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(Fragmento) Naturaleza y estructura de la obra Ideas II de Husserl Pretendo, mediante un comentario, llamar la atención sobre los §§ 35–41 de las Ideas II de Husserl, donde se puede encontrar una serie de anotaciones fundamentales para una teoría fenomenológica del cuerpo. Este libro, publicado de forma póstuma, consta de tres secciones básicas, que se corresponden con la triple estructura de la realidad, la realidad material, la realidad animal y la realidad espiritual. Esta última palabra puede desorientar a muchos, pero en Husserl, o en alemán, espiritual significa directamente “cultural”, tal como está aludido en la denominación de las Geisteswisenschaften, las mal llamadas ciencias del espíritu, porque esas ciencias son sencillamente las ciencias socioculturales. Desde una visión fenomenológica, en el mundo tenemos que contar con tres niveles de realidad, la materia, el alma y el espíritu. Las dudas pueden venir de la palabra “alma”, que en una cosmovisión religiosa siempre representó una unidad superior, respecto a la cual se plantearon preguntas de carácter ontológico de difícil tratamiento filosófico, tales como su independencia ontológica con relación a la materia. Pero en una visión fenomenológica no está permitido mantener postulados ontológicos de ningún tipo, al menos si somos conscientes de ellos. Por eso, en esa visión el alma representa sencillamente el nivel animado de la realidad. Alma en alemán se dice Seele, y el adjetivo correspondiente es beseelte, es decir, animado, pues de eso se trata, en la segunda sección de las Ideas II, de la realidad animada, o sencillamente, de la animalidad. Tenemos, por tanto, en la visión de Husserl tres elementos constituyentes, materia, animalidad y espiritualidad. Entre la materia y el espíritu está la vida, que aquí se entiende como vida animal. En relación a esto podemos encontrar varios problemas […]
El ser humano aglutina los tres niveles o partes que constituyen el mundo, pero la experiencia de la muerte nos indica que es la vida la que mantiene tanto la parte material como la parte espiritual del ser humano. En las tres hay una inmensidad de interacciones. Las condiciones materiales determinan la vida y el espíritu, pero también el espíritu determina la vida y las condiciones materiales. Ahora bien, la existencia o no de la vida hace que exista el espíritu y que la materia sea lo que es. El espíritu, siendo por un lado, el resultado de la vida humana, es por otro, el que introduce la ausencia en la presencia y la reflexión sobre la vida. Esa reflexión es toma de postura, es decir, lo que llamamos el yo. Los resultados de esas tomas de postura se sedimentan en la materia, constituyendo la cultura, pues la realidad queda ya impregnada de los actos del yo, de las actuaciones de la vida, en la faceta espiritual que ella sostiene. El presente queda, entonces, representificado, desdoblado en una dúplica que, por el hecho mismo de ser sólo representación, muestra la ausencia misma de lo real. Así la mejor prueba del espíritu es el lenguaje, fundamental soporte del sentido, esa tenue capa material que desdobla y enriquece la realidad hasta el infinito. A través del lenguaje, la vida alcanza hasta una siempre ausente totalidad, como cuando decimos esas palabras tan cargadas de carácter meta y ultrafísico porque pretende abarcar la totalidad, por ejemplo, esa misma palabra “totalidad”, o las palabra “nada”, “siempre”, “nunca” o “infinito”. En todas estas palabras la vida, anclada con pertinaz o insuperable tozudez, en los límites de un aquí y ahora, se transciende radicalmente a sí misma. Pues bien, la materia, el alma (como la vida) y el espíritu, en el sentido expuesto, son los temas básicos de las Ideas II de Husserl. [1] En El cuerpo, perspectivas filosóficas. Jacinto Rivera de Rosales y Mª del Carmen López Sáenz. UNED, Madrid, 2002.
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