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El maestro Sobre el lenguaje
Agustín de Hipona
Traducción de Atilano Domínguez Publicado en Madrid, Trotta, 2003
Escrito en Tagaste, en año 389
Capítulo X Si algunas cosas se pueden enseñar por signos. Las cosas no se aprenden por las mismas palabras
[…] Y no se trata de este o aquel caso aislado, sino que nuestra mente se encuentra con millares de cosas que, sin ningún signo previo, se le muestran por sí mismas. ¿Por qué vamos a dudarlos, verdad? Pues, prescindiendo de los innumerables espectáculos que, sin signos y con las cosas mismas, exhiben los hombres en todos los teatros, ¿acaso este sol y esta luz que todo lo inundan y lo visten, la luna y los demás astros, las tierras y los mares, y los innumerables seres que en ellos se crían, no los exhibe y muestra, por sí mismos, Dios y la naturaleza[1] a quienes los contemplan? [..] Por tanto, se aprende el signo por la cosa conocida más bien que la cosa misma por el signo ofrecido.
Capítulo XI No aprendemos con las palabras que suenan fuera, sino con la verdad que enseña dentro
§ 36 [Las palabras sólo nos recuerdan o invitan a conocer las cosas] § 37 [Las palabras sólo pueden producir una creencia]
§ 38 [La verdad intelectual depende de la razón y de la buena voluntad] Ahora bien sobre todas las cosas que entendemos, no consultamos a aquel que nos grita del exterior, sino a la verdad que dirige interiormente nuestra alma, quizá porque las palabras nos han invitado a consultarla. Nos enseña, sin embargo, aquel que es consultado, del que se dice que habita en el hombre interior, Cristo[2], es decir, la inmutable virtud de Dios y la eterna sabiduría. Toda alma racional la consulta; pero a cada uno se le abre en la medida en que es capaz de captarla, en virtud de su propia voluntad, buena o mala. Y, si alguna vez se comete un error, no es por defecto de la verdad consultada. Como tampoco se debe a un fallo de esta luz que hay fuera el que los ojos del cuerpo se engañen muchas veces, ya que confesamos consultarla sobre las cosas visibles, para que nos la muestre en la medida en que podamos verlas.
Capítulo XII El maestro[3], la verdad, enseña interiormente § 39 [Las palabras de cosas sensibles dependen de la sensación o la memoria]
§ 40 [Las preguntas adecuadas ayudan a aprender verdades intelectuales] En cambio, cuando se trata de aquellas cosas que contemplamos con el alma[4], es decir, con el entendimiento y la razón, hablamos sin duda de lo que vemos en aquella luz interior de la verdad, con la que se ilumina y goza el mismo hombre llamado interior. Pero aún entonces nuestro oyente (auditor), si también él las ve con el ojo secreto y simple[5], conoce lo que digo, no por mis palabras, sino por su propia contemplación. Luego tampoco a éste, que intuye la verdad, le enseño nada diciendo la verdad, puesto que no es enseñado por mis palabras, sino por las cosas mismas, que son evidentes, porque las manifiesta Dios[6] en el interior. […] Y aunque el oyente es guiado por las palabras del que pregunta, no lo es con las palabras que le enseñan, sino que le inquieren de la forma en que el interrogado es capaz de aprender interiormente. […] Por eso mismo fue oportuno preguntarte del modo en que tus fuerzas son capaces de escuchar a aquel maestro interior.
[1] Atilano Domínguez dice en nota “el singular subraya que la acción de Dios y la Naturaleza es única y unitaria. Muy distinto es el sentido de la célebre expresión de Spinoza Deus seu Natura”. [2] Se podría decir el “maestro interior”. [3] En el texto dice “Cristo, la verdad…” [4] Se refiere a las cosas “inteligibles” o “espirituales”, entre las cuales hay que incluir el lenguaje y los números. [5] Puro. [6] Atilano Domínguez lo interpreta en el sentido de la nota 1
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Agustín de Hipona El maestro. Sobre le lenguaje Traducción de Atilano Domínguez Ed. Trotta, Madrid, 2003 Foro de Realidad y ficción. www.realidadyficcion.org www.filosofiayliteratura.org/textos/agustin.htm
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