a la pérdida del ser después de la muerte y pone de manifiesto su ansia de inmortalidad y de vivir eternamente.

 

  

  1. Tipología textual.

 

Se trata de un texto humanístico porque trata sobre el ser humano y sus productos culturales. Esto se pone de manifiesto en la utilización de un lenguaje muy parecido al estándar con una morfología y una sintaxis similar a la que utilizamos normalmente, variando un poco en el léxico. Predomina la utilización de términos abstractos como “verdad” y “justicia”, aparece la sustantivación  lo más adjetivo como “lo posible”, “lo irracional”, también para designar una terminología abstracta. Hay un predominio de la subjetividad y de adjetivos calificativos. El tipo de  género literario utilizado para la divulgación de este texto es el ensayo (esta obra pertenece a sus ensayos de la trayectoria espiritual) que es un género reflexivo-literario. Es reflexivo por su relación con la transmisión de ideas y literario por sus rasgos formales, este se caracteriza por tener un carácter abierto, puede tratar sobre cualquier tema sobre el hombre sin tener que tener que someterse a ningún tipo de regla, no pretende obtener conclusiones científicas sino conclusiones personales, el tono es variable, utiliza recursos retóricos y tiene un carácter divulgativo.

El texto presenta una forma argumentativa  y pretende convencernos sobre su punto de vista del tema con la utilización de argumentos de autoridad como: “en 1804… del patriarca Rousseu” y  al hacer referencia a Calderón de la Barca, Sénancour etc.

El autor utiliza un tipo de lenguaje con el que pretende hacernos partícipes de su reflexión como: “pensamos” “nuestros”, Unamuno sobre sus personajes sus propias inquietudes, obsesiones y problemas personales  con el fin de conocerse mejor  a si mismo y el mundo, poniendo al lector en la situación de hacer lo mismo.

Este tipo de texto es un género híbrido, se produce una mezcla de los elementos narrativos con los elementos ensayísticos apareciendo en este texto la técnica del monólogo interior propio de sus novelas y muy utilizado sobre todo en Niebla (1914). Esta  técnica ya se utilizaba de una forma parecida durante el Realismo, sobre todo en el Naturalismo con la utilización de estilo indirecto libre. El monólogo interior se diferencia del exterior en que aparentemente no tiene un orden lógico y formal, va de cosas profundas a cosas sin importancia y mezcla temas. Esta técnica dará lugar en la narrativa del siglo XX al flujo de conciencia que consiste en decir las ideas tal y como nos vienen a la mente sin ordenarlas.

En el texto predomina el estilo verbal propio de la narración para expresar hechos que se suceden en el eje temporal para poner de manifiesto el transcurso del problema que nos presenta a lo largo del tiempo.

 

  

  1. Comentario crítico.

 

Toda la obra de Unamuno gira en torno a la búsqueda de la verdad interna del ser humano, en este fragmento en concreto nos muestra una de las cuestiones fundamentales en la vida de cualquier ser humano como es la lucha existencial. Esta lucha surge en Unamuno tras descubrir la pérdida del ser después de la muerte en 1897 y que le provocó un ansia de inmortalidad. Unamuno como el resto de escritores que forman la Generación del 98 es preferentemente crítico y reflexivo, pretende influir en las vidas de las personas individuales y en la sociedad con el fin de hacerles pensar y reflexionar sobre este tema.

Unamuno mezcla sus reflexiones con sus experiencias  personales  para llegar a conclusiones universales, intentando que sus resultaos sirvan para todas las demás personas.

 

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José Daniel Marín, 2º BT

 

   El texto pertenece a al obra “Del sentimiento trágico de la vida” de Unamuno. Unamuno nació en 1864 en Bilbao, allí vivió hasta los dieciséis años cuando se trasladó a Madrid para estudiar Letras. En 1891 tras haber estado viajando por Europa, volvió a Madrid para preparar oposiciones. Consiguió la cátedra de griego en la Universidad de Salamanca, donde pasó gran parte de su vida.

  En 1901 fue nombrado rector de la universidad y a partir de entonces se convirtió en una figura pública de creciente importancia debido a su actitud crítica ante los acontecimientos de la época, por lo que sufrió numerosos ataques y represalias desde la clase política.

   Escrita en 1912, “Del sentimiento trágico de la vida” recoge los temas y las inquietudes fundamentales del autor; Unamuno habla sobretodo de la inmortalidad del hombre, o más bien del ansia de inmortalidad; aunque también aparece el tema de la lucha interna dentro del propio escritor, entre la razón y los sentimientos.

   El texto se puede resumir en estos dos temas, Unamuno expresa la angustia de su interior (lucha) entre lo que le dicta la razón: el hombre es mortal y finito y tras la vida no hay nada; y lo que él desea, que es traspasar esa barrera y continuar existiendo a pesar de todo, desafiando la razón. Esto se ve en numerosas citas del texto; (Ej.: ¿Cuál es la verdad cordial y antirracional? La inmortalidad del alma humana…)     Para Unamuno la inmortalidad del alma será algo irracional, pero se aferrara a ello.  Como dice el comienzo del texto, el autor no esta decidido, vacila entre una posición u otra.

    El texto es un ensayo, pero no un ensayo normal, es un ensayo humanístico, en el que se habla de los problemas del hombre y se analizan las cuestiones que tantas veces ha tratado la filosofía. Unamuno no se limita a darle a la obra un pequeño cariz filosófico, sino que nos muestra su faceta más reflexiva, puramente filosófica, sin camuflar los temas tras relatos, novelas o poesía.

   Es una reflexión, aunque en la forma de escribir se adviertan numerosos elementos embellecedores propios de otro tipo de escritos.

   Los ensayos están dirigidos a un publico no especializado, en especial los humanísticos, tratan temas que un lector “medio” puede entender, buscan denunciar un hecho, llamar la atención sobre algún tema o simplemente la reflexión; pero todos tienen como fin conseguir que el lector se percate y que reflexione sobre el tema. Tienen un matiz subjetivo, pues no son sino la opinión del autor, más o menos demostrada. Para la demostración se utilizan argumentos que pueden ser ejemplos; argumentos de autoridad citando opiniones de personajes distinguidos; también se utiliza la técnica de derrumbar los argumentos contrarios a los propios.

    Las características del lenguaje utilizado en el fragmento son: sintácticamente se utilizan numerosas subordinadas para relacionar unas ideas con las otras y enlazarlas, en el plano morfológico dependerá a que se refiere en cada momento.

  Abundan los verbos, y dentro de estos las perífrasis verbales. El tiempo más utilizado es el presente, con esto el autor intenta mantener la actualidad del tema, que aunque esta escrito hace casi cien años, sigue planteándose, así cuando el lector lo lea, lo leerá referido al presente y no como anticuado.

 La persona utilizada es la primera, del plural y del singular, esto es curioso, porque Unamuno no se referirá solamente a si mismo, sino que a menudo utilizará el plural para “acoger” al lector y darle un carácter mas universal a su opinión.

    Los sustantivos y adjetivos estarán muy presentes y aunque no aparece solamente un campo semántico, se podría decir que Unamuno utiliza sobretodo términos filosóficos no muy abstractos para exponer los temas.

   Aquí añadiría que el autor no se cierra a la utilización de un lenguaje solamente culto, sino que como en todos los ensayos hace uso del lenguaje más coloquial, (más universal).

    Unamuno fue un personaje en la generación del 98, pero su obra no se encasilla tanto en la temática de esta corriente, sino más bien trata temas filosóficos y humanísticos. Aunque tiene obras también con la temática del “desastre”, sus escritos han trascendido por su contenido filosófico más que por su contenido político.

  Esta obra en un claro ejemplo, pues trata de luchas y deseos de un escritor y no de las denuncias sociales de un político.

   La edición de “Del sentimiento trágico de la vida” coincide con una crisis de pensamiento y de identidad en Unamuno. Se da cuenta de que el hombre muere y no hay más, en contra de lo que siempre se ha creído. Hasta aquí, si analizamos la perspectiva es bastante desoladora y triste; pero a mi me gustaría resaltar un matiz positivo que se deja entrever al final, cuando Unamuno escribe (“…peleemos contra el destino, y aun sin esperanzas peleemos contra él quijotescamente”). Esta parte es realmente importante, se puede relacionar con su obra anterior “vida de Don Quijote y sancho” 1905, en la cual se presenta a don quijote como símbolo de la lucha contra la inmortalidad desafiando la razón, Don Quijote vive en otra realidad, traspasa la dimensión en la que todo el mundo vive y va mas allá, haciendo que su muerte sea una injusticia.

    Aquí Unamuno se refiere a que hemos de llevar una vida única y provechosa, (“obrando de modo que nos hagamos insustituibles”). Tenemos que conseguir que nuestra vida valga la pena y que cuando muramos quede un buen recuerdo.

    En definitiva tenemos que ser Don Quijotes en nuestro tiempo, ser puros idealistas para vencer a la muerte.

 

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Nota: corregiremos estos comentarios en clase. Hay cosas que cambiar, otras que añadir, pero os pueden servir de orientación.

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