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PENSAR LA VIDA. FORO de Filosofía 

                          

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Respuestas

 

 

1. Para comentar: § 40 de la Crítica del Juicio

 

 
   
1.De lo real y la realidad. De la subjetividad. Mercedes Laguna.

 

 

1.2. La cuestión de la realidad fuera de mí.

 Creencia y realidad en el Fichte de Jena. Jacinto Rivera de Rosales

 

2. Pragmática y metáfora. Mercedes Laguna

Texto de Eduardo de Bustos. Pragmática y metáfora

 

2.1. Respuesta de Emilia. Poesía y metáfora.

 

 

3. Verbum interius. Sobre el lenguaje y la luz de la razón.

Mercedes Laguna

Texto de Agustín de Hipona: El maestro. Sobre el lenguaje.

 

 
1.3. La realidad. Emilia Ruiz.  
   
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Mercedes Laguna, desde Baza:

 

Verbum interius. Sobre el lenguaje y la luz de la razón

Estimados amigos:

 

            Os voy a invitar a leer un texto escrito en el siglo IV, en unas coordenadas, espaciales, temporales, y culturales muy distintas a las nuestras. Sin embargo, en mi opinión, puede ser de plena actualidad, si dejamos que nos hable, si lo interpretamos con unos códigos adecuados.

            Es una buena oportunidad para hablar del verbum interius, por un lado, y de lo que puede significar ese “maestro interior” del que habla San Agustín; él lo identifica con Cristo, pero nosotros podemos “traducirlo”, si es que se puede, como un tipo de luz de una determinada razón.

            Ánimo, a ver quién piensa y nos dice algo.

 

Texto de Agustín de Hipona: El maestro. Sobre el lenguaje

 

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Mercedes Laguna, desde Baza:

 

DE LA SUBJETIVIDAD

 

 Respecto a la subjetividad, yo quisiera, como he hecho otras veces en este foro, subrayar la diferencia entre subjetividad empírica y subjetividad transcendental.

La conciencia transcendental es llamada por Kant apercepción transcendental (“la luz que ilumina”). Consiste en la capacidad que tenemos de captar, de entender; es nuestra autoconciencia originaria: “la acción mediante la cual el sujeto refiere a sí mismo lo que piensa para saber lo que piensa (aunque sea erróneo lo que este pensando)”.

            Es decir, se refiere al hecho de darnos cuenta que sentimos, que pensamos, que interpretamos y re–creamos en cierta manera la realidad (a pesar de que ésta nos venga dada) y de que este acercamiento  a los objetos, a las cosas, a las situaciones, a las personas, es la única manera que tenemos de acercarnos a lo que existe [ también a lo que ha existido o existirá, aquí o allí o en un lugar sin lugar como el caso de la utopía o de la ficción].

           Esta subjetividad se ha de entender no desde la psicología, sino desde una ontología, que es, a su vez, una teoría del conocimiento: somos sujetos que interpretan el mundo desde sí.

Pero la conciencia empírica y sensible no agota al sujeto, “sería la punta del iceberg que sobresale constituyendo la conciencia natural o cotidiana, la que está afanándose por las cosas, pero no su acción más básica”1.

 

        Un saludo

            Mercedes Laguna

 

(1) Rivera de Rosales: “La relevancia ontológica del sentimiento en Fichte”.

 

 

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Mercedes Laguna, desde Baza:

La cuestión de la realidad fuera de mí

 

            ¿Cómo determino la realidad? ¿Cómo me doy cuenta de lo que se me da de forma sensible?

            En primer lugar está la cuestión de la conciencia y de la subjetividad. La dicotomía entre lo subjetivo y lo objetivo, normalmente, en el ámbito no filosófico se inclina a favor de lo objetivo, ya que en lo “objetivo” no valoramos lo universal, no tenemos en cuenta el punto de vista de los otros, en definitiva, caemos en la trampa de las redes urdidas por nuestros deseos e imaginaciones. En este sentido, lo “subjetivo”, pensamos, posee mucho menos valor que lo objetivo.

            Sin embargo, hay otra “subjetividad” que si tiene en cuenta lo universal y la perspectiva de los otros: es la subjetividad (que es también, al mismo tiempo, intersubjetividad) transcendetal. Es decir, aquella que, según las enseñanzas de Kant, nos permite comprobar que nuestro conocimiento del mundo no puede escapar a nosotros mismos, y que, por tanto, soy capaz, después de la reflexión, de atribuirme el conocimiento como mío. En este momento, lo fundamental, no es buscar “lo objetivo” como lo mejor, sino darme cuenta de que soy “autoconsciente”, de que “me subjetivo” conscientemente. El sujeto que realiza este proceso no coincide propiamente con el individuo, ni la conciencia que es consciente de sí misma coincide con la conciencia empírica.

Ésta es, además, la única forma que tenemos de interpretar la realidad que permanece fuera de nosotros, precisamente porque la valoramos en el límite: en su diferencia respecto a nosotros mismos y en la necesidad que tenemos de ella tanto para conocernos como para ser. Necesitamos lo otro y necesitamos al otro para ser realmente. Podemos, desde luego, “vivir” sin tener en cuenta al otro, pero ¿cómo es esa vida?

La cuestión de si podemos vivir sin tener en cuenta la realidad en general, ya es distinta: en la medida que dejamos de percibir la realidad y dejamos de tenerla en cuenta, vamos dejando de ser conscientes e internándonos en la locura.

            No es que la realidad que está fuera de nosotros (y nuestro “choque” con ella –así lo llamaba Fichte) sea nuestro fundamento. No es nuestro fundamento, pero sí es la realidad sin la cual no somos: esa contraposición entre lo que soy yo y lo que no soy es la que nos hace percibir la realidad, especialmente nuestra realidad. De esta manera, tratamos a lo otro y a los otros no con el “modo de ser de la cosa”, sino que los dejamos manifestarse, ser. Aquí entra en juego, en la relación con los otros, el respeto.

 

            “El destino del sujeto es conocer y abrirse a lo real”, dice Rivera de Rosales interpretando a Fichte en su artículo sobre “El primer principio en Fichte”:

 

“El acto mayor de la libertad, el de la libertad moral en la “revolución interior” kantiana, conlleva necesariamente el respeto, es decir, una relación con el otro y un reconocimiento efectivo, real, de su realidad no meramente fenoménica, de que no es un simple útil para mí, sino que cuenta con realidad ontológica originaria como para ser un fin en sí”[1].

 

                                                                                                                  

“En la realidad en general, tanto la del Yo como la del No-Yo, sólo tiene lugar una creencia”

 

            En otro artículo bastante interesante sobre la creencia en Fichte, Rivera de Rosales da un paso más e investiga la aceptación de lo que percibimos e interpretamos de la realidad como una creencia. Seguro que Schelling y Hegel primero, y después Nietzsche, los postmodernos y los psicoanalistas, después, hayan partido de esta “intuición” de Fichte para su definición de la realidad y lo real. Aunque la postura y las consecuencias son totalmente diferentes en cada caso.

            Veámoslo (por lo menos la parte que tiene que ver con Fichte).

 

            Es necesario señalar antes que nada que esta creencia la sitúa Rivera de Rosales, en su lectura de Fichte, en el plano del sentimiento (hemos de entender, de todas formas, “sentimiento” en un sentido especial que se diferencia de los “sentimientos particulares y concretos”).

            El sentimiento para Fichte sería aquello que nos une a la naturaleza, más bien lo que somos en cuanto naturaleza. Considera dos tipos de sentimientos (considerados en este sentido básico y no particular y concreto): el sentimiento de limitación y el sentimiento de anhelo.

            El sentimiento de limitación se define especialmente con relación a sí mismo y con relación a lo otro (según la terminología fichteana, sería: con relación al Yo y con relación al No–Yo).

           

Os voy a pasar un fragmento del artículo y, si queréis, podemos ir comentando:

 

            Creencia y realidad en el Fichte de Jena. Jacinto Rivera de Rosales.

 

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“El primer principio en Fichte”, en El inicio del Idealismo alemán, Oswaldo Market y Jacinto Rivera de Rosales (Coordinadores), Editorial Complutense en coedición con la UNED, Madrid, 1996, pp. 63-102.

 

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MENSAJE DE EMILIA RUIZ

 

La realidad

 

 

La realidad no es la aparición de sucesos  de forma ordenada y aparente, la realidad está compuesta por planos reales, en el plano real se simultanean, frecuencias, tiempos, materia y energía, no de una forma constitutiva de azar, sino revestidos de realidad, aquí entra lo real y lo posible, el proceso y el fin en si mismo.

El hombre percibe la realidad desde su consciencia, desde su objetividad y subjetividad, linealmente, esto significa que llegará a conocer de ella, estadios compresibles y asimilables.

La consciencia del hombre es tan relativa al conocimiento, como lo es la linealidad a la realidad, ambas se construyen por y para el desarrollo humano, esta linealidad también significa para el hombre salud mental, lo contrario es la locura. El hombre conocerá de la realidad lo que aporten sus lanzaderas de investigación, desde la ciencia, saber empírico, desde la filosofía, la apertura a cualquier forma de saber, desde la psicología, el estudio de la mente humana, pero hay una tercera vía para el conocimiento de la realidades una ampliación de consciencia.

El hombre puede lanzar entidades de energía completas A modo de ultrasonidos capaces  de  volver con la información correcta este "radar" se construye desde una voluntad PROFUNDA Y Pura, es una forma de hallar conocimiento y planos de realidad, uniendo la pureza de lo requerido a la pureza de la ESENCIA, esto exigiría un desarrollo integral del  hombre y lo convertiría en lo que yo llamo, "EL SER HUMANO NUEVO". El conocimiento entendido de esta forma, no es una negación de la ciencia, sino una ampliación y sobre todo una convergencia con la espiritualidad, y una explicación a otras leyes universales.

No sé si he explicado bien al menos parte de la idea, si alguien quiere que matice o amplíe algo, estaré a vuestra disposición.

Un beso y hasta pronto.

Emilia Ruiz.

 

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Mercedes Laguna, desde Baza:

Pragmática y metáfora

 

Estimados amigos:

            Os ofrezco un nuevo texto para la lectura, la reflexión y el diálogo. Se trata de un fragmento de un libro de Eduardo de Bustos. En él aparece, por ejemplo, el tema de la metáfora y el lenguaje poético; las relaciones entre hablante y oyente en esa comunicación que supone la creación poética. La transmisión de una experiencia determinada. Y tantas otras cuestiones que vosotros vais a encontrar.

            El último capítulo de este libro, “La metáfora y el cultivo de la intimidad” es, como todo el libro en general, bastante interesante.

            Un saludo

            Mercedes Laguna

 

Texto de Eduardo de Bustos. Pragmática y metáfora

 

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MENSAJE DE EMILIA RUIZ

 

¿Qué es poesía?...se preguntaba el poeta.

 

La poesía no se escribe ni se describe...uno no se puede dedicar a escribir poesía, aunque al hacerlo construya con técnica un poema bello o comunicativo, porque esto no es poesía, aunque en esta si se podrían explicar sus metáforas, de no ser comprendidas.

La poesía nace de una necesidad que transciende a quien la escribe, ningún poeta querrá explicar una metáfora, un solo verso, porque de haberlo escrito, ya no le pertenece y a duras penas sabrá de que rincón del alma surgió; entonces quedará sola silente, esperando ser descubierta, se insertará en quién la acoja y le hablará en un lenguaje nuevo, en un tiempo nuevo, aunque no sea el suyo, porque la poesía, la verdadera poesía no envejece, los diferentes tiempos se reflejarán en ella en una comunión mágica.

 

Quiero hacer un inciso, he escrito este texto a voz de pronto, por la necesidad de querer transmitir un concepto, consciente de la relatividad que supone generalizar.

Un saludo a todos y hasta pronto.

Emilia

 

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