REALIDAD Y FICCIÓN                                                                          LECTURA, COMENTARIO, CREACIÓN Escríbenos

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Introducción

Casi cuatro años me demoré en completar este ensayo cuyo disparador fue la relectura del portentoso cuento “El jardín de los senderos que bifurcan” sobre el final de mi carrera de ingeniero.

La culpa no fue enteramente de Borges sino mas bien la intención de volcar en forma ordenada una serie de pensamientos o razonamientos que  se van acumulando en la mente de alguien que, como en mi caso, ha tenido que lidiar profesional y permanentemente con temas tan disímiles que van desde la química a la fisicomatemática, pasando por las ciencias de la conducta y el comportamiento humano, obligado tal vez por el objetivo final de un ingeniero químico devenido en especialista en prevención de accidentes  y saneamiento ambiental.

Con los años de investigación, docencia y aplicación práctica de esos conocimientos, se puede apreciar la aparición de ideas y conceptos que suelen contradecir el sentido común o nuestras ideas mas acendradas, especialmente en materia cosmológica

Según lo irán viendo con el correr de la lectura, esta no es una obra con pretensiones de análisis literario de la fantasía de nuestro genial escritor, sobre lo que mucho se ha escrito y sin dudas mucho mas se escribirá, solo intento opinar fundadamente en cuanto al carácter cosmológico de este cuento que integra “Ficciones” y exponer también una metáfora o analogía que puede ser útil para la mayor divulgación y mejor comprensión de teorías como la relatividad y la cuántica, tan novedosas como reñidas con el sentido común.

No empleo la calificación de razonamiento metafísico o filosófico, aunque se ajustaría bien  a la realidad del contexto, coincidiendo con la incomodidad que, a veces, expresa Borges en el uso de esos términos tan meritorios y  solemnes, cuando el objetivo era intelectual y estético en su caso, mientras es mas bien solo de divulgación intelectual en el mío.

Discrepando con otros analistas, no pienso que sus ideas, entre otras, sobre tiempos convergentes, divergentes, paralelos que: “abarcan todas las posibilidades y que aún así solo son una visión parcial, incompleta, aunque no falsa del universo” (Borges, 1941), sean producto de la casualidad o de un hipotético accidente (Alberto G. Rojo www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v1n1/crit_06.htm.) creo sí, que tal como lo hizo en y con otros escritos, también en este cuento se refiere al mismo en forma equívoca, casi ladina, cuando dice que se trata de un cuento policial.

Borges sabía de lo que escribía en la cuarta década del siglo 20, cuando menciona a Albert (¿¡Einstein!?) atareado en sus infinitos tiempos y senderos que finalizarían con un bombardeo (¿nuclear?) a una ciudad homónima inglesa de aquellos tiempos de guerra, presagio de las intenciones nazis en una Alemania que era público y notorio como lo expresaba la prensa, se encontraba ya en las puertas del dominio del átomo.

Por supuesto no me refiero al conocimiento físico-matemático de un científico, sino al conocimiento que un poeta ilustrado e informado puede tener al leer sobre la relatividad que proponía Einstein, el principio de incertidumbre de Heissemberg, las experiencias de Schroedinger y otros portentos teóricos que iluminaban el alba del siglo veinte.

Solamente una mente genial pudo vislumbrar las infinitas realidades que nos propone la Teoría Cuántica en los pliegues de una materia que se vuelve elusiva y extraña a medida que intentamos penetrar en el mundo de lo muy pequeño o lo desmesuradamente grande..., la angustia de nuestra ignorancia aunada por el infinito de los extremos.

Luego de su larga experiencia europea y habiendo leído en su lengua natal, entre muchísimos otros, a gigantes de la literatura fantástica (el gustaba llamar así a lo que hoy los técnicos consideramos, quizás equivocadamente, “ciencia ficción”) como: H. P. Lovercraft, , Olaff Stapleton, H. G. Wells, etc, etc, por no mencionar a la inmensa lista que probablemente arranca con los clásicos del pensamiento griego y sin solución de continuidad se desarrolla hasta sus contemporáneos tanto del mundo occidental como los orientales, el políglota Borges en 1941 había formado y echado a caminar  el germen del meme que daría lugar a la aparición de los universos paralelos que hoy convoca el pensamiento de prominentes investigadores.

Hubo de transcurrir mas de una década para que la ciencia se asomara a esas enigmáticas ideas y les diera un fundamento físico-matemático con la presentación de la tesis doctoral (conocida como Many World Interpretation o M.W.I. por sus sigles en inglés) de Hugs Everett en 1957, quien abandonaría posteriormente la investigación científica y hasta la vida, decepcionado por el escaso interés y el escepticismo que mostraron inicialmente sus colegas.

Realmente impacta y emociona que ahora científicos de la talla de un Stephen Hawking, Martín Rees, David Deutsch, Francis Crick,  y cientos de otros de similar reconocimiento intelectual, a pesar del escándalo que producen estas concepciones cuánticas, estén compartiendo algunas de esas opiniones y trabajando en el desarrollo de nuevos conceptos que miles de tecnólogos se afanan en concretar como flamantes “realidades” que nos maravillan día a día.

En su tiempo fueron los Bruno, Espinoza, Galileo y otros osados pensadores quienes desafiaron el Dogma establecido con sus ideas revolucionarias sobre mundos redondos flotando en un espacio que no eran el eje de ningún privilegio celestial y pagaron con su libertad, su salud y hasta su vida el derecho a exponerlas al gran público, pero otros les siguieron hasta dejarnos convencidos por la fuerza de las evidencias que apenas formamos parte de un insignificante sistema planetario que gira - quizás intrascendente mente - en un oscuro brazo de una galaxia común.

Muchos tiranos se empeñaron porfiada, sistemática y reiteradamente en silenciar estos odiosos razonamientos denigrantes de sagradas ideas milenarias, pero fue tan inútil todo derramamiento de sangre como tapar el sol con un harnero, así son las cosas y así evolucionan nuestras creencias, nuestro conocimiento, a veces con alegrías, a veces con decepciones.

¿Qué decir de la velocidad de computo de los últimos ordenadores, aparatos que prácticamente no existían en nuestra época del secundario, cuando nos ensuciábamos los dedos en engorrosos “esténciles” para obtener copias que hoy nos brindan por miles las fotocopiadoras? Y ¿en que quedó aquella orgullosa afirmación que decía que jamás un engendro artificial iba a derrotar a un campeón de ajedrez en su juego?.

Hace poco mas de cien años la humanidad apenas despegaba del suelo en esperpénticos y frágiles aparatos, mientras hoy negociamos acuerdos internacionales en la nueva frontera que nos propone la estación espacial.

Podríamos mencionar en esta línea una interminable lista de las  nuevas “realidades”que la tecnología concretó lo que en su momento parecían meras fantasías o ideas aberrantes sobre la naturaleza de las cosas. Hologramas, fractales, atractores, microscopios de efecto túnel, tomógrafos, resonancia magnética, nanotecnología, etc, son solo algunos de los nuevos conceptos y dispositivos – “realidades” hoy al fin - que están a disposición cotidiana para mejorar la calidad de vida de nuestros contemporáneos.

Pero no es mi intención en este ensayo detenerme en la descripción de una contundente lista que muestra la evolución de la inteligencia humana, sí pretendo en cambio, de la mano del fabuloso escritor y apoyándome también en los hombros de los genios que lo inspiraron, exponer a la consideración del lector un argumento sencillo del mecanismo cuántico que la naturaleza emplea en la conformación de lo que definimos como “realidad”, para acceder con ayuda de dos metáforas (o mas bien una prototeoría y una metáfora o analogía de fácil comprensión): el “Todo” y el “Sintonizador”, a una nueva versión de la relación objeto-sujeto que permita entender mejor el mundo que nos rodea, fundamentar la posibilidad de las “realidades múltiples” y superar viejas antinómias del tipo: Idealismo vs. Materialismo, Dualismo vs. Monismo, etc, que han enfrentado el pensamiento racional durante más años de lo deseable.

Términos como: mecánica cuántica, decoherencia, antimateria, propiedades emergentes, teletransportación, etc, etc, nos intimidan injustificadamente con  su  complejidad, por falta de una explicación clara y sencilla que permita un acercamiento conceptual a los mismos, y a pesar que algunas de estas ideas revolucionarias están cerca de ser centenarias, la inmensa mayoría de la población no accede a sus increíbles implicancias y aun así  tampoco son muchos los intentos de hacer mas fáciles y comprensibles estos conceptos.

Quizás dos, entre tantas, de las mas increíbles conclusiones a las que nos permite acceder la Teoría Cuántica son, en primer término, la revolucionaria idea de que la “realidad”del mundo exterior – el medio ambiente que nos rodea - que sentimos, observamos o medimos en la vida cotidiana, no depende exclusivamente de ella misma, sino que se trata siempre y finalmente de interacciones directas o indirectas con nuestro cerebro – el sintonizador – y, en segunda instancia, que  a su vez estas interacciones puedan dar lugar a múltiples experiencias o versiones de la “realidad” cotidiana, conformando lo que se conoce como la teoría de los “universos paralelos” (mencionada por sus siglas en inglés, como MWI ó múltiple worlds interpretation).

Desde este nuevo enfoque o punto de vista que nos propone la Teoría Cuántica, la vieja y venerable pretensión humana de conocer la “esencia “ o el “ser “ de las cosas, o la cosa “en sí”, es simplemente una quimera,  ya que para que algo “sea”, “exista” o se incorpore  a nuestra “realidad”, es necesario que esa cosa o sus elementos constitutivos interactúen – se manifiesten – directa o indirectamente con nuestros sentidos; condición que no se cumple en ninguna de las expresiones mencionadas ya que éstas se refieren específica y enfáticamente a lo interior y propio de la cosa, constituyendo en todo caso una de las tantas trampas o paradojas que nos depara nuestra forma de expresión, o sea, digo que solo conocemos las interacciones directas o indirectas de las cosas con nuestro cerebro a través de los diferentes sentidos y funciones de nuestro organismo.

De allí las dificultades con que se enfrentaban, hasta ahora, quienes querían definir la naturaleza última de la “realidad” ya que cualquiera sea el método utilizado para detectarla, se trata siempre de interacciones que no solo dependen de los elementos locales que interactúan, sino también del contexto en que lo hacen y las particularidades del sistema de observación y juzgamiento del sujeto.

Dicho de otra forma: para que algo “exista”, es decir que haya un objeto o cosa, es necesario que haya una interacción con otro elemento o cosa que actuará como sujeto y/o viceversa, de no ser así estaremos en presencia de lo que definimos como:  la nada.

Es justamente la Teoría Cuántica con su principio de incertidumbre, su ecuación de probabilidades de ondas, el colapso de la función de onda, etc., etc, la estructura o herramienta intelectual que nos permite especular con la posibilidad de que existan diferentes “realidades” en la naturaleza – el todo – que se manifiestan solo según las características de las interacciones entre el objeto del medio ambiente exterior y el sujeto (en este caso, nuestro cerebro o sintonizador) y eso por solo hablar de los niveles recientemente conocidos de  interacciones.

Resumiendo, la intención es poner al alcance de quién tenga inquietudes sobre su rol en esta aventura abierta que nos propone la vida, una explicación mas de la función que cumple el cerebro, en particular el cerebro humano y que creo es semejante a la de un sintonizador, empleando esta didáctica metáfora con argumentos que apelan a elementos conocidos por todos, coherentes y compatibles también con los pensamientos que el genial escritor nos brindara desde el deleite intelectual de su prosa y poesía, en concordancia documentada con los últimos avances del conocimiento humano.

Sin despreciar otras explicaciones, pienso que el funcionamiento del cerebro humano puede asemejarse - solo a modo de parábola o metáfora explicativa -  al funcionamiento de un sintonizador de radio o de TV, con la diferencia de que en lugar de producir sonidos o imágenes, en este caso se producen ideas, abstracciones, conciencia, conocimientos y  consciencia. Empleando entonces esta semejanza en forma similar a como el término metafórico “Big-Bang” pudo expresar con tanto éxito (aunque solo sea una ligera aproximación ) la explosión primigenia de nuestro universo.

La idea o metáfora de pensar el cerebro como una máquina no es nueva ya que es empleada conciente o inconscientemente por la inmensa mayoría de los científicos que trabajan en las neurociencias y la medicina en general, lo que sí puede tener cierto sentido de novedad es la idea de asimilar el funcionamiento de un cerebro a  la función de un sintonizador  y solo he encontrado una sola referencia similar a esta figura o metáfora, en el caso del ya centenario y conocido químico suizo, el Dr Albert Hofmann, inventor del injustamente maltratado ácido lisérgico (LSD), que en su libro: ”Mundo interior, mundo exterior”, páginas 33 a 44 (Humanics New Age; 1989, )  nos habla del cerebro, actuando como un sintonizador de la realidad, que produce conciencia y consciencia.

Parafraseando el léxico jurídico, podríamos decir que trataré de usar en la defensa de esta metáfora y en la justificación de cada concepto empleado, aquellos argumentos o explicaciones que constituyen: las “evidencias fácticas”, “pruebas” o “indicios” mas consensuados entre los investigadores científicos actuales y con la no menos importante consideración o aclaración que todo este conjunto de opiniones son coincidentes en que nuestros conocimientos científicos de hoy día están lejos de constituir una certeza en términos absolutos y seguramente serán modificados, ampliados y quizá mejorados en los tiempos por venir.

Memes, ideas y conceptos acendrados como el tiempo y el espacio, tan íntimos y naturales a nuestros pensamientos y experiencia diaria, han sufrido tanto el embate de nuevos razonamientos y teorías, que poco queda  ya de la certeza del sentido común primario, fruto de la dimensionalidad (macrocotidianidad) en que pasamos normalmente nuestra existencia  y a la cual nos encontramos acostumbrados, aunque no resignados.

Encontramos así que explicaciones relativamente recientes sobre la estructura del átomo como algo similar a un pequeño sistema planetario en miniatura según nos enseñaban pocas décadas atrás, o sobre los orígenes y destino de nuestro universo, como el “Big Bang” y el Big Crunch”, están siendo cuestionadas dramáticamente, planteando insospechadas consecuencias.

Creo firmemente y así lo expongo en el ensayo, que muy difícilmente la ciencia nos dé todas las respuestas sobre la naturaleza de las cosas, la “realidad” y nuestra relación con ella, pero tengo la esperanza que la evolución nos lleve por ese camino.

En este apretado resumen del libro “Borges, teoría cuantica y universos paralelos” pretendo resaltar los fundamentos argumentales tanto de la prototeoría del “Todo”, como la metáfora del “sintonizador”, empleando la menor fraseología y formulación técnica posible, a fin de lograr el objetivo mayor de acercar los contraintuitivos y casi escandalosos conceptos relativistas y cuánticos a la población instruida en general aún sin una formación fisico/matemática en particular.

 

 

Capítulo 1

 

El  TODO  y  EL SINTONIZADOR

(Un relato de nosotros y la “realidad”)

Latidos de eternidad

En cosmología - la ciencia o conjunto de ciencias que estudia las leyes generales que rigen el mundo físico del  universo considerado como una unidad -, cuando los científicos se refieren al origen del mismo empleando la ilustrativa y conocida metáfora del "Big Bang" en lo que hoy se acepta como "Modelo Estándar" explicativo de la realidad y su estructura, se suele emplear con frecuencia un argumento que suena algo así como:  ".....Retrocediendo en el tiempo más allá  de esa singularidad, cuando y donde no había tiempo ni espacio alguno. De esa nada surgió el espacio tiempo, y con el espacio tiempo vinieron las cosas...". , etc, etc.

La mayoría de las explicaciones al uso nos sugieren que nada había antes del Big Bang o "Gran explosión", ni tiempo ni espacio, que estas dimensiones se crean en ese momento inicial a partir de la nada; así nos lo explica entre otros, Peter W. Atkins, conocido profesor de químicafísica en la universidad de Oxford, miembro de la junta de gobierno del Lincoln College y autor del best-seller: "La Creación", que en el capítulo 5 (página 117, Biblioteca Científica Salvat, Ed. Salvat Editores S. A.) nos dice:

".....Retrocedamos ahora en el tiempo más allá  del momento de  la creación, a cuando y donde no había tiempo ni espacio alguno. De esa nada surgió el espacio tiempo, y con el espacio tiempo vinieron las cosas.

Andando el tiempo apareció también el conocimiento; y el universo, que en un principio no existía, se hizo consciente.

Ahora bien, en el tiempo anterior al tiempo no hay sino extrema simplicidad.

En realidad no hay nada; pero, para comprender la naturaleza de esa nada, la mente necesita alguna clase de apoyatura. Esto quiere decir que hemos de pensar al menos por el momento, sobre algo. Así pues, no más que por el momento, pensaremos en casi nada.

Intentaremos pensar no en el espacio-tiempo en si mismo, sino en el espacio-tiempo antes de ser  espacio-tiempo. Aunque  no puedo precisar con exactitud lo que esto significa, trataré de indicar como se puede empezar a encararlo. El punto importante a tener en cuenta es que es posible concebir un espacio-tiempo carente de estructura, y que es posible, tras alguna reflexión, formarse una imagen mental de ese estado geométricamente amorfo.

Imaginemos que las entidades que están a punto de estructurarse en el espacio-tiempo y, mas tarde, en elementos  y elefantes, son como un polvo sin estructura. Ahora bien en el tiempo de que hablamos no hay espacio-tiempo alguno, sino tan solo polvo del que se ha de formar el espacio-tiempo. La ausencia de espacio-tiempo, la ausencia de geometría, solo significa que no se puede decir que tal punto está cerca o lejos de tal otro; ni se puede decir que esto precede o sigue a eso. En esas circunstancias se da un estado amorfo absoluto. Mas tarde tendremos que barrer hasta el polvo; pero ésta, como todas las simplificidades , se cuidará de si misma...."

              Otros importantes pensadores al igual que Atkins, arrancan el comienzo del universo conocido, a partir de un fenómeno singular que vulgarmente se conoce como "Big- Bang", previo al cual no se reconoce la existencia del tiempo ó el espacio, como si todo empezara de cero en ese supuesto inicio de toda historia.

Desde mi punto de vista, el evento conocido como “Big Bang” es solo – nada mas y nada menos - aquel punto ó singularidad temporespacial hasta el cual podemos extrapolar con cierta racionalidad hacia el pasado, (en realidad hasta el instante de 10 a la menos 43 segundos, aproximadamente 10 septillonésima parte de un segundo, tiempo de Plank) posterior a ese inicio, la aplicación de nuestros conocimientos actuales sobre las leyes naturales, el comportamiento y los movimientos de materia y energía observados en el cosmos, en particular  frente a la expansión de los astros confirmada por el astrónomo Hubble en 1929 y el coherente proceso evolutivo registrado en todas las diferentes  manifestaciones del universo, desde el magma o plasma primigenio pasando por átomos y moléculas, hasta los monos, las pulgas, el hombre y las galaxias.

Hoy por hoy se supone un relativo, precario y casi seguramente transitorio consenso entre los científicos, respecto a que el “Big Bang” es la situación o momento límite o singularidad temporespacial, previo a la cual nada se puede aseverar a ciencia cierta, ni sobre el tiempo ni sobre el espacio, lo que es algo muy diferente a tener que aceptar que antes del “Big Bang” nada existía o que nuestro universo surgió de la nada, como un milagro inesperado.

Al modo en que en su momento se pensaba que las supernovas o los agujeros negros eran acontecimientos o fenómenos extraños en el cosmos  y hasta se dudaba de su existencia,  hoy se sabe que se trata de sucesos que ocurren en infinidad de lugares en la inmensidad de todo el universo y también hay especulaciones científicas que nos hablan de numerosos “Bigs Bangs” de todos los tamaños, que suceden casi cotidianamente en la relativa infinitud del espacio, tal cual lo afirman Sean Carroll, profesor asistente de física en la Universidad de Chicago, junto a la estudiante graduada de la misma universidad Jennifer Chen (1), generando nuevos y particulares universos a partir de las crisis gravitacionales en las entrañas de los temibles agujeros negros a través – quizás - de tan insondables como desconocidos, por el momento, agujeros de gusano.

También y desde diferentes disciplinas otros autores coinciden con estos flamantes criterios, así en su libro: “El Infinito en la palma de la mano”, Matthieu Ricard, monje budista de origen francés con formación científica en biología y Trinh Xuan Thuan, astrofísico de origen vietnamita (Editorial Urano; 2001; pag.37), nos dicen:

“La noción de comienzo es, sin duda, una preocupación esencial de todas las religiones y de la ciencia. La teoría del Big Bang, según la cual el universo fue creado hace aproximadamente quince mil millones de años, simultáneamente con el tiempo y el espacio, es la que mejor explica el universo observado. El budismo aborda este problema de una manera muy diferente. Se pregunta, en efecto, si es realmente necesario que exista un comienzo y se interroga sobre la realidad de lo que de esta manera habría cobrado existencia.

El Big Bang de la física, ¿es una explosión primordial  o el comienzo de un determinado ciclo en una sucesión sin principio ni final de un número incalculable de universos?

¿Nos permiten nuestros conceptos habituales entender la noción de origen, o de ausencia de origen?

 ¿Acaso esta noción no refleja nuestra tendencia a cosificar los fenómenos, es decir, a considerarlos cosas dotadas de realidad intrínseca”...

               Siguiendo el orden de estos razonamientos o dudas y coherentemente con lo expuesto anteriormente, creo que se puede definir “la nada” como la carencia o ausencia absoluta de elementos que puedan interactuar directa o indirectamente con elementos sensibles de nuestro intelecto (nuestro cerebro, el sintonizador), en una determinada y acotada región tanto del espacio como del tiempo.

Por supuesto se trata siempre de algo transitorio y  preñado de potencialidades.

Entonces y mas allá de una posible interpretación religiosa, cuando hablamos de la nada como posible situación previa al “Big Bang” evidentemente estamos en presencia de una simple declaración de ignorancia o de un error, una explicación equivocada y habrá que pensar en una nueva concepción de lo que es la nada tal como propongo mas arriba, ya que por definición, la “nada” nada contiene, ni tiempo ni espacio ni siquiera polvo de ninguna clase.

Aún las fluctuaciones cuánticas requieren que algo fluctúe, sean partículas reales o virtuales, mas allá de cualquier juego de palabras.

Racionalmente y solo para usar lo que algunos consideramos el mejor método que tenemos los seres humanos para interpretar  las cosas de la “realidad” mediante argumentos fundamentados en la razón lógica y corroborados por los datos empíricos de la experiencia, parece haber únicamente tres estados o situaciones posibles, antes o previas al momento del hipotético origen de este, nuestro conocido universo o particular “Big Bang”:

- La estéril y contradictoria nada sobre la que ya hemos dado suficientes argumentos lógicos para descartar como generadora de “realidad” alguna.

- Que exista solamente algo, lo que parece incompleto y no encuentro un argumento lógico que lo sustente, a menos de aceptar la validez de una metáfora como el “sintonizador”, que se describe mas adelante.

-  Finalmente  nos queda la alternativa del “Todo”, tanto lo que  podamos  como lo que no podamos imaginar hoy en día, que no parece tener contradicciones lógicas y también encuentra justificación en el marco de la metáfora del “sintonizador” que la acompaña y complementa desde la perspectiva de la conciencia humana o consciencia.

Por mi parte y ajustándome a la coherencia explicativa que pretendo sostener, encuentro mas lógico, factible, sencillo, razonable y útil, creer o pensar que nuestro universo nació, emergió, como parte o algo (¿ un ciclo?) de un Todo – original, previo y permanente, constituido por la totalidad de los elementos básicos o elementales de la naturaleza - que por el momento se encuentra, en su mayor parte, "mas allá" de nuestra sensibilidad y posibilidad de comprensión actual, pero no de un cierto grado de argumentación fundamentada.

De las particulares, nuevas (aunque no necesariamente únicas o inéditas) y diferentes relaciones - interacciones - entre algunos componentes de ese “Todo” permanente, nacieron y nacen, emergieron y emergen -, en cada singularidad espaciotemporal conocida como "Big Bang", distintos elementos con diferentes características que evolucionaron, y evolucionan en organismos de complejidad creciente que aprecian el tiempo y el espacio, por caso: nosotros en éste nuestro universo.

¿A que me refiero?, ¿de que está constituido ese “Todo”?, ¿por qué digo que la “realidad” que percibimos es solo una parte de ese “Todo” permanente?, trataré de explicarme :

 

 

 

 

 

Capítulo  2

Desarrollo de la teoría del “Todo” y la metáfora del “Sintonizador”

 

En primer lugar y luego de superar la básica duda cartesiana y el éxtasis que, en algunos de nosotros produce el saber y comprobar que existe “algo” en lugar de “nada”, entiendo que aún con las restricciones y limitaciones que impone el lenguaje, se debe intentar definir ciertos elementos que permitan encarar coherentemente y en consonancia con los datos que nos proporciona la experiencia fáctica, una respuesta a  preguntas tales como:

¿Qué es lo que “existe”? ¿De que está compuesta la “realidad”?

Seguramente que la mayoría coincidiremos en que decir que la realidad es lo que es o que las cosas son lo que son, es una soberana tautología que no ayuda en absoluto en la tarea de comprender la naturaleza.(definiendo a esta como todo lo que nos rodea, inclusive nosotros mismos y las mutuas relaciones, según las experiencias que nos propone la vida).

Probablemente también la  inmensa mayoría coincidirá en que cada cosa, elemento o individuo tiene una naturaleza propia, singular, única y definida, es decir Perón era J.D.Perón el presidente argentino de los primeros años de la década de los cincuenta del siglo pasado, Julio César fue  el emperador romano en los años 50 aC , J. F. Kennedy fue el presidente norteamericano asesinado en Dallas, Texas, un día de noviembre de 1963, Adolf Hitler fue el dictador alemán que desató la segunda guerra mundial, la mona Chita era la mona del Tarzan de Edgard Rice Bourroghs, Rin Tin Tin fue el perro generoso y justiciero que todos recordamos de la serie de TV, como así también cada uno de los numerosos homónimos o no de estos personajes y cada átomo, cosa, partícula o individuo del universo conocido, tuvo, tiene o tendrá  su propia, única y particular identidad o entidad en el tiempo y en el espacio.

Bien,... según la Teoría Cuántica todo esto puede no ser enteramente cierto (o al menos constituir una sola y parcial versión de la naturaleza infinita de las cosas); veamos:

Según el principio de complementaridad (Bohr, Heissemberg), también conocido como la paradoja de la dualidad onda/partícula, los elementos subatómicos constitutivos de toda la “realidad” o materia/energía conocida, pueden ser o comportarse: ora como una partícula, ora como una onda y como si esta barbaridad fuera poco, según el principio de incertidumbre (Heissemberg), estos engendros multifacéticos pueden encontrarse en cualquier punto del espacio-tiempo, sin poder establecerse simultáneamente, su preciso estado de posición y movimiento.

Aceptando la validez de estos principios (y parece que la ciencia lo hace), considerando que cada elemento de la “realidad” es en última instancia el resultado de una interacción objeto/sujeto y viceversa, tenemos inexorablemente que admitir que dicho elemento considerado puntual en el espaciotiempo tradicional, admite ahora, (a la luz de los mencionados principios cuánticos) también complementariamente una interpretación  múltiple, al tomar la partícula como una onda y será en esa consideración una multiinteracción.

Si a esta altura del razonamiento Ud. comienza a desconfiar del mismo, no se sienta mal ni crea que es el único escéptico; el propio Albert Einstein, siempre rechazó estos supuestos (“Dios no juega a los dados”, decía ) y hasta el día de su muerte intentó refutarlos.... infructuosamente.

 La Teoría Cuántica es la mas exitosa y abarcativa de todos los razonamientos de la ciencia física y en y por ella se postula que es posible que no exista una sola “realidad”; pueden existir potencialmente infinitas “realidades” e identidades, tantas como elementos – ora objetos/sujetos, ora sujetos/objetos- que interaccionan.

Borges expresa poéticamente estas dudas sobre la entidad e identidad de las cosas, el imposible retorno del tiempo y su relación con la múltiple consciencia de ser, lamentandose en el ensayo: "Nueva refutación del tiempo", escrito en 1946 e incluido en Otras inquisiciones (1952):

“And yet, and yet... Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos.

Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg

y del infierno de la mitología tibetana) no es espantoso

por irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro.

El tiempo es la sustancia de que estoy hecho.

El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río;

es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre;

es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.

El mundo, desgraciadamente, es real;

yo, desgraciadamente, soy Borges”

 

También en “El jardín de los senderos que bifurcan”, Borges , a través de sus personajes, nos habla de sus sospechas sobre la potencial multiplicidad de la “realidad”:

“....En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts´ui Pên, opta –simultáneamente- por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan. De ahí las contradicciones en la novela. Fang, digamos, tiene un secreto; un desconocido llama a su puerta; Fang resuelve matarlo. Naturalmente, hay varios desenlaces posibles: Fang puede matar al intruso, el intruso puede matar a Fang, ambos pueden salvarse, ambos pueden morir, etcétera. En la obra de Ts´ui Pên, todos los desenlaces ocurren...”.

 Mas pronto que tarde debo explicitar que en mi opinión, se puede argumentar la existencia de una naturaleza básica, permanente, compuesta por algo así como una clase de elemento/onda indeferenciado o dimensión primordial, tal el caso del “oscilador o resonador unidimensional” del que hablan las últimas especulaciones fisicomatemáticas (ver entre otras         página o sitio de Internet www.geocities.com/macpetrol/Ondas_y_ Partículas.html del Ing. M. Crotti , o quizás las membranas de la trabajosa pero potencialmente prolífica “Teoría M”, según Edward Witten, ganador de la medalla Fields en 1990 – equivalente al premio Nobel en matemáticas –y otros reconocidos pensadores, que no suelen perder su tiempo a tontas y a locas), del cual o con el cual, por distintos tipos de interacciones entre sí, emergen fenómenos, elementos o dimensiones diferentes, que al evolucionar – nuevas interacciones a cada nivel – dan lugar a su vez a la aparición (estuve tentado de agregar aquí la palabra “final”, pero me parece  exageradamente antrópico) de novedosas características, entre las cuales están aquellos individuos,- por ejemplo nosotros -, que tienen entre otras, propiedades autoconscientes.

A esa naturaleza básica, permanente, omnipotencial, quizás unidimensional y continua, donde no existe propiamente una flecha del tiempo, la llamo el “Todo; en palabras del celebrado físico americano Richard Phillip Feynman  (USA  1918- 1988 )( Nobel de física 1965) : “the  sum  of  all  the  stories”.

Sabemos por propia experiencia que existe al menos un universo- el nuestro - formado en la singularidad que conocemos como “Big-Bang” y que evolucionó, entre otras emergencias, hasta uno de esos tipos de fenómenos con conciencia, consciencia y conocimiento de una parte del “Todo”, que identificamos como ser humano, homo Sapiens Sapiens, hombre, en fin, nosotros, los “sintonizadores” del “Todo”, que conformamos algo que definimos como la “realidad”.

La “realidad” que conocemos, que percibimos y aceptamos como tal, la “realidad” del universo físico, es experimentada y reconocida por nosotros a través de varios conductos: vemos algo con nuestros ojos, oímos algo con nuestros oídos, olemos algo con nuestra nariz, tocamos algo con nuestras manos o el roce de nuestra piel, y luego que estas diferentes señales o interacciones con el mundo exterior son procesadas en alguna parte y forma por nuestro cerebro, decidimos que hay, conocemos, sentimos, o sabemos “algo”, en síntesis, conformamos una “realidad”.

No hay evidencia científica alguna sobre ninguna otra clase de interacción de nuestro cerebro con el mundo que nos rodea; hablando seriamente no se ha demostrado, a pesar de lo mucho que se ha buscado, la existencia de ninguna forma de comunicación extrasensorial, telepatía, o esoterismos similares, que en caso de existir también se tratarían de interacciones.

Es decir, científicamente hablando, son solamente nuestros sentidos los que interaccionan con algunos elementos del mundo exterior o medio ambiente que nos rodea, generando determinadas señales que transmiten a nuestro cerebro; pero de la única forma que conocemos y somos conscientes de ese “algo” u objeto externo es a través del posterior procesamiento neural (o mental, si Ud. prefiere) de esas señales en el interior de nuestro cerebro/sintonizador.

Conviene  reiterar y resaltar que si bien nuestros sentidos reciben desde el mundo exterior diferentes tipos de señales: ondas de luz en nuestros ojos, ondas de sonido o vibraciones del aire en nuestros oídos, vapores, gases o suspensiones aéreas en nuestra nariz, soluciones líquidas en nuestra boca y lengua o contactos de nuestra piel con diferentes cuerpos y superficies, etc, etc, ninguna parte, “partícula” u onda de esos cuerpos, substancias, objetos, o cosas externas, llega directamente a nuestro cerebro para su interpretación, solo se trata de interacciones.

                Así el sonido, los olores, los sabores, los colores, etc, etc, tal y como los percibimos, no existen en el mundo exterior a nosotros, son percepciones y sensaciones que se concretan y reconocemos como tales en nuestro interior, en nuestra conciencia y consciencia, al interactuar las ondas/ partículas (ondas de presión de aire, radiaciones de materia y/o energia, distintos átomos y moléculas, etc, etc) de ese mundo o medio ambiente exterior, con los correspondientes terminales nerviosas de nuestros sentidos. Como lo expresa mas espiritualmente pero con el mismo razonamiento, el ya mencionado y conocido químico suizo de  Laboratorios Sandoz, Dr Albert Hoffman (descubridor casi accidental del LSD y explorador de lo que hoy se conoce como “estados alterados de conciencia”): “......Siempre tenemos un impulso exterior, quizás químico si comemos algo, y esta química en mi interior produce un impulso que llega hasta el cerebro y mi mente dice: "dulce, dulce...". Así, toda esta conexión entre el mundo material y el espiritual sucede en nuestro cerebro, en los centros del cerebro. Hasta ahí podemos reseguir las ondas energéticas que vienen del exterior... pero ahí empieza el mundo espiritual porque, por ejemplo, el sonido no existe en el exterior, allí sólo existen vibraciones de aire, el sonido tal y como lo percibimos es espiritual, lo mismo con los sabores y las imágenes...”

                 Las terminales nerviosas de nuestros sentidos son las encargadas de captar (al modo que lo haría la antena de un sintonizador) y transmitir (al modo que lo harían los conductores de un sintonizador) las señales codificadas con la correspondiente información desde el objeto (el algo o parte del “todo” exterior), hasta diferentes zonas del cerebro, en forma de procesos electrobioquímicos, llamados impulsos nerviosos (sinapsis, potenciales químicos, electroquímicos, neurotransmisores, etc), procesos bastante bien conocidos, basados esencialmente en interacciones electromagnéticas de alguna manera parecidos o similares a las corrientes eléctricas en los conductos de los sintonizadores, para finalmente en una tercer etapa, ser procesadas en el interior del cerebro donde dichas señales se transforman en conciencia, conocimiento, consciencia y eventualmente distintas acciones como manifestación eferente, en modo equivalente, aunque mucho mas complejo, en que las ondas electromagnéticas e invisibles del “eter” se transforman en determinadas y precisas ondas de presión de aire (sonidos de radio) u otro tipo de radiación lumínica codificada y visible (imágenes de TV) en los diferentes tipos de  sintonizadores.

Nada del mundo exterior a nosotros, ni ondas ni partículas, entra o es procesado o interacciona en forma directa con nuestra mente o cerebro, solo se trata de la transmisión y procesamiento de codificadas señales electrobioquímicas específicas y bastante bien conocidas, producto de las interacciones de nuestro sistema sensorial (el sintonizador) con el mundo ó medio ambiente exterior (el algo o parte del Todo), ...de nuevo, solo interacciones.

A tal punto ha llegado el conocimiento de las dos primeras etapas de este proceso, que ya la cibernética nos subyuga con sus posibilidades de “realidad virtual”, que poco o nada tiene que ver con objetos concretos del medio ambiente exterior, sino que son simplemente señales artificiales que imitan y reemplazan al proceso natural en dichas etapas. También en algunos centros médicos, son operaciones cotidianas los implantes cocleares donde un mazo de electrodos son conectados directamente al cerebro para remedar la audición del individuo afectado por cierto tipo de sordera y similares esfuerzos se están realizando para lograr la visión artificial o, en el sentido eferente, lograr mover objetos con el pensamiento a través de. circuitos eléctricos conectados directamente o vía inalámbrica entre el cerebro y algún tipo de robot, una vez codificadas las señales motoras desde el cerebro del individuo.

 

 

 

Para leer íntegramente el resumen final de las partes 1ª y 2ª del libro: Borges, teoría cuántica y universos paralelos

© Óscar Antonio di Marco.

Oscar Antonio Di Marco es Ingeniero químico, Profesor Titular de la Universidad Técnica Nacional de Argentina y Director de cursos de postgrado de Ingeniería en la citada Universidad. Autor del libro: Borges, teoría cuántica y universos paralelos.

 

Borges, teoría cuántica y universos paralelos.

Óscar Antonio di Marco

Editorial: Ediciones Escritores Argentinos de Hoy.

Mayo de 2006

ISBN: 987-1295-07-3

 

© Revista Lindaraja, octubre 2006

LINDARAJA. Revista de estudios interdisciplinares y transdisciplinares. Foro universitario de Realidad y ficción.

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Revista Lindaraja. ISSN: 1698 - 2169

Nº 6, otoño de 2006

 

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Borges anticipó muchos conceptos científicos del siglo XX

Estudiando sus cuentos y los últimos descubrimientos es posible formular una teoría integradora del conocimiento

 

Borges se anticipó al esbozar una serie de conceptos sobre la naturaleza de la realidad, del tiempo y el espacio que mucho después se convirtieron en paradigmas científicos. Han pasado los años y el pensamiento se ha complejizado con nuevos conceptos, llegándose a pensar que lo único permanente es el cambio. Pero es posible que estemos en los inicios de una nueva teoría integradora del conocimiento impensable en el momento en que el poeta escribía sus cuentos. Por Oscar Antonio Di Marco.

 

 

Mas de medio siglo atrás, J. L. Borges nos maravillaba desde sus fantásticos cuentos: “Ficciones”, “El Aleph”, “Otras Inquisiciones”, etc, con increíbles personajes que jugaban extraños roles en enigmáticos e inciertos mundos.

Pocos imaginaban entonces que sus ideas, conceptos y otros memes de su frondosa imaginación, coincidirían décadas después con verdaderas revoluciones científicas en la concepción de nuestra “realidad”. ¿Coincidencia? ¿Pura casualidad?

Borges hablaba sobre la “realidad” como una ilusión (Ilya Prigogine): “...el visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma”, de los laberintos de la no-linealidad, del caos y la complejidad (Douglas R. Hofstadter): “...Pensé en un laberinto de laberintos, en un sinuoso laberinto creciente que abarcara el pasado y el porvenir y que implicara de algún modo los astros. Absorto en esas ilusorias imágenes, olvidé mi destino de perseguido. Me sentí, por un tiempo indeterminado, percibidor abstracto del mundo”.

También se refería a los universos paralelos (Hugh Everett): “En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts´ui Pên, opta –simultáneamente- por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan. De ahí las contradicciones en la novela. Fang, digamos, tiene un secreto; un desconocido llama a su puerta; Fang resuelve matarlo. Naturalmente, hay varios desenlaces posibles: Fang puede matar al intruso, el intruso puede matar a Fang, ambos pueden salvarse, ambos pueden morir, etcétera. En la obra de Ts´ui Pên, todos los desenlaces ocurren".

Borges confirmado

Las últimas experiencias con partículas elementales, así como en general la física cuántica y los avances en neurobiología, parecen apoyar lo que escribía Borges en 1941 e incluso desde una óptica diferente, algunos años antes, el obispo George Berkeley (1685-1753), que decía: “ser es percibir”, invirtiendo la tradicional relación entre objeto y sujeto, conciencia y “realidad”, e indicando la potencial existencia de un puente entre lo continuo y lo discreto, como así también, a veces, entre la fantasía y la ciencia.

Los conceptos borgianos de universos múltiples, tiempos convergentes, el universo como ilusión, son coincidentes con ideas muy modernas que hoy propagan científicos como Stephen Hawking, Ilya Prigoyine , Paul Davies, David Deutsch, Martín Rees, con interpretaciones muy osadas de teorías como la Relatividad, la Física Cuántica y otras no menos sorprendentes.

Por otra parte, desde Borges hasta hoy ha aparecido una constelación inquietante de nuevos conceptos e interpretaciones científicas (Big-Bang , Agujeros Negros , Antimateria, El Caos y la complejidad , los fractales , los hologramas etc.), por lo general en colisión con el tradicional sentido común, las creencias religiosas y la interpretación de lo que entendemos por conciencia de la realidad.

También el tiempo ha salido de sus marcos habituales en la nueva concepción científica y consecuentemente nuestra existencia, con sus conceptos de pasado, presente y futuro, ha resultado afectada: ¿por qué lo efímero e intangible del ahora?

Mundo sin tiempo

Ya poco queda del hipotético tiempo absoluto en el que basaba Newton su mecánica tradicional. Las teorías relativistas han convertido en un hecho la variabilidad del tiempo según el estado de movimiento de objetos y sujetos.

Detrás de todo ello se esconde una más que revolucionaria concepción o interpretación de las teorías relativista y cuántica que son motivo de intenso debate intelectual en nuestros días, más de medio siglo después que la prosa del genial escritor nos deleitara con su fantasía.

En los últimos años, siguiendo las pautas evolucionistas de siempre, han aparecido asimismo nuevas respuestas tentativas a viejas preguntas y dilemas filosóficos tales como: la dualidad mente – cerebro, ¿ por qué este universo?, espacio continuo o discreto, ¿juega Dios a los dados?, tiempos relativos, ¿azar o necesidad?

Si hay algo sobre lo que hoy existen pocas discrepancias, es que el conocimiento de la realidad evoluciona en cualquier dirección inesperada, con ciertas características que se dan en los procesos caóticos y complejos, y salvo las ideas de algunos visionarios, tipo Julio Verne ó J. L. Borges, vemos que lo que hoy sabemos ó nuestras ideas sobre lo que nos rodea, cambian cada vez más rápidamente, llegándose a la paradoja de pensar que lo único permanente es el cambio.

Nueva concepción totalizadora

Recientes atisbos al mundo del caos y la complejidad, producto de investigaciones teóricas sobre las regularidades – ó irregularidades - de la naturaleza, desde los latidos de nuestro corazón a los cambios meteorológicos, confirmadas fehacientemente por coherentes aplicaciones prácticas como la producción de sensibles elementos metalúrgicos, destrozaron el viejo, eterno e invariante paradigma de relojería que comandaba el universo, y parecen indicarnos que es intrínsicamente acientífico pretender hacer predicciones absolutamente seguras sobre nuestro futuro por simple extrapolación de nuestros actuales conocimientos.

A pesar de todo, creo que puede obtenerse, por un lado, una explicación de la premonición borgeana sobre los universos paralelos, hologramas y otras especulaciones científicas, impensables en el momento en que el poeta escribía estos cuentos.

En ese sentido, pienso que es posible, e incluso esbozo, una concepción totalizadora de la estructura de la realidad que llamo el "todo", como explicación de lo que subyace más allá de la naturaleza actualmente conocida y que abre el infinito a la posibilidad creadora de la evolución.

Por último, he elaborado una metáfora ó analogía útil de ese fenómeno tan difícil de captar como es la conciencia humana y que denomino: "metáfora del sintonizador".

Conciencia emergente

En el modelo que he construido a partir del estudio de la obra de Borges y de los últimos conocimientos científicos, la conciencia la entiendo como un concepto emergente, derivado de la interacción (relaciones ó decoherencia) que se establece entre los componentes cuánticos elementales ó terminales nerviosos de nuestro organismo (el sintonizador) con los componentes cuánticos externos a él (el todo).

Esta interacción genera una cadena de sucesos (relaciones) en el sistema nervioso, que finalmente llegan al cerebro, donde por diferentes caminos y mecanismos – no aún plenamente dilucidados, aunque se especula sobre procesos en serie, en paralelo y también de tipo holográfico - producen lo que conocemos como actividad mental, conocimiento y conciencia.

En consecuencia, entiendo que todos los elementos de nuestra realidad, al igual que todos nuestros antepasados – todo nuestro pasado –, también todos nuestros descendientes – todo nuestro futuro –, existen, son, están, como diferentes e individuales trayectorias de interacciones entre las partículas elementales del TODO, y que sólo se concretan para cada uno de nosotros en cada instante de nuestro presente, en ese fenómeno de interacción ó interferencia cuántica que llamamos conciencia, constituyendo el ahora.

Oscar Antonio Di Marco es Ingeniero químico, Profesor Titular de la Universidad Técnica Nacional de Argentina y Director de cursos de postgrado de Ingeniería en la citada Universidad. Autor del libro "Borges, teoría cuántica y universos paralelos" (en prensa).

 

29 Febrero 2004

Oscar Antonio Di Marco


Fuente

http://www.tendencias21.net

 

 

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